domingo, 13 de marzo de 2016

LOS CICLOS POLÍTICOS DE LA POLAR, LOS PRECIOS Y EL ABASTECIMIENTO

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Todo el mundo sabe en este país, y los “líderes” de la derecha más que nadie, que la renovación del Decreto Obama no augura nada bueno. Y esto es especialmente cierto en materia económica.
Y es que como lo fue en ocasión de su dictamen el año pasado, es de suponer que la renovación es más que nada la ratificación del salvoconducto dado entonces para que los agentes del sabotaje económico y político vayan sin escrúpulos a lo suyo. O para decirlo en términos más o menos keynesianos: una especie de feromona para que los espíritus animales de la especulación externa e interna terminen de acabar con el país.
A propósito de esto, mucho se ha dicho sobre las causas de lo que nos ocurre actualmente. El coro multicolor del “pensamiento” económico convencional (a medias formados por mercenarios de la “teoría” al servicio de las peores causas, y a medias por aquellos que Chávez, citando a Galbraith, llamaba economistas del fraude inocente), nos dice de que la inflación y al escasez son producto del fracaso del modelo económica chavista. Depende de quien lo diga, se acompaña esta sentencia unos u otros aderezos: y es que “el fracaso del modelo económico chavista” va desde su presentación como “populismo” hasta la “marxista-castro-comunista”, pasando por todas los variopintos “diagnósticos” sobre colapso del capitalismo rentístico, etc., etc.

Por lo general, el método de estos diagnósticos consiste en la sumatoria impune de peras con manzanas y la repetición incesante de los lugares comunes de la ortodoxia económica convencional. Se habla, por ejemplo, de la inflación y se asegura que es el déficit fiscal y el exceso de liquidez monetaria lo que la causan. Pero no solo nadie lo demuestra realmente, sino que la realidad empírica de hecho no acompaña tales afirmaciones e incluso las contradice. Y a si van…
En cambio, en días pasados en el programa de Mario Silva se mostraron unas gráficas mucho más interesantes que estas interesadas hipótesis convencionales. En las mismas (la principal encabeza esta nota) destaca sobre manera el grado de sensibilidad -por decirlo así- que la producción de Alimentos Polar muestra con respecto a los recurrentes ciclos políticos de la vida nacional, todo esto tomando en cuenta las cifras publicadas por la propia empresa.
Así las cosas, y aunque como tendencia resulta interesante constatar que la producción se ha mantenido más o menos constante a lo largo de estos últimos tres años –lo que contradice al sentido común mediatizado, la situación de los anaqueles y las propias afirmaciones del CEO de La Polar- lo cierto es que todo indica que ha sido objeto de recurrentes manipulaciones, especie de stop and go gerencial según el cual, en determinados momentos políticos, la misma se detiene o ralentiza y luego, superado el trance, se pone otra vez en marcha.
Pero lo más notable no es solo esta “coincidencia”, que cualquiera de los analistas a sueldo de la empresa dirá es una respuesta natural a la situación de incertidumbre del país. Sino la capacidad para “adivinar” y en esa medida anticiparse a determinados eventos que, al resto de los venezolanos y venezolanas –incluyendo al propio gobierno- nos resultan sobrevenidos. Ese es a todas luces el caso de las guarimbas y el decretazo de Obama. En términos de mercadotecnia diríase que es una marca registrada de La Polar dicho comportamiento. En términos criminalísticos: que estamos ante un patrón conductual. Tal y como también lo es manipular a la baja la producción cada vez que se adviene un evento electoral.
Un dato interesante a cruzar y correlacionar con estos, va por el lado de ver cuál ha sido el comportamiento del precios de los productos Polar en el mismo lapso de tiempo. Y es que me atrevo a asegurar –a falta claro, que se compruebe empíricamente- que luego de cada stop de la producción viene un go de precios al exigir sean aumentados de sus regulaciones con aquello de que no les da.
A este respecto, valga hacer un par de comentarios sobre el uso de los precios y el abastecimiento como arma de guerra económica política. Ya los hemos hechos en varias ocasiones, pero nunca lamentablemente parecieran estar de más. A todas estas, la manipulación de los precios y el abastecimiento como mecanismos de presión, tiene el claro propósito de imponer a través de la alteración de la cotidianidad y la seguridad de las personas (el ejercicio de sus derechos socio económicos constitucionales), opciones políticas que en los mecanismos también constitucionales establecidos para su definición no tienen el resultado que esperan sus promotores. Me explico. Como por vía electoral –que es la establecida en democracia para tales fines- ni lo logran, lo buscan por la del saboteo. Es lo que muy gráficamente Obama alguna vez llamó torcer el brazo y en teoría de juegos se llama elección forzada: aquella situación en la cual las personas se ven obligadas a “elegir” algo bajo una situación de coacción y chantaje.
Un ejemplo ilustrativo de elección forzada es el dilema en que el malandro coloca a su víctima a la hora de un robo. Y es que casi siempre le ofrece dos opciones, una claramente “buena” y otra claramente mala: “o me entregas el carro o te doy un tiro”, “el celular o la vida”, etc. La gracia del asunto es que uno “pueda”, en efecto, “elegir” entre una y otra, entre la opción “correcta” (darle lo que quiere) y la “incorrecta” (negarse). Pero todos sabemos cual es el costo de elegir la que el malandro no quiere. Así las cosas, el secreto para obligar a la persona a “elegir” la opción “correcta” es crearle las condiciones objetivas y subjetivas que la lleven a ello, es decir, ponerla en una situación tal que opte por hacer aquello que de otro modo muy difícilmente haría haciéndole ver que, de lo contrario, el precio a pagar será mayor: nadie le daría su carro a un extraño si no es con una pistola en la cara. Así pues, una vez creada la situación sin salida, se ofrece la salida “correcta”: es más sensato entregar el carro a que te den un tiro.
Pues bien, la guerra económica y toda la batería de acciones no convencionales claramente terroristas lanzados contra la población venezolana, replican palmo a palmo el mecanismo de la elección forzada: la mayoría de los venezolanos y venezolanas que, democrática y racionalmente, en elecciones universales perfectamente auditables y observadas, han elegido según las convenciones de rigor una opción política y un proyecto de país, son forzados a “decidir” rechazarlo por quienes se oponen, so pena seguir padeciendo sus acciones violentas, la especulación salvaje, se profundice el caos y la angustia social. es por esta razón que siempre decimos que la guerra económica es una guerra política por otros medios, un chantaje a escala macrosocial, un secuestro colectivo para el cual los malandros que lo realizan reclaman su botín de rescate.
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Nótese en esta gráfica extraída del informe 2014 del BCV, el impacto de las guarimbas sobre los precios ese año. Especialmente notable cuando se toma en cuenta que la ofensiva del gobierno a finales de 2013 (el célebre dakazo) no solo detuvo sino que hizo retroceder el alza de los mismos. De tal suerte, mientras el gobierno dedicabas esfuerzos a evitar una guerra civil y detener el terrorismo durante el primer semestre de 2014, la derecha económica aprovechó para imponer el desacato y desatar la hiperespeculación.
Para activar todo esto lo que hace falta es que aquellos que tienen posiciones monopólicas u oligopólicas, y por tanto poder de fijación de precios del mercado, lo hagan, tras lo cual se genera un mecanismo de propagación social que cabalga solito sobre la incertidumbre, las bajas pasiones y las debilidades institucionales. En este sentido, el punto es que el desbarajuste de precios y el déficit de abastecimiento, no se deben a accidentes ni de desequilibrios macroeconómicos si no a prácticas deliberadas puestas en función de propósitos deliberados. Siendo que cuando estas prácticas operan, sus efectos tienden a reproducirse más allá de sus responsables inmediatos y por esa vía se generalizan por todo el cuerpo social (como la hepatitis de la que alguna vez habló Gustavo Roossen, uno de los luceros más iluminados del PRAN de La Polar). De tal suerte, el pequeño o mediano comerciante afectado por los precios del proveedor oligopólico sube los suyos, pues de lo contrario arriesga pérdidas. Sin embargo,  también pasa que pequeños comerciantes especulan incluso muy por encima de las grandes empresas aprovechándose de sus vecinos y conocidos, tal y como somos testigos tanto en zonas rurales como populares pero también en las urbanizadas. Esto es uno de los efectos más perversos de las prácticas especulativas y acaparadoras como estrategia de captación de ganancias extraordinarias, y a su vez, una de las razones por las cuales es tan difícil combatirlas. El único que no puede especular a otro y por tanto se traga la “inflación” es el consumidor final, al menos, claro que se meta a bachaquero.
El segundo comentario es más simple aunque tiene que ver naturalmente con lo mismo que venimos describiendo: al solicitar aumento de precios luego de parar la producción y la distribución (o desviarla), La Polar no solo busca desbaratar la política de precios, sino financiar y cubrir los costos que le generan sus acciones de sabotaje a costilla del bolsillo de los trabajadores.   Así son las cosas…
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Obsérvese como la inflación guarda una estrecha relación con ciclos y eventos de orden político así como con factores exógenos a la política económica. De la misma manera, lo atípico del comportamiento de los últimos tres años con respecto a la tendencia de la última década. El INPC de 2015 final fue 180,9% Elaboración: Salas Rodríguez/P. Curcio.
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El mismo patrón en el caso de la escasez. Elaboración: P. Curcio.
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Todo parece indicar que el dólar paralelo, ilegal-paramilitar, actúa como una variable independiente del nivel de reservas y la disponibilidad real de divisas. Elaboración: P. Curcio.

Fuente: https://surversion.wordpress.com/2016/03/12/los-ciclos-politicos-de-la-polar-los-precios-y-el-abastecimiento/

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