jueves, 11 de diciembre de 2014

La Agricultura Campesina Indígena en las negociaciones de la COP 20

Agricultura campesina y prácticas tradicionales
Estamos en la vigésima Cumbre de las Partes Climático, del Convenio Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP20) donde se intenta lograr compromisos significativos frente a la crisis climática en el mundo. Desde las Organizaciones Campesinas esperamos que en estas negociaciones la agricultura familiar campesina indígena no sea como en muchas cumbres anteriores la gran olvidada, ya que los impactos del Cambio Climático sobre nuestros sistemas agroalimentarios van en aumento, agravándose entre otras causas por los modelos extractivistas impuestos en la Región que llevan a la privatización de los recursos naturales y al acaparamiento de tierras en unas pocas manos para la producción de monocultivos convencionales a gran escala en su mayor parte para la exportación.
En lo que se refiere a los impactos del Cambio Climático en la población, es un hecho que las poblaciones que más sufrirán sus consecuencias
serán las más empobrecidas y vulnerables, donde se incluyen de forma concreta nuestras comunidades indígenas y campesinas. Es más, las consecuencias del Cambio Climático y sus impactos ya se están manifestando sobre la agricultura, base del sustento, de la economía y de las formas de vida de los pueblos indígenas, originarios y campesinos.
Se sabe que las familias campesinas indígenas que se dedican a la agricultura familiar son las que más ayuda necesitan para adaptarse al cambio climátio, y son pocos los países latinoamericanos que cuentan con estrategias de adaptación que prioricen la agricultura familiar y la Soberanía Alimentaria. En el contexto regional la mayoría de los gobiernos vienen implementando políticas de crecimiento económico con inclusión social, bajo modelos que priorizan formas que han demostrado ser poco sostenibles y de alta contribución al cambio climático como son la agro-exportación o la explotación de los recursos mediante megaproyectos. Además estas políticas de inclusión dirigidas a las poblaciones en alto riesgo y vulnerabilidad, promueven modelos de desarrollo asistencialista que hacen a las comunidades indígenas y campesinas dependientes, no favoreciendo su cosmovisión y su empoderamiento para ser agentes de su propio desarrollo.
En este sentido, esas políticas están teniendo y van a tener a futuro, un efecto sobre los derechos de las poblaciones más vulnerables, las cuales van a estar sometidas a mayores riesgos. Además esos efectos tendrán unos costes sociales, culturales y económicos, aparte de los ambientales, que no están siendo considerados, y que tendrán que ser asumidos por ese mismo Estado que no se está preocupando de prevenirlos. Por lo tanto, el problema no es solo ambiental, sino que es complejo en la medida que afecta a las personas y sus formas de vida, y debería abordarse contemplando toda esa complejidad.
La respuesta de las organizaciones campesinas indígenas:
Las organizaciones que integramos la CLOC-VC planteamos una solución holística que debe abarcar aspectos estructurales en lo que se debería considerar la raíz del problema, el modelo y organización de la producción, distribución y consumo de alimentos a nivel mundial que es apoyado por políticas nacionales e internacionales y que se puede caracterizar como industrial, deslocalizado y controlado por unas pocas corporaciones agroalimentarias que además vienen apostando por los cultivos transgénicos como nueva solución al hambre y las adversidades climáticas.
Otro aspecto conflictivo, que debemos enfrentar es el referido a la producción de agrocombustibles a gran escala como forma de evitar el consumo de energía fósil, ya que además de no solucionar la crisis climática, afecta gravemente al uso de la tierra para la producción de cultivos dirigidos al consumo humano agravando la crisis alimentaria.
Como campesinos y campesinas, apostamos por modelos alternativos, donde la Soberanía Alimentaría es nuestro eje central de acción. Entendemos la Soberanía Alimentaria como el derecho de los pueblos a definir nuestras propias políticas y estrategias sostenibles de producción, distribución y consumo de alimentos que garanticen el derecho a la alimentación adecuada para toda la población, con base a la pequeña y mediana producción familiar, respetando nuestras culturas y diversidad de formas campesinas, pesqueras e indígenas de producción agropecuaria, de comercialización y de gestión de nuestros territorios , en los cuales la mujer desarrolla un papel fundamental.
En este sentido, destacamos nuestra clara oposición a las grandes corporaciones agroalimentarias y exigimos su desmantelamiento completo. Estas corporaciones ocupan una posición hegemónica dentro del sistema agroalimentario mundial y sus prácticas perjudican gravemente a la agricultura indígena y campesina. Representan el motor del actual sistema agroalimentario globalizado y sustentado en la producción de alimentos estandarizados de baja calidad y en la destrucción del medio ambiente por el uso descontrolado de agroquímicos o la deforestación acelerada por la ampliación de la frontera agrícola. Además atentan contra nuestros derechos fundamentales como el acceso a nuestros propios territorios y el derecho a la alimentación.
En contraposición, proponemos un modelo de agricultura campesina indígena basado en principios de sostenibilidad tanto para la producción como para la distribución y consumo de alimentos. Dentro de este modelo los pueblos debemos ser los principales protagonistas, reconociéndose nuestro papel histórico de productoras y productores de alimentos.
Para ello es necesario visibilizar y revalorizar las prácticas, saberes y culturas ancestrales que nuestras comunidades han mantenido a lo largo de siglos, como punto de partida para el desarrollo de políticas y estrategias de mitigación y de adaptación, promoviendo el uso de tecnologías culturalmente apropiadas.
También necesitamos que se garantice el libre acceso y control de los recursos necesarios para cultivar y distribuir alimentos como territorio, semillas, tecnología o crédito. Es por ello que rechazamos la privatización y la mercantilización de los alimentos, servicios básicos públicos, conocimientos, territorios, agua, semillas y patrimonio natural y pedimos que se respeten nuestros derechos individuales y colectivos.
Frente a las actuales reglas de la Organización Mundial del Comercio, que impiden a los países fortalecer un sistema interno de producción, distribución y consumo de alimentos que priorice los intereses de la población local, reclamamos políticas y posicionamientos públicos favorables al desarrollo de mecanismos que protejan la producción nacional y local frente a las importaciones de alimentos y de capitales extranjeros destinados a la agroexportación, para que se garanticen precios justos tanto en la producción como en el consumo de alimentos.
Defendemos la agricultura campesina indígena como solución real ante la crisis climática global, ya que mantiene sistemas agroalimentarios sostenibles, que mejoran la calidad de vida en las zonas rurales y urbanas y mitigan y mejoran las posibilidades de adaptación al Cambio Climático al restablecer y mantener el equilibrio de los territorios.
Por ello, las negociaciones internacionales sobre cambio climático no deben quedarse en la mera reducción cuantitativa de gases de efecto invernadero y en el estudio del problema desde un enfoque de recursos naturales. Deben entender la adaptación y la mitigación dentro de un proceso de transformación hacia formas de vida equitativas y sostenibles, dando uso a fondos económicos controlados de forma soberana por nuestros pueblos, que son los más afectados siendo los menos contaminantes.
Como organizaciones campesinas e indígenas promovemos modelos integrales de desarrollo del Buen Vivir, que contemplan acciones y propuestas a todos los niveles, local, regional y mundial.
La crisis climática, como ya hemos afirmado, no es solo un problema ambiental, sino social, cultural, tecnológico, económico y político que exige un cambio integral hacia modelos más respetuosos con la sostenibilidad de la vida y los derechos básicos de todos los seres humanos.
Fuente: CNA - CLOC - Vía Campesina
Foto: Edgardo Matiolli- Radio Mundo Real
Fuente: Vía Campesina

Marcha contra las mentiras de la COP 20 en Perú

Via Campesina.Org 

Cerca de diez mil personas marcharon ayer (10/12) por las calles del centro de Lima, en protesta contra las falacias de la COP -20. Campesinos, indígenas, movimientos sociales y sindicatos de varios lugares del mundo participaron de la caminata.
Ydelson Hernández, de las Rondas Campesinas de Cajamarca creo  que los acuerdos finales del encuentro internacional de las grandes potencias del mundo, que se realiza en  Perú, no es establecerán metas reales de control sobre los cambios climáticos.

“Si la COP 20 fuera realmente para sanar la problemática ambiental en el mundo pondrían fin a la tentativa de efectivizar el proyecto minero Conga, en Cajamarca, este proyecto de extracción de oro que  venimos resistimos desde hace mucho  para impedir  su implantación,  pues acabaría con las aguas en el norte de Perú”, afirma.
La marcha fue parte de la programación de la Cumbre de Los Pueblos, que se cierra hoy con debates sobre el papel de los campesinos, indígenas y trabajadores  de la ciudad en la verdadera  tentativa de frenar los daños ambientales provocados por  grupos transnacionales en  América Latina.
“El capital transfiere sus crisis para otras partes del mundo, la COP-20 es eso, discutir como expandir esas crisis para los países del Sur. Por tanto, cabe a los campesinos, indígenas, trabajadores unirse, porque ellos son  los verdaderos medios para conseguir frenar proyectos absurdos como Conga  y alimentar al mundo, además, de preservar los bosques en pie. Los grandes contaminadores del mundo, que están cerrando  la COP 20 no van a hacer eso”, resaltó Jorge Pérez de la Confederación Campesina Peruana (CPP).
Las organizaciones participantes de la Cumbre publicarán   la tarde de hoy un documento con los principales y reales puntos de necesidad para contrarrestar los cambios climáticos,  que será entregado a los representantes de los países en la COP-20. Uno de los temas centrales es la lucha  contra el capitalismo verde en la agricultura.
Marcio Zanta- MST - La Vía Campesina

Cómo contribuye el sistema alimentario agroindustrial a la crisis climática

ViaCampesina.Org 

Entre 44% y 57% de todas las emisiones de gases con efecto de invernadero (GEI) provienen del sistema alimentario global
Deforestación: 15-18%Antes de comenzar a plantar, los trascavos desmontan. En todo el mundo, la agricultura industrial se mete en las sabanas, los humedales y los bosques roturando enormes cantidades de tierra. La FAO dice que expandir la frontera agrícola es responsable de 70-90% de la deforestación mundial, de la cual no menos de la mitad ocurre por producir un puñado de mercancías agrícolas de exportación. La agricultura industrial es responsable de entre 15 y 18% de las emisiones de GEI por la deforestación que promueve.
Procesos agrícolas: 11-15%
Es común reconocer que los procesos agrícolas en sí mismos contribuyen con 11-15% de todos los GEI producidos globalmente. La mayoría de esas emisiones resultan del uso de insumos industriales – fertilizantes y plaguicidas químicos –; de la gasolina para echar a andar tractores y maquinaria de irrigación; y del exceso de excremento generado por la cría intensiva de animales.
Transporte: 5-6%
En los hechos, el sistema alimentario industrial actúa como agencia mundial de viajes. Los ingredientes empleados en los piensos animales pueden cultivarse en Argentina para alimentar pollos que son exportados de Chile a China para ser procesados y eventualmente consumidos en un McDonald's en Estados Unidos. Mucha de nuestra comida, producida en condiciones industriales en lugares lejanos, viaja miles de kilómetros antes de arribar a nuestro plato. Podemos calcular (de un modo conservador) que el transporte de alimentos es responsable de una cuarta parte de las emisiones de GEI relacionadas con la transportación, es decir 5-6% del total de las emisiones globales de GEI. 
Procesamiento y empacado: 8-10%
Procesar es un paso sumamente rentable de la cadena alimentaria industrial. La transformación de los alimentos en platillos listos para consumir, en bocadillos, botanas y bebidas requiere un enorme monto de energía, sobre todo en forma de carbono. Lo mismo ocurre con el empacado y el enlatado de estos alimentos. Procesar y empacar permiten que la industria alimentaria retaque los anaqueles de los supermercados y las tiendas de conveniencia con cientos de formatos y marcas diferentes, lo que genera una enorme cantidad de emisiones de gas con efecto de invernadero: entre 8 y 10% de las emisiones totales.
Refrigeración y venta al menudeo: 2-4 
La refrigeración es el pivote de los modernos sistemas globales de procuración y distribución de alimentos en supermercados y cadenas de comida chatarra. Doquiera que vaya el sistema alimentario industrial, ahí va también la “cadena de frío”: [la cadena de suministro a temperatura controlada]. Si el enfriamiento es responsable de 15% de todo el consumo de energía a nivel mundial, y dado que las fugas de los refrigerantes químicos son una fuente importante de GEI, podemos decir que la refrigeración de los alimentos da cuenta de 1-2% de todas las emisiones de gases con efecto de invernadero. La venta al menudeo de dicha comida da cuenta de otro 1-2%.
Desperdicio: 3-4%
El sistema alimentario industrial descarta casi la mitad de toda la comida que produce. La va tirando en el largo viaje de las fincas a las bodegas intermediarias, entre éstas y los procesadores, hasta llegar al comercio al menudeo y los restoranes. Mucho de este desperdicio se pudre en las pilas de basura y los rellenos sanitarios, produciendo montos sustanciales de GEI. Entre 3.5 y 4.5% de las emisiones globales de GEI proceden de los desperdicios, y más de 90% de éstos los producen materiales y sustancias originados en el sistema alimentario.
La soberanía alimentaria: 5 pasos para enfriar el planeta y alimentar a su gente
1. Cuidar el suelo. La ecuación alimentos/clima tiene su raíz en la tierra. La expansión de prácticas agrícolas insustentables condujo durante todo el siglo pasado a destruir entre 30 y 75% de la materia orgánica en las tierras arables, y 50% de la materia orgánica en los pastizales y las praderas. Estas pérdidas masivas de materia orgánica son responsables de entre 25 y 40% del exceso actual de CO2 en la atmósfera. No obstante, este CO2 en la atmósfera podemos devolverlo al suelo si restauramos las prácticas que las comunidades campesinas mantuvieron por muchas generaciones. Si a nivel mundial existieran las políticas correctas y los incentivos apropiados, se podrían recuperar los niveles de materia orgánica que existían en el suelo antes del advenimiento de la agricultura industrial (en unos 50 años, que más o menos corresponden al lapso de tiempo de su destrucción). Esto compensaría un 24-30% de todas emisiones actuales de GEI.
2. Cultivo natural, SIN químicos. El uso de químicos en las granjas industriales crece todo el tiempo, y los suelos se extenúan y las plagas y las yerbas se vuelven inmunes a los insecticidas y los herbicidas. No obstante, el campesinado en todo el mundo mantiene sus saberes y una diversidad de cultivos y animales para trabajar, productivamente, sin utilizar químicos. Diversifican sus sistemas con policultivos, integran la producción agrícola y animal, e incorporan árboles y vegetación silvestre. Estas prácticas aumentan el potencial productivo de la tierra porque mejoran la fertilidad de los suelos y evitan la erosión. Cada año aumenta la materia orgánica acumulada en el suelo, lo que hace posible producir más y más comida.
3. Reducir el kilometraje y enfocarnos en alimentos frescos. La lógica corporativa que transporta alimentos por todo el mundo y de regreso, no tiene ningún sentido desde ninguna perspectiva. Este comerciar global que va del desmonte de vastos corredores de tierra y bosque para producir materias primas agrícolas de exportación a la venta de alimentos congelados en los supermercados, es el principal responsable de las emisiones de GEI procedentes del sistema alimentario. Este sistema podría reducir sus emisiones de GEI si la producción alimentaria se reorientara hacia mercados locales y alimentos frescos alejándose de la carne barata y la comida procesada. Lograrlo es, quizá, la lucha más dura de todas, porque las corporaciones y los gobiernos están muy implicados en expandir el comercio de alimentos y bebidas.
4. Restituirle la tierra a los campesinos y frenar las mega-granjas. En los últimos cincuenta años, unos 140 millones de hectáreas – algo semejante a casi toda la tierra agrícola en India – fue acaparada por cuatro cultivos que sobre todo crecen en enormes plantaciones: soya, palma aceitera, canola y caña de azúcar. El área glob al donde se siembran estos cultivos (y otros como el maíz para fines industriales), que son todos notables emisores de gases con efecto de invernadero, crecerá si no cambiamos las políticas relacionadas. Hoy, los campesinos y pequeños productores se hayan apretujados en menos de una cuarta parte de toda la tierra agrícola, y no obstante continúan produciendo la mayor parte de los alimentos del mundo: 80% de la comida en los países no industrializados según dice la FAO. Los campesinos producen estos alimentos con mucho mayor eficiencia que las grandes plantaciones, y de modos mucho mejores para el planeta. La redistribución mundial de las tierras en beneficio de los pequeños agricultores puede reducir las emisiones de GEI a la mitad, en unas cuántas décadas, si se combina con políticas que les ayuden a reconstituir la fertilidad del suelo, y con políticas que fomenten el comercio local.
5. No más falsas soluciones, vayamos a lo que sí funciona. Cada vez se reconoce más que los alimentos son centrales para el cambio climático. Los informes recientes del IPCC y las cumbres internacionales admiten que los alimentos y la agricultura son agentes importantes de emisiones de GEI y que el cambio climático implica tremendos retos para nuestra capacidad de alimentar a una población global creciente. No obstante, hay una nula voluntad política de desafiar el modelo dominante de producción y distribución industrial de los alimentos: los gobiernos y las corporaciones nos siguen proponiendo falsas soluciones. El cascarón vacío de la agricultura climáticamente inteligente no hace sino renombrar la Revolución Verde. Hay nuevas y riesgosas tecnologías como los cultivos con modificación genética para resistir la sequía o los proyectos de gran escala de la geoingeniería. Hay mandatos para producir agrocombustibles, lo que impulsa acaparamientos de tierra en el Sur. Están los mercados de carbono y los proyectos de REDD+, cuya esencia es permitir que los peores transgresores y contaminadores con GEI eviten la reducción de sus emisiones convirtiendo los bosques y tierras agrícolas de los campesinos y pueblos indígenas en parques de conservación y plantaciones. Ninguna de estas “soluciones” puede funcionar porque todas trabajan contra la única solución efectiva: hacer un viraje —del sistema agroalimentario industrial gobernado por las corporaciones, a los sistemas alimentarios locales que están en manos de las comunidades campesinas.
Fuente: Via Campesina.Org 

El fantasma que recorre Estados Unidos y Europa



Alberto Rabilotta

ALAI AMLATINA, 11/12/2014.-  Ante las reacciones viscerales de los políticos en Washington y las capitales de la Unión Europea, y de sus escribas (1), hoy podemos afirmar sin la sombra de una duda, parafraseando el Manifiesto Comunista, que “un fantasma recorre Estados Unidos y Europa”: el fantasma del Vladimir Putin.

La escalada de amenazas militares, de sanciones comerciales, económicas, financieras y la virulenta propaganda política e ideológica contra “la Rusia de Putin”, se incrementa cotidianamente. La Cámara de Representantes del Congreso de Estados Unidos (EE.UU.) acaba de adoptar, en una votación de 411 a favor (y 10 en contra), una resolución que ha sido ya calificada como la primera fase de una “declaración de guerra” contra Rusia, condenando a ese país por la continuación de la “agresión política, económica y militar  (y) la continua violación de la soberanía, independencia e integridad territorial de Ucrania, Georgia y Moldavia”.

El Representante patrocinador de esta resolución, Adam Kinzinger, exhortó a que “EE.UU., Europa y nuestros aliados mantengan agresivamente la presión sobre el señor Putin para que cambie su comportamiento” (2).

El ex primer ministro Mijail Fradkov, actual jefe del Servicio de Inteligencia Exterior de Rusia, declaró a la agencia Bloomberg que el gobierno ruso está consciente de las acciones de EE.UU. para “sacar a Putin del poder”: “Hemos notado ese deseo, no tan secreto. Nadie quiere ver una Rusia fuerte e independiente” (http://www.bloomberg.com/news/2014-12-04/russian-spy-chief-blames-u-s-eu-for-ruble-oil-price-collapse.html).

Es más que evidente, como el mismo Putin dijo el 4 de diciembre pasado en su discurso ante la Asamblea Federal, al hablar de las sanciones que los países de la OTAN aplican a su país, que “estas no son solamente un reflejo pavloviano (knee-jerk) en apoyo de EE.UU. o sus aliados hacia nuestra posición frente a los sucesos del golpe (de Estado) en Ucrania, o incluso hacia la llamada Primavera de Crimea. Estoy seguro que si esos hechos nunca hubiesen sucedido –yo quiero específicamente apuntar esto para Ustedes en tanto que políticos asistentes en este auditorio-, si nada de eso nunca hubiera sucedido, entonces habrían salido con alguna otra excusa para tratar de contener las crecientes capacidades de Rusia, afectando a nuestro país de alguna manera, e incluso tratando de sacar ventaja de ello” (3).

¿Por qué Putin?

La primera parte de una respuesta es porque Putin es el Jefe de Estado de la única superpotencia en armas nucleares y convencionales que puede frenar, y llegado el caso responder en los hechos, a la política de agresiones militares, económicas y políticas del imperialismo estadounidense y de la OTAN para completar la hegemonía neoliberal.

Complemento necesario a esta respuesta es que Putin da muestras de un gran realismo y de fuertes convicciones políticas, lo que explica la popularidad de que goza en su país y en un gran número de otros países, y eso porque dice franca y claramente, pero sin agresividad y mostrando que hay vías de negociación para solucionar los conflictos, lo que piensa sobre quienes buscan someter a Rusia, y toma rápidamente las medidas que se necesitan para asegurar la defensa de su país.

Y lo que piensa el Presidente de Rusia articula de manera clara y precisa las aspiraciones de su país (y de muchísimos otros), como el no tener que someterse al “diktat” de Washington y sus aliados so pena de todo tipo de sanciones, y poder ejercer su soberanía nacional y popular en beneficio de la protección de la sociedad, del desarrollo social, económico y cultural (4).

Las aspiraciones del dirigente ruso son las de poder contribuir a terminar con el caos en las relaciones internacionales y regionales que trajo la unipolaridad que el mundo vive desde el derrumbe de la Unión Soviética, y de negociar la creación de un orden internacional que permita a Rusia y a los demás países mantener relaciones en pie de igualdad, en un clima de paz, de cooperación y diálogo constructivo.

Si de por sí es imperdonable que el Jefe de Estado de Rusia se declare antiimperialista en los hechos, y cada vez más en las palabras, peor aún es que la articulación de su posición en los asuntos políticos, económicos y sociales refleje, en sentido amplio, las legítimas aspiraciones nacionales de la mayoría de los pueblos, incluyendo a varios de los que componen la Unión Europea (UE): “Si para algunos países europeos el orgullo nacional es un concepto olvidado hace mucho tiempo y la soberanía es demasiado lujo, una verdadera soberanía es absolutamente necesaria para la supervivencia de Rusia” (5).

Y por si fuera poco el Presidente ruso ha dotado a su país con los medios de prensa, como Russia Today (RT), para dar a conocer al mundo la verdadera política del imperialismo y las alternativas políticas de su país, algo imperdonable, como sabemos desde hace muchas décadas quienes trabajamos en los medios que denuncian las agresivas políticas imperialistas que EE.UU. aplica desde hace más de medio siglo contra Cuba y otros países (6).

¡Porque afecta a los intereses y planes de hegemonía imperial!

En una nota separada puse a disposición de los lectores las traducciones que hice del inglés al español de importantes párrafos de dos discursos de Putin (Putin en directo:  http://alainet.org/active/79402), para mostrar las iniciativas y hechos de la realidad que son ocultados por la propaganda occidental.

Pero es evidente, para explicar tanto la posición de Rusia como la situación general del mundo, que debemos partir de la constatación siguiente: el neoliberalismo, como los liberalismos anteriores, intentan implantar formas “puras” de capitalismo, un capitalismo no contaminado con las políticas de intervención estatal (desde las medidas sociales de Otto von Bismarck en 1883 a las del Estado de bienestar del New Deal de los años 30), y totalmente “descontaminado” de las ideas y políticas sociales de los demócratas, fueran burgueses, cristianos, socialistas o comunistas.

Las experiencias de las fases liberales del capitalismo en los siglos 19 y 20 mostraron sus consecuencias desastrosas en las esferas de la economía, las instituciones y las sociedades de los países donde fue implantado, incluyendo las de los propios países imperialistas. En ese sentido hay que recordar que el fascismo fue y sigue siendo una consecuencia del liberalismo, como señaló el historiador de la economía Karl Polanyi en 1944, y actualmente enfatiza Putin (7).

La hegemonía que desesperada y agresivamente busca el imperio neoliberal dirigido por EE.UU. y la UE –la utopía de un capitalismo puro y universal-, no podrá concretarse y mucho menos sostenerse si existen y prosperan alternativas socioeconómicas nacionales y regionales que den respuestas democráticas a los males que experimentan las sociedades, incluyendo las de los países más avanzados del imperio.

El imperialismo neoliberal no puede aceptar coexistir con alternativas de desarrollo socioeconómico de tipo capitalista o mixto que muestren resultados positivos para las sociedades, porque su naturaleza lo lleva a beneficiar exclusivamente a los oligarcas de los monopolios y el Gran Capital financiero, destruyendo así hasta la libre competencia que teóricamente es el credo del capitalismo y sentando las bases de un régimen francamente antisocial y antidemocrático.

 La realidad concreta en los países del “capitalismo avanzado” son las políticas de austeridad para favorecer a los monopolios y a la oligarquía dominante que provocan el desempleo crónico y masivo, que cierran a los jóvenes las puertas del trabajo y la integración social, o sea del futuro.

Son políticas de disolución social y empobrecimiento de las masas, para concentrar la riqueza en el uno por ciento (o menos) de la pirámide social. Es la privatización de los servicios públicos y disminución o cierre de los programas sociales de acceso gratuito, entre muchos otros factores que definen las políticas neoliberales.

Esto explica el fuerte rechazo y las agresivas reacciones del imperio frente a las alternativas socioeconómicas –como en países de América latina, de Asia y en Rusia, entre otros-, donde los Estados intervienen en las economías, regulando y a veces planificando el sector industrial privado con fines de desarrollo, buscando evitar que los monopolios extractivos del sector de los recursos naturales nacionales estrangulen las finanzas públicas desviando, y por lo tanto impidiendo, el ingreso de divisas proveniente de las exportaciones, para atesorarlas en sus cuentas de los paraísos fiscales, o ingresarlas a la especulación financiera global.

Sin esos controles y recursos no hay posibilidad de recaudación fiscal ni ingreso de divisas para los planes nacionales de desarrollo económico, la creación, mantenimiento o ampliación de los programas sociales (en lugar de eliminarlos), ni para el desarrollo de los planes de educación y de salud pública, el apoyo a las familias y el mejoramiento de las jubilaciones de los retirados, políticas esenciales para generar empleos, en lugar del desempleo, la integración social y el fortalecimiento de la democracia.

La mayoría de estas alternativas socioeconómicas no rebasan el marco de un sistema capitalista “mixto”, y sin embargo constituyen una grave amenaza al sistema neoliberal, porque están adquiriendo importancia regional en el desarrollo de proyectos de cooperación económica, financiera y monetaria, como es el caso con el BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), en América latina con Caricom, Mercosur, ALBA, Unasur y CELAC, sin hablar del proceso regional de escala monumental que implican los acuerdos de cooperación y planificación entre Rusia y China.

Objetivamente, como me decía recientemente la economista canadiense Kari Polanyi Levitt, mientras que en los países centrales del capitalismo donde se aplica el neoliberalismo el panorama social, económico y político se ensombrece casi cotidianamente, en muchos países de la (antigua) periferia en Eurasia y América latina hay economías que se desarrollan, se reduce la pobreza y aumentan los niveles de desarrollo socioeconómico con la intervención estatal y la promoción de la propiedad social. La planificación regional de esas integraciones puede permitir que se mantenga esta tendencia en momentos en que se avizora una nueva crisis financiera y económica de alcance global. (Ver Estancamiento con deflación redoux, Oscar Ugarteche, ALAI, http://alainet.org/active/79336 ).

Es evidente que Putin plantea y actúa, cada vez con mayor decisión, para concretar el fin del caótico mundo unipolar que implica la hegemonía neoliberal, lo que constituye una política antiimperialista, y por su parte el imperialismo no olvida que si tuvo que hacer las concesiones que permitieron crear las “sociedades del Estado benefactor”, o sea una redistribución de las riquezas que va desde finales de la Segunda guerra mundial hasta comienzos de los años 70, eso se debió a la correlación de fuerzas en el plano interior -sindicatos fuertes y activos, partidos comunistas y otras fuerzas de izquierda-, y la representada en lo internacional por una Unión Soviética que había ganado la guerra contra el nazismo, y era una superpotencia militar con un proyecto socioeconómico alternativo.

La caída de la Unión Soviética y el fin de la Guerra Fría, como recuerda Putin, puso fin a esa competencia entre sistemas y EE.UU. se declaró el vencedor.  De ahí en adelante es fácil entender las razones por las cuales el imperialismo trata de desestabilizar, de cercar y aislar  para derrocar cuando sea posible a los gobiernos que participan en la creación de las alternativas socioeconómicas nacionales y regionales, como Rusia, China, Venezuela, Cuba, Bolivia, Argentina, Ecuador, etcétera. 

Lo único que puede poner fin a este demencial proyecto imperial es proseguir y ampliar el movimiento de alternativas socioeconómicas regionales para establecer en los hechos un orden multipolar que ponga a todas las naciones en un plano de igualdad y proteja el derecho de los pueblos a escoger el sistema socioeconómico de su conveniencia, y que excluya el uso unilateral o multilateral de la fuerza para la solución de los conflictos internos y externos, y solo contemple resolverlos mediante la negociación política y diplomática, entre otros aspectos de importancia.

Este es, en grandes líneas, el programa del gobierno de Vladimir Putin. Por eso vale la pena leer sus declaraciones y discursos, que a veces tardan demasiado en ser traducidos al español, como adecuadamente señaló Atilio Boron.

- Alberto Rabilotta es periodista argentino - canadiense. 

Notas

1.- What comes after Putin could be worse, Editorial del 3 de diciembre 2014 de la agencia Bloomberg:http://www.bloombergview.com/articles/2014-12-03/what-comes-after-putin-could-be-worse


3.- Discurso presidencial de Vladimir Putin ante la Onceava Asamblea de la Federación de Rusia (en inglés)http://eng.kremlin.ru/news/23341. Discurso en el Club de Discusiones Internacionales Vaidal, Sochi, (24 de octubre de 2014, en inglés): http://eng.kremlin.ru/news/23137 

4.- Ver el excelente análisis de Atilio Boron, “Putin: un discurso histórico”, http://alainet.org/active/79057 )

5.- Discurso presidencial de Vladimir Putin ante la Onceava Asamblea de la Federación de Rusia

6.- EE.UU. y sus aliados han regresado a la epoca de la Guerra Fria en que trataban de silenciar con todos los medios posibles, incluyendo las acciones para silenciar a agencias de prensa, medios de prensa progresistas y periodistas que denunciaban las políticas y acciones del imperialismo. Ahora tratan de silenciar a RT:  'They’ll try to shut you down': Meeting Assange & the non-stop 'War on RT', por Margarita Simonyan, jefa editorial de RT: http://rt.com/op-edge/212587-assange-democracy-mass-media/

7.- En el capítulo titulado “La historia en el engranaje del cambio social”, de su libro La Grande Transformation, el intelectual húngaro Karl Polanyi escribía en 1944 que “si jamás un movimiento político respondió a las necesidades de una situación objetiva, en lugar de ser la consecuencia de causas fortuitas, ese es bien el fascismo. Al mismo tiempo, el carácter destructor de la solución fascista era evidente. Ella proponía una manera de escapar a una situación institucional que no tenía salida y era, en lo esencial, la misma en un gran número de países, y sin embargo, ensayar ese remedio era esparcir por todos lados una enfermedad mortal. Así perecen las civilizaciones () La solución fascista al callejón sin salida en el cual se había metido el capitalismo liberal puede ser descrita como una reforma de la economía de mercado realizada al costo de la extirpación de todas las instituciones democráticas, a la vez en el terreno de las relaciones industriales (disolución o sumisión de los sindicatos y anulación de las conquistas laborales, nota del traductor) y en el campo de la política. El sistema económico que amenazaba con quebrarse debía así revivir, mientras que las poblaciones serían ellas mismas sometidas a una reeducación destinada a desnaturalizar  el individuo y a convertirlo en incapaz de funcionar como unidad responsable del cuerpo político”.

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Ayotzinapa, emblema del ordenamiento social del siglo XXI





Alainet


A Julio César Mondragón
In memoriam


Ayotzinapa es hoy un emblema, por cierto ominoso, de las atrocidades a las que da lugar el capitalismo contemporáneo.  Ayotzinapa es cualquier parte del mundo donde se levante una voz disidente, una exigencia, un signo de rebeldía ante la devastadora desposesión y arrasamiento en los que se sustenta la acumulación de capital y las redes del poder que lo sostienen.

Ayotzinapa es resultado de un conjunto de procesos entrecruzados que, con mayor o menor densidad y visibilidad, son consustanciales al capitalismo del siglo XXI y que, en esa medida, no se circunscriben a México sino que se van extendiendo subrepticia o escandalosamente en todo el globo.
 
El capitalismo del siglo XXI


Cada vez es más claro que el capitalismo de nuestros tiempos funciona en un doble carril. Por un lado tenemos la sociedad formalmente reconocida, con su economía, sus modos de organización y confrontación y su moralidad; y por el otro crece aceleradamente una sociedad paralela, con una economía calificada genéricamente de ilegal, y con una moralidad, modos de organización y mecanismos de disciplinamiento muy diferentes.

Hay lugares del mundo, como México, donde las crisis del neoliberalismo, además de provocar cambios sustanciales en su ubicación en la división internacional del trabajo, en la definición de sus actividades productivas y en los modos de uso de su territorio, generaron una fractura social que se ha profundizado con el tiempo.  Una de las cuestiones centrales es que los jóvenes perdieron espacio y perspectiva.  Se estaba gestando una sociedad con poco margen de absorción, y en la que desaparecían las posibilidades de empleo o incorporación y se cancelaban los horizontes.  No había cabida para muchos de los antiguos trabajadores, y mucho menos para los recién llegados al escenario.  La generación X la llamaron algunos, la que no sabe para dónde va porque no tiene para dónde ir.  La nueva fase de concentración capitalista cerraba los espacios al mismo tiempo que extendía su ámbito.  Se apropiaba las tierras, las actividades domésticas incluso, y hasta el entretenimiento, pero expulsaba de sus bondades a oleadas crecientes de población: precarizándolas o convirtiéndolas en parias.

Con un proceso de esta profundidad y características, no puede hablarse de un orden social.  Las condiciones apuntan más bien al desorden, a la ruptura, a la descomposición, a las fracturas.  Es decir, el orden apela al autoritarismo, que es el único medio visible para garantizarlo.

La militarización del planeta, incluyendo especialmente los ámbitos de la cotidianidad, empezó a convertirse en la impronta general del proceso.  La estabilidad del sistema no requería solamente del mercado “libre y abierto” de los neoliberales, sino de una fuerza que garantizara su funcionamiento.  El mercado militarizado, con manos no solamente visibles sino bien armadas.  Fue ésta la ruta del capitalismo formal, reconocido y, paradójicamente, “legal”.

Pero las fracturas abiertas en la sociedad de esta manera, como si le hubieran aplicado un fracking, encontraron su escape o cobijo en la gestación de una sociedad paralela.  Una sociedad que se abrió paso en los resquicios ocultos de la otra pero que la terminó invadiendo.  Una sociedad que rescató la inmundicia que la hipocresía de la otra rechazaba, y la convirtió en negocio, en espacio de acumulación y de poder.

Todos los negocios ilícitos pasaron hacia allá.  Tráfico de armas, producción y tráfico de drogas, tráfico humano, tráfico de especies valiosas y escasas y una gran cantidad de variantes de estos que son de los negocios más rentables, entre otros porque no están sometidos al pago de impuestos, pero que la moralidad establecida se ve obligada a negar.

Y ahí empezó el juego de unos contra otros haciendo crecer el negocio de armas y, sobre todo, las prácticas de extorsión, chantaje, secuestro o cualquiera de sus variantes.

No obstante, la acumulación de capital se nutre de ambos.  Quien pierde es el conjunto de los excluidos: económicos, sociales, políticos y culturales.  Excluidos del negocio, en diferentes gradaciones, o excluidos del poder.

Ahí llegó la generosa oferta para la ubicación de los jóvenes.  La incorporación a las policías o al ejército ofrecía condiciones que no se obtenían en ningún espacio productivo, además de que ofrecía un pequeñito reconocimiento y un pequeñito poder a aquellos que habían quedado en calidad de inútiles sociales.  Pero también vino la propuesta de incorporarse a las filas aparentemente contrarias.  Los negociantes de drogas o los empresarios de actividades ilegales requerían también conformar sus ejércitos de servidores o de matones.  Y esas dos han sido fuentes de empleo recurrentes durante las dos o tres últimas décadas, así como generadoras de una nueva cultura: la cultura del mercenario, la del poder arbitrario, la del saqueo por extorsión.

Mientras la economía “legal” entraba en crisis, la del lado oscuro se multiplicaba, acomodándose en algunos de los mismos rubros de la “legal”, solamente que con modalidades más rentables.

Un ejemplo es la explotación minera no declarada, en la que incluso se emplean diferentes versiones del trabajo esclavo.  Ya sea en las minas africanas o en las de México, con el trabajo forzado de niños o adolescentes, incluso con el de grupos secuestrados para tales efectos, custodiados por cuerpos armados que pueden ser del propio ejército o de mercenarios, el producto casi no cuesta porque no se paga a los trabajadores, no paga impuestos porque no se declara y se exporta con la complicidad tanto de los consorcios mineros y de sus estados de origen, como con la de autoridades locales que reciben una parte de la ganancia por su ceguera o su protección.

Este capitalismo desdoblado logra así no sólo sortear las crisis sino expoliar doblemente a la población mediante trabajo esclavo o semiesclavo, extorsiones de diferentes tipos, expulsión de sus tierras, robo directo de sus pertenencias y otros similares.  La clave: el ejercicio de una violencia despiadada.

En estas circunstancias, el Estado se vuelve parte del proceso y a la sociedad se le van imponiendo condiciones de guerra en el ámbito cotidiano.  La violencia se instala como disciplinador social y su ejercicio se dispersa.  En un juego de público-privado los controladores sociales emergen en torno a las fuentes reales de ganancia, legales o ilegales, y en torno a la configuración de poderes locales ungidos por su capacidad de imponer un orden correspondiente a estas modalidades de acumulación.

 

Las guerras difusas y asimétricas

 
Las condiciones de concentración de la riqueza y el poder en el capitalismo contemporáneo, con su correlativa precarización creciente de amplios sectores de la sociedad, han llevado al sistema a una situación de riesgo que se manifiesta en conflictos y confrontaciones permanentes de carácter asimétrico, de acuerdo con la terminología del Pentágono.  Cada vez más las guerras del mundo contemporáneo se rigen por la idea del enemigo difuso y adoptan la figura de guerras preventivas, la mayoría de las veces no declaradas.

Los operativos de desestabilización y de disciplinamiento, los episodios de violencia desatada en puntos específicos y de violencia dosificada in extenso, son los mecanismos idóneos de guerras inespecíficas contra enemigos difusos.  Son, a la vez, el mejor modo de abrirse paso para asegurar el saqueo de recursos de muchas regiones del planeta creando una confusión que dificulta la organización social.  El abastecimiento controlado de armas y la instigación de situaciones de violencia son los aliados buscados por el capitalismo de nuestros tiempos.

No hay guerras declaradas.  No hay guerras entre equivalentes.  Hay corrosiones.  Una mancha de violencia que se va extendiendo acompaña al capitalismo de inicios del siglo XXI.  Las instituciones de disciplinamiento y seguridad de los Estados han resultado insuficientes frente al altísimo nivel de apropiación-desposesión al que ha llegado el capitalismo.  Estas instituciones se replican de manera privada y local tantas veces como sea necesario.  Aparecen “estados islámicos” lo mismo que “guardias privadas” o que “cárteles” y “pandillas” del llamado crimen organizado, que protegen y amplían o profundizan las fuentes de ganancia, las fuentes de acumulación, y que, por tanto, son complementarias a las figuras institucionales reconocidas para esos fines.  Igual que las fuerzas del mercado requirieron un soporte militarizado, las fuerzas institucionales de disciplinamiento social requieren, dado el nivel de apropiación-desposesión, de un soporte desinstitucionalizado capaz de ejercer un grado y un tipo de violencia que modifique los umbrales de la contención social.  Son fuerzas “irregulares” que, como el estado de excepción, llegaron para quedarse.  Se han incorporado a los dispositivos regulares de funcionamiento del sistema.
 
Ayotzinapa como límite


Colombia tenía una guerra interna cuando inició el Plan Colombia y, a pesar del cambio de intensidad en la violencia ejercida y la intromisión directa y evidente de Estados Unidos en la gestión del conflicto, quizá el cambio en otros terrenos no fue tan visible. México, al contrario, era celebrado como emblema del disciplinamiento en democracia antes de la Iniciativa Mérida.

En menos de diez años, el eje de disciplinamiento pasó de las manos del Partido Revolucionario Institucional -PRI- a las de la violencia, tanto del Estado como privadas.  La clave estuvo en los dispositivos de corrosión que prepararon el terreno y en la desproporción con la que se asentaron los correctores.  Violencia existe en todas las sociedades pero su dimensión y las formas con que se introdujo fueron imponiendo nuevas lógicas sociales.  En este periodo, la sociedad mexicana tuvo que acostumbrarse a decapitaciones, mutilaciones, cuerpos calcinados, desapariciones reiteradas, fosas comunes y una ostentosa complicidad de las instancias de seguridad y justicia del Estado.

Las estimaciones rebasan ya los cien mil desaparecidos y las noticias diarias van de 20 muertos en adelante.  México se ha convertido en cementerio de pobres y migrantes a los que se extorsiona, se secuestra para trabajo esclavo, se mata con tremendo salvajismo para amedrentar y disciplinar a los otros o se mata masivamente.  La relación de estas acciones con el control de migraciones en Estados Unidos es sólo especulación, pero no hay duda de que ha dado resultado.  Lo que es evidente es el acaparamiento de tierras, de negocios, de recursos y de poder a que esto da lugar.  Cada vez hay más desplazados y más desposeídos que no se atreven siquiera a reclamar por miedo a las represalias y porque además no hay instancias de justicia que los amparen.

En menos de diez años y después de mucho dolor, la sociedad está transformada.  Corroída, con signos claros de balcanización, con crecimiento de poderes locales que establecen sus propias normas y que negocian con los poderes federales.  El miedo fue instalado mediante un salvajismo explícito y reiterado, aunque, de tanto insistir, ha terminado por empezar a generar su contrario.

Ayotzinapa es la cima de la montaña.  En Ayotzinapa se tocaron todos los límites.  Se cazó con total impunidad, con ostentación de fuerza, de complicidad total entre el Estado y el crimen organizado, a lo más sentido de la sociedad: jóvenes pobres de zonas rurales devastadas, estudiantes para ser enseñantes, hijos del pueblo con alegría de vivir, con deseos de cambiar el mundo, ése que nadie quiere aceptar.  Pero además, Ayotzinapa es la cima de una montaña de agravios, indefensión y rabia.  Es la conciencia acumulada de la ignominia y la indignidad.  Es la situación límite que regresó la energía, vitalidad, coraje y dignidad del pueblo de México a las calles.  “Nos han quitado tanto que hasta nos quitaron el miedo” era una de las primeras pancartas portadas por jóvenes de todos lados.  Julio César Mondragón, joven de recién ingreso en la Escuela Normal de Ayotzinapa, ya padre desde hace unos cuantos meses y víctima de la tortura más salvaje que hayamos presenciado, ha sido involuntariamente el detonador, a fuerza de su dolor, de la recuperación de la fuerza, la esperanza y la decisión en el pueblo de México, hoy movilizado como hacía tiempo no estaba.

Ayotzinapa es un emblema. Es la punta del iceberg o es un clivaje.

Ayotzinapa es el emblema de las guerras del siglo XXI y de las nuevas formas de disciplinamiento social que vienen acompañando los procesos de saqueo y desposesión en todo el planeta. En diez años México, que no pasó por la negra noche de las dictaduras en América Latina aunque sí tuvo guerra sucia y masacres, fue transformado en una tierra de dolor y fosas comunes.  El problema no es “el narco”; el problema es el capitalismo.

Ayotzinapa es un espejo con dos caras: la de la ruta del poder es evidente, visible y avasalladora; la del llamado a defender la vida es pálida y discreta, pero seguramente marcará huellas.
 
Ana Esther Ceceña es coordinadora del Observatorio Latinoamericano de Geopolítica, Instituto de Investigaciones Económicas, Universidad Nacional Autónoma de México. Integrante del Consejo de ALAI.

 
* Este texto es parte de la Revista América Latina en Movimiento, No.500 de diciembre de 2014, que trata sobre el tema "América Latina: Cuestiones de fondo" - http://alainet.org/publica/500.phtml
 
Fuente: http://alainet.org/active/79387