Mouvements
Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos |
¿Qué hacer para salvar el clima después de la cumbre del clima de París (la COP21)? Maximes Combes (economista y miembro de Attac) y Nicolas Haeringer (encargado de la campaña de 350.org y miembro de Mouvements) esbozan en este artículo unas pistas de reflexión para seguir construyendo el movimiento por la justicia climática.
2015 fue claramente un año intenso en lo que concierne al clima. El movimiento por la justicia climática se extendió y fortaleció, además de lograr muchos éxitos: en el curso de esos últimos meses hemos multiplicado las acciones, desde unas jornadas mundiales de la desinversión (13 y 14 de febrero), a las acciones organizadas al cierre de la COP 21 en París (12 de diciembre), pasando por la paralización definitiva del proyecto de oleoducto de Keystone-XL en Estados Unidos (anunciado por B. Obama el 6 de noviembre), el bloqueo de una mina de carbón en Alemania (el 15 de agosto), la dinámica Alternatiba que ha reunido en total a varios cientos de miles de personas o incluso las movilizaciones contra las financiaciones que conceden los bancos a los proyectos climáticos.
Así pues, 2015 es un año que nos ha servido para construir unas bases más sólidas de un movimiento capaz de emprender la gran transición hacia unas sociedades justas y sostenibles. En este sentido fue un año de esperanza, una esperanza concreta y tangible: a partir de ahora sabemos que podemos luchar eficazmente para evitar el caos climático.
Esto es tanto más importante cuanto que 2015 también fue un año extremos: se multiplicaron las catástrofes climáticas, se batieron uno tras otro récords de emisiones de gases de efecto invernadero y de calor…
Debemos, pues, continuar con nuestras movilizaciones y compromisos, con la misma determinación. El acuerdo al que se llegó el pasado mes de diciembre en París tras la COP21 no soluciona nada. Muchas de sus disposiciones dejan el campo libre a los proyectos climaticidas, lo cual no es una sorpresa. Pero una vez firmado y ratificado, el acuerdo de París está ahí para durar: a corto y medio plazo no se emprenderá ningún proceso de revisión. Por lo tanto, también tenemos que utilizarlo por lo que abre como perspectivas y recursos para avanzar hacia la justicia climática. Al ratificarlo los Estados se van a comprometer, jurídicamente, a mantener el calentamiento climático bajo el límite de los 2°C (un objetivo que aquí se concibe como un techo, no cómo un mínimo, puesto que menciona la posibilidad de tender hacia el 1,5°C).
Ofrecemos a continuación algunas perspectivas que proponemos debatir para 2016 y que constituyen otras tantas ocasiones para reunirnos y construir juntos este vasto movimiento por la justicia climática.
1/ El objetivo del 1,5°C se debe imponer a todos y todas. Por supuesto, sabemos que un acuerdo no regula nada en sí mismo. Hace más de 20 años que la comunidad internacional negocia un plan «universal» de reducción de las emisiones de gas de efecto invernadero. Sin embargo, en ese mismo periodo de tiempo estas emisiones han aumentado más de un 60% (esto es, el mayor crecimiento histórico). Salimos, pues, de dos décadas extremadamente paradójicas: cuanto más negociaba la comunidad internacional un acuerdo de reducción de las emisiones de gas de efecto invernadero, más aumentaban estas emisiones. Evidentemente, no se trata de una relación de causalidad, sino de un recordatorio extremadamente importante: en política, las palabras (incluso cuando tienen un estatuto teóricamente obligatorio) tienen dos destinos. Pueden quedarse en letra muerta o volverse performativas. Las profecías nunca se autorrealizan, se construyen paso a paso, y el resultado depende mucho de las movilizaciones, diversas y variadas, de la sociedad civil. El después de la COP21 y el devenir del acuerdo de París dependen en gran parte de lo que hagamos. Sabemos que el reto es demasiado serio como para dejar este devenir en manos únicamente de los Estados.
2/ Hace tiempo que Desmond Tutu estableció el paralelismo entre el apartheid y el cambio climático. En efecto, el apartheid acabó únicamente porque al cabo de 20 años de negociaciones, una Convención Marco de las Naciones Unidas sobre la lucha contra el régimen de apartheid adoptó un texto que reconocía su carácter inaceptable y pedía a Sudáfrica que le pusiera fin. El régimen de apartheid cesó gracias a las movilizaciones y a las luchas sociales y políticas en Sudáfrica, y a la solidaridad internacional de los movimientos sociales, sindicales y asociativos que obligaron a los Estados a actuar. Esto es lo que necesitamos también en materia climática: crear las condiciones políticas y sociales para que los Estados no tengan más opción que pasar, por fin, a la acción y emprender la gran transición hacia unas sociedades justas y sostenibles.
3/ Reivindicamos la idea de una justicia climática, esto es, de todo un conjunto de leyes, de normas, pero también de decisiones judiciales (de la jurisprudencia) que condenen realmente a los responsables del calentamiento climático. Por lo tanto, el movimiento por la justicia climática debe proceder sobre todo por medio de «anticipaciones normativas», una de cuyas modalidades privilegiadas para los movimientos sociales es la desobediencia civil, en este caso la desobediencia climática.
4/ Este giro hacia la desobediencia climática se basa en tres pilares: – las resistencias (el bloqueo) – la no cooperación (la desinversión y las diferentes formas de boicot a la industria fósil) – la construcción (las alternativas).
5/ La «desobediencia climática» es más legítima después de París de lo que lo era antes de París. En adelante ya no nos movilizamos basándonos únicamente en los informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) o de la Agencia Internacional de la Energía o de lo que sabemos de las causas y consecuencias del cambio climático. En adelante lo haremos porque tomamos en serio las declaraciones políticas y los objetivos de calentamiento máximo fijados por medio del acuerdo de París y estamos decididos y decididas a actual para que se cumpla su objetivo clave (mantener el calentamiento por debajo del límite del 1,5°C). Ahora bien, este objetivo tiene unas consecuencias claras: la paralización de todo proyecto de infraestructura fósil, ya se trate de extracción o de consumo. A partir de ahora la situación está clara, ya se trate desde la extensión de las minas de carbón hasta los nuevos sondeos, pasando por Notre Dame des Landes (1): hay que paralizar estos proyectos.
6/ En efecto, el objetivo fijado por el acuerdo de París nos permite no quedarnos en «estado de urgencia climática»: en adelante podemos reivindicar un «estado de necesidad climática». Este cambio está lejos de ser anodino: la noción de estado de necesidad es crucial. En efecto, permite a un juez hacer la distinción entre el móvil (aunque sea fraudulento) y el acto: entre dos imperativos contradictorios inscritos en la ley la justicia reconoce así que es legítimo (por lo tanto, aceptable incluso respecto a la ley) elegir la infracción menor.
7/ Por lo tanto, el movimiento por la justicia climática se podría estructurar en torno a tres pilares: resistir, negarse a cooperar y construir. – resistir: aquí el reto es trazar las líneas rojas ahí donde esté en juego la destrucción del clima y bloquear, en un primer momento temporalmente, todos los proyectos climaticidas. Pero la resistencia también se lleva a cabo en otras partes: las colectividades locales pueden negarse a la explotación del gas de esquisto (fracking) en su territorio, los Estados pueden oponerse a los tratado tipo TAFTA y TPP. – negarse a cooperar: la destrucción del clima ya no puede hacerse en nuestro nombre y con nuestro dinero. Debemos recuperar nuestra capacidad de tener peso en las decisiones importantes afirmando claramente que nos negamos a que nuestro dinero (tanto privado como público) sirva para financiar la destrucción del clima y que se debe reorientar a la transición. Por consiguiente, 2016 debe permitirnos tener un éxito aún mayor en el frente de la desinversión y de las diferentes formas de boicot al mundo de las energías fósiles. – construir: no faltan las iniciativas que prefiguran una sociedad justa y sostenible, desde las ciudades en transición a la relocalización de la actividad económica, pasando por el permacultivo o el hábitat ligero. Son muchas las formas de establecer una red, desde Alternatiba a las iniciativas vinculadas al decrecimiento. El reto es anclar mejor estas prácticas en el movimiento por la justicia climática y, por consiguiente, vincularlas a las dinámicas de resistencia y de no cooperación.
8/ Evidentemente, no se trata de construir una organización o una red que haga las tres cosas a la vez, sino de construir un movimiento que ponga en relación a unos colectivos y a unas organizaciones que actúen según una u otra de estas modalidades, y que permita elaborar unas estrategias que las articule de la mejor manera posible. Para ello no necesitamos tanto construir un «movimiento de movimientos» (sobre el modelo altermondialista) como construir un «movimiento de movilizaciones» que articulen campañas, jornadas de acción y de resistencia, y luchas locales, con unos movimientos internacionales de reagrupamiento y de construcción.
9/ La cuestión de la construcción / de las alternativas no es la de las soluciones, sino la de las escalas. Por ejemplo, el paso de un mix energético esencialmente fósil (o, en el caso de Francia, nuclear) a un mix 100% renovables no es una cuestión técnica. Es ante todo una cuestión democrática y social: ¿quién controlará el sistema de producción y de distribución, unas multinacionales de las energías renovables o unas cooperativas de productores y consumidores?, etc. Por consiguiente, el primer reto es lograr articular los tres pilares del movimiento por la justicia climática a unas escalas que tengan sentido y nos permitan tener verdadero peso en el curso de las cosas para bloquear los proyectos climáticos, actuando a la vez sobre nuestras formas de consumo y sobre las estructuras en las que se basa el capitalismo fósil.
10/ Así pues, el movimiento por la justicia climática tiene ante sí el reto de lograr crear unas formas “translocales” de solidaridad y de lucha: no se trata, como en el caso del altermundialismo, de convertir la escala transnacional en el lugar privilegiado de movilización y de elaboración estratégica, sino de partir de la experiencia de los territorios en lucha y de las alternativas concretas para construir la transición hacia unas sociedades justas y sostenibles. En ese sentido la movilización «Break Free» del próximo mes de mayo constituye una etapa importante: en efecto, se trata de construir una jornada mundial de acción a partir de luchas locales, con el objetivo de bloquear unos proyectos climaticidas.
(1) Notre Dame des Landes es una comuna situada en el noroeste de Francia donde desde la década de 1970 existe un proyecto de construir un gran aeropuerto internacional que ha suscitado una gran oposición entre sus habitantes. (N. de la t.)
2015 fue claramente un año intenso en lo que concierne al clima. El movimiento por la justicia climática se extendió y fortaleció, además de lograr muchos éxitos: en el curso de esos últimos meses hemos multiplicado las acciones, desde unas jornadas mundiales de la desinversión (13 y 14 de febrero), a las acciones organizadas al cierre de la COP 21 en París (12 de diciembre), pasando por la paralización definitiva del proyecto de oleoducto de Keystone-XL en Estados Unidos (anunciado por B. Obama el 6 de noviembre), el bloqueo de una mina de carbón en Alemania (el 15 de agosto), la dinámica Alternatiba que ha reunido en total a varios cientos de miles de personas o incluso las movilizaciones contra las financiaciones que conceden los bancos a los proyectos climáticos.
Así pues, 2015 es un año que nos ha servido para construir unas bases más sólidas de un movimiento capaz de emprender la gran transición hacia unas sociedades justas y sostenibles. En este sentido fue un año de esperanza, una esperanza concreta y tangible: a partir de ahora sabemos que podemos luchar eficazmente para evitar el caos climático.
Esto es tanto más importante cuanto que 2015 también fue un año extremos: se multiplicaron las catástrofes climáticas, se batieron uno tras otro récords de emisiones de gases de efecto invernadero y de calor…
Debemos, pues, continuar con nuestras movilizaciones y compromisos, con la misma determinación. El acuerdo al que se llegó el pasado mes de diciembre en París tras la COP21 no soluciona nada. Muchas de sus disposiciones dejan el campo libre a los proyectos climaticidas, lo cual no es una sorpresa. Pero una vez firmado y ratificado, el acuerdo de París está ahí para durar: a corto y medio plazo no se emprenderá ningún proceso de revisión. Por lo tanto, también tenemos que utilizarlo por lo que abre como perspectivas y recursos para avanzar hacia la justicia climática. Al ratificarlo los Estados se van a comprometer, jurídicamente, a mantener el calentamiento climático bajo el límite de los 2°C (un objetivo que aquí se concibe como un techo, no cómo un mínimo, puesto que menciona la posibilidad de tender hacia el 1,5°C).
Ofrecemos a continuación algunas perspectivas que proponemos debatir para 2016 y que constituyen otras tantas ocasiones para reunirnos y construir juntos este vasto movimiento por la justicia climática.
1/ El objetivo del 1,5°C se debe imponer a todos y todas. Por supuesto, sabemos que un acuerdo no regula nada en sí mismo. Hace más de 20 años que la comunidad internacional negocia un plan «universal» de reducción de las emisiones de gas de efecto invernadero. Sin embargo, en ese mismo periodo de tiempo estas emisiones han aumentado más de un 60% (esto es, el mayor crecimiento histórico). Salimos, pues, de dos décadas extremadamente paradójicas: cuanto más negociaba la comunidad internacional un acuerdo de reducción de las emisiones de gas de efecto invernadero, más aumentaban estas emisiones. Evidentemente, no se trata de una relación de causalidad, sino de un recordatorio extremadamente importante: en política, las palabras (incluso cuando tienen un estatuto teóricamente obligatorio) tienen dos destinos. Pueden quedarse en letra muerta o volverse performativas. Las profecías nunca se autorrealizan, se construyen paso a paso, y el resultado depende mucho de las movilizaciones, diversas y variadas, de la sociedad civil. El después de la COP21 y el devenir del acuerdo de París dependen en gran parte de lo que hagamos. Sabemos que el reto es demasiado serio como para dejar este devenir en manos únicamente de los Estados.
2/ Hace tiempo que Desmond Tutu estableció el paralelismo entre el apartheid y el cambio climático. En efecto, el apartheid acabó únicamente porque al cabo de 20 años de negociaciones, una Convención Marco de las Naciones Unidas sobre la lucha contra el régimen de apartheid adoptó un texto que reconocía su carácter inaceptable y pedía a Sudáfrica que le pusiera fin. El régimen de apartheid cesó gracias a las movilizaciones y a las luchas sociales y políticas en Sudáfrica, y a la solidaridad internacional de los movimientos sociales, sindicales y asociativos que obligaron a los Estados a actuar. Esto es lo que necesitamos también en materia climática: crear las condiciones políticas y sociales para que los Estados no tengan más opción que pasar, por fin, a la acción y emprender la gran transición hacia unas sociedades justas y sostenibles.
3/ Reivindicamos la idea de una justicia climática, esto es, de todo un conjunto de leyes, de normas, pero también de decisiones judiciales (de la jurisprudencia) que condenen realmente a los responsables del calentamiento climático. Por lo tanto, el movimiento por la justicia climática debe proceder sobre todo por medio de «anticipaciones normativas», una de cuyas modalidades privilegiadas para los movimientos sociales es la desobediencia civil, en este caso la desobediencia climática.
4/ Este giro hacia la desobediencia climática se basa en tres pilares: – las resistencias (el bloqueo) – la no cooperación (la desinversión y las diferentes formas de boicot a la industria fósil) – la construcción (las alternativas).
5/ La «desobediencia climática» es más legítima después de París de lo que lo era antes de París. En adelante ya no nos movilizamos basándonos únicamente en los informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) o de la Agencia Internacional de la Energía o de lo que sabemos de las causas y consecuencias del cambio climático. En adelante lo haremos porque tomamos en serio las declaraciones políticas y los objetivos de calentamiento máximo fijados por medio del acuerdo de París y estamos decididos y decididas a actual para que se cumpla su objetivo clave (mantener el calentamiento por debajo del límite del 1,5°C). Ahora bien, este objetivo tiene unas consecuencias claras: la paralización de todo proyecto de infraestructura fósil, ya se trate de extracción o de consumo. A partir de ahora la situación está clara, ya se trate desde la extensión de las minas de carbón hasta los nuevos sondeos, pasando por Notre Dame des Landes (1): hay que paralizar estos proyectos.
6/ En efecto, el objetivo fijado por el acuerdo de París nos permite no quedarnos en «estado de urgencia climática»: en adelante podemos reivindicar un «estado de necesidad climática». Este cambio está lejos de ser anodino: la noción de estado de necesidad es crucial. En efecto, permite a un juez hacer la distinción entre el móvil (aunque sea fraudulento) y el acto: entre dos imperativos contradictorios inscritos en la ley la justicia reconoce así que es legítimo (por lo tanto, aceptable incluso respecto a la ley) elegir la infracción menor.
7/ Por lo tanto, el movimiento por la justicia climática se podría estructurar en torno a tres pilares: resistir, negarse a cooperar y construir. – resistir: aquí el reto es trazar las líneas rojas ahí donde esté en juego la destrucción del clima y bloquear, en un primer momento temporalmente, todos los proyectos climaticidas. Pero la resistencia también se lleva a cabo en otras partes: las colectividades locales pueden negarse a la explotación del gas de esquisto (fracking) en su territorio, los Estados pueden oponerse a los tratado tipo TAFTA y TPP. – negarse a cooperar: la destrucción del clima ya no puede hacerse en nuestro nombre y con nuestro dinero. Debemos recuperar nuestra capacidad de tener peso en las decisiones importantes afirmando claramente que nos negamos a que nuestro dinero (tanto privado como público) sirva para financiar la destrucción del clima y que se debe reorientar a la transición. Por consiguiente, 2016 debe permitirnos tener un éxito aún mayor en el frente de la desinversión y de las diferentes formas de boicot al mundo de las energías fósiles. – construir: no faltan las iniciativas que prefiguran una sociedad justa y sostenible, desde las ciudades en transición a la relocalización de la actividad económica, pasando por el permacultivo o el hábitat ligero. Son muchas las formas de establecer una red, desde Alternatiba a las iniciativas vinculadas al decrecimiento. El reto es anclar mejor estas prácticas en el movimiento por la justicia climática y, por consiguiente, vincularlas a las dinámicas de resistencia y de no cooperación.
8/ Evidentemente, no se trata de construir una organización o una red que haga las tres cosas a la vez, sino de construir un movimiento que ponga en relación a unos colectivos y a unas organizaciones que actúen según una u otra de estas modalidades, y que permita elaborar unas estrategias que las articule de la mejor manera posible. Para ello no necesitamos tanto construir un «movimiento de movimientos» (sobre el modelo altermondialista) como construir un «movimiento de movilizaciones» que articulen campañas, jornadas de acción y de resistencia, y luchas locales, con unos movimientos internacionales de reagrupamiento y de construcción.
9/ La cuestión de la construcción / de las alternativas no es la de las soluciones, sino la de las escalas. Por ejemplo, el paso de un mix energético esencialmente fósil (o, en el caso de Francia, nuclear) a un mix 100% renovables no es una cuestión técnica. Es ante todo una cuestión democrática y social: ¿quién controlará el sistema de producción y de distribución, unas multinacionales de las energías renovables o unas cooperativas de productores y consumidores?, etc. Por consiguiente, el primer reto es lograr articular los tres pilares del movimiento por la justicia climática a unas escalas que tengan sentido y nos permitan tener verdadero peso en el curso de las cosas para bloquear los proyectos climáticos, actuando a la vez sobre nuestras formas de consumo y sobre las estructuras en las que se basa el capitalismo fósil.
10/ Así pues, el movimiento por la justicia climática tiene ante sí el reto de lograr crear unas formas “translocales” de solidaridad y de lucha: no se trata, como en el caso del altermundialismo, de convertir la escala transnacional en el lugar privilegiado de movilización y de elaboración estratégica, sino de partir de la experiencia de los territorios en lucha y de las alternativas concretas para construir la transición hacia unas sociedades justas y sostenibles. En ese sentido la movilización «Break Free» del próximo mes de mayo constituye una etapa importante: en efecto, se trata de construir una jornada mundial de acción a partir de luchas locales, con el objetivo de bloquear unos proyectos climaticidas.
(1) Notre Dame des Landes es una comuna situada en el noroeste de Francia donde desde la década de 1970 existe un proyecto de construir un gran aeropuerto internacional que ha suscitado una gran oposición entre sus habitantes. (N. de la t.)
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