martes, 8 de marzo de 2016

Lula, de perseguido a candidato



Opinión
    Lula se despertó  el viernes 4 de marzo como perseguido y durmió ese mismo día como candidato a presidente. Él hizo que,  aquel viernes, que había sido anunciado como un día de sueños para para la derecha brasileña, fuera de pesadillas. Lula trasformó ese día en un momento decisivo para cambiar la agenda política brasileña.  


    Porque, por detrás de las escaramuzas cotidianas, el más grande combate en Brasil hoy es sobre cuál es la gran prioridad nacional, cuál la agenda fundamental del país. La derecha había logrado, a través de la alianza entre sectores del Poder Judicial,  la Policía Federal y los monopolios privados de los medios de comunicación, promover el tema de la corrupción como el central en el país. Según las encuestas hechas por esos mismos sectores, la corrupción sería el tema más importante del país, no la desigualdad social, no la hegemonía del capital especulativo sobre la economía brasileña.

    La ofensiva ininterrumpida de acusaciones, aun sin fundamento, promueve esa prioridad en la prensa, que tiene como objetivo criminalizar al PT y a Lula, para intentar sacarlo de la vida política del país.

    Esa ofensiva contante puso a Lula, al PT y al gobierno en la defensiva.  Estos gastan gran parte de su tiempo y de sus energías, publicando desmentidos, que ni siquiera son tomados en cuenta por la  medios de información, que siguen con sus mentiras como si no hubieran sido desmentidos.

    Pero la desastrosa  operación represiva del viernes 4 de marzo, que tenía como objetivo apresar a Lula, tuvo como una de sus consecuencias desastrosas para la derecha brasileña, volver a poner a Lula en todas las pantallas de la televisión, con su carisma, sus análisis, sus propuestas. Permitió  que Lula saliera del corner del ring donde lo mantenían, para retomar la iniciativa y la ofensiva. No solo para ubicar a la Red Globo y  a sectores del Poder Judicial  como enemigos de la democracia, sino también para reiterar que es candidato a la presidencia de Brasil en 2018 y que va a salir por todo el país,  a partir de esta semana, a impulsar debates políticos.

    En sus brillantes intervenciones del viernes, donde el pueblo pudo reencontrarse con su más grande líder, Lula encontró el camino para darle vuelta a la situación política del país.

    Salió así de la defensiva, de luchador encerrado en el corner  del ring, esquivando todo el tiempo, a replantear el debate politico alrededor de lo que la derecha y la izquierda quieren para el pais. Habló del país que su gobierno ha construido, reiteró que,  es por ello,  que es perseguido, interpeló  a la oposición sobre lo que quieren para el país.

    En pocas horas Lula desplazó  el eje del debate, proyectando su candidatura y las realizaciones de su gobierno, así como las salidas de la crisis actual. Lula se convenció de que la única manera de revertir la crisis actual es hacer campaña todo el tiempo, es politizar el debate. Valiéndose de la precipitación de los promotores, la reacción se dio en todos los planos, lo que permite dejar la derecha en la defensiva.

    Por una parte, volvieron los llamados  a los militares de parte de la Red Globo. De otro, los promotores confiesan que intentan un proceso que excluya a Lula de la vida política.

    Lula dio el tono político de la reacción. Los movimientos populares se han movilizado y salido a las calles. Los juristas interpelan en distintos niveles sobre las arbitrariedades de los promotores. Los medios alternativos hicieron circular las versiones reales de los acontecimientos y su significado. Articulistas de la derecha ya se lamentan de que se ha dado espacios públicos de nuevo a Lula y bajo la imagen de víctima de arbitrariedades.

    La derecha brasileña se juega con todo lo que tiene. Creyó que tenía la situación bajo control y usó su bala de plata en contra de Lula. Lula salió  engrandecido moral y políticamente, sus adversarios en situaciones embarazosas.

    La crisis brasileña está lejos de terminar. Los promotores buscan nuevas formas de dar continuidad a la ofensiva contra Lula, pero con el revés del desgaste de la operación frustrada del 4 de marzo. El gobierno, a su vez, tiene una nueva oportunidad, frente a las grandes movilizaciones populares, de reencontrarse con los intereses del pueblo, cambiando la política económica.

    Pero lo fundamental es que Lula se cansó de ser perseguido y, a lo largo de aquel viernes, asumió definitivamente de que es candidato a presidente de Brasil.

    Emir Sader, sociólogo y científico político brasileño, es coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro (UERJ).

    http://www.alainet.org/es/articulo/175845
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