01-08-2013 |
El trabajo que hoy entrego al lector es una explicación de un texto de Marx, contenido en el tercero de los Manuscritos de Economía y Filosofía, en las páginas 154-156, según la edición de 1980 de Alianza Editorial. El texto se puede presentar como una lucha teórica en defensa del ser independiente frente a la servidumbre religiosa. Nos advierte Marx que el ateísmo no es todavía la conciencia positiva del ser humano que encuentra la esencia en sí mismo y la naturaleza. El ateísmo está todavía mediado por la religión, su negación y su superación. Concibe Marx en este texto al socialismo como un estadio de desarrollo superior a la sociedad aún dominada por la religión. El socialismo del que habla Marx aquí es un socialismo donde el hombre ha superado sus dos peores servidumbres y enajenaciones: la religión y la propiedad privada. Es obvio que este socialismo no se ha dado de momento en la historia universal y está todavía muy lejos de que pueda darse. No obstante, en el pensamiento científico es fundamental no sólo observar los estadios sociales existentes sino también las tendencias y los destellos del futuro.
Un ser sólo se considera independiente cuando es dueño de sí y solo es dueño de sí en cuanto se debe a sí mismo su existencia .
Esta afirmación puede llevarnos a engaños si no aclaramos previamente
si estamos hablando del individuo como tal individuo o del individuo
como ejemplar medio de la especie. Puesto que lo que puede ser verdadero
para la especie puede no serlo para el individuo. Ningún individuo se
debe a sí mismo su existencia, nadie puede nacer de sí, tiene que nacer
de otros. Juan es hijo de su madre y de su padre en términos físicos.
Luego Juan no se debe a sí mismo su existencia, sino a su padre y a su
madre. No obstante, en términos de especie, Juan, su padre y su madre
son lo mismo: son seres humanos. Y en este sentido Juan en tanto ser
humano se debe la existencia a sí mismo. Su existencia no proviene de un
ser específicamente distinto a sí mismo. Pero aquella expresión también
puede confundirnos porque he puesto a Juan como ejemplar medio de la
especie humana; y aunque sea absolutamente correcto hablar de Juan como
ejemplar medio de la especie, no obstante, no podemos dejar de pensar en
alguna persona en particular cuando oímos hablar de Juan. De manera que
para evitar esta posible confusión diremos lo siguiente: el ser humano
se debe a sí mismo su existencia.
Un hombre que vive por gracia de otro se considera a sí mismo un ser dependiente
En la representación religiosa el ser humano no solo le debe al otro, a
un ser extraño, el mantenimiento de su vida, sino que además ese otro
ha creado su vida, es la fuente de su vida. Se considera así que el
fundamento de la vida humana se encuentra no en el propio ser humano sin
en otro ser que es su creador. Y los seres creados deben alabar y
agradecer a su creador su obra: su vida. Esta continua postración a un
ser situado en el más allá es la servidumbre en la que sitúa la religión
al ser humano. Y un siervo, un ser que debe su vida y las posibilidades
de su vida al señor, un ser que cree que todo lo que ocurre de bueno o
de malo en su vida se debe al señor, no es un ser independiente.
La creación es una representación difícilmente eliminable de la conciencia del pueblo
La creación es un acto que todo el mundo realiza a diario. Todo lo que
hacemos es un acto de creación. Nada escapa a esa representación. Y la
creación de lo nuevo es, sin duda, lo más admirado en el quehacer. Los
artistas y los científicos pasan por ser los creadores por excelencia.
Así que es difícil creer que el hombre pudo no ser creado por otro ser.
Todos los hechos prácticos atestiguan que todo lo que hay sobre la
tierra, y es obra del ser humano, tuvo su momento original de creación.
Parece en principio que existe contradicción entre un ser que es creado y
un ser que es por sí mismo. Los materialistas dialécticos consideran
que el hombre y la naturaleza son por sí mismo. Pero este ser por sí
mismo no contradice que haya creación, podemos pensar sencillamente que
el ser humano es creación del propio ser humano.
¿Quién te engendró?
¿Quién engendró a Juan? Un hombre y una mujer: Ricardo y Pedro. Pero
¿quién engendró a Pedro? Un hombre y una mujer: Antonio y Lorena. Pero
¿quién engendró a Lorena? Un hombre y una mujer. El progreso en esta
pregunta es infinito. Pero bajo el punto de vista de la especie nos
movemos en un círculo: el ser humano se mantiene siempre como sujeto.
Pero ante este planteamiento el hombre religioso, en especial su
representante teórico, nos hace el siguiente planteamiento: Acepto el
planteamiento circular, pero en ese planteamiento hay progreso, y yo
quiero acogerme a esa idea de progreso e ir más allá y preguntar: ¿Quién
ha engendrado el primer hombre y la naturaleza en general?
La abstracción del hombre y de la naturaleza
El teórico del pensamiento religioso nos pregunta quién engendró el
primer hombre y la naturaleza en general. Le diremos en principio que a
esa pregunta no podemos responder porque proviene de un punto de vista
absurdo. Cuando pregunta por la creación del hombre y de la naturaleza
hace abstracción del hombre y de la naturaleza. Los supone como no
existentes y quiere que se lo probemos como existentes. Ninguna ciencia
parte de lo no existente sino de lo existente. Todas las ciencias que
estudian el origen de la vida y de la naturaleza parten de lo existente.
Cierto es que las primeras formas de lo existente son por lo general
formas embrionarias o simples. En todo caso se hablaría del proceso de
la evolución, pero no de algo del cual habría que demostrar su
existencia partiendo de la premisa de que no existe. Si el teórico del
pensamiento religioso prescindiera de su abstracción, de suponer que el
ser humano y la naturaleza no existen, prescindiría de su pregunta. Bajo
el punto de vista de la ciencia esa pregunta carece de sentido.
Pero si el teórico del pensamiento religioso quiere seguir aferrado a
su abstracción, entonces le pediremos que sea consecuente. Si piensa al
hombre y a la naturaleza como no existentes, debe pensarse también a sí
mismo como no existente, pues él también es ser humano y naturaleza. No
puede pensar ni puede preguntar, pues desde que pregunta o piensa está
cuestionando su premisa: la no existencia del ser humano y de la
naturaleza. Así que su pregunta carece de sentido racional.
El acto de nacimiento del ser humano
Pero el teórico del pensamiento religioso sigue empecinado y nos vuelve
a replicar. Nos advierte que no supone la nada de la naturaleza, que
tal vez no se ha expresado como es debido, que lo que solo indaga es
sobre el acto de nacimiento del ser humano. Y aquí viene la respuesta de
Marx: “para el hombre socialista toda la llamada historia universal no
es otra cosa que la producción del hombre por el trabajo humano”. El
trabajo es un proceso entre los seres humanos y la naturaleza. Mediante
este proceso los seres humanos ponen en movimiento sus fuerzas
esenciales objetivas para apropiarse de los materiales de la naturaleza
de una forma útil para sus vidas. Pero al tiempo que cambian la
naturaleza se cambian a sí mismos. “Desarrolla las potencias que
dormitan en él y somete el juego de sus fuerzas a su propio dominio”.
(Para profundizar más en esta idea sería conveniente que el lector
estudiara la sección 1 del tomo 1 de El Capital titulada El proceso de trabajo ).
La esencialidad del ser humano
La esencia del ser humano no está en un ser extraño que vive en el más
allá y al cual debe su ser y su existencia, la esencia del ser humano
está en la naturaleza. El ser humano es un ser natural y vive de la
naturaleza. La práctica lo evidencia así. El ser humano tal como lo
conocemos en la actualidad es resultado de un largo proceso de
evolución, donde en cada estadio de su desarrollo domina cada vez más
las fuerzas de la naturaleza. Así que no tiene sentido preguntar por un
ser extraño que esté por encima del hombre y la naturaleza y al cual
estos dos últimos deben su ser y su existencia. Ya que si aceptáramos
esta idea, entonces deberíamos admitir la no esencialidad del hombre y
de la naturaleza. No otra cosa pretende el teórico del pensamiento
religioso: situar la esencia del hombre y de la naturaleza fuera de
ellos mismos.
Ateísmo y socialismo
El ateísmo
se presenta como la negación de esta carencia de esencialidad. Como
puede resultar confusa esta afirmación, haremos una exposición más
explícita. La religión supone que el hombre y la naturaleza carecen de
esencialidad. Pues bien, el ateísmo se presenta como negación de la
afirmación de que el hombre y la naturaleza carecen de esencialidad,
esto es, afirma que el hombre y la naturaleza sí tienen esencialidad.
Pero el ateísmo supone la afirmación del hombre por medio de la negación
de la religión. Es una afirmación mediada y, por tanto, no libre y
positiva.
El socialismo, por el
contrario, comienza con la conciencia sensible y teórica del ser humano y
la naturaleza como esencia. Es autoconciencia positiva del hombre no
mediada por la superación de la religión, al igual que su realidad
positiva ya no está mediada por la superación de la propiedad privada.
Pero a este estadio del desarrollo humano tanto en lo que afecta a la
religión como a la producción de la riqueza no hemos llegado. Podemos
imaginar un estadio del socialismo tan desarrollado que la propiedad
privada sobre los medios de producción haya desaparecido. Todas las
generaciones de seres humanos que nazcan en ese entonces solo conocerán
la propiedad pública como forma absoluta y dominante de la propiedad. La
propiedad pública no se les presentará mediada por la negación de la
propiedad privada, por la superación de la propiedad privada, sino de
forma positiva. Igual debemos suponer con respecto al ser independiente
del hombre: un estadio de desarrollo de la civilización espiritual donde
la necesidad de la religión haya desaparecido y, por lo tanto, el ser
humano se presenta de forma positiva como un ser independiente. Pero de
momento, hasta que no llegue ese estadio de desarrollo, el ser
independiente se presenta como una conquista ardua que se logra de forma
mediada, como negación de la religión, como superación del pensamiento
enajenado, del pensamiento que cree que su esencia le viene dada por un
ser extraño que es dueño de su vida y de su destino.
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