martes, 2 de julio de 2013

Emergencia de la inteligencia revolucionaria Crisis (intelectual) de la derecha







Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente. Las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes concebidas como ideas; por tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase la clase dominante, o sea, las ideas de su dominación. Los individuos que forman la clase dominante tienen también, entre otras cosas, la conciencia de ello y piensan a tono con ello; por eso, en cuanto dominan como clase y en cuanto determinan todo el ámbito de una época histórica, se comprende de suyo que lo hagan en toda su extensión, y, por tanto, entre otras cosas, también como pensadores, como productores de ideas, que regulan la producción y distribución de las ideas de su tiempo; y que sus ideas sean; por ello mismo, las ideas dominantes de la época”.  (K. Marx)

Bancarrota de la “inteligencia” burguesa y de sus “inteligentes” siervos.
Cuando la clase dominante entra en crisis, como ocurre hoy ante la diversidad de situaciones revolucionarias que se le oponen, impulsadas por la lucha de clases, también entran en crisis sus “valores” -o antivalores- y todas las maneras históricas de imponerlos. Es la hora crucial en que la Revolución, en su amplitud y profundidad, se convierte en fuerza productora de sentido que lo cambiará todo si se la ayuda a florecer. Nada significa lo mismo bajo el manto revitalizador de una situación revolucionaria, todo se acomoda de manera nueva y hasta lo que parecía antes más avanzado, si no se actualiza, resultará regresivo o reaccionario. Comenzando con la ideología de la clase dominante que se asusta, y se desespera, cuando pierden poder sus elixires y sus chantajes.
Hoy, en buena parte de los territorios y las zonas de contienda, la burguesía ya no es capaz de reinar a sus anchas, como antes, ni en los campos semánticos de sus intereses opresores. Entró en crisis su “inteligencia”, es decir su intelecto, su misticismo escapista y sus intelectuales serviles. Todos. Queda más claro que tener a muchos feligreses intelectuales asalariados no significa tener la razón. Sus séquitos “intelectuales” son proveedores de ilusionismo que con la ninguna calidad trafican “falsa conciencia” y se dedican, entonces, a premiarse entre ellos, a regalarse fotos mutuas y a entrevistarse entre nubes de soliloquios. Son patéticos… sólo hay que prender la tele para, si se tiene estómago, verlos.
Cada día la derecha se confunde más en sus enredos legalistas y leguleyos, no saben a dónde dirigir su impertinencia moral entre lo “público” y lo “privado”. Cocinan, en su laberinto histórico, alharacas histriónicas horrorizadas por la “corrupción” y la “inseguridad” mientras abrazan todas las baratijas del Consenso de Washington. Son algunos de los estragos internos de una lógica y una moral monopólica y homicida que requiere la desaparición de toda competencia para digitar sus caprichos, impunemente, en el reino de la plusvalía, los intereses y los precios.
Históricamente las fortalezas de la derecha suelen ser antesala de su derrumbe, la pala que cava su sepultura. Su inteligencia es incapaz ya de tomar partido por la instauración de una nueva sociedad y lo único que hacen es devanarse los sesos para lograr modificaciones superficiales esclerotizadas en las más rancias manías del control y el reformismo. Pero los males ideológicos del capitalismo son congénitos y lo llevarán, con una buena ayuda de todos nosotros, a su fin. No derramaremos ni una lágrima. Tienen el tiempo contado, aunque no sepamos cuánto, con exactitud. Sin triunfalismos.
De hecho, y de derecho, vencida y acorralada por sus contradicciones infernales la derecha de aferra a seguir engañándonos mientras su crisis ya la ahoga en el estercolero de su fracaso civilizatorio. No hay manera de defender al capitalismo que vive ya su Apocalipsis intelectual, luego de destrozar toda posibilidad de prosperidad para la humanidad entre guerras, crisis económicas, pandemias de corrupción y devastación de la dignidad humana. La derecha navega en mares de ambigüedad salivosa y, entre manotazos de ahogado, se hace pasar por “pluralista” para asegurarse lugar en un debate al que no pude asistir porque, simplemente, ni lo entiende ni lo quiere.
La crisis de la derecha no está sólo en los pilares de su modelo económico ni sólo en las bases de sus estructuras jurídicas y militares… y aunque no está derrotada del todo, su crisis está especialmente en su pérdida de “ideas” y “valores” en la espiral descenderte y abismal de su decadencia irrefrenable.
La mayor mediocridad (actual) de la derecha se expresa en su, todavía, más mediocre decisión de refugiarse en el reino de la mediocridad mediática. No es un “juego de palabras” es el síntoma de una decadencia que cuanto más se hunde más farándula se vuelve y más peligrosa puede resultar si nos descuidamos. La inteligencia de la derecha migra entre nichos de obsecuencia hacia el abismo del ridículo donde reposará para siempre entre vahos de estercoleros. Y, mientras, salen por la “tele”.

10 síntomas de su debacle:
  1. Lo que queda de los “intelectuales” burgueses es una pandilla de lenguaraces domesticados para fabricar misticismos y eufemismos elegantes que camuflan, de mil maneras, el odio de clase burgués. Sus más conspicuos representantes tienen la tarea infausta de idear ilusiones rentables para sus jefes… crearles espejismos sobre sí mismos y sobre su destino mesiánico ante los “proles”.
  2. Sus mejores “ideas” se pudren en el caldo irracional de sus contradicciones y son, hoy, incapaces de imponer, como antes, sus “valores” o sus modelos culturales. Aunque los disfracen de “modas”.
  3. Cada día les es menos fácil esconder los muertos y la miseria que el capitalismo fabrica. Por eso fundan reinos de espionaje desesperado y procaz como neo-estrategias para reprimir y, especialmente, para sembrar pruebas falsas a quien se les antoje calificar como “terrorista”, como amenaza o como “exótico”.
  4. De sus aulas y laboratorios de pensamiento sólo emergen proyectos de usura, evasión, fraude y desfalco.
  5. Su bibliografía y hemerográfica va reduciéndose a teorías de supervivencia salvaje.
  6. Entre ellos son incapaces de organizar reuniones que no terminen en puñaladas de egolatría y vanidad delirantes. Su “pluralismo” naufraga entre oleadas de “pensamiento único” e intereses mercantiles.
  7. Cada día prefieren entrevistarse entre ellos mismos para exhibirse, mutuamente, la excitación que se producen -ellos mismos- gracias a las nuevas audacias de sus viejos silogismos y de su viejo neo-conservadurismo, neoliberal. La náusea misma.
  8. Cada vez les es más fácil insultar, prefieren perseguir y acusar de “terrorista”, o de amenaza, aquello con lo que no pueden debatir. Su ignorancia les traba las quijadas y en las glándulas salivales se les reseca un discurso rancio que siempre termina en la idea de saquear algo, explorar a alguien y reprimir a todos.
  9. Tienen más asistentes en sus funerales que en sus conferencias.
  10. Y, a últimas fechas cambian, voluntariosos, la fuerza de los argumentos por cualquier “punch line” efectista, de corte publicitario que les de rating aunque no les de la razón.
El capitalismo y la ideología (falsa conciencia) que se ha empeñado en impregnarnos, es incapaz de generar hoy progreso alguno. Avanza hacia su abismo radical y, aunque nuestro poder contra él crece desigualmente, hoy le vemos el rostro, con mayor nitidez histórica y vemos su declinación que, no sin amenazas, encierra la promesa de una época nueva. No todo en el derrumbe del capitalismo es “noche y silencio”. Por el contrario, para los pueblos es claridad y fortaleza porque nace, firme, la certeza de que pude ser y será derrotado el enemigo de clase centenario y que acudiremos a sus exequias, más temprano que tarde.
Su inteligencia va quedando derrotada. Se queda sin argumento. Ha sacrificado su miserable (aunque amado por ellos) abanico de conceptos serviles a los pies de la dictadura del mercado, y dejan fenecer a su “inteligencia” en los brazos de sus apologías al mercantilismo, autorregulado y autosuficiente.
Dejaron al desnudo su servilismo al capital y exhiben sus vergüenzas teóricas defendiendo la indefendible bancarrota generada por los bancos, los terratenientes, los curas y los empresarios burgueses. Las ideas de la clase dominante son ya un guiñapo de disparates sin el glamour de otrora y la ideología del mercado languidece sin que eso implique que sus amenazas hayan terminado.
Dicho de otra manera, la ideología neoliberal se pudre entre tufos de lógica fascista y entre deyecciones “mass mediáticas”. Ya no hay modo de esconderlo, aunque lo intentan, cada vez más desesperadamente. Ha sido una monstruosidad la sangre derramada. Los monopolios mediáticos han venido a ser el escaparate nuevo donde el capitalismo exhibe su agonía convertida en el reality show de una historia desvencijada y con nostalgias por una idea de grandeza que cesó muy pronto su aliento revolucionario. Sus intelectuales ya no predican, tan fácilmente, el heroísmo filantrópico del capitalismo, sino la búsqueda de sobrevivencia en el corto plazo. Esa transmutación de discurso tiene ribetes fascistas y palabrería de espiritualismo burgués con una “moral práctica” dispuesta a justificar que todo se resuelva con invasiones, guerras y cuentas de vidrio mediáticas.
El único “heroísmo” que alienta el pensamiento burgués es el “heroísmo” de los mercenarios, en todas sus expresiones, para dar brillo a epopeyas mercantiles, sin brillo y sin gloria. Sus héroes se caracterizan por la fidelidad que profesan al dinero. Es lo que le queda a una moral de la degradación que justifica bombardeos, espionaje, infiltraciones y catástrofes bélicas. ¿Cómo podemos soportar esta miseria? El capitalismo es absolutamente inviable. Su refutación es multimodal y han quedado destruidas sus tesis paupérrimas de “la competencia perfecta”, el “mercado eficiente”, las “expectativas racionales” y el “orden espontáneo del mercado” frutos podridos de la arrogancia imperialista y de todas sus moralejas.
Por si fuese poco, la realidad también refuta al capitalismo minuto a minuto. El agotamiento ideológico del capitalismo contiene desesperación y odio de clase que se convierten en escenario de violencia rancia, incubada en la dictadura de los mercados. Es eso y no otra cosa la criminalización y la represión a la protesta social y a sus organizaciones. Es eso y no otra cosa el trabajo minucioso para borrar los derechos humanos y descarrilar a las nuevas democracias. Ya se puede ver en Europa el avance de neonazis y partidos de ultraderecha, la derecha tradicional o “moderada”, con sus discursos (y prácticas) nacionalistas, xenófobos y racistas. La “globalización” neoliberal ha quedado en evidencia como un cuento de estafadores que impone sacrificio y austeridad en beneficio de monopolios empresariales, dictadores de un mercado “libre” de competidores. Es decir el asesinato de los otros para el reino de los monopolios. Es eso en lo único que “piensan”.
No hay en la derecha continental una sola figura de credibilidad. Promueven campañas en defensa de la propiedad privada y condenan como loros lo que llaman “populismo”. Aman al Consenso de Washington y evitan definirse a sí mismos como de “derechas”. Prefieren llamarse “centristas”, “liberales” y “democráticos”. Defienden el neoliberalismo y se oponen, rabiosamente, a las luchas emancipadoras. Hacen hasta lo innombrable para transformarse en “intelectuales mediáticos”. Representan los intereses de la reconquista imperial.
Las ideologías que la derecha ofrece en sus “MacDonals” académicos, son una ensalada condimentada mayormente con miedo. La idea de futuro les quedó obturada por su urgencia de sobrevivencia. Los intelectuales burgueses mastican esa ensalada como si fuese mérito de una vida intelectual creativa, capaz de salir de toda crisis, para flotar en el reino de individualismo solipsista con apologías a lo irreal. Glorifican lo irresponsable, lo a-social, lo a-político, lo atomizado… que son matrices ideológicas en las que no faltan los místicos, especialistas en exotismo y creacionismo. La quintaesencia de la barbarie.
Desde sus noticieros y “programas de debate” con entrevistas obsecuentes, la burguesía desliza su sentido del heroísmo mercenario donde se admira sólo al que “arriesga su vida” por defender la propiedad privada; se aplaude al que elige “vivir peligrosamente” para asegurar la paz del burgués y la moral del monopolio. En su amor a los héroes mercenarios, y a toda ontología mercenaria, se manifiesta el contenido con que la derecha defiende su inteligencia belicosa, sus apologías de la guerra y el asesinato de la naturaleza, incluyendo la naturaleza humana. Sus héroes “intelectuales” se regodean justificando el derramamiento de sangre, la miseria desaforada y la humillación tatuada en las vidas de la mayoría. Mientras tanto, en sus cenáculos teoréticos, se extasían con ocio entre torneos de vanidades. Ahora les llaman “Think Tanks”.
En su crisis actual el pensamiento de la clase dominante es un amasijo de contradicciones que cree ser “realista”, “ordenado”, “pesimista”, “cínico” y al mismo tiempo espiritualista, místico y publicitariamente optimista. Es esa la ideología que lleva, en sus pañales, el peso del fanatismo dogmático excretado entre negociados neoliberales… por eso se les tambalea y saltan sus taras, de la mercancía a la plusvalía, en nombre de verdades y de valores eternos. Su error supremo consiste en defender una doctrina y un sistema lo suficientemente aberrante para arrastrar consigo, hacia la muerte, a la humanidad entera. La burguesía puso a trabajar, a lo que queda de sus ideólogos, en la búsqueda de alguna escapatoria, aunque sepa que están condenados a hundirse. De ahí nacerá lo nuevo… el socialismo.
El capitalismo no caerá por sí solo, habrá que derrumbarlo. Sin factores objetivos no habrá socialismo, pero tampoco sin factores subjetivos. Dijo Brecht que “debemos tomar al enemigo por su lado mas fuerte” y no equivocarnos sobre las condiciones reales de lucha contra él, no subestimar sus fuerzas y, sobretodo, no sobredimensionar las nuestras.
Es falso que el pueblo no está maduro para dar la batalla final al Capitalismo incluso en el terreno de las ideas. No hay pensamiento más claro ni más importante que el pensamiento que se desarrolla, en la lucha, inspirado por la revolución para terminar con el capitalismo. Digan lo que digan los intelectuales lenguaraces desde sus academias rentables. Nuestra lucha es, también, contra la ideología de la clase dominante, contra la falsa consciencia que quiere generar servidumbre voluntaria para siempre. Nuestra tarea inmediata es denunciar, exponer y desenmascarar la “inteligencia” burguesa que busca subordinar al pensamiento de las masas para que financien, protagonicen, padezcan y agradezcan todas las nuevas-viejas guerras y carnicerías que más convenga al imperialismo. Se les acaba su tiempo. “Tenemos la necesidad imperiosa de pensar, ¡imperiosa!” Ernesto “Che” Guevara. 

Fuentes:  http://www.rebelion.org/noticia.php?id=170534





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