A propósito de la demonización de Hijos-La Plata
Cuando nos “invitaron a retirarnos”, por llamarlo de algún modo, de la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo (UPMPM) simplemente redacté una carta titulada “A las queridas Madres de Plaza de Mayo” (luego se reprodujo en varias páginas de la web). Llené varios baldes de lágrimas mientras la escribía. La imprimí y se las llevé a las madres. La entregué en mano junto con un libro donde reproducía la entrevista que le hicimos a Hebe con otros dos chicos de la escuela secundaria a fines de la dictadura militar (uno tenía 15 años, los otros dos 16). Toqué la puerta. Hebe no estaba, me atendió Juanita, una madre entrañable. Le di la carta de despedida junto con el libro y me fui caminando despacio. No era una carta agresiva ni resentida. Traté de privilegiar todo el cariño que sentía a pesar del mal trago. Aunque nos echaban, les estaba agradecido por todo lo que me habían enseñado en tantos años de lucha y resistencia frente al poder, sea bajo la dictadura militar genocida, sea con gobiernos constitucionales y electorales. Hice el duelo. Doloroso como todo duelo. A partir de ahí me prometí no volver a enroscarme en el tema ni quedar inmovilizado, atado al pasado. Después que un amor se frustra y uno hace el duelo, lo más saludable es hacer un balance y seguir adelante con nuevos proyectos de vida.