Controla el petróleo y controlarás naciones; controla los alimentos y controlarás pueblos (Henry Kissinger)
En cada ciclo histórico la potencia dominante de turno siempre trata de establecer el control casi absoluto de una región de interés geoeconómico buscando diferentes instrumentos para dirigir todos los aspectos de la sobrevivencia humana.
En cada ciclo histórico la potencia dominante de turno siempre trata de establecer el control casi absoluto de una región de interés geoeconómico buscando diferentes instrumentos para dirigir todos los aspectos de la sobrevivencia humana.
En esta era globalizada se trata ya no del dominio de una región
seleccionada por la única superpotencia existente sino del planeta
entero. El uso de la maquinaria bélica y de los recursos energéticos no
ha sido suficiente para el control completo de la voluntad de los
pueblos. Se necesita algo más y este “algo más” resulta ser la comida
diaria en el planteamiento de uno de los más siniestros globalizadores,
David Rockefeller.
Durante la guerra en Vietnam el otro político maquiavélico, Henry
Kissinger incorporó la idea de Rockefeller en la agenda diplomática de
Washington. La comida se convirtió en un arma frecuentemente más
poderosa que las armas de destrucción masiva. También jugó un papel muy
importante para llevar a cabo el golpe militar contra el gobierno
legítimo de Salvador Allende en Chile en 1973.
Al comienzo de los años 1980 los globalizadores iluminados llegaron a la
conclusión que el control de la alimentación habría que comenzarlo
desde las semillas, reduciendo las variedades regionales y nacionales
tradicionales para crear simultáneamente una o varias variantes de
semillas para cada cultivo universal pero controladas por un reducido
número de las transnacionales.
Así, se inició la época de los Organismos Genéticamente Modificados
(GMO) basada en la manipulación genética, y crearon finalmente lo que el
estudioso y escritor norteamericano, F. William Engdahl llamó en su
libro “Seeds of Destruction: Hidden Agenda of Genetic Manipulation”,
“semillas de la destrucción”. México, Brasil, Colombia y Argentina
fueron seleccionados como países con grandes recursos para iniciar los
primeros pasos en la implementación de la agenda del “dominio usando
alimentos”. La llegada de Carlos Menem al poder en Argentina con su
agenda neoliberal y su ambición de ser aceptado en el club de los ricos y
poderosos del planeta llevó a David Rockefeller a la conclusión de
iniciar los primeros experimentos con semillas genéticamente modificadas
en Argentina.
Las corporaciones Monsanto, Cargill Inc., DuPont
decidieron transformar la agricultura argentina haciendo énfasis en la
soja, para esto inventaron el pretexto de que el sistema de monocultura
agrícola y dijeron que aportaría grandes dividendos al país por la
exportación de soja, lo que facilitaría el pago de la deuda externa de
Argentina que estaba ya en el límite impagable. Así según William
Engdahl, “desde 1991 antes que la Modificación Genética (GM) fuera
aceptada en los Estados Unidos, Argentina se convirtió en un laboratorio
secreto para el desarrollo de los cultivos genéticamente modificados y
su población fue utilizada sin su conocimiento como “conejillos de
Indias”.
Para facilitar los experimentos con semillas GM de maíz, trigo, algodón,
girasol y soja, el gobierno de Menem entregó 569 grandes extensiones de
tierra cultivable a las transnacionales. La Comisión Nacional Asesora
sobre Biotecnología Agropecuaria (Conabia) que fue formada para el
control sobre los experimentos se reunía secretamente y sus conclusiones
jamás fueron divulgadas. Y no podía ser de otra forma porque sus
miembros eran empleados de Monsanto, DuPont, Syngenta,
Dow AgroSciences y otros gigantes del GMO. Como los resultados eran muy
prometedores, las grandes corporaciones internacionales, como Seaboard
Co., Cargill
y Quantum Fund de George Soros dieron inicio a la compra apresurada de
grandes extensiones de tierra cultivable en Argentina y posteriormente
en el Brasil, Paraguay, Colombia, México, Guatemala y Uruguay.
En una década la agricultura, Argentina fue transformada radicalmente.
Si en 1970 la soja se sembraba en 9,500 hectáreas ahora su superficie de
siembra supera 18 millones de hectáreas produciendo más de 35 millones
de toneladas de soja al año. Actualmente Argentina es el primer
productor en el mundo de aceite y harina de soja y el tercero de granos.
A la vez el país dejó de ser tanto en el mercado externo como interno
proveedor de alimentos de naturaleza diversificada. Prácticamente el 100
por ciento de la soja producida en el país es GM RR resistente al
herbicida glifosato y ocupa el 50 por ciento de la tierra cultivable.
El impacto del uso de 200 millones de litros de glifosato anualmente, de
las fumigaciones, el desmonte, el desplazamiento de campesinos, la
falta de alimentos, las nuevas enfermedades, las inundaciones y las
sequías son el precio que paga el pueblo por la “sojización” de la
agricultura. En su libro “Las semillas de la Destrucción”, William
Engdahl lanza una advertencia al gobierno de Argentina: “a este paso la
tierra cultivable en el país va a ser destruida en unos 50 años”. ¿Pero a
quién le interesa en este mundo globalizado e individualizado lo que
pasará en el futuro?
Mientras tanto las ganancias de las transnacionales GMO están creciendo
desmesuradamente junto con el control sobre la producción de semillas en
el mundo. Ya poseen tecnología “Terminator” que permite modificación
genética de las plantas para producir semillas estériles usando un
inductor químico llamado “Traitor” para “activar” o “desactivar” algunos
rasgos genéticos del cultivo y para controlar la esterilidad de las
semillas. En Guatemala, Brasil, Argentina y México el maíz GN RR
contaminó el maíz original orgánico y lo mismo está sucediendo con el
algodón, la alfalfa, el trigo, girasol y otros cultivos. Se estima que
actualmente los cultivos GM ocupan el 25 por ciento de la tierra
productiva en el mundo.
El poder de la Monsanto
y otras transnacionales de GMO llegó hasta Washington convenciendo al
departamento de Estado de ser promotor de la agenda global de la
industria de biotecnología. De acuerdo a la ONG “Food & Water
Watch”, el departamento de Estado ha hecho cabildeo en gobiernos
extranjeros para adaptar políticas y leyes amigables hacia la
biotecnología. Según cables de WikiLeaks, el gobierno norteamericano
trató de influir sobre el tema de la biotecnología a 113 países del
total de 193 miembros de las Naciones Unidas entre 2004 y 2009. Lo que
trata de hacer Washington es incentivar el consumo de esos alimentos en
todo el mundo con el argumento falso de combatir el hambre y crear
condiciones para el desarrollo.
Otro de los países que se ha convertido en el paraíso para la industria transgénica es México. Allí la Monsanto, Syngenta,
Dow AgroScience, Bayer y PHI México no solamente están implantando el
uso de las semillas GM, sino las mismas transnacionales ya tomaron bajo
su control la producción y comercialización de los alimentos, lo que
significa la pérdida de la soberanía alimentaria en el país.
Precisamente lo que en los años 1980 planificó el gobierno de Ronald
Reagan elaborando el plan del dominio del mundo a través de los
alimentos: “los países que son amigos recibirán los alimentos y se les
denegará a los que se rebelan”.
En el mismo Estados Unidos ya entró en vigencia una clausula legal que permite a Monsanto, Syngenta, DuPont
–Pioneer, Dow, Bayer y Basf estar por arriba del sistema judicial,
ignorando las órdenes de jueces de suspensión de siembra de cultivos transgénicos
inclusive por evidencias científicas que señalan daños a la salud de la
población. Actualmente Estados Unidos es el primer productor de la soja
en el mundo con 63 millones de toneladas métricas al año y el 90 por
ciento de este cultivo es producido con las semillas GM RR. La misma
tendencia se observa con el maíz y alfalfa haciendo peligrar las plantas
orgánicas y las granjas familiares con la siembra de Monsanto GE
alfalfa. Sin embargo, según la conclusión del departamento de
Agricultura, a los consumidores no les interesa si los alimentos
orgánicos o la leche que consumen tengan o no tengan componentes
genéticos.
Así de simple funciona el sistema moderno globalizado del dominio del
mundo a través del uso de las “semillas de destrucción”. Los
“iluminados” tienen su agenda, científicos a su disposición y los medios
de comunicación para convertir una mentira en la verdad con el
propósito de confundir la opinión pública. Ni les interesa la reciente
declaración del Foro Mundial sobre la Soberanía Alimentaria de la
Organización de las Naciones Unidas sobre la Agricultura (FAO) que
indicó que “la monopolización por unas cuantas empresas transnacionales
de la tecnología de creación, de organismos genéticamente modificados
(GMO) representa una grave amenaza a la soberanía alimentaria de los
pueblos”.
El fin justifica los medios. Monsanto, DuPont Pioneer, Dow, Syngenta,
Bayer, Basf son simplemente un brazo del poder global para minar la
soberanía de los 193 países del mundo aprovechando la ignorancia e
individualismo de sus pueblos y la docilidad de sus gobiernos que creen
que son del uno por ciento y para el uno por ciento.
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