Alfredo Serrano Mancilla
La IV Cumbre CELAC transcurre en la mitad del mundo (Quito, Ecuador) con el trasfondo de una América Latina en plena disputa. Los procesos posneoliberales afrontan seguramente sus momentos más complicados de los que se sucedieron a lo largo de este cambio de época. Las tensiones son cada vez más acuciantes. Son tensiones propias de las múltiples contradicciones surgidas al calor de la propia dinámica de un vertiginoso proceso de cambio. Hace algunos años, en el 2009, el vicepresidente boliviano Álvaro García Linera ya alertaba precisamente sobre esta disputa para el caso boliviano, en su libro Las tensiones creativas de la revolución. Esta advertencia es hoy absolutamente extrapolable y de vital importancia para todo lo que acontece en la región.
En este punto, además, es fundamental diferenciar entre tensiones fundamentales y tensiones secundarias. Las primeras son aquellas tiranteces existentes entre los bloques antagónicos de poder. El metabolismo del capital no se extingue ni desaparece con tanta facilidad como a veces se cree. Son múltiples las formas que tiene el neoliberalismo para continuar participando y siendo protagónico en la economía a pesar de que la política desee tomar un rumbo diferente para esta. A esto Mészáros, en su libro Más allá del Capital, le llama “el sistema del capital poscapitalista”. El capitalismo no se va de casa tan fácilmente aunque le indiques la salida. Se queda, se reinventa y se reacomoda. El rentismo importador es una demostración fehaciente de cómo el capitalismo responde para satisfacer la creciente demanda interna. El sector privado se injerta en el nuevo orden económico disputando buena parte de la renta (recuperada soberanamente) con una actividad económica importadora, ociosa y especulativa, improductiva, que ha usado excesivas divisas que se fueron fugando sin ningún retorno para el desarrollo interno. Así se generan círculos viciosos de la renta, que originan nuevas dificultades adentro de cada proceso. Véase el caso venezolano, o el ecuatoriano.
En relación a las segundas, las tensiones secundarias, son aquellas producidas al interior del propio bloque nacional-popular, esto es, emanadas en el seno del propio pueblo, como así las llamaba el Presidente chino Mao Tse Tung. La realidad de hoy apenas tiene que ver (afortunadamente) con aquella heredada del neoliberalismo a finales de siglo XX. Se ha producido un sinfín de mejoras sociales, de mejoras en los niveles de consumo, y de alteraciones en la composición socioeconómica. Ha emergido un nuevo sentido común, aún en movimiento. El nuevo imaginario de la mayoría social va mucho más allá de la demanda de derechos básicos que se hiciera en décadas pasadas. Hay una nueva subjetividad en construcción que ha de ser analizada como tal. Esa categoría llamada pueblo no puede ser jamás concebida como una fotografía estática. La gente común de esta época piensa, se ilusiona y actualiza sus demandas. Y la nueva derecha está muy atenta a ello. Véase el caso argentino.
Esta América Latina en disputa también se caracteriza porque hay otro mundo afuera, que se mueve y transita geopolíticamente a gran velocidad. El actual orden geoeconómico nada tiene que ver con el de hace unos años. Aparecen nuevos bloques emergentes. Se han diversificado las relaciones económicas a favor de los BRICS (fundamentalmente, con China). Sin embargo, el retorno de las carabelas es constante. Estados Unidos y la Unión Europea continúan firmando acuerdos de libre comercio con el bloque pacífico. Mercosur está además en plena disputa puertas adentro. La contracción del comercio mundial sirve como excusa para que los grandes empresarios brasileños y argentinos quieran acceder al mercado europeo. En ese mismo sentido, tampoco puede descuidarse el papel de las translatinas en este nuevo forcejeo a la hora de definir cuál será el mapa económico para los próximos años.
Por otro lado, frente a ello, el ALBA no logra dar el salto verdadero para disputar el ámbito económico. La integración política exige de mayor relacionamiento económico para superar la actual restricción externa. Si esto no se produce, entonces, este bloque bolivariano está condenado a ser marginalizado ahora que la Alianza del Pacífico acelera su proceso de inserción dependiente con los centros de poder económico a escala mundial.
En este escenario en disputa, la CELAC, como sustituto político de la OEA, también debe dar un paso adelante. Lo económico a día de hoy es demasiado importante políticamente como para darle la espalda. Hay demasiada tarea por hacer en este sentido: creación de una agencia latinoamericana de calificación de riesgo (de la deuda), implementación de nuevos mecanismos económicos de defensa frente a ataques de los fondos buitre, puesta en funcionamiento de un sistema de intercambios comerciales sin pasar por el dólar ahora que esta divisa escasea, diseño de un plan conjunto de inversión CELAC a nivel regional en sectores estratégicos, confección de un nuevo mapa de pequeños y medianos empresarios como nuevos proveedores latinoamericanos, planificación de encadenamientos productivos para crear el mayor valor agregado posible en América Latina.
Son muchos los retos y desafíos económicos y políticos para evitar que América Latina sea desgajada a pedazos como así lo pretenden desde afuera. La disputa está servida. El punto de bifurcación de la región está a la vuelta de la esquina: o una América Latina balcanizada pilotada desde afuera por la hegemonía neoliberal, o por el contrario, un bloque más integrado aunque eso no quiera decir que sea monolítico.
- Alfredo Serrano Mancilla es Director CELAG, doctor en Economía - @alfreserramanci
Fuente: http://www.celag.org/la-
URL de este artículo: http://www.alainet.org/es/
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