Un buen puñado de intelectuales y
activistas respondieron a la convocatoria del zapatismo que organizó un
«semillero de ideas» durante una semana en dos espacios de Chiapas,
donde se escucharon análisis que abordaron desde la crisis ambiental y
el feminismo hasta las crisis económicas y la violencia. El resultado
fue un abanico de análisis poco frecuentes en los movimientos
antisistémicos. En las afueras de San Cristóbal, al pie de una de las
colinas que la circundan, se yergue el Centro Integral de Capacitación
Indígena (CIEDECI), que albergó el seminario "El Pensamiento Crítico
ante la Hidra Capitalista".
Es poco común la confluencia de una variedad de pensadores como
Immanuel Wallerstein, Silvia Federici, Pablo González Casanova, Adolfo
Gilly, Michael Löwy y John Holloway, entre los más conocidos, así como
miembros del PKK del Kurdistán. Si se suma la participación de 1.500
personas de varios continentes, el resultado fue un evento que pocos
movimientos en el mundo pueden convocar. Con el declive de los foros
sociales, que hace años no se realizan en América Latina, las
convocatorias zapatistas son ahora las que obtienen mayor resonancia.
"Los zapatistas no guardamos un pensamiento si coincide o no con el
nuestro sino si nos hace pensar o no, si nos provoca o no, pero sobre
todo si da cuenta cabal de la realidad", dijo el subcomandante Galeano
(ex Marcos) el 4 de mayo, en los primeros días del seminario. Y agregó
algo que nunca había dicho: "Nuestra admiración al pensamiento
anarquista. Es claro que no somos anarquistas, pero sus planteamientos
son de los que provocan y alientan, los que hacen pensar".
Sin embargo, en su última alocución, Galeano defendió el marxismo o,
por lo menos, los principales escritos de Marx. Citó extensamente
pasajes de ‘El Capital’, en particular la sección donde analiza la
acumulación originaria del capital, en la que destaca que el capitalismo
llegó al mundo "chorreando sangre y lodo por todos los poros". Es
posible que sea una inflexión en la trayectoria zapatista que hasta
ahora no había mostrado ese perfil.
En los análisis macro predominó la visión de Wallerstein de los
sistemas-mundo, quien con su "telescopio", dijo Galeano, es capaz de
crear un relato de conjunto sobre la situación actual del capitalismo y
prever, incluso a largo plazo, los derroteros de los conflictos
sociales.
En su ponencia, Wallerstein analizó la "crisis estructural del
capitalismo", sistema que estaría en su etapa final: "Los tres costos
básicos de la producción capitalista –los costos de personal, los costos
de materias primas y los costos en infraestructura– aumentaron lenta
pero sostenidamente". De ese modo el sistema encontró "límites
estructurales, dada la ausencia de nuevas zonas que pudiesen ser
incorporadas dentro del sistema-mundo, ahora global".
En la segunda parte de su exposición, destacó que «la política en una
etapa de transición", como la actual, "debe ser diferente de la
política que se desarrolla en el período del funcionamiento normal del
sistema-mundo". Destacó que la confusión ideológica y analítica que
sufrimos es "una realidad estructural", de la que será difícil escapar.
Sus siete propuestas no fueron recibidas con unanimidad, en particular
la segunda que propugna "usar defensivamente las tácticas electorales".
Así y todo, su ponencia fue una de las más serias y profundas.
Los discípulos de Iván Illich y los indigenistas, así como una vasta
gama de artistas presentes en el evento, fueron de algún modo el
contrapunto de los teóricos seducidos por Marx. Ambas corrientes
comparten la importancia de lo subjetivo, ya se trate de las
cosmovisiones indias o de la crítica a la ciencia, la escuela y la
medicina occidental. Ambas pueden confluir en cierta inspiración
libertaria, quizá romántica, que genera tensiones y desencuentros con el
modo marxista de pensar y actuar.
Pero unos y otros, coinciden en que la humanidad atraviesa momentos
de gran incertidumbre, que pueden conducir a una suerte de colapso
civilizatorio. En este punto, es posible que Marx, Illich y los
indigenistas se den la mano, aunque desde genealogías diferentes. El fin
del mundo o Pachatkutik, es figura omnipresente en las culturas indias.
La crisis y derrumbe de sistema es un punto clave en el pensamiento de
Marx. Es fácil entender los puentes entre estas ideas y el
anti-industrialismo de Illich, por lo menos como tensiones éticas que,
en momentos de descomposición como los que atraviesa la sociedad
mexicana, pueden traducirse en acciones comunes.
Entre los movimientos antisistémicos, coexisten dos miradas
diferentes: quienes sostienen que estamos ante una crisis, mayor aún que
las crisis cíclicas de la economía capitalistas, y los que consideran
que la humanidad está siendo llevada a una situación de colapso por el
sistema. El zapatismo escogió la segunda, pero es también algo
relativamente nuevo, probablemente influido por los hechos de Ayotzinapa
y la guerra contra el narcotráfico del Estado mexicano.
La idea de crisis está asociada a períodos de cambios, desorden,
inestabilidades y turbulencias que interrumpen el desarrollo normal de
las cosas, para luego de cierto tiempo volverse a una nueva normalidad
pero modificada. En las crisis pueden emerger factores de orden que le
darán a lo nuevo una diferente fisonomía. Desde el punto de vista de los
movimientos, es importante destacar dos cosas: que el concepto de
crisis está demasiado asociado a la economía y que aparece ligado a
transformación y cambios.
El colapso, por el contrario, es una catástrofe a gran escala que
implica el quiebre de instituciones, en forma de ruptura o de
declinación definitiva. En la historia hubo muchas crisis pero pocas
catástrofes/colapsos. Como ejemplo está lo sucedido con el Tawantinsuyu,
el imperio incaico, a raíz de la llegada de los conquistadores. Algo
similar puede haberle sucedido al imperio romano. La peste negra entre
1347 y 1352 mató entre un tercio y la mitad de la población europea,
marcando el comienzo de una nueva cultura que desembocó en el
capitalismo. En todo caso, el colapso es el fin de algo, pero no el fin
de la vida, porque como sucedió con los pueblos indios; luego de la
catástrofe se reconstruyeron, pero como sujetos diferentes.
En esa dirección fueron las palabras del subcomandante insurgente
Moisés, quien dijo en el cierre del seminario que "no sabemos si nos va a
dar tiempo de multiplicar esto". Para los zapatistas, lo que se avizora
no es una crisis sino algo más serio. Insistió: "el tiempo nos está
ganando", y dijo que ya no alcanza con caminar sino que es hora de
trotar, de ir más deprisa.
La noche anterior el subcomandante insurgente Galeano dijo que hasta
un 40% de la humanidad será migrante y que habrá despoblamiento y
destrucción de zonas para ser reestructuradas y reconstruidas por el
capital. Al parecer no pensaba en una crisis sino en algo que podríamos
llamar colapso, aunque no usó el término. Sea como fuere, el encuentro
fue un verdadero semillero de ideas, de análisis que van más allá de la
coyuntura, que buscan comprender las tendencias de fondo que vive y
sufre la humanidad. Una mirada necesaria para izquierdas demasiado
enfrascadas en sus fugaces tiempos electorales. A propósito, el
zapatismo hizo un guiño a las corrientes electoralistas al afirmar que
más allá de que se vote o no se vote, lo importante es organizarse para
enfrentar un futuro caótico.
Fuente original: http://www.naiz.eus/eu/iritzia/arti...
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