jueves, 12 de julio de 2018

Ante la fusión Bayer-Monsanto, defendemos el derecho de los campesinos y las campesinas a producir de manera agroecológica



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Bayer, Monsanto sigue bien presente en los territorios y como defensores y defensoras de los derechos colectivos, la diversidad de la semillas nativas y la soberanía alimentaria, no dejaremos de gritar: ¡Fuera Monsanto de México!”
El pasado 7 de junio, se oficializó la compra de la empresa estadounidense Monsanto, primera comercializadora de semillas a nivel mundial, por la compañía alemana Bayer, segunda en la venta de agrotóxicos.
Esta transacción de cerca de 54.000 millones de euros es solo una de las tres fusiones que están ocurriendo actualmente en el sector agroindustrial. En abril del 2017, fusionaron las dos empresas estadounidenses Dow AgroSciences(cuarta vendedora de agrotóxicos) y Dupont Pioneer (número dos en el mercado de las semillas después de Monsanto). Y en junio 2017, la empresa china ChemChina especializada en agrotóxicos (propietaria de Adama, el mayor proveedor de agrotóxicos genéricos de Europa) compró por 43.000 millones de dólares a Syngenta, líder mundial en la venta de estos venenos.

La agroecología vence la escasez de tierra y agua en Brasil




Givaldo dos Santos junto a un árbol cargado de toronjas en el pomar de cítricos y otras frutas, que él y su mujer pueden cultivar gracias a la aplicación de tecnologías que les permite tener abundancia de agua para irrigar, pese a que su pequeña finca está en la ecorregión del Semiárido, en el nordeste de Brasil. Crédito: Mario Osava/IPS

ESPERANÇA/CUMARU, Brasil, 5 jul 2018 (IPS) - “Ahora vivimos bien”, repite la pareja de Givaldo y Nina dos Santos, después de mostrar a otros agricultores visitantes su finca de solo 1,25 hectáreas en una zona semiárida del nordeste de Brasil, pero con gran variedad de árboles frutales, gracias a innovadoras soluciones hídricas y productivas.
Él tiene dos referencias para comparar. Comenzó su vida adulta en Río de Janeiro, en el sureste, donde hizo el servicio militar, se casó y tuvo tres hijos. Luego regresó a su tierra natal, donde no le fue fácil recomenzar su vida en una finca, en el municipio de Esperança, en el nororiental estado de Paraiba, con su nueva esposa, Maria das Graças, a la que todos conocen como Nina y con quien tiene una hija de 15 años.
“Salía a las cuatro de la madrugada a buscar agua. Caminaba 40 minutos con dos latas en los hombros, bajando y subiendo lomas”, recordó Givaldo, de 48 años.
Luego, en el año 2000, Caldeirão, su finca en parte heredada, pudo contar con su “primera agua”, gracias a una cisterna para acopiar agua de lluvia, ya potable.