Página 12
En las últimas horas
de ayer, el Tribunal Superior Electoral de Honduras consagraba como
ganador al candidato del continuismo golpista, Juan Orlando Hernández.
Desde el inicio, el proceso electoral estuvo lastrado por vicios
irremediables que arrojaron un pesado manto de sospecha sobre su
desenlace. La desembozada intervención de “la embajada” en los asuntos
internos de Honduras tendría que haber sido una razón suficiente como
para suspender las elecciones, rediseñar las instituciones políticas
–entre ellas el propio TSE, controlado por quienes avalaron el golpe del
2009– y hacer una nueva convocatoria electoral para cuando se reuniesen
condiciones mínimas requeridas para una elección, no sólo durante la
campaña (ya de por sí un problema en Honduras, con su record de
periodistas y militantes opositores asesinados) sino durante el recuento
final de votos. Semanas antes de las elecciones, personeros
gubernamentales habían declarado que el TSE ¡cotejaría sus cifras con
las que aportase la embajada de Estados Unidos antes de dar a conocer
los resultados definitivos! En resumen: el ganador sería proclamado por
“la embajada” y el gobierno del continuismo golpista de Porfirio Lobo
admitiría haber convertido a Honduras en un protectorado estadounidense.
Esta
ignominiosa confesión dice mucho de la historia de ese sufrido país,
ocupado por Washington y convertido en la década de los ochenta en una
gigantesca retaguardia para servir de apoyo logístico a las agresiones
perpetradas a la revolución sandinista por los “contras” nicaragüenses.
Arquitecto de este proyecto contrarrevolucionario fue John Negroponte,
una de las figuras más siniestras de las Américas y designado por Ronald
Reagan embajador en Honduras, función en la cual contó con la
colaboración de otro reconocido terrorista internacional, Otto Reich.
Bajo su gestión, el ejército hondureño fue reorganizado de cabo a rabo,
dotándolo de armamentos sofisticados, equipos y tecnología militar de
última generación, y convirtiendo a la base militar Soto Cano, en
Palmerola, en una de las más estratégicas de cuantas Estados Unidos
posee en Centroamérica y el Caribe. Cuando el presidente Mel Zelaya
trató de democratizar al sistema político y concretó su ingreso al ALBA,
fue violentamente destituido mediante un “golpe institucional”, a los
cuales se ha hecho tan adicto el régimen de Obama.
Uno de los
analistas presentes en Honduras, Katu Arkonada, confirma la existencia
de múltiples “irregularidades”, por no decir estafas a la voluntad
popular. Hay por lo menos un 20 por ciento de las actas de las mesas
receptoras de sufragios, en regiones en donde el partido Libre cuenta
con gran respaldo popular, que fueron arbitrariamente sometidas a
auditoría y no computadas; en comunidades apartadas se observó el “voto
encadenado” y la compra de credenciales electorales; hay miles de mesas
en donde los partidos minoritarios obtuvieron cero votos, es decir, que
ni sus candidatos habrían votado por sí mismos. Sólo resta conjeturar
cuántos votos de Xiomara Castro fueron sustraídos de las urnas. Libre
ganó en las calles, pero no organizó una red de fiscales para garantizar
la pureza del comicio. Confió en su amplia mayoría, certificada por
todas las encuestas, y en la inverosímil “imparcialidad” del TSE y el
gobierno ante una elección que el imperialismo y la oligarquía hondureña
no podían perder, porque Washington jamás habría aceptado un resultado
contrario a sus intereses en la zona.
El primer paso de la
estrategia norteamericana para impedir un revés político fue la campaña
de difamaciones en contra de Xiomara y su partido. El segundo, la
organización fraudulenta de los comicios y el recuento de los votos.
Tercero, si los dos anteriores no frustraban la victoria de Libre:
impugnación del proceso electoral y manipulación del Congreso para
impedir su asunción y, en caso de que pudiera hacerlo, provocar su
destitución “legal” al igual que le ocurriera a su esposo. Hasta ahora,
la derecha se las arregló apelando al fraude, dando a conocer cifras que
no se corresponden con la realidad y que los medios hegemónicos dan por
buenas. Libre tendrá que recuperar en las calles lo que le arrebataron
en las urnas.
¿Cómo habría reaccionado la supuesta prensa libre e
independiente del continente si los vicios, fraudes y crímenes
perpetrados en Honduras hubieran tenido lugar en Bolivia, Ecuador o
Venezuela? La gritería de los lenguaraces del imperialismo y sus aliados
habría sido atronadora. En cambio, ahora en esos medios impera un
silencio cómplice porque en Honduras todo vale. ¿Por qué? Porque así
como Israel es la pieza clave para garantizar el equilibrio geopolítico
de Medio Oriente, Honduras lo es para Centroamérica, al ser éste el país
donde se concentra el grueso del poder de fuego estadounidense en la
región. Y así como Washington no permanecería ni un minuto de brazos
cruzados ante un eventual triunfo de una izquierda antiimperialista en
Israel, se involucró descaradamente en el proceso político interno de
Honduras para garantizar un resultado acorde con sus intereses
estratégicos en la región. ¡Menos mal que hace unos días, en la OEA,
John Kerry dio por superada la Doctrina Monroe!
Atilio A. Boron es Director del PLED, Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini.Fuente original: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-234353-2013-11-26.html
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