Acuerdos comerciales EU-ECAP
Survie.org
Traducido del francés para Rebelión por Caty R. |
Por medio de los acuerdos de asociación económica que quiere imponer a los países de África, el Caribe y el Pacífico (ACP), es decir, esencialmente a sus antiguas colonias africanas, la Unión Europea está organizando la destrucción de la frágil economía de esos países y sus posibilidades de desarrollo, preparando así futuras oleadas de emigración masiva hacia los países ricos.
A modo de «asociación económica», esos acuerdos no tienen otra misión que obligar a algunos de los países más pobres del mundo a abrir totalmente sus mercados a los productos de la Unión Europea y a largo plazo a sus servicios. Será el primer ejemplo de zona de libre comercio que incluirá a los países más desiguales en cuanto al desarrollo. En realidad se trata de institucionalizar los vínculos coloniales.
Como recuerda Ernest Pekeuho, presidente del Bloque para la Reconstrucción y la Independencia Económica de Camerún, la agricultura africana, que «constituye el pilar de la economía de África y el medio de subsistencia de la mayoría de su población, solo está protegida por las tasas sobre las importaciones» ya que los gobiernos africanos no tienen medios para subvencionarla. Su supresión privaría a los pequeños explotadores agrícolas, que «suministran la mayor parte de la producción agrícola del continente», del único medio que tienen para enfrentarse a la inundación de los mercados africanos de la producción a bajo precio de una agricultura extranjera intensiva y subvencionada. ¿Y qué decir de las oportunidades de un sector industrial embrionario frente a una de las industrias más avanzadas del mundo? Al mismo tiempo, los Estados de esos países se verán privados de la mayoría de sus recursos presupuestarios, constituidos principalmente por las tasas sobre las importaciones. No tendrán otro remedio que endurecer más su fiscalidad interna, agravando todavía más la situación económica de sus poblaciones.
Los negociadores de la UE pretenden que esas son las reglas de la OMC, que obliga a implantar el régimen asimétrico de las APE en sustitución de la Convención de Lomé que hasta ahora regulaba las relaciones comerciales entre Europa y los países ACP. Eso es falso: la OMC solo impone a los países desarrollados que conceden un régimen tarifario preferencial sin reciprocidad que lo extiendan al conjunto de los países en desarrollo o al conjunto de países menos avanzados y no solo a un parte de ellos.
En realidad, el Convenio de Lomé no beneficia demasiado a la producción africana, a la cual la UE siempre opone las barreras reglamentarias. Pero esto no es suficiente para una Europa decadente que, aprisionada en la competencia de los países emergentes, se apresura a devorar a los más débiles despreciando sus propios intereses a largo plazo. En 2006, la delegación de la Asamblea Nacional para la UE estimaba que «la puesta en marcha del libre comercio conllevaría un impacto fiscal, agrícola, industrial y en la balanza de pagos de tal amplitud para nuestros socios, que podría comprometer la realización de los Objetivos del Milenio para el Desarrollo, mientras el África subsahariana sufre, en su ámbito, retrasos tan inquietantes que constituyen una amenaza para la paz y la estabilidad internacionales». Añadía que «si las negociaciones proseguían en la misma vía, la UE cometería un error estratégico, político, económico y social respecto los países ACP, que se pagaría con la desaparición de una relación imprescindible para la construcción de un mundo más seguro y más justo y la eliminación del peso y la influencia europeas».
Desde hace 10 años, la sociedad civil y una buena parte de la clase política de estos países se oponen a esos acuerdos y consiguen retrasar el saqueo anunciado. ¿Hasta cuándo?
Odile Tobner es profesora de francés, escritora y viuda del escritor Mongo Beti, con quien compartió su vida y su lucha. Con él dirigió, de 1978 a 1991, la revista bimestral Peuples Noirs, peuples Africains. Colaboró en la elaboración del Dictionnaire des Littératures de langue française de J. P. de Beaumarchais, D. Couty y A. Rey (Bordas, 1984). También es coautora, con Mongo Beti del Dictionnaire de la négritude, (L’ Harmattan, 1989) y en 2007 publicó su último libro, Du racisme français Quatre siècles de Négrophobie (El racismo francés, cuatro siglos de «negrofobia»), ed. Les Arènes. Desde 1993 dirige la «Librairie des peuples Noirs», fundada por Mongo Beti, en Yaoundé, Camerún. Desde 2005 hasta 2011 fue la presidenta de la asociación «Survie», que denuncia la «Francáfrica» (el pacto neocolonial que mantiene los vínculos de las excolonias francesas de África con Francia) y es editora de su revista mensual Billets d'Afrique.
A modo de «asociación económica», esos acuerdos no tienen otra misión que obligar a algunos de los países más pobres del mundo a abrir totalmente sus mercados a los productos de la Unión Europea y a largo plazo a sus servicios. Será el primer ejemplo de zona de libre comercio que incluirá a los países más desiguales en cuanto al desarrollo. En realidad se trata de institucionalizar los vínculos coloniales.
Como recuerda Ernest Pekeuho, presidente del Bloque para la Reconstrucción y la Independencia Económica de Camerún, la agricultura africana, que «constituye el pilar de la economía de África y el medio de subsistencia de la mayoría de su población, solo está protegida por las tasas sobre las importaciones» ya que los gobiernos africanos no tienen medios para subvencionarla. Su supresión privaría a los pequeños explotadores agrícolas, que «suministran la mayor parte de la producción agrícola del continente», del único medio que tienen para enfrentarse a la inundación de los mercados africanos de la producción a bajo precio de una agricultura extranjera intensiva y subvencionada. ¿Y qué decir de las oportunidades de un sector industrial embrionario frente a una de las industrias más avanzadas del mundo? Al mismo tiempo, los Estados de esos países se verán privados de la mayoría de sus recursos presupuestarios, constituidos principalmente por las tasas sobre las importaciones. No tendrán otro remedio que endurecer más su fiscalidad interna, agravando todavía más la situación económica de sus poblaciones.
Los negociadores de la UE pretenden que esas son las reglas de la OMC, que obliga a implantar el régimen asimétrico de las APE en sustitución de la Convención de Lomé que hasta ahora regulaba las relaciones comerciales entre Europa y los países ACP. Eso es falso: la OMC solo impone a los países desarrollados que conceden un régimen tarifario preferencial sin reciprocidad que lo extiendan al conjunto de los países en desarrollo o al conjunto de países menos avanzados y no solo a un parte de ellos.
En realidad, el Convenio de Lomé no beneficia demasiado a la producción africana, a la cual la UE siempre opone las barreras reglamentarias. Pero esto no es suficiente para una Europa decadente que, aprisionada en la competencia de los países emergentes, se apresura a devorar a los más débiles despreciando sus propios intereses a largo plazo. En 2006, la delegación de la Asamblea Nacional para la UE estimaba que «la puesta en marcha del libre comercio conllevaría un impacto fiscal, agrícola, industrial y en la balanza de pagos de tal amplitud para nuestros socios, que podría comprometer la realización de los Objetivos del Milenio para el Desarrollo, mientras el África subsahariana sufre, en su ámbito, retrasos tan inquietantes que constituyen una amenaza para la paz y la estabilidad internacionales». Añadía que «si las negociaciones proseguían en la misma vía, la UE cometería un error estratégico, político, económico y social respecto los países ACP, que se pagaría con la desaparición de una relación imprescindible para la construcción de un mundo más seguro y más justo y la eliminación del peso y la influencia europeas».
Desde hace 10 años, la sociedad civil y una buena parte de la clase política de estos países se oponen a esos acuerdos y consiguen retrasar el saqueo anunciado. ¿Hasta cuándo?
Odile Tobner es profesora de francés, escritora y viuda del escritor Mongo Beti, con quien compartió su vida y su lucha. Con él dirigió, de 1978 a 1991, la revista bimestral Peuples Noirs, peuples Africains. Colaboró en la elaboración del Dictionnaire des Littératures de langue française de J. P. de Beaumarchais, D. Couty y A. Rey (Bordas, 1984). También es coautora, con Mongo Beti del Dictionnaire de la négritude, (L’ Harmattan, 1989) y en 2007 publicó su último libro, Du racisme français Quatre siècles de Négrophobie (El racismo francés, cuatro siglos de «negrofobia»), ed. Les Arènes. Desde 1993 dirige la «Librairie des peuples Noirs», fundada por Mongo Beti, en Yaoundé, Camerún. Desde 2005 hasta 2011 fue la presidenta de la asociación «Survie», que denuncia la «Francáfrica» (el pacto neocolonial que mantiene los vínculos de las excolonias francesas de África con Francia) y es editora de su revista mensual Billets d'Afrique.
No hay comentarios:
Publicar un comentario