En diálogo con Página/12, el presidente de Bolivia analiza las nuevas amenazas que enfrentan los procesos de cambio de América latina, destaca su sintonía con el kirchnerismo y manifiesta su confianza en que Scioli se imponga en el ballottage.
Por Eduardo Febbro
Desde París
Siempre se cree que el poder transforma a quienes lo ejercen. Pero Evo Morales es un hombre intacto. El mismo jefe de Estado que, hace casi diez años, recibió a Página/12 inmediatamente después de su primera victoria electoral es el que, ahora, en una otoñal tarde parisina, habla con el mismo tono, la misma lenta y respetuosa dicción, siempre mirando derecho a los ojos, atento al otro, como si cada palabra saliera desde el fondo de la tierra. El presidente boliviano visitó Francia por cuarta vez desde que fue electo en 2005. Poco después de su victoria, el jefe de Estado viajó a Francia donde fue recibido por el ex presidente Jacques Chirac (conservador) en medio del terror de los agitados empresarios multinacionales que veían en Evo Morales un adversario radical, una suerte de “nacionalista económico” que ponía en peligro la constancia de los beneficios que los inversionistas obtenían en Bolivia. Sobre él se dijo entonces de todo y cualquier cosa. Ellos cambiaron de parecer, en parte. Evo Morales es el mismo.