IntroducciónSegún el Director General de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI), “la energía es esencial para el desarrollo (…) Para los países en desarrollo, la pobreza energética es un impedimento enorme para el progreso económico” [0]. Las instituciones internacionales actuales hablan de pobreza energética cuando se carece de un adecuado acceso a la energía para satisfacer las necesidades domésticas básicas como iluminación, cocina, refrigeración de alimentos perecederos, equipos de aire acondicionado o ventiladores en las zonas tropicales y los servicios esenciales para el funcionamiento de escuelas, ambulatorios, casas comunales y para la realización de actividades económicas básicas que permitan un mínimo de generación de ingresos. En el acceso a la energía el mundo es actualmente tanto o más desigual que en muchos otros aspectos de la vida. Se conoce que existe una clara relación entre el Índice de Desarrollo Humano (IDH) y el consumo de energía primaria per cápita y que con un pequeño aumento en el consumo de energía de los países pobres se eleva enormemente su IDH. Por otro lado, hay evidencia de que a partir de un determinado IDH (alto), el aumento del consumo de energía per cápita no implica una mejora proporcional en el índice de desarrollo humano, sino que se traduce en mero despilfarro energético. Tal es el caso de los Estados Unidos, que teniendo un IDH similar al de Francia e Italia, presenta un consumo energético per capita un 260% superior al de esos países. Ese diferencial energético es puro derroche, gasto superfluo de energía, contaminación ambiental y emisiones debidas a consumo energético improductivo, así es el modelo energético de los EE.UU. Por otro lado, 1.300 millones de personas carecen de acceso a la electricidad y cuatro de cada cinco personas sin acceso a electricidad viven en áreas rurales del sur de Asia y el África subsahariana donde más de 620 millones de personas (dos tercios de la población) no tienen acceso a la electricidad. Los que tienen acceso a la electricidad a menudo se enfrentan a precios muy altos para un servicio que es insuficiente y poco confiable. Casi 730 millones de personas utilizan biomasa sólida para cocinar (leña, carbón vegetal, entre otras), con las asociadas consecuencias negativas en su salud y el medio-ambiente. Situaciones similares se presentan en China, India y Sur-Este Asiático.
Los países de un capitalismo desarrollado consumen entre el 50% y 90% de los recursos de la Tierra y generan las dos terceras partes de las emisiones gases de efecto invernadero (causantes de calentamiento global y cambio climático). Un habitante de un país desarrollado consume diez veces más energía primaria que uno de un país pobre, factor que pasa a ser de cien cuando hablamos del consumo eléctrico per capita. La humanidad está ante una profunda disyuntiva que se evidencia en el caso de África. El África subsahariana es rica en recursos energéticos renovables que permanecen sin explotar: Hay una excelente disponibilidad solar a través de toda África, disponibilidad hidroeléctrica en muchos países, energía eólica principalmente en las zonas costeras y energía geotérmica en el África Oriental. Sin embargo, como contraparte, en los últimos cinco años, casi el 30% de los descubrimientos de petróleo y gas del mundo se hicieron en esta misma región. Algo similar sucede en zonas de Asia, América Latina y Medio Oriente. En este punto debemos respondernos las siguientes preguntas:¿continuamos replicando el modelo explotador de la naturaleza y recursos fósiles, diseñado y exportado al resto del mundo por EE.UU y Europa, para brindar electricidad a estas poblaciones, hasta ahora excluidas? ¿Avanzamos en un modelo de electrificación alternativa que respete a la naturaleza e integre a la sociedad en una relación armónica con el planeta en que nos desenvolvemos? ¿Es posible hacer esto a través del capitalismo verde, la ecoeficiencia, el llamado “uso racional y eficiente de los recursos” y demás estratagemas del capital para zafarse de la responsabilidad sobre la destrucción de nuestro planeta? ¿Debemos visualizar el cambio en el modelo energético como un cambio integral en nuestra sociedad que va integre a la economía dentro de la ecología?
Para poder responder a estas preguntas debemos tener presente que la situación podría representar un problema si se analiza desde la lógica económica de mercado, donde el desarrollo energético más fácil y beneficioso para las élites de estos países “subdesarrollados” y sus socios en las potencias occidentales podría estar en el uso intensivo de hidrocarburos para la generación de electricidad de la forma más rápida y menos intensiva en capital. Sin embargo, debemos considerar que “las demandas de la economía en expansión, tal y como está estructurada ahora, sobrepasan lo que pueden soportar los ecosistemas. La sola economía es incapaz de asegurar el respeto de los equilibrios ni tampoco la política tradicional que, a menudo, es dictada por la misma economía (…) es necesaria una visión sistémica del mundo y articular permanentemente la teoría con la praxis” [1]. Para garantizar que todos los seres humanos tengan acceso a la electricidad y, al mismo tiempo, evitar (si es posible) una catástrofe climática, surge la necesidad de un análisis económico distinto, un análisis económico ecologista. En 150 años de cambios tecnológicos, el consumo energético por persona se ha multiplicado casi por 10 veces [2]. El flujo energético de la sociedad industrial moderna, en los países occidentales y BRICS (Brasil, Rusia, China, India y Suráfrica), es enorme y ha hecho posible un desarrollo social fundamentalmente urbano, transformando a la agricultura tradicional en una moderna industria basada en maquinarias y productos químicos que podría ser capaz de producir alimentos a bajo costo y en gran abundancia para toda la población mundial. Sin embargo, tanto en lo concerniente al flujo energético como en la producción de alimentos la forma en que se obtienen estos resultados y luego la manera en que se distribuye la energía y alimentos producidos, es decir, la estructura económica y, por ende, la configuración de las redes de distribución de alimentos y energética eléctrica, no ha conseguido ser optimizada para impulsar las posibilidades de un desarrollo socio-económico y político globalmente sostenible. [3]
El grado de utilización de la naturaleza, por parte de la humanidad, puede ser medido por medio de la superficie terrestre utilizada por una población en función de lo que consume y produce como desechos. En este sentido, en el año 1960 se empleaba el equivalente al 60% de la superficie utilizable del planeta mientras que, para principios de este siglo XXI se emplea un equivalente al 120% de la superficie utilizable del planeta, es decir, un 20% más de lo que el planeta puede recuperar por sus medios naturales. Adicionalmente, esto va de la mano con una desigualdad social y económica crecientes, siendo que el consumo de un norteamericano promedio es de siete (07) veces más el de un africano o un asiático [1]. Por lo tanto, como respuesta a los planteamientos del párrafo anterior, debemos decir que “el modelo económico impuesto por la revolución industrial inglesa y, casi enseguida, por los países de Europa y Estados Unidos, no puede seguir existiendo ni reproducirse en otras partes del planeta”. [4]
Ecosocialismo
Como respuesta a una situación que, al menos para la gran mayoría de los científicos a nivel mundial, es grave y compromete la continuidad de la especie humana, han surgido tres corrientes de pensamiento y acción ecologista. Según Martínez Allier, la primera de ellas es la llamada “culto a lo silvestre” que se basa en una defensa de la naturaleza inmaculada, el amor a los bosques primarios y a los ríos prístinos sin atacar el crecimiento ni modelo económico como tal, sino que se propone defender y preservar lo que queda de espacios naturales tal y como están y surge del amor a los bellos paisajes, entre otras variantes de estos valores naturalistas. Esta corriente generalmente apela a lo sagrado [5]. En segundo lugar, está el “evangelio de la ecoeficiencia” que defiende el llamado desarrollo sostenible sin salirse de un modelo económico capitalista. En este sentido, se expresan de la naturaleza en términos como “capital natural”, “recursos naturales” o “servicios ambientales”. Esta corriente domina Europa y se reduce a que el llamado desarrollo sostenible es un crecimiento económico sostenible donde se buscan ganancias económicas y ecológicas al mismo tiempo, en una supuesta lógica de “ganar-ganar”. Convierte a la ecología en una ciencia gerencial para remediar o limpiar la degradación causada por la industrialización [6]. Sin embargo, ya en 1865 Stanley Jevons dijo: “el aumento en la eficacia tecnológica [eficiencia] en la utilización de un recurso natural como el carbón no reduce la demanda sino que, al contrario, la aumenta”.
La tercera corriente responde a una lógica distinta, “el ecologismo de los pobres”, que se basa en que el crecimiento económico implica impactos inevitables en el medioambiente, debido a la explotación de los recursos naturales de los países del sur por parte de los países industrializados. Surge de grupos que, arrollados por las explotaciones irracionales de los recursos, se levantan en protesta contra la destrucción de la naturaleza que es su sustento vital (costas, ríos, lagos, campos,…). En esta corriente se señala que grupos indígenas y campesinos han co-evolucionado con la naturaleza sustentablemente, algo que es totalmente ajeno a la cultura capitalista occidental. Esta corriente nace de los conflictos ambientales locales y regionales por el agua, acceso a los bosques y el comercio desigual [7]. Los actores de tales conflictos son luchadores espontáneos, organizaciones populares, organizaciones del poder popular (como les llamaríamos en Venezuela) que responden a una necesidad genuina de defensa de su ambiente sin haber teorizado ni desarrollado un pensamiento ecologista estructurado. Surge de la dialéctica histórica que es, inevitablemente, consecuencia de la explotación como todas las ideas verdaderamente transformadoras de la sociedad. Consideramos que el pensamiento ecologista de los pobres se puede teorizar a través del ecosocialismo. Andrés Bansart dice lo siguiente: “Los únicos lugares del planeta donde la revolución ecosocialista podría iniciarse son los lugares en los cuales existe una mayor concentración de pobreza. Si los pobres, gracias a gobiernos pre-revolucionarios, pudieran educarse de manera mutua e ir organizándose desde las bases de la sociedad, entonces esta revolución podría desencadenarse” [8]. El ecosocialismo es al ecologismo de los pobres y oprimidos lo que el socialismo científico fue a las luchas del proletariado del siglo XIX en resistencia al imperialismo capitalismo emergente. Se diferencian en que una fatídica derrota de los pobres en sus luchas populares de resistencia contra la explotación descarnada de sus ecosistemas implica mucho más que una derrota ideológica, es la derrota de la humanidad como especie capaz de auto sostenerse, como especie inteligente y digna de la mayordomía sobre toda la tierra. El ecosocialismo es el socialismo para el siglo XXI, la teoría científica social para la superación de la adolescencia de la humanidad y su entrada en la madurez como sociedad igualitaria, armónica con la naturaleza y libre de la idolatría del capital. En el ecosocialismo, no se valora a la naturaleza como una reliquia, como una reserva de biodiversidad, como una reserva de paisajes turísticos y recursos energéticos en una especie culto a una diosa naturaleza reservada para el disfrute los más ricos del mundo y de las élites dominantes (como en el “culto a lo silvestre”). El ser humano y la naturaleza han de ser igualmente importantes y la defensa de la naturaleza es la defensa del ser humano y viceversa. La revolución ecosocialista es el cambio en las relaciones de producción y las relaciones con la naturaleza, en el mismo sentido, dirección y paralelamente en el tiempo, en un entrelazamiento dialéctico ascendente. No es posible avanzar dentro del capitalismo sin deteriorar nuestro ambiente, sin quebrantar el equilibrio entre hombre y naturaleza, sin crear una brecha metabólica social (como diría Marx). Por lo tanto, el cambio en las relaciones de producción y la relación del hombre con la naturaleza van intrínsecamente relacionados en la transformación del metabolismo social. El cambio del metabolismo social, superando el capitalismo, representa el concepto de una revolución ecosocialista. Para construir un modelo ecosocialista se requiere un cambio cultural basado en la experiencia y necesidad real de la humanidad. Según Bansart, el ecosocialismo es la convergencia de cinco expresiones culturales: cultura ecológica, cultura económica, cultura estética y ética, cultura social y cultura política. Este autor define el término cultura como un modo de hacer, pensar y pensarse a sí mismo como ser colectivo en función de su entorno (oíkoϛ).
La transformación cultural, en esas cinco expresiones antes mencionadas, ha de nacer de la experiencia, del conocimiento tangible de la importancia y valor de la energía que consumimos y de la comprensión del balance entre demanda y generación energéticas, del valor real de la energía consumida. El uso de los combustibles fósiles ha distorsionado la visión de la humanidad acerca de la energía, haciendo que le consideremos abundante y barata, cuando en realidad estamos quemando diariamente el producto de millones y millones de años de acumulación de energía solar en plantas, algas, peces, mamíferos y toda clase de seres vivos del reino animal y vegetal que existieron en un pasado remoto y han decantado a través de las diferentes eras geológicas en capas sucesivas de corteza terrestre, sufriendo presiones y temperaturas que les han transformado en el petróleo que hoy consideramos “abundante y barato”. Lo que quemamos en nuestros carros (autos) y plantas termoeléctricas (gas, carbón y gasoil) son bolsas de sol, sacos de sol acumulado durante millones de años en petróleo, jugo exprimido de los cadáveres de miles de vidas, animales y vegetales, a través de cientos de millones de años. Al final de la historia, toda nuestra energía proviene del sol (solo la energía geotérmica no es de origen solar). Basar nuestra sociedad en una fuente energética de alta intensidad pero agotable, es insostenible. El capitalismo industrial e imperialista, nacido del carbón, ha crecido inflado por el petróleo como se infla a los animales de engorde con hormonas, y alimentos manipulados genéticamente, en las grandes granjas industriales y que provocan un crecimiento aberrante y desordenado, en animales que más allá de cierta edad morirían antes de ser sacrificados para su consumo humano. Por todo lo anteriormente expuesto, el ecosocialismo se basa en la comprensión de los diferentes fenómenos naturales, energéticos, materiales y biológicos y ser capaz de relacionarlos entre sí con las dinámicas sociales. Se debe comenzar por las relaciones de la naturaleza más básicas y observar las interrelaciones que existen entre naturaleza y sociedad. Recursos, energía y sociedad. A partir de ahí construir una práctica transformadora que permita trascender el capitalismo, cerrar la brecha metabólica social, desarrollar un metabolismo social sustentable a través delecosocialismo.
Territorios energéticamente sustentables: Venezuela, ecosocialismo y energía
Las comunidades de base: los vecinos, los consejos comunales (caso venezolano), los pueblos rurales aislados, las ciudades, entre otros, viven en un ambiente que pueden transformar para mejorar su calidad de vida. Cada ser humano se desarrolla en la comunidad de base. Es a partir de ésta donde se van tejiendo las relaciones sociales. Es desde ésta donde tienen que producirse los cambios sociales [9]. En el caso de la relación del ser colectivo con la energía, es igual. Solo construyendo una red energética desde las bases, el individuo y el ser colectivo, podrá entender el valor e importancia de la energía en el desarrollo humano y se podrá construir una sociedad nueva, democrática y socialista, verdaderamente libre. En la actualidad, las grandes corporaciones capitalistas están apoderadas de la generación, transmisión y distribución de la electricidad. En los países del extinto bloque socialista era el estado burocrático, de rasgos socialistas interesadamente deformados, quien controlaba el acceso a la energía eléctrica. Nunca, desde la revolución industrial, ha existido una sociedad en la cual el ser colectivo, desde las comunidades de base, gestione el acceso y utilización de su energía; de ahí la enajenación del concepto de energía del quehacer diario de la sociedad. Solo en pequeños sistemas aislados, donde la comunidad conoce el origen de su energía y la importancia de la relación entre el consumo individual y colectivo de la energía con la capacidad del sistema aislado de generación con base en energías renovables, comienza a surgir una comprensión de las relaciones entre demanda y generación eléctrica.
La Agencia Internacional de la Energía (IEA) estima que para el 2040, deben utilizarse sistemas aislados y generación distribuida para proporcionar electricidad al 70% de la población del África sub-sahariana que requiere de electrificación y que se encuentra en zonas rurales muy dispersas y apartadas de los centros urbanos. Estos sistemas aislados deberán estar basados en energías renovables y sin duda provocarán un cambio en la percepción de estas comunidades de base acerca del concepto de energía y su relación con la sociedad. Podrán comprender desde sus relaciones cotidianas, la relación entre la naturaleza (el viento y el sol) y la energía, entre la energía y su cotidianidad. Los derechos humanos de estas comunidades de base podrán establecerse en vínculo directo con los derechos del ambiente del cual los seres humanos, de esas comunidades, forman parte. Tampoco pueden desvincularse de los derechos que tienen las demás especies que coexisten con estas comunidades humanas y dan sustento a su alimentación y retro-alimentación. Sólo el antropocentrismo capitalista ciego ha sido capaz de borrar de la memoria histórica de la humanidad estas realidades que permanecen en las culturas ancestrales indígenas de América, que aún conservan esa valiosa visión liberadora y comprenden ese vínculo indisoluble entre hombre y naturaleza. El capitalismo ciego y depredador ha eliminado el derecho a la memoria, que es el derecho de situarse no solamente en una relación con el pasado, sino también situarse en el presente, en las dinámicas del presente y en el movimiento hacia el futuro con respecto al conjunto de la Humanidad, con respecto al Otro, a los otros y a la naturaleza [12]. En los sistemas aislados basados en energías renovables la energía consumida por la comunidad de base fluye, como un surfista sobre las olas, con el viento y con el sol sin perturbar el libre devenir de la naturaleza, tomando para si lo que el sol y el viento proporcionan en abundancia y no aprovechando atajos a través de las bolsas de sol acumuladas por millones de años en el petróleo y creando una falsa ilusión de progreso y abundancia, completamente insostenibles. En una comunidad de base, aislada, alimentada por sistemas energéticos renovables (eólicos y solares) y con una alimentación en equilibrio con su entorno, se crean las condiciones propicias para el ecosocialismo. Entonces éste es un “sistema político que se preocupa, al mismo tiempo, del equilibrio ecológico y de la equidad social, que adopta una economía al servicio de todos los seres humanos (los de hoy y los de mañana) en armonía con la naturaleza de la cual el ser humano forma parte” [10].
Un Territorio Energéticamente Sustentable es aquel donde la energía es gestionada desde las comunidades de base en armonía con la naturaleza, tomando para el aprovechamiento del ser colectivo la energía que fluye, como en un rio abundante, desde el sol y el viento para su aprovechamiento sustentable, sin perjuicio de las demás especies que coexisten en nuestro ambiente y en equilibrio entre lo generado a partir del fluir natural del viento y sol y lo consumido por la comunidad humana. Las estructuras energéticas se van haciendo más complejas e inteligentes en la medida que se van integrando comunidades de base en relaciones interdependientes con otras comunidades de base en otros territorios energéticamente sustentables. De tal manera, pueden ir creciendo los territorios energéticamente sustentables, desde un pequeño sistema aislado (híbrido eólico solar) hasta un conjunto de sistemas aislados interdependientes, un territorio como el de la sub-región guajira venezolana, alimentado completamente por un parque eólico de mediana potencia, una ciudad como Maracaibo (la segunda ciudad más importante de Venezuela) alimentada por un parque eólico de 2.000 MW en la Guajira venezolana, siendo armónica con el ambiente natural, trasladando el abundante viento de la guajira a la calurosa ciudad de Maracaibo a través del vector energético por excelencia, la electricidad. Los Territorios Energeticamente Sustentables se van interconectando, como una inmensa red similar a la internet, donde todos somos participantes independientes que aportamos y recibimos información según nuestras capacidades e intereses, democráticamente y participativamente, hasta llegar a una red eléctrica constituida por millones de territorios energéticamente sustentables donde se dará “de cada quien según su capacidad a cada quien según sus necesidades [energéticas]”.
En Venezuela, el gobierno bolivariano viene desarrollando el programa “Sembrando Luz” que se basa en el establecimiento de sistemas híbridos aislados (eólico y solar, con baterías y un pequeño moto-generador diesel de respaldo) en comunidades aisladas, indígenas y fronterizas. La experiencia en estas comunidades evidencia el quiebre de la enajenación del concepto de energía dentro del ser colectivo de la comunidad de base, creando identidad entre la naturaleza y la sociedad humana organizada en comunidad de base. El viento y el sol determinan su devenir energético, en un fluir interdependiente y armónico ecosocialista. En un Territorio Energéticamente Sustentable, surge de manera natural el ecosocialismo que relaciona entre sí la protección de la naturaleza y la justicia social. Ambos van a la par. Si no se respeta uno de los dos elementos de este binomio, inevitablemente, se daña el otro. Si se causa daño al uno, se perjudica al otro [11]. Adicionalmente, la Ley Orgánica del Sistema y Servicio Eléctrico muestra destellos de transferencia de la soberanía sobre el sistema eléctrico hacia las comunidades de base en varios artículos. En el artículo 36 se establece: “El Estado fomentará la participación activa, protagónica y corresponsable del Poder Popular en el sector eléctrico, a través de los consejos comunales, mesas técnicas de energía, cooperativas, instituciones de educación superior, centros de investigación, trabajadores y trabajadoras del operador y prestador del servicio, entre otros”. Adicionalmente, en el artículo 38 se dice: “El operador y prestador del servicio incluirá progresivamente a los consejos comunales y demás organizaciones del Poder Popular, debidamente capacitadas, asistidas y habilitadas, en las funciones inherentes a la prestación del servicio eléctrico, específicamente en los procesos asociados con: 2.Participación en la ejecución de proyectos para la adecuación, expansión y mejoramiento de redes de baja tensión”. Son pequeños pasos, inéditos a nivel mundial, que evidencian un tendencia a la construcción de un modelo energético alternativo al centralizado y hegemónicos de empresas capitalistas nacionales y transnacionales e incluso más allá de la hegemonía burocrática de un socialismo interesadamente deformado.
El ecosocialismo no es una opción más, es una necesidad para la superviviencia de la especie humana, y los territorios energéticamente sustentables son la variante del ecosocialismo en el ámbito energético, que es uno más de los que deben abarcarse dentro de una visión integradora entre energía, alimentación, relaciones políticas, económicas y ecológicas sustentables a nivel local, regional y global. “Las dos maneras distintas de relacionar oikología [ecología] y oikonomía [economía] llevan a dos sociedades totalmente diferentes: una sociedad de equilibrio, solidaridad y justicia o una sociedad de competencia, explotación y guerra, una sociedad socialista o una sociedad capitalista (…) subrayamos la necesidad de que el socialismo debe venir de nuestro propio hogar, de nosotros mismos, que debe ser endógeno y adaptado al siglo en que vivimos, y que tanto las normas como las prácticas deben responder a una voluntad de equidad para el presente y de preocupación para las generaciones futuras. Por esta razón, lo llamamos ecosocialismo” [13].
Los países de un capitalismo desarrollado consumen entre el 50% y 90% de los recursos de la Tierra y generan las dos terceras partes de las emisiones gases de efecto invernadero (causantes de calentamiento global y cambio climático). Un habitante de un país desarrollado consume diez veces más energía primaria que uno de un país pobre, factor que pasa a ser de cien cuando hablamos del consumo eléctrico per capita. La humanidad está ante una profunda disyuntiva que se evidencia en el caso de África. El África subsahariana es rica en recursos energéticos renovables que permanecen sin explotar: Hay una excelente disponibilidad solar a través de toda África, disponibilidad hidroeléctrica en muchos países, energía eólica principalmente en las zonas costeras y energía geotérmica en el África Oriental. Sin embargo, como contraparte, en los últimos cinco años, casi el 30% de los descubrimientos de petróleo y gas del mundo se hicieron en esta misma región. Algo similar sucede en zonas de Asia, América Latina y Medio Oriente. En este punto debemos respondernos las siguientes preguntas:¿continuamos replicando el modelo explotador de la naturaleza y recursos fósiles, diseñado y exportado al resto del mundo por EE.UU y Europa, para brindar electricidad a estas poblaciones, hasta ahora excluidas? ¿Avanzamos en un modelo de electrificación alternativa que respete a la naturaleza e integre a la sociedad en una relación armónica con el planeta en que nos desenvolvemos? ¿Es posible hacer esto a través del capitalismo verde, la ecoeficiencia, el llamado “uso racional y eficiente de los recursos” y demás estratagemas del capital para zafarse de la responsabilidad sobre la destrucción de nuestro planeta? ¿Debemos visualizar el cambio en el modelo energético como un cambio integral en nuestra sociedad que va integre a la economía dentro de la ecología?
Para poder responder a estas preguntas debemos tener presente que la situación podría representar un problema si se analiza desde la lógica económica de mercado, donde el desarrollo energético más fácil y beneficioso para las élites de estos países “subdesarrollados” y sus socios en las potencias occidentales podría estar en el uso intensivo de hidrocarburos para la generación de electricidad de la forma más rápida y menos intensiva en capital. Sin embargo, debemos considerar que “las demandas de la economía en expansión, tal y como está estructurada ahora, sobrepasan lo que pueden soportar los ecosistemas. La sola economía es incapaz de asegurar el respeto de los equilibrios ni tampoco la política tradicional que, a menudo, es dictada por la misma economía (…) es necesaria una visión sistémica del mundo y articular permanentemente la teoría con la praxis” [1]. Para garantizar que todos los seres humanos tengan acceso a la electricidad y, al mismo tiempo, evitar (si es posible) una catástrofe climática, surge la necesidad de un análisis económico distinto, un análisis económico ecologista. En 150 años de cambios tecnológicos, el consumo energético por persona se ha multiplicado casi por 10 veces [2]. El flujo energético de la sociedad industrial moderna, en los países occidentales y BRICS (Brasil, Rusia, China, India y Suráfrica), es enorme y ha hecho posible un desarrollo social fundamentalmente urbano, transformando a la agricultura tradicional en una moderna industria basada en maquinarias y productos químicos que podría ser capaz de producir alimentos a bajo costo y en gran abundancia para toda la población mundial. Sin embargo, tanto en lo concerniente al flujo energético como en la producción de alimentos la forma en que se obtienen estos resultados y luego la manera en que se distribuye la energía y alimentos producidos, es decir, la estructura económica y, por ende, la configuración de las redes de distribución de alimentos y energética eléctrica, no ha conseguido ser optimizada para impulsar las posibilidades de un desarrollo socio-económico y político globalmente sostenible. [3]
El grado de utilización de la naturaleza, por parte de la humanidad, puede ser medido por medio de la superficie terrestre utilizada por una población en función de lo que consume y produce como desechos. En este sentido, en el año 1960 se empleaba el equivalente al 60% de la superficie utilizable del planeta mientras que, para principios de este siglo XXI se emplea un equivalente al 120% de la superficie utilizable del planeta, es decir, un 20% más de lo que el planeta puede recuperar por sus medios naturales. Adicionalmente, esto va de la mano con una desigualdad social y económica crecientes, siendo que el consumo de un norteamericano promedio es de siete (07) veces más el de un africano o un asiático [1]. Por lo tanto, como respuesta a los planteamientos del párrafo anterior, debemos decir que “el modelo económico impuesto por la revolución industrial inglesa y, casi enseguida, por los países de Europa y Estados Unidos, no puede seguir existiendo ni reproducirse en otras partes del planeta”. [4]
Ecosocialismo
Como respuesta a una situación que, al menos para la gran mayoría de los científicos a nivel mundial, es grave y compromete la continuidad de la especie humana, han surgido tres corrientes de pensamiento y acción ecologista. Según Martínez Allier, la primera de ellas es la llamada “culto a lo silvestre” que se basa en una defensa de la naturaleza inmaculada, el amor a los bosques primarios y a los ríos prístinos sin atacar el crecimiento ni modelo económico como tal, sino que se propone defender y preservar lo que queda de espacios naturales tal y como están y surge del amor a los bellos paisajes, entre otras variantes de estos valores naturalistas. Esta corriente generalmente apela a lo sagrado [5]. En segundo lugar, está el “evangelio de la ecoeficiencia” que defiende el llamado desarrollo sostenible sin salirse de un modelo económico capitalista. En este sentido, se expresan de la naturaleza en términos como “capital natural”, “recursos naturales” o “servicios ambientales”. Esta corriente domina Europa y se reduce a que el llamado desarrollo sostenible es un crecimiento económico sostenible donde se buscan ganancias económicas y ecológicas al mismo tiempo, en una supuesta lógica de “ganar-ganar”. Convierte a la ecología en una ciencia gerencial para remediar o limpiar la degradación causada por la industrialización [6]. Sin embargo, ya en 1865 Stanley Jevons dijo: “el aumento en la eficacia tecnológica [eficiencia] en la utilización de un recurso natural como el carbón no reduce la demanda sino que, al contrario, la aumenta”.
La tercera corriente responde a una lógica distinta, “el ecologismo de los pobres”, que se basa en que el crecimiento económico implica impactos inevitables en el medioambiente, debido a la explotación de los recursos naturales de los países del sur por parte de los países industrializados. Surge de grupos que, arrollados por las explotaciones irracionales de los recursos, se levantan en protesta contra la destrucción de la naturaleza que es su sustento vital (costas, ríos, lagos, campos,…). En esta corriente se señala que grupos indígenas y campesinos han co-evolucionado con la naturaleza sustentablemente, algo que es totalmente ajeno a la cultura capitalista occidental. Esta corriente nace de los conflictos ambientales locales y regionales por el agua, acceso a los bosques y el comercio desigual [7]. Los actores de tales conflictos son luchadores espontáneos, organizaciones populares, organizaciones del poder popular (como les llamaríamos en Venezuela) que responden a una necesidad genuina de defensa de su ambiente sin haber teorizado ni desarrollado un pensamiento ecologista estructurado. Surge de la dialéctica histórica que es, inevitablemente, consecuencia de la explotación como todas las ideas verdaderamente transformadoras de la sociedad. Consideramos que el pensamiento ecologista de los pobres se puede teorizar a través del ecosocialismo. Andrés Bansart dice lo siguiente: “Los únicos lugares del planeta donde la revolución ecosocialista podría iniciarse son los lugares en los cuales existe una mayor concentración de pobreza. Si los pobres, gracias a gobiernos pre-revolucionarios, pudieran educarse de manera mutua e ir organizándose desde las bases de la sociedad, entonces esta revolución podría desencadenarse” [8]. El ecosocialismo es al ecologismo de los pobres y oprimidos lo que el socialismo científico fue a las luchas del proletariado del siglo XIX en resistencia al imperialismo capitalismo emergente. Se diferencian en que una fatídica derrota de los pobres en sus luchas populares de resistencia contra la explotación descarnada de sus ecosistemas implica mucho más que una derrota ideológica, es la derrota de la humanidad como especie capaz de auto sostenerse, como especie inteligente y digna de la mayordomía sobre toda la tierra. El ecosocialismo es el socialismo para el siglo XXI, la teoría científica social para la superación de la adolescencia de la humanidad y su entrada en la madurez como sociedad igualitaria, armónica con la naturaleza y libre de la idolatría del capital. En el ecosocialismo, no se valora a la naturaleza como una reliquia, como una reserva de biodiversidad, como una reserva de paisajes turísticos y recursos energéticos en una especie culto a una diosa naturaleza reservada para el disfrute los más ricos del mundo y de las élites dominantes (como en el “culto a lo silvestre”). El ser humano y la naturaleza han de ser igualmente importantes y la defensa de la naturaleza es la defensa del ser humano y viceversa. La revolución ecosocialista es el cambio en las relaciones de producción y las relaciones con la naturaleza, en el mismo sentido, dirección y paralelamente en el tiempo, en un entrelazamiento dialéctico ascendente. No es posible avanzar dentro del capitalismo sin deteriorar nuestro ambiente, sin quebrantar el equilibrio entre hombre y naturaleza, sin crear una brecha metabólica social (como diría Marx). Por lo tanto, el cambio en las relaciones de producción y la relación del hombre con la naturaleza van intrínsecamente relacionados en la transformación del metabolismo social. El cambio del metabolismo social, superando el capitalismo, representa el concepto de una revolución ecosocialista. Para construir un modelo ecosocialista se requiere un cambio cultural basado en la experiencia y necesidad real de la humanidad. Según Bansart, el ecosocialismo es la convergencia de cinco expresiones culturales: cultura ecológica, cultura económica, cultura estética y ética, cultura social y cultura política. Este autor define el término cultura como un modo de hacer, pensar y pensarse a sí mismo como ser colectivo en función de su entorno (oíkoϛ).
La transformación cultural, en esas cinco expresiones antes mencionadas, ha de nacer de la experiencia, del conocimiento tangible de la importancia y valor de la energía que consumimos y de la comprensión del balance entre demanda y generación energéticas, del valor real de la energía consumida. El uso de los combustibles fósiles ha distorsionado la visión de la humanidad acerca de la energía, haciendo que le consideremos abundante y barata, cuando en realidad estamos quemando diariamente el producto de millones y millones de años de acumulación de energía solar en plantas, algas, peces, mamíferos y toda clase de seres vivos del reino animal y vegetal que existieron en un pasado remoto y han decantado a través de las diferentes eras geológicas en capas sucesivas de corteza terrestre, sufriendo presiones y temperaturas que les han transformado en el petróleo que hoy consideramos “abundante y barato”. Lo que quemamos en nuestros carros (autos) y plantas termoeléctricas (gas, carbón y gasoil) son bolsas de sol, sacos de sol acumulado durante millones de años en petróleo, jugo exprimido de los cadáveres de miles de vidas, animales y vegetales, a través de cientos de millones de años. Al final de la historia, toda nuestra energía proviene del sol (solo la energía geotérmica no es de origen solar). Basar nuestra sociedad en una fuente energética de alta intensidad pero agotable, es insostenible. El capitalismo industrial e imperialista, nacido del carbón, ha crecido inflado por el petróleo como se infla a los animales de engorde con hormonas, y alimentos manipulados genéticamente, en las grandes granjas industriales y que provocan un crecimiento aberrante y desordenado, en animales que más allá de cierta edad morirían antes de ser sacrificados para su consumo humano. Por todo lo anteriormente expuesto, el ecosocialismo se basa en la comprensión de los diferentes fenómenos naturales, energéticos, materiales y biológicos y ser capaz de relacionarlos entre sí con las dinámicas sociales. Se debe comenzar por las relaciones de la naturaleza más básicas y observar las interrelaciones que existen entre naturaleza y sociedad. Recursos, energía y sociedad. A partir de ahí construir una práctica transformadora que permita trascender el capitalismo, cerrar la brecha metabólica social, desarrollar un metabolismo social sustentable a través delecosocialismo.
Territorios energéticamente sustentables: Venezuela, ecosocialismo y energía
Las comunidades de base: los vecinos, los consejos comunales (caso venezolano), los pueblos rurales aislados, las ciudades, entre otros, viven en un ambiente que pueden transformar para mejorar su calidad de vida. Cada ser humano se desarrolla en la comunidad de base. Es a partir de ésta donde se van tejiendo las relaciones sociales. Es desde ésta donde tienen que producirse los cambios sociales [9]. En el caso de la relación del ser colectivo con la energía, es igual. Solo construyendo una red energética desde las bases, el individuo y el ser colectivo, podrá entender el valor e importancia de la energía en el desarrollo humano y se podrá construir una sociedad nueva, democrática y socialista, verdaderamente libre. En la actualidad, las grandes corporaciones capitalistas están apoderadas de la generación, transmisión y distribución de la electricidad. En los países del extinto bloque socialista era el estado burocrático, de rasgos socialistas interesadamente deformados, quien controlaba el acceso a la energía eléctrica. Nunca, desde la revolución industrial, ha existido una sociedad en la cual el ser colectivo, desde las comunidades de base, gestione el acceso y utilización de su energía; de ahí la enajenación del concepto de energía del quehacer diario de la sociedad. Solo en pequeños sistemas aislados, donde la comunidad conoce el origen de su energía y la importancia de la relación entre el consumo individual y colectivo de la energía con la capacidad del sistema aislado de generación con base en energías renovables, comienza a surgir una comprensión de las relaciones entre demanda y generación eléctrica.
La Agencia Internacional de la Energía (IEA) estima que para el 2040, deben utilizarse sistemas aislados y generación distribuida para proporcionar electricidad al 70% de la población del África sub-sahariana que requiere de electrificación y que se encuentra en zonas rurales muy dispersas y apartadas de los centros urbanos. Estos sistemas aislados deberán estar basados en energías renovables y sin duda provocarán un cambio en la percepción de estas comunidades de base acerca del concepto de energía y su relación con la sociedad. Podrán comprender desde sus relaciones cotidianas, la relación entre la naturaleza (el viento y el sol) y la energía, entre la energía y su cotidianidad. Los derechos humanos de estas comunidades de base podrán establecerse en vínculo directo con los derechos del ambiente del cual los seres humanos, de esas comunidades, forman parte. Tampoco pueden desvincularse de los derechos que tienen las demás especies que coexisten con estas comunidades humanas y dan sustento a su alimentación y retro-alimentación. Sólo el antropocentrismo capitalista ciego ha sido capaz de borrar de la memoria histórica de la humanidad estas realidades que permanecen en las culturas ancestrales indígenas de América, que aún conservan esa valiosa visión liberadora y comprenden ese vínculo indisoluble entre hombre y naturaleza. El capitalismo ciego y depredador ha eliminado el derecho a la memoria, que es el derecho de situarse no solamente en una relación con el pasado, sino también situarse en el presente, en las dinámicas del presente y en el movimiento hacia el futuro con respecto al conjunto de la Humanidad, con respecto al Otro, a los otros y a la naturaleza [12]. En los sistemas aislados basados en energías renovables la energía consumida por la comunidad de base fluye, como un surfista sobre las olas, con el viento y con el sol sin perturbar el libre devenir de la naturaleza, tomando para si lo que el sol y el viento proporcionan en abundancia y no aprovechando atajos a través de las bolsas de sol acumuladas por millones de años en el petróleo y creando una falsa ilusión de progreso y abundancia, completamente insostenibles. En una comunidad de base, aislada, alimentada por sistemas energéticos renovables (eólicos y solares) y con una alimentación en equilibrio con su entorno, se crean las condiciones propicias para el ecosocialismo. Entonces éste es un “sistema político que se preocupa, al mismo tiempo, del equilibrio ecológico y de la equidad social, que adopta una economía al servicio de todos los seres humanos (los de hoy y los de mañana) en armonía con la naturaleza de la cual el ser humano forma parte” [10].
Un Territorio Energéticamente Sustentable es aquel donde la energía es gestionada desde las comunidades de base en armonía con la naturaleza, tomando para el aprovechamiento del ser colectivo la energía que fluye, como en un rio abundante, desde el sol y el viento para su aprovechamiento sustentable, sin perjuicio de las demás especies que coexisten en nuestro ambiente y en equilibrio entre lo generado a partir del fluir natural del viento y sol y lo consumido por la comunidad humana. Las estructuras energéticas se van haciendo más complejas e inteligentes en la medida que se van integrando comunidades de base en relaciones interdependientes con otras comunidades de base en otros territorios energéticamente sustentables. De tal manera, pueden ir creciendo los territorios energéticamente sustentables, desde un pequeño sistema aislado (híbrido eólico solar) hasta un conjunto de sistemas aislados interdependientes, un territorio como el de la sub-región guajira venezolana, alimentado completamente por un parque eólico de mediana potencia, una ciudad como Maracaibo (la segunda ciudad más importante de Venezuela) alimentada por un parque eólico de 2.000 MW en la Guajira venezolana, siendo armónica con el ambiente natural, trasladando el abundante viento de la guajira a la calurosa ciudad de Maracaibo a través del vector energético por excelencia, la electricidad. Los Territorios Energeticamente Sustentables se van interconectando, como una inmensa red similar a la internet, donde todos somos participantes independientes que aportamos y recibimos información según nuestras capacidades e intereses, democráticamente y participativamente, hasta llegar a una red eléctrica constituida por millones de territorios energéticamente sustentables donde se dará “de cada quien según su capacidad a cada quien según sus necesidades [energéticas]”.
En Venezuela, el gobierno bolivariano viene desarrollando el programa “Sembrando Luz” que se basa en el establecimiento de sistemas híbridos aislados (eólico y solar, con baterías y un pequeño moto-generador diesel de respaldo) en comunidades aisladas, indígenas y fronterizas. La experiencia en estas comunidades evidencia el quiebre de la enajenación del concepto de energía dentro del ser colectivo de la comunidad de base, creando identidad entre la naturaleza y la sociedad humana organizada en comunidad de base. El viento y el sol determinan su devenir energético, en un fluir interdependiente y armónico ecosocialista. En un Territorio Energéticamente Sustentable, surge de manera natural el ecosocialismo que relaciona entre sí la protección de la naturaleza y la justicia social. Ambos van a la par. Si no se respeta uno de los dos elementos de este binomio, inevitablemente, se daña el otro. Si se causa daño al uno, se perjudica al otro [11]. Adicionalmente, la Ley Orgánica del Sistema y Servicio Eléctrico muestra destellos de transferencia de la soberanía sobre el sistema eléctrico hacia las comunidades de base en varios artículos. En el artículo 36 se establece: “El Estado fomentará la participación activa, protagónica y corresponsable del Poder Popular en el sector eléctrico, a través de los consejos comunales, mesas técnicas de energía, cooperativas, instituciones de educación superior, centros de investigación, trabajadores y trabajadoras del operador y prestador del servicio, entre otros”. Adicionalmente, en el artículo 38 se dice: “El operador y prestador del servicio incluirá progresivamente a los consejos comunales y demás organizaciones del Poder Popular, debidamente capacitadas, asistidas y habilitadas, en las funciones inherentes a la prestación del servicio eléctrico, específicamente en los procesos asociados con: 2.Participación en la ejecución de proyectos para la adecuación, expansión y mejoramiento de redes de baja tensión”. Son pequeños pasos, inéditos a nivel mundial, que evidencian un tendencia a la construcción de un modelo energético alternativo al centralizado y hegemónicos de empresas capitalistas nacionales y transnacionales e incluso más allá de la hegemonía burocrática de un socialismo interesadamente deformado.
El ecosocialismo no es una opción más, es una necesidad para la superviviencia de la especie humana, y los territorios energéticamente sustentables son la variante del ecosocialismo en el ámbito energético, que es uno más de los que deben abarcarse dentro de una visión integradora entre energía, alimentación, relaciones políticas, económicas y ecológicas sustentables a nivel local, regional y global. “Las dos maneras distintas de relacionar oikología [ecología] y oikonomía [economía] llevan a dos sociedades totalmente diferentes: una sociedad de equilibrio, solidaridad y justicia o una sociedad de competencia, explotación y guerra, una sociedad socialista o una sociedad capitalista (…) subrayamos la necesidad de que el socialismo debe venir de nuestro propio hogar, de nosotros mismos, que debe ser endógeno y adaptado al siglo en que vivimos, y que tanto las normas como las prácticas deben responder a una voluntad de equidad para el presente y de preocupación para las generaciones futuras. Por esta razón, lo llamamos ecosocialismo” [13].
Referencias
[0] “Sin energía no hay desarrollo Información básica para comprender la relación entre pobreza y acceso a la energía”. Fuente: http://www.ongawa.org
[1] BANSART, A. “Construir el Ecosocialismo: Para una economía etno-política” pp.42. Fundación Editorial el Perro y la Rana. Venezuela (2012).
[2] VACLAV, S. “Energías. Una guía ilustrada de la biósfera y la civilización”. Editorial Critica. España (2001).
[3] RIFKIN, J. “La economía del hidrógeno. La creación de la red energética mundial y la redistribución del poder en la tierra”. Ediciones Paidós Ibérica, S.A. España (2002).
[4] BANSART, A. “Construir el Ecosocialismo: Para una economía etno-política” pp.43. Fundación Editorial el Perro y la Rana. Venezuela (2012).
[5] MARTÍNEZ ALIER, J. “El ecologismo de los pobres. Conflictos ambientales y lenguaje de valores”. Icaría Editorial S.A. pp. 16. España (2009[2002]). Título original en idioma inglés: “The environmentalism of the poor. A study of Ecological Conflicts and Valuation”(Cheltenham, U.K.).
[6] MARTÍNEZ ALIER, J. “El ecologismo de los pobres. Conflictos ambientales y lenguaje de valores”. Icaría Editorial S.A. pp. 20. España (2009[2002]). Título original en idioma inglés: “The environmentalism of the poor. A study of Ecological Conflicts and Valuation”(Cheltenham, U.K.).
[7] MARTÍNEZ ALIER, J. “El ecologismo de los pobres. Conflictos ambientales y lenguaje de valores”. Icaría Editorial S.A. pp. 26. España (2009[2002]). Título original en idioma inglés: “The environmentalism of the poor. A study of Ecological Conflicts and Valuation”(Cheltenham, U.K.).
[8] BANSART, A. “Ecosocialismo” (pp.68). Fundación Editorial el perro y la rana. Venezuela (2009)
[9] BANSART, A. “Ecosocialismo” (pp. 8). Fundación Editorial el perro y la rana. Venezuela (2009)
[10] BANSART, A. “Ecosocialismo”. Fundación Editorial el perro y la rana. Venezuela (2009)
[11] BANSART, A. “Ecosocialismo” (pp. 86). Fundación Editorial el perro y la rana. Venezuela (2009)
[12] BANSART, A. “Ecosocialismo” (pp. 90-94). Fundación Editorial el perro y la rana. Venezuela (2009)
No hay comentarios:
Publicar un comentario