martes, 16 de febrero de 2016

Ropaje diplomático para una intervención

Libia


NPA


Resultado de imagen de Ropaje diplomático para una intervención libiaLa quiebra de Libia como consecuencia, en particular, de la intervención militar francesa y británica siguiendo los sabios consejos de Bernard-Henri Lévy, ha permitido al Estado Islámico implantarse en ese país. Los occidentales intentan imponer su hoja de ruta que, ante todo, responde a su propia agenda.
El último informe de la CIA estima que el número de combatientes del autodenominado Estado Islámico (EI) en Libia se ha duplicado y se sitúa en alrededor de 5000. A nivel regional el país más amenazado, por tener frontera común con Libia, es Túnez. Su crisis económica y social es profunda. En una reciente entrevista, Fathi Chamkhi, diputado del Frente Popular, considera que “actualmente en Túnez se vive una tensión social extrema que recuerda la tensión revolucionaria de hace cinco años”. El gobierno tunecino se ve confrontado a un recrudecimiento de la violencia yihadista y del reclutamiento por el Estado Islámico de jóvenes desesperados.

El gobierno de Unión Nacional, obra de las grandes potencias
Para Europa, la inquietud es doble, puesto que Libia era en tiempos de Gadafi una gran ayuda en la lucha contra la inmigración. Ahora, no solo Libia no cumple ya ese papel, sino que incluso ciertas milicias organizan el tráfico de seres humanos hacia las costas europeas.
El otro peligro es la instalación y el refuerzo del Estado Islámico en Libia. Desde los bombardeos en Irak y en Siria, la organización yihadista ha abierto un nuevo frente en este país. El EI se beneficia para su implantación del caos en el que se encuentra el país. Dos facciones rivales compuestas de milicias se disputan el poder en Libia, acusándose mutuamente de ser islamistas o gadafistas. Una primera facción, Fajr Libya (Alba de Libia), controla la capital Trípoli y su región. La segunda, considerada como nacionalista, está instalada en Tobruk y está reconocida por la comunidad internacional. Entre estos dos adversarios no es previsible ninguna posibilidad de victoria militar a corto plazo, igual que parece difícil que una de las facciones pueda derrotar al Estado Islámico.
Las grandes potencias apuestan por la creación de un gobierno de unión nacional que reagrupe a los dos campos. Ya ha sido nombrado un Primer Ministro, Fayez Sarraj, cuya única ventaja es la de ser un completo desconocido. Ha propuesto un gobierno, rechazado por Trípoli porque estima que 32 ministros es un número demasiado elevado, pero la verdadera cuestión es doble. Por una parte, la representación de la facción de Trípoli en ese gobierno es juzgada como demasiado débil, y de otra, el futuro papel del general Haftar, que dirige el aparato militar de Tobruk y que es el enemigo preferido de Trípoli.
Hacia una intervención militar
Si los occidentales insisten tanto en la puesta en pie de este gobierno de unión, no es evidentemente para poner fin a los sufrimientos de la población que vive en una inseguridad permanente y que ve degradarse su situación social día tras día.
El gobierno de unión nacional es un elemento clave en la hoja de ruta de los occidentales. Una vez establecido y consagrada su legitimidad, al menos oficialmente, la intervención militar podrá ser lanzada de forma totalmente legal a su demanda.
Para llegar a ese fin, la grandes potencias ejercen una enorme presión, y han advertido que quienes en adelante pongan trabas, de la forma que sea, a la constitución de este nuevo gobierno, pueden tener sanciones internacionales personales (prohibición de viajar, congelación de haberes, etc.).
Europa, que está muy implicada, quiere rapidez y considera que ha perdido ya demasiado tiempo con esta vestimenta jurídica. Conforme a una regla que parece intangible en las intervenciones militares en África, parece que el primer papel se le dará a la antigua potencia colonial, Italia.
Ayer los occidentales se inmiscuyeron y confiscaron la revolución libia. Hoy imponen su solución en la lucha contra el Estado Islámico. Aunque Bernard-Henri Lévy no tenga ya un papel protagonista, hay pocas posibilidades de que el mismo método produzca resultados muy diferentes…
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR

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