jueves, 7 de enero de 2016

Arabia Saudita-Irán: la guerra menos conveniente




Opinión


    Arabia Saudita desde hace más de un año no se ha detenido en producir maniobras extorsivas fundamentalmente contra su gran sostén militar los Estados Unidos.

    Ha conseguido pulverizar los precios del petróleo, lo que está empezando a sufrir en carne propia, y que está llevando no solo a muchos de los países productores como Rusia, Irán o Venezuela, sino también a numerosas empresas norteamericanas y europeas al borde de la extenuación financiera.


    La desastrosa guerra contra los Houtíes (chiitas yemeníes) que desde marzo de 2015 junto a una decena de países musulmanes, está devastando al país más pobre de la Península Arábiga,  más allá de destruir toda su infraestructura: los bombardeos ya habrían producido cerca de 7500 muertos y pone al resto de los 24 millones de habitantes al borde de la emergencia humanitaria, de la cual,  tarde o temprano, Occidente se deberá hacer cargo. La reciente creación, a mediados de diciembre último, de una alianza saudita con otros 34 países para luchar contra Estado Islámico, de la que Riad fue su principal impulsor, solo parece ser un gesto para no desentonar tras el éxito que Rusia está alcanzado en Siria y el escándalo post atentado de Paris el 13 de noviembre último.

    Todas estas embestidas caprichosas, a primera vista incongruentes, del país de los Saud, y su nuevo rey Salman, tienen un implícito mensaje a la administración Obama por sus acuerdos nucleares con Teherán, lo que da al país de los ayatolas las posibilidades de romper el acuciante bloqueo que venía sufriendo por parte de Occidente y sus aliados, prácticamente desde el triunfo de la Revolución en 1979 y le permitirá un crecimiento exponencial de su economía y sustanciales mejoras para su pueblo, un pésimo ejemplo para el resto de los países de la región, en que Irán y Arabia Saudita se disputan, no solo la preminencia política sino que representan las dos escuelas más distantes del Islam. Riad representa la secta más atrabiliaria del sunismo: el wahabismo, que ha aportado el basamento filosófico tanto a al-Qaeda como al  Estado Islámico. Por su parte,  Irán, quizás el país musulmán más adelantado, donde la minoría chiita es mayoría, con un marcado cuidado de las tradiciones musulmanas, quizás difíciles de entender desde Occidente, es una nación alejada de los fundamentalismos ultramontanos, de ello hablan claramente los altos niveles en educación, tecnología y democracia de todo el Islam.

    Riad y Teherán son la cara y seca del mundo musulmán, a los que todo los separa y nada los une. Desde la posición de la mujer en la sociedad, mientras en Irán, hay mujeres diplomáticas, con altísimo cargos en la función pública y los estamentos gubernamentales, científicas de primer nivel, profesionales en todas las ramas, en el reino saudita la mujer tiene prohibido conducir automóviles y recién a fines del 2015  han podido participar en algunas elecciones municipales.

    Irán mantiene un sistema judicial acorde a los cánones internacionales, Arabia Saudita en este aspecto esencial para los derechos humanos vive en los “albores” del siglo IX.

    La mayoría de los juicios se llevan a cabo sin el conocimiento de los familiares, ni de los reos, en algunos casos sin que el propio acusado tenga posibilidades de defensa y hasta que el juicio corra a espaldas del implicado, cuya sentía la conocerá con escasas horas de diferencia a la ejecución de ésta. En muchos casos,  las familias de condenados reciben la noticia después de la ejecución.

    Arabia Saudita, tiene un record mundial en penas capitales: en 2014 fueron 88, en 2015  153, cifra que es la más alta de los últimos 20 años, los métodos de ejecución son tan amplios como atrabiliarios,  la forma más común es decapitación con espada, pero tampoco se privan del ahorcamiento, la crucifixión. Las ejecuciones, por lo general, se realizan en plazas públicas por lo que tiene libre acceso cualquier persona.

    Los crímenes a los que le podría caber la pena de muerte van desde el asesinato, adulterio, traición, homosexualidad, tráfico y consumo de drogas, hechicería, brujería y apostasía.

    Pena de muerte o declaración de guerra

    Se ha conocido que  el sábado 2 de enero se llevaron a cabo en diferentes ciudades del reino saudita las primeras 47 ejecuciones, por lo que se cree puede ser el 2016 uno año record:  45 súbditos saudíes, un egipcio y un chadiano, han sido fusilados o decapitados simultáneamente en 12 localidades tras haber participado en “acciones terroristas”, como desobedecer a las autoridades, llamar a la violencia sectaria y ayudar a células terroristas, que provocaron la muerte de 100 civiles y 71 agentes de la seguridad. Según el comunicado del Ministerio del Interior,  en su mayoría,  eran sunís y pertenecientes a al-Qaeda.

    Como si intentaran pasar desapercibido en el número de ejecutados, en la lista de los 47 figura nada menos que sheik chií, Nimr al-Nimr, que en el marco de la Primavera Árabe de 2011, lideró las protestas más importantes contra la Casa Saud, en las zonas orientales del reino, donde se asienta la comunidad chií. En 2003 se produjo la primera detención de al Nimr, por disturbios entre peregrinos chiitas y la policía religiosa (Comisión para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio) o  mutawiyin, y a partir de  2009 el sheik, se convertirá en una figura conocida a nivel nacional. Al-Nimr, al ser detenido en julio de 2012,  por apoyar los disturbios contra las autoridades saudíes que estallaron en febrero de 2011 en la provincia de al-Qatif, después de una persecución en automóvil había recibido cuatro disparos en las piernas, por lo que no se le dio tratamientos médicos adecuados tras las heridas recibidas. En aquel momento tres personas murieron en las manifestaciones de protestas por su detención.

    Cuando al-Nimr, quien ya tenía rango de ayatolá, fue a juicio en marzo de 2013, los fiscales reclamaron que su ejecución fuera por medio de la crucifixión, lo que, según las leyes sauditas, implica decapitación posterior y exhibición pública del cuerpo.

    Tras conocerse la ejecución de sheik, las protestas no tardaron en extenderse fundamentalmente en el mundo chiita.

    En Teherán,  miles de manifestantes rodearon la embajada saudita y terminaron incendiándola, lo mismo sucedió en la ciudad iraní de Mashhad con el consulado saudita. En Bahréin, también de mayoría chiita, a pesar de estar gobernada por una casta sunita, las protestas callejeras fueron reprimidas con violencia. En la capital de Irak, la embajada saudita, que había abierto 15 días antes, después de 25 años, fue atacada con un misil.

    En el interior del reino las protestas estallaron en la localidad de Qatif, particularmente en la aldea de Awamia donde nació al-Nimr, aunque también se produjeron disturbios en otras localidades del sur y este del país donde se asienta la mayoría de la comunidad chiita saudita aproximadamente un 15% del total de la población, por lo que Riad ha enviado centenares de blindados, equipos y hombres para contener las protestas.

    Desde los 14 días que duró la legendaria toma de la Gran Mezquita de la Meca, Al-Masjid al-Haram, en noviembre de 1979, por parte de miembros una banda salafista liderada por Juhaiman al-Otaibi, que de alguna manera ha inspirado a movimientos como al-Qaeda y Estado Islámico, el reino no vivía tanta turbulencia.  

    El rey Salman, próximo a cumplir un año en el cargo, intenta demostrar con esas actitudes su carácter y decisión tanto para fuera como para el interior de la familia reinante, en la que a partir de la inédita crisis económica que están viviendo cada vez se escuchan con más frecuencia las críticas a la nueva conducción del reino.  

    Las ejecuciones bien pueden estar respondiendo entonces a la crisis político-económica, sin obviar la guerra de Yemen, está produciendo un inocultable y creciente malestar social.

     Al-Nimr, de 55 años, había sido condenado a muerte en octubre de 2014, tras ser acusado de “injerencia extranjera”, con una indudable referencia a Irán, y por fomentar la fitna, término que puede traducirse como “discordia entre los musulmanes”. El sheik chiita no tuvo la posibilidad de contar con un defensor a lo largo del juicio.

    Más allá de su credo chiita,  las relaciones con la República Islámica eran evidentes ya que había estudiado tanto en Irán como en Siria, otra de las pocas naciones musulmanas con marcada presencia chií, entre los años 1979,  año de la revolución de los ayatolás, hasta su regreso a al reino saudita en 1994.

    Inmediatamente a su regreso fue declarado persona non grata por el régimen. 

    Al-Nimr basó su prédica  en las denuncias de discriminación, marginalidad a la que la minoría chiita era sometida en el reino, y sus acusaciones constantes de corrupción contra la familia Saud, lo que lo llevó en reiteradas oportunidades a la cárcel.

    Debido a las fuertes protestas tras conocerse la ejecución de al-Nimr, fundamentalmente en Irán, que replicaron en Irak y Líbano, el Ministro de Relaciones Exteriores del reino Adel al-Jubeir había dado 24 horas al embajador iraní en Riad para que abandone el país, lo que desembocó en una ruptura de relaciones.

    La noticia complica todavía más la situación regional, ya que más allá de las disputas ideológicas-religiosas de ambas naciones, las más poderosas que comparten el Golfo Pérsico, separadas apenas por 200 km. y que prácticamente están manteniendo una guerra en Yemen, la que de ahora en adelante podría  escalar a niveles difíciles de prever.

    Otros países del Golfo como Bahréin y Emiratos Árabes Unidos, se han apurado a manifestar su apoyo a Riad, mientras Khalaf Abdelsama, jefe del bloque parlamentario iraquí del partido gobernante chiíta Dawa, ha reclamado la clausura de la recién inaugurada embajada. Además Abdelsama propuso la ejecución de todos los terroristas sauditas, unos 70, detenidos en las cárceles iraquíes.

    Tras conocerse la ejecución,  el ayatola Alí Jamenei, el Líder Supremo, la máxima autoridad de Irán,  advirtió sobre “una venganza divina” que caerá sobre los líderes saudís.

    Nimr al Nimr, quien tenía más de 50 años, había expresado abiertamente su apoyo a las protestas contra el gobierno en la provincia, donde la mayoría chiita ha denunciado por años que son discriminados por las autoridades.

    El religioso contaba con una amplia base de seguidores muy jóvenes tanto en Arabia Saudita y Bahréin, por  lo que se espera más protestas a lo largo de los días.

    En esta nueva crisis, Irán y Arabia Saudita no la juegan solos, detrás de ella hay potencias regionales, como Israel que tiene mucho que ganar o perder;  lo mismo sucede con  países centrales como Estados Unidos, que bien o mal es socio de los Saud, mientras Rusia y China tienen muy aceitados lazos con Teherán.

    La situación es altamente compleja y peligrosa como para permitirse fantasear con la posibilidad de una guerra, de la que sería muy difícil que alguien saliera victorioso, sin duda sería la guerra menos conveniente.     

    3 de diciembre de 2016

    Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC
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