Por: Elías Jaua Milano
La doctrina imperialista elaborada para las Fuerzas Armadas de América Latina, que les asignó a estas el papel de fuerzas de ocupación y exterminio contra sus propios pueblos, tuvo en Rómulo Betancourt su más fiel exponente. La doctrina “betancouriana”, basada en un profundo desprecio por los compatriotas militares, intentó extrañarlos del seno del pueblo donde habían nacido a través de su uso represivo contra éste. Así fue hasta el 27 de febrero de 1989, cuando por última vez fue acatada, por nuestros soldados, la orden de “disparen primero y averigüen después”, instruida por la élite política y económica.
El 4 de febrero y el 27 de noviembre de 1992, cumpliendo el mandato bolivariano: “Los militares empleando su espada en defender las garantías sociales”, liderada por el Comandante Chávez insurgió la corriente militar bolivariana, popular y libertaria, heredera de la doctrina de nuestro primer Ejército Libertador. Los venezolanos y venezolanas de esta generación comenzamos a conocer a los soldados del pueblo, los soldados de Bolívar y Zamora, pero que ya antes se habían manifestado en las rebeliones militares populares de los años sesenta.