Reflexiones a partir de un dialogo con François Houtart
El desafío fundamental para Bolivia, Venezuela y Ecuador es definir la transición bajo un nuevo paradigma poscapitalista
François Houtart
Recientemente publicábamos un dialogo con François Houtart recogido en forma de entrevista [1].
Voy a tratar en este breve espacio de recoger tres debates que se
plantean a lo largo del dialogo y que pienso se entrelazan y es
necesario diseccionar y seguir profundizando sobre ellos para seguir
pensando nuestros procesos de cambio desde la izquierda. En primer lugar
tendríamos la situación de estos procesos y los límites que encuentran
en su desarrollo, las propuestas políticas que tratan de generar un
horizonte de cambio y transformación en estos procesos, y las
contradicciones que tiene la izquierda a la hora de generar un discurso
nítidamente antiimperialista, anticolonial y anticapitalista.
Límites de los procesos
Parece
evidente que los procesos se encuentran en un punto de inflexión. En
este momento histórico se concatenan acontecimientos que necesitan de
una mirada pausada y reflexiva. La muerte del Comandante Chávez
pareciera haber ralentizado el ritmo político del continente y de los
procesos de integración regional. Integración que sufre además, nada es
casualidad, la embestida de una herramienta llamada Alianza del
Pacifico, diseñada para provocar rupturas y ralentización en los ritmos e
intensidades de esa integración.
Y en este momento histórico, nos encontramos con varios límites de los procesos, tanto internos como externos.
A
nivel interno, un límite importante son los actuales modelos de
desarrollo heredados de un Norte capitalista y depredador del Sur, de
sus pueblos, personas y naturaleza. Tenemos modelos de desarrollo
extractivista porque nunca nos dejaron construir otro modelo, el
capitalismo no podía generar la tasa de ganancia y beneficio si la
correlación de fuerzas cambiaba y el Sur recuperaba su dignidad y
soberanía. No es casualidad la actual crisis de la socialdemocracia y
los estados del bienestar del Norte ahora que el Sur pone en marcha
procesos de cambio y recupera el control sobre sus recursos naturales.
Ante eso, la socialdemocracia europea, y una latinoamericana en
construcción, solo nos proponen gestionar el capitalismo de una manera
más amable, ponerle rostro humano. Pero eso nos deja la tensión de no
tener modelos alternativos en los que fijarnos para construir un Estado y
una sociedad que vayan más allá de lo que ya conocemos, un Estado que
se diluya en una sociedad poscapitalista, que vaya mucho más allá de los
actuales procesos posneoliberales.
François Houtart se preguntaba
si visto que los procesos cuentan con un alto nivel de apoyo, la
opinión pública, el pueblo, estaría listo para entrar en un nuevo modelo
de desarrollo. Desde luego todas y todos estamos atravesados por
lógicas del capitalismo y la modernidad que nos dificulta la
visualización de un horizonte poscapitalista. Pero además tenemos que
ser honestos con la historia de nuestros pueblos. Quinientos años de
colonialismo y 20 de neoliberalismo han dejado déficits tan grandes que
no se puede negar el derecho al desarrollo a estos pueblos. La tarea es
conjugar el derecho al desarrollo con los derechos de la Madre Tierra,
no entendida como una naturaleza estática a la que le damos derechos,
sino como el conjunto de seres vivos que interactuamos en un escenario
de biodiversidad.
A este límite principal, se le suma que los
procesos entran en una etapa de reflujo, donde en la medida en que
avanza la redistribución se va creando una clase media que ya no tiene
el empuje de los sectores subalternos, y que sigue buscando ascender
socialmente, algo muy legítimo pero que debe ir acompañado de una
formación política e ideológica para que no se sientan tentados de
abandonar el proceso o dejarse engañar por otras alternativas, o mejor
dicho, gestores burócratas disfrazados de alternativa.
Y por si no
fueran pocos los límites internos, el partido se juega en la cancha de
un sistema-mundo capitalista que ve con recelo cualquier intento de
cambiar las reglas de juego. Basta observar la crisis económica sin
precedentes que sufre Venezuela y el desabastecimiento de productos
básicos importados provocados por las elites políticas y económicas.
Vivir Bien como horizonte sostenido en los pilares del antiimperialismo, anticolonialismo y anticapitalismo
Es
en este escenario de construcción de alternativas donde debemos
desarrollar ese concepto en construcción y disputa llamado Vivir Bien.
No importa tanto el nombre, pero si los contenidos, y está claro que ese
equilibrio entre el derecho al desarrollo y los derechos de la Madre
Tierra, el impulso a lo comunitario, especialmente al interior del
modelo económico, la descolonización y despatriarcalización,
interculturalidad y el control social son elementos fundamentales.
Pero
este proyecto no estaría completo del todo si nos olvidamos de bases
que han compuesto el ideario de proyectos socialistas en el pasado y que
siguen más vigentes que nunca. Quizás nuestras socialdemocracias se
hayan olvidado de estas bases que no encajan tanto en los esquemas de la
democracia liberal y los discursos occidentales de los derechos
humanos, pero el antiimperialismo, anticolonialismo y anticapitalismo
como algo más que un discurso retorico, sino como una posición política a
defender con esperanza, son las únicas bases sobre las que podemos
construir un proyecto político nacional-popular e internacionalista, que
mire hacia América Latina y hacia el Sur en general.
Porque el
imperialismo sigue golpeando América Latina con golpes de Estado, bases
militares, espionaje, tratados comerciales, y secuestros aéreos de
presidentes; porque el colonialismo del siglo XXI sigue manteniendo
cárceles inhumanas en territorio cubano, ocupando Puerto Rico, las
Malvinas o negándole el acceso soberano al mar a Bolivia; y porque el
capitalismo solo trae el despojo de nuestras sociedades, la miseria y la
competitividad bajo las leyes de ese eufemismo llamado mercado tras el
que se esconden las elites económicas nacionales y trasnacionales.
Tenemos
contenidos suficientes para construir el socialismo comunitario del
Vivir Bien, el Socialismo del siglo XXI o el Bien Común de la Humanidad
que propone François Houtart. Se nos van yendo algunos arquitectos de
estos nuestros procesos, pero dejan el camino señalizado, a pesar de las
sombras, las tensiones y contradicciones que vivimos y sufrimos cada
día. Probablemente solo nos falte audacia, mas audacia como nos
reclamaba Samir Amin, para la construcción colectiva de estos procesos
sobre bases sólidas. Puede parecer que vamos despacio, pero es porque
vamos muy lejos.
Katu Arkonada es militante internacionalistaNota:[1] http://www.rebelion.org/