lunes, 8 de diciembre de 2014

Los asesinatos de miserables, rebeldes y jóvenes están en la naturaleza del estado capitalista




1. Preguntan en México: ¿Cómo medio millón de multimillonarios banqueros, gobernantes, industriales, grandes comerciantes, dueños de medios de información, pueden someter a 120 millones de trabajadores del campo y la ciudad y sus familias? Parecida pregunta ya se la hacían miles de pensadores como De la Boitié, Schopenhauer, Nietzsche y muchos más desde hace siglos. Casi todos han llegado a la conclusión de que se debe a que esos millonarios siempre han sido protegidos por grandes poderes armados encabezados por las fuerzas del Estado; pero también a que las multitudes han sido víctimas de las enseñanzas ideológicas como las costumbres y el miedo. O quizá porque los ricos están estrechamente organizados y nosotros no.2. Obvio, no es tan sencillo. En México hay por lo menos medio millón de militares yanquis de la CIA, FBI, DEA, “infiltrados” en todos las instituciones, particularmente entre las llamadas fuerzas de seguridad y medios de información. La embajada yanqui facilita la comunicación directa –en todo momento- entre los gobiernos de México y de los EEUU; además, según información recién del analista Snowden, todos los teléfonos celulares o móviles en México, están controlados; pero si lo usas para el chisme no te preocupes. Para imponer más miedo entre la población el gobierno está organizando un mando único en el país sobre todo hoy que paga muy bien a millones de militares del ejército, la armada, policía federal, estatales, judicial y “orejas”.
3. Con el anuncio del asesinato de uno de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa he podido recordar el papel tan importante de los jóvenes de las Normales Rurales. ¿Puede olvidarse que fueron alrededor de 50 las escuelas-internado, luego más de 30 y a partir de 1969 sólo 17? Aunque surgieron en los años veinte, sólo recibieron un gran impulso e ideología en los años del gobierno cardenista en los treinta. A partir del fin de la segunda guerra, de la política de urbanización instrumentada por el gobierno de Miguel Alemán en los cincuenta, del abandono de las inversiones en el campo para impulsar la industrialización, las escuelas normales rurales comenzaron a derrumbarse de las políticas gubernamentales.
4. Todavía en 1969, cuando el gobierno de Díaz Ordaz –el que ordenó en 1968 el asesinato de estudiantes de Tlatelolco, ciudad de México- instrumentó el cierre de más de 16 normales rurales contábamos con las normales de Aguilera, Dgo., Ayotzinapa, Gro., El Mexe, Hgo., El Quinto, Son., Hecelchakán, Camp., Jalisquillo, Nay., La Huerta, Mich., Mactumactzá, Chia., Perote, Ver., Reyes Mantecón, Oax., Roque, Gto., Salaices, Chih., San Diego, Yuc., San Marcos, Zac., Santa Teresa, Coah., Tanatán, Tams., Tenería, Mex., Xocoyocan, Tlax., Zaragoza, Pue., Champusco, Pue.. Para mujeres: Atequiza, Jal., Cañada Honda, Ags., Galeana, NL., Palmira, Mor., Panotla, Tlax., Flores Magón, Chih., Tamazulapan, Oax., Teteles, Pue., y Tiripetío, Mich.
5. A partir de entonces se ha sufrido desapariciones, cambios y conversiones en las Normales Rurales, sobre todo se ha recortado la matrícula y el presupuesto del gobierno; pero las batallas de los estudiantes para evitar el cierre, luchando contra la disminución del presupuesto, por asegurar obtener plaza de maestro al terminar, ha seguido adelante. Los padres de familia, los luchadores sociales de todo el país han prometido que no descansarán en sus luchas hasta que la sociedad conozca a los verdaderos culpables de los asesinatos. Mientras tanto los partidos y políticos asesinos y cómplices se preparan a seleccionar candidatos y a entrar en campaña política de votos. ¿Saldrá a votar la gente sabiendo ya con certeza quiénes son sus inmoladores?
6. Los adultos luchan, pero por aquello de la edad y el acomodo, cada vez son menos porque parecen cansarse y disminuir su conciencia; el gobierno lo sabe y por ello enfoca la vigilancia y represión contra los jóvenes, en particular contra los estudiantes que tienen más posibilidad de agruparse y adquirir conciencia Es la explicación del hecho que se asesinen, desaparezcan, se encarcelan a tantos jóvenes que se manifiestan en las calles a protestar contra la situación de desastre que vive México. Espero que los recientes meses de movilización estén sirviendo a los adultos y millones de jóvenes a despertar, acabar con el adormecimiento que hemos sufrido durante siglos. ¡Que los asesinatos y muertes producidas por el sistema de opresión sirvan para acabar con nuestro letargo!
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Un movimiento genuino por el cambio social




Este artículo está adaptado del ensayo "Conocimiento y poder: los intelectuales y el Estado de bienestar-guerra", que apareció en el libro de 1970 La nueva izquierda, editado por Priscilla Long. El ensayo está reimpreso en Masters of Mankind: Essays and Lectures, 1969-2013, por Noam Chomsky.



"La guerra es la salud del Estado", escribió el crítico social Randolph Bourne en un ensayo clásico cuando Estados Unidos entró en la Primera Guerra Mundial:
Automáticamente pone en movimiento en toda la sociedad esas fuerzas irresistibles de uniformidad, de cooperación apasionada con el gobierno para forzar a la obediencia a grupos minoritarios e individuos que carecen del sentimiento de rebaño... Otros valores, como la creación artística, el conocimiento, la razón, la belleza, la mejoría de vida, son sacrificados de inmediato y casi en forma unánime, y las clases significativas que se han constituido en agentes aficionadas del Estado se dedican no sólo a sacrificar esos valores para sí mismas, sino a obligar a otras personas a sacrificarlos.
Y al servicio de las clases significativas de la sociedad estaban los intelectuales, adiestrados en la dispensa pragmática (exención del deber religioso de no matar), inmensamente listos para la ordenación ejecutiva de los acontecimientos, dolorosamente impreparados para la interpretación intelectual o el enfoque idealista de los fines.
Están alineados al servicio de la técnica de guerra. Parece haber una particular afinidad entre la guerra y esos hombres. Es como si hubieran estado esperándose mutuamente.
El papel de los intelectuales tecnocráticos en la toma de decisiones es predominante en aquellas partes de la economía que están al servicio de la técnica de guerra y vinculadas de cerca con el gobierno, que apuntala su seguridad y crecimiento.
Poco es de extrañar, pues, que los intelectuales tecnócratas estén típicamente comprometidos con lo que el sociólogo Barrington Moore llamó en 1968 la solución depredadora de la reforma simbólica en el interior y el imperialismo contrarrevolucionario en el exterior.
Moore ofrece el siguiente resumen de la voz predominante de Estados Unidos en el interior y el exterior, una ideología que expresa las necesidades de la élite socioeconómica del país, que es postulada con diversos grados de sutileza por muchos intelectuales estadunidenses y que gana adhesión sustancial de la mayoría que ha obtenido alguna participación en la sociedad acaudalada:
“Uno puede protestar con palabras todo lo que quiera. Sólo hay una condición inherente a la libertad que nos gustaría mucho alentar: las protestas pueden ser tan estentóreas como sea posible, siempre y cuando permanezcan inefectivas… A quien recurra a la fuerza, de ser necesario, lo borraremos de la faz de la tierra mediante la respuesta mesurada que hace llover fuego de los cielos.”
Una sociedad en la que esta es la voz predominante sólo puede mantenerse mediante alguna forma de movilización nacional, la cual puede variar en extensión desde, como mínimo, una asignación de recursos sustanciales hasta una amenaza creíble de fuerza y violencia.
Dadas las realidades de la política internacional, este compromiso sólo puede mantenerse en Estados Unidos mediante alguna forma de sicosis nacional: una guerra contra un enemigo que aparece con muchos disfraces: burócrata del Kremlin, campesino asiático, estudiante latinoamericano y, sin duda, guerrilla urbana dentro del país.
Tradicionalmente, el intelectual ha quedado atrapado entre las demandas en conflicto de la verdad y el poder. Le gustaría verse como el hombre que busca discernir la verdad, decir la verdad como la ve, actuar –colectivamente donde pueda, individualmente donde deba– para oponerse a la injusticia y la opresión, para contribuir a dar forma a un mejor orden social.
Si elige este camino, puede esperar ser una criatura solitaria, despreciada o injuriada. Si, por el contrario, pone sus talentos al servicio del poder, puede lograr prestigio y riqueza.
También puede tener éxito en persuadirse –tal vez con justicia, en un momento dado– de que puede humanizar el ejercicio del poder de las clases significativas. Quizás espere unirse a ellas o incluso remplazarlas en la función de manejo social, en interés final de la eficiencia y la libertad.
El intelectual que aspira a este papel puede valerse de la retórica del socialismo revolucionario o de la ingeniería social del Estado de bienestar al perseguir su visión de una meritocraciaen la que el conocimiento y la capacidad técnica confieran poder.
Puede representarse a sí mismo como parte de una vanguardia revolucionaria que abre el camino hacia una nueva sociedad, o como un técnico experto que aplica tecnología gradual al manejo de una sociedad que puede atender sus problemas sin cambios fundamentales.
Para algunos, la elección puede depender de poco más que una evaluación de la capacidad relativa de las fuerzas sociales en competencia. No resulta sorprendente, pues, que con mucha frecuencia los papeles cambien: el estudiante radical se vuelve el experto en contrainsurgencia.
En cualquier caso, es necesario ver sus afirmaciones con recelo: propone la ideología convenenciera de una élite meritocrática que, según la frase de Karl Marx (aplicada en este caso a la burguesía), define las condiciones especiales de su emancipación (como) las únicas condiciones generales por las que la sociedad moderna puede ser salvada.
El papel de los intelectuales y los activistas radicales, pues, debe ser sopesar y evaluar, intentar persuadir, organizar, pero no capturar el poder y gobernar. En 1904, Rosa Luxemburgo escribió: Históricamente, los errores cometidos por un movimiento verdaderamente revolucionario son infinitamente más fructíferos que la infalibilidad del comité central más brillante.
Estas observaciones son una guía útil para el intelectual radical. También brindan un refrescante antídoto al dogmatismo tan típico del discurso de la izquierda, con sus áridas certidumbres y su fervor religioso con respecto a asuntos que apenas si se entienden: el autodestructivo equivalente en la izquierda a la petulante superficialidad de los defensores delstatu quo, incapaces de percibir sus propios compromisos ideológicos más de lo que un pez percibe que nada en el mar.
Siempre se ha dado por sentado entre los pensadores radicales, y con justa razón, que la acción política efectiva que amenaza intereses sociales arraigados conducirá a laconfrontación y la represión. Es, por consiguiente, un signo de bancarrota intelectual para la izquierda buscar construir confrontaciones; es una clara indicación de que los esfuerzos por organizar una acción social significativa han fallado.
Particularmente objetable es la idea de diseñar confrontaciones con el fin de manipular a los participantes inconscientes para que acepten un punto de vista que no surge de una experiencia significativa, de un entendimiento real. No es sólo un testimonio de irrelevancia política, sino también, precisamente porque es manipulador y coercitivo, una táctica propia sólo de un movimiento que apunta a mantener una forma elitista y autoritaria de organización.
Las oportunidades de los intelectuales de tomar parte en un movimiento genuino de cambio social son muchas y variadas, y creo que ciertos principios generales son claros. Los intelectuales deben estar dispuestos a encarar los hechos y abstenerse de erigir fantasías convenientes.
Deben estar dispuestos a emprender el arduo y serio trabajo intelectual requerido para hacer una aportación real al entendimiento. Deben evitar la tentación de unirse a una élite represiva, y deben ayudar a crear las políticas de masas que contrarresten –y en última instancia controlen y remplacen– las fuertes tendencias a la centralización y al autoritarismo que están profundamente arraigadas, pero no son inescapables.
Deben estar preparados a enfrentar la represión y a actuar en defensa de los valores que postulan. En una sociedad industrial avanzada existen muchas posibilidades para la participación popular activa en el control de las grandes instituciones y la reconstrucción de la vida social.
Hasta cierto punto, podemos crear el futuro en vez de limitarnos a observar el flujo de los acontecimientos. Dado lo que está en juego, sería criminal dejar que las verdaderas oportunidades pasen inexploradas.
Noam Chomsky es profesor emérito de lingüística y filosofía en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, en Cambridge. Su libro más reciente es Power Systems: Conversations on Global Democratic Uprisings and the New Challenges to U.S. Empire. Interviews with David Barsamian (Sistemas de poder: conversaciones sobre levantamientos democráticos mundiales y los nuevos desafíos al imperio de EU: entrevistas con David Barsamian). 

Traducción: Jorge Anaya