Defender la Tierra, la vida y el alimento sano. 20 años de memoria y resistencia.
20 años después de la masacre de El Dorado dos Carajás, la sangre de las campesinas y campesinos sigue derramándose. Pero nuestra resistencia ahora es más fuerte que nunca.
(Harare, 28 de marzo de 2016). El vigésimo aniversario de la jornada internacional de las luchas campesinas[1] se perfila en un contexto alarmante para los derechos de los campesinos y campesinas.
Recientemente tuvimos más ejemplos de la represión que las y los campesinos enfrentan en sus luchas por los derechos. A principios de marzo Berta Cáceres, coordinadora del Consejo cívico de las organizaciones populares y autóctonas de Honduras (COPINH) fue asesinada en su hogar. Una semana más tarde en Colombia, un agricultor de la asociación campesina de Arauca fue asesinado y otros miembros de la FENSUAGRO fueron encarcelados. Estos cuatro campesinos se acaban de unir a la larga lista de personas, defensores de los derechos humanos, miembros de organizaciones campesinas e indígenas que han sido asesinados, amenazados o encarcelados desde principios del 2016 en ese país. Estos hechos solo reflejan la injusta realidad cotidiana de muchos campesinos y campesinas, defensores de la agricultura campesina en todo el planeta.
El modo capitalista de dominar la naturaleza y producir en la agricultura está en crisis. Hay un enfrentamiento entre dos proyectos de producción, de la sociedad y de la forma de convivir con la naturaleza. Dos proyectos para el futuro. De un lado, el modelo del agronegocio del capital, que subordina todo a su insaciable generación de lucro, que para esto impone el monocultivo, destruye la biodiversidad, intensifica el uso de agrotóxicos, expulsa a los campesinos de sus territorios y domina a gobiernos y estados.