jueves, 11 de agosto de 2016

La encíclica Laudato Si, contra el sistema de “superdesarrollo derrochador y consumista”


La encíclica Laudato Si, contra el sistema de “superdesarrollo derrochador y consumista”Durante el siglo XX se instaló la idea que los países en vías de desarrollo debían copiar las recetas de los países más industrializados para lograr una evolución progresiva hacia mejores niveles de vida.  La visión del desarrollo era esencialmente económica.  Crecimiento y desarrollo eran sinónimos, para muchos economistas.
Luego, voces críticas plantearon que el subdesarrollo no era una fase previa aldesarrollo sino la consecuencia del colonialismo y el imperialismo; surgen también críticas centradas en lo ambiental desde el club de Roma, la cumbre de Estocolmo.  Los distintos informes coinciden que el incremento de la industrialización, la contaminación y el consumo de recursos tenían límites y que traspasarlos nos llevaría a un colapso planetario.  Un momento importante en esos tiempos que aparecía como punto de inflexión fue la conferencia de Río en 1992, donde se llegó a acuerdos sobre el necesario equilibrio entre el ambiente y el desarrollo.  Pero a pesar de las múltiples cumbres sobre el ambiente y el cambio climático, nada hizo cambiar el rumbo o aminorar la marcha del modelo de desarrollo globalizado. 
Hoy muy pocos niegan el estado crítico del planeta próximo a una catástrofe ambiental y a la responsabilidad del hombre en general y de los países más desarrollados en particular como causantes de esta crítica situación.  Algunos jefes de Estado tuvieron fuertes críticas y Bolivia organizó un encuentro internacional sobre el cambio climático y la responsabilidad del modelo de desarrollo, pero nadie imaginaba que las críticas más duras al sistema iban a provenir del Vaticano y a través de una encíclica papal como la producida por Francisco denominada Laudato Si.

Laudato Si: características

Esta encíclica tiene importancia planetaria desde el punto de vista religioso, ético, social y político.  En muchos medios se la ha etiquetado como una encíclica verde que trata del cambio climático, eso es minimizarla, reducirla.  Es una encíclica sobre nuestra casa común, como la habitamos y un llamado urgente a modificar un sistema de “superdesarrollo derrochador y consumista”. 
Presenta un análisis de la situación ambiental en el mundo, hace severas críticas al modelo capitalista consumista, responsabiliza a los poderes económicos y a los países desarrollados de gran parte de los desastres ecológicos, pero vinculando al mismo tiempo el tema central del cuidado del ambiente y de la naturaleza con la defensa de la vida y la dignidad de las personas, la pobreza y la exclusión en el mundo y convoca a mirar la realidad de otra manera.

Apoyos y cuestionamientos

Fue recibida con elogios por defensores del medio ambiente, científicos, dirigentes sociales líderes religiosos y jefes de Estado, pero con frialdad y rechazo por los sectores más conservadores de la iglesia y por sectores políticos de derecha. 
Científicos, filósofos, religiosos y militantes sociales han elogiado la encíclica: 
Edgar Morin, filósofo y sociólogo francés, dijo: “Este mensaje es tal vez el primer acto de un llamado hacia una nueva civilización” 
Humberto Maturana, biólogo chileno: “…intuimos que tendrá enorme importancia en la expansión de conciencia que requiere la Humanidad para superar la postmodernidad, vemos una continua referencia a la profunda interconectividad entre todas las cosas, en una crítica dura y directa a la mirada fragmentada que acostumbramos a tener y muy especialmente, al poder que hemos asignado al dinero”.
Leonardo Boff, teólogo, sacerdote franciscano, filósofo, escritor, profesor y ecologista brasileño: “La encíclica es la Carta Magna de la ecología, el aporte principal es el hecho de que el Papa asume un nuevo paradigma ecológico, según el cual todos los seres son interdependientes y están en relación”.

La coyuntura ambiental y geopolítica en la que aparece

Ha sido publicada en un momento marcado por una encrucijada ambiental, de carácter indudablemente estructural consecuencia de un sistema de producción y consumo principal responsable del cambio climático que nos toca vivir y uno de los grandes retos de la actualidad, con profundas implicaciones sociales y económicas. 
Por otra parte estamos en un cambio de época donde han cambiado las relaciones de fuerza internacionales, por la emergencia de bloques de poder alternativos transitando a un mundo multipolar, con avances y con dificultades.  Un cambio que es resistido por el sistema unipolar centrado en el unilateralismo de EEUU como potencia militar imperialista mundial.
Surge naturalmente la comparación con Juan XXIII que al momento de publicar su encíclica Pacem in terris(1963) el mundo parecía estar al borde de una guerra nuclear; hoy la destrucción sin precedentes de los ecosistemas y el cambio climático hacen también que cada día cubren más valor las predicciones catastróficas.

El rol del Vaticano en la etapa de Francisco

El Papa, cabeza de la comunidad religiosa unificada más grande del mundo, es hoy en día un actor influyente en el proceso de globalización. 
En contraste con Juan Pablo II, un Papa de un mundo bipolar, claramente identificado con uno de los polos, Francisco aparece como un Papa más vinculado al multilateralismo, apostando a construir un mundo con variedad de jugadores y mayor equilibrio.
Las duras críticas del Papa Francisco a la globalización y la desigualdad lo han mostrado como un líder que no teme mezclar la teología y la política.  Ahora también está mostrando el poder diplomático del Vaticano, que, gracias a su valoración internacional, le ha posibilitado destrabar conflictos, acercar posiciones y recuperar el histórico prestigio diplomático del Vaticano.

La encíclica y el modelo de desarrollo vigente 

El hecho de que la crítica al sistema económico imperante se ubique en el centro de Laudato si habla a las claras de que el peso específico del texto es más político que teológico o ambiental.  La encíclica pone en cuestión la lógica productivista del actual modelo de desarrollo basado en la agricultura industrial, el extractivismo, la mercantilización de la naturaleza, la alianza entre la economía y la tecnología y el mito del crecimiento infinito. 
Para el Papa Francisco, los desastres ecológicos y el cambio climático no resultan simplemente de comportamientos individuales –aunque ellos tienen su papel– sino de los actuales modelos de producción y de consumo; queda muy claro que para él, los dramáticos problemas ecológicos de nuestra época resultan de los engranajes de la actual economía globalizada, engranajes que constituyen un sistema global, un sistema de relaciones comerciales y de propiedad estructuralmente perverso.
Esta perversidad ética y social, dice Francisco, no es propia de uno u otro país, sino de un sistema mundial, donde priman la obsesión del crecimiento ilimitado, el consumismo, la tecnocracia, el dominio absoluto de las finanzas, la divinización del mercado, la especulación y una búsqueda de la renta financiera que tienden a ignorar todo contexto y los efectos sobre la dignidad humana y el medio ambiente.

La alternativa que propone Francisco 

Francisco propone, ante todo, un nuevo modelo de desarrollo, basado en la sobriedad y la solidaridad.  Propone desacelerar el ritmo de producción y de consumo actual, lo que puede dar lugar a otro modo de progreso y desarrollo.
Plantea que es imposible seguir en la vía del crecimiento de las economías industriales, argumentando que la destructividad del modelo capitalista de desarrollo y de consumo hace preciso un cambio radical de las técnicas y de las finalidades de la producción y, por lo tanto, del modo de vida.
Afirma explícitamente que la solución a nuestros problemas globales requiere una nueva forma de pensar, un cambio de los valores antropocéntricos (centrados en el hombre) hacia los valores ecocéntricos (centrados en la tierra).  Es una visión del mundo que reconoce el valor inherente de la vida no humana, donde todo el mundo y todas las cosas están interconectadas.  Este principio de interconexión es la base de la cosmovisión de los pueblos originarios y propone prestar atención a su sabiduría. 
Sobre la economía, dice que es imprescindible incorporar dentro de nuestra historia humana la economía ecológica.  Una economía que, a través de su visión sistémica y transdisciplinaria, evalúa los costos y beneficios considerando los intereses del conjunto social y trasciende la perspectiva del paradigma económico actual.
Plantea que los pobres y marginados deben ser el centro de nuestra preocupación y finalmente dice que el reto moral es intergeneracional ¿Cómo podría nuestra generación condenar a nuestros hijos y sus hijos a vivir en un mundo cada vez más invivible?
Se puede estar de acuerdo o no con las propuestas de Francisco, pero ante la orfandad de propuestas sobre alternativas al modelo de desarrollo y la falta de críticas a las diferentes propuestas que surgieron en la última década con gobiernos populares en Latinoamérica y que hoy sufren un retroceso, la encíclica aporta la posibilidad de abrir ese debate pendiente sobre otro mundo diferente, posible. 
*Rubén Gilardi, Referente Nacional de la AOED en Argentina.  Instituto Internacional de Estudio y Capacitación Social del Sur INCASUR. 
Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No 515, julio 2016: ¿Qué cooperación para qué desarrollo?
Ecoportal.net
ALAINET 
http://www.alainet.org/

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