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"Para los movimientos sociales de abajo es cada vez más obvio que las respuestas caritativas y los programas burocráticos nacionales e internacionales son insuficientes y hasta contraproducentes para erradicar el hambre y alimentarnos adecuadamente."
Somos lo que comemos, sentenció el filósofo alemán Ludwig Feuerbach en 1850. El padre del ateísmo antropológico utilizó esta frase para defender el derecho de las clases populares a una buenaalimentación. En aquellos tiempos la propaganda de la Iglesia aseguraba que sólo debíamos preocuparnos por nutrir el alma, que no necesitaba alimentos físicos. Hoy, en plena crisis de la modernidad, decidir lo que entra por nuestra boca sigue implicando actos individuales y colectivos de rebeldía capaces de trastocar radicalmente el statu quo.