No hace falta decir que las empresas petroleras y del carbón no deberían ser parte de las reuniones donde se deciden las políticas relacionadas con el cambio climático. Sus ganancias dependen de que todo siga igual y harán todo lo que esté a su alcance para socavar cualquier acción significativa.
Pero ¿qué pasa con las compañías de fertilizantes? Éstas son el equivalente a las compañías petroleras en el mundo alimentario: los productos que venden a los agricultores para que los inyecten en el suelo son la mayor fuente de emisiones provenientes de la agricultura. Y estas empresas también tienen sus fortunas envueltas en que todo siga igual y en desarrollar más fuentes baratas de energía, como el gas natural (llamado gas de lutita, de esquisto o de pizarra) que se obtiene por fractura hidráulica o “fracking”.
Exxon y British Petroleum deben envidiar la facilidad que las transnacionales de los fertilizantes han tenido para infiltrarse en el terreno de las políticas sobre cambio climático. Los líderes mundiales están a punto de reunirse en la 21a Conferencia de las Partes (COP21) en París, en diciembre, pero existe sólo una iniciativa intergubernamental importante para abordar la relación entre el cambio climático y la agricultura —y está controlada por las compañías de fertilizantes más grandes del mundo.