Opinión
…los que padecemos, y luchamos, los que nos organizamos y combatimos, desde distintas trincheras, desde la gestión pública, la academia o los movimientos populares, en el campo y la ciudad, en el sindicato, la comunidad o la cooperativa, estamos atravesando contradicciones y tenemos que debatir para resolverlas, como quien dice, en familia... los hermanos sean unidos, dice el Martin Fierro, sino nos devoran los de afuera.
Quisiera, entonces, hacer una reflexión, sobre algunas de estas contradicciones partiendo de dos premisas: una fáctica, científicamente demostrada y otra derivada de un imperativo ético y una opción política, una opción preferencial por los pobres.
La primera premisa es que el cambio climático es un producto del Norte. Son las excrecencias del Imperio y su dinámica perversa de producción-consumo. No hay discusión sobre esto: los residuos gaseosos de efecto invernadero generados en el norte responden por casi la totalidad del problema. En este punto, como no soy científico, a las conclusiones de la Pontificia Academia de Ciencias me remito[i], suscriptas por varios premios nobel y destacados académicos. Es el paradigma tecnocrático que denuncia Laudato Sí, es decir, la alianza entre la alta tecnología y las altas finanzas, al servicio de la acumulación capitalista. Éstas élites, estas minorías que detentan el poder y que se presentan como acreedores de la humanidad, son en verdad deudores, deudores de una deuda ecológica cuantificable, liquida y embargable… si no podemos cobrarla es por un tema de poder no de justicia. Como dice Correa, si los deudores fuéramos nosotros, ya nos hubieran invadido.
La segunda premisa es que los países del Sur, Latinoamérica, Asia y África, tienen el derecho y el deber de priorizar la lucha contra la pobreza y la exclusión, tiene que construir hospitales, escuelas, viviendas, cloacas, desagües, llevar la electricidad el agua potable y el gas natural a los hogares humildes, generar puestos de trabajo… y no son precisamente los esbirros del Imperio con sus ONGs los que tienen que venir a decirles cómo hacerlo “sustentablemente”.
Estas dos límites, entonces, quisiera señalar algunas tensiones que debemos superar en el frente ideológico, económico, cultural y finalmente, en lo referente a la defensa de la vida misma…
1.- Al ambientalismo imperial debemos oponer la ecología integral: El discurso verde, sin pueblo, sin patria, sin conciencia del sufrimiento de nuestros hermanos excluidos, no es simple esnobismo pequeñoburgués: es fundamentalmente un dispositivo del neo-colonialismo ideológico. Planificado, diseñado y financiado desde el norte como una estrategia de dominación neomaltusiana dónde, explícita o implícitamente, pareciera que el problema es que hay personas en este mundo que sobran… 1000 millones, 2000 millones. Es una cada vez menos velada apología al genocidio y por ropaje que asuma, el eco-imperialismo que instrumentaliza las cuestiones ambientales en función de su propia lógica encierra una grave amenaza a la vida. No se puede escuchar el clamor de la tierra sin oír el clamor de los pobres porque su grito es uno y el mismo.
Un planteo ecológico integral, como pide Francisco, es algo totalmente distinto. Implica comprender que “no existen dos crisis separadas, una social y otra ambiental, sino una gran crisis socioambiental”… no aislar al ser humano de la tierra es un deber por partida doble de quienes nos forjamos en la lucha de los excluidos, de los explotados, de los oprimidos… del campesino sin tierra que necesita electricidad, la familia sin techo que necesita una vivienda, el trabajador sin derechos que necesita mejorar su situación.
Esta disputa entre la ecología imperial y la ecología integral se desarrolla cotidianamente y de ella resultarán en gran medida nuestros modelos de desarrollo… sólo un ejemplo: los cartoneros de Argentina…. Cien mil familias humildes organizadas en cooperativas tuvieron que enfrentar el discurso verde teñido de dólar cuando bajo pretexto de mejorar los niveles de reciclado se pretendió privarlos de su medio de subsistencia. Algunas ONGs con fondos de origen inconfesable y mandato imperial quisieron imponerle al Estado que la basura se procese de determinado modo, con determinado paquete tecnológico, casi querían señalar los proveedores. Y tenían todos los medios a su disposición. Pero los cartoneros dieron la batalla en todos los frentes y pudieron convertir esta lucha defensiva en ofensiva, logrando visibilizar su oficio popular, un mayor reconocimiento público, más derechos y algunas inversiones tecnológicas al servicio de su modelo de reciclado. Los invito, compañeros, a que vengan a ver hoy esa maravillosa industria popular que es el reciclado, cómo los descartados de la sociedad, los más humildes, se han vuelto un actor económico y controlan una pedazo de la economía de los materiales en mi país.
Sé que están pasando cosas similares, a mayor escala, en toda nuestra América. Pareciera que debemos resignarnos a que los nuestros sean descartados y convertirnos en el reservorio biológico del Capital, en los guardabosques del Capital. Hay casos serios como el acuífero guaraní, la Amazonía toda o las cuencas del Congo donde poderes mal camuflados de ambientalismo, citando a Francisco, “bajo pretexto de cuidarlos se impulsan políticas que solos sirven a los intereses económicos de la corporaciones trasnacionales”
Ahora, esto no es un cheque en blanco… el negacionismo o el extractivismo histérico tampoco es el camino.
Hay que encontrar un equilibro en la perspectiva de una transición, atendiendo a la crítica ambiental genuina, que también existe y que no se puede negar tildándolo indiscriminadamente de desestabilizador. En mi país, por ejemplo, se ha vuelto costumbre que si uno se opone a determinados proyectos como la implementación del fraking en alianza con la petrolera norteamericana Chevron que contaminó Ecuador, a que la minera Barrik Gold, ligada a la familia Bush, derrame cianuro en nuestras aguas o que Monsanto instale una planta de su veneno transgénico para destruir nuestra soberanía alimentaria y aplastar al campesinado… si uno se opone a estas cosas, según cierta retórica, es poco menos que un traidor a la Patria o un agente de la CIA.
Yo me opongo, fuertemente, a todos esos proyectos que a veces se quieren imponer sin el consenso de la sociedad y sin que esté muy claro cuáles son los beneficios que traerán. Desarrollo a las patadas no… consenso social y una clara conciencia de los impactos frente a cada proyecto, que no sólo con dólares se desarrollan los pueblos, diría, se desarrollan a pesar de los dólares…
Los petroleros, por ejemplo, en mi Patagonia, miren la operatoria perversa de las empresas: como cuando existieron barrios petroleros –como en Cutral-Co o en Mosconi- hubo puebladas por cuestiones sindicales, por privatizaciones o cuando se terminan los proyectos y la gente queda en la calle, ahora construyen albergues sólo para los hombres que tienen que abandonar a sus familias… se planifica la vida del petrolero desde la corporación: casuchas indignas, llevan ahí los prostíbulos y la trata de personas, promueven el juego y el narcotráfico…eso no es desarrollo, eso no es bienestar, eso no es dignidad…
Entonces ni ambientalismo imperial ni desarrollismo forzado: ecología integral.
2.- A la tiranía del mercado oponer la soberanía popular: La ecología integral, la defensa de la vida, también nos pone frente a la cuestión de quién, cómo y para qué se ejerce el poder sobre los bienes comunes: si el mercado o los pueblos. El mercado, sabemos, entiende el poder como dominio en función de la ganancia y en su lógica voraz nunca podrá detenerse en la fragilidad. Entonces se impone que la Sociedad ejerza el poder entendido como SERVICIO y no como DOMINIO.
En 1972, el general Perón en el exilo hizo un potente llamamiento ambiental a los pueblos del mundo en este sentido: “Debemos cuidar nuestros recursos naturales con uñas y dientes de la voracidad de los monopolios internacionales que los buscan para alimentar un tipo absurdo de industrialización y desarrollo en los centros de alta tecnología a donde rige la economía de mercado[ii]”, dijo entonces.
Y en la práctica, el camino, en esta etapa histórica, es la re-nacionalización (que no es la provincialización)… las uñas y los dientes para defendernos de la voracidad de los monopolios está en el Estado que, por burocrático que sea, es hoy la mejor garantía de la soberanía popular sobre los bienes comunes. Luchemos porque los bienes comunes y las empresas estratégicas sean de propiedad estatal… Nunca más privatizaciones.
Pero con eso no alcanza… la soberanía popular no es equivalente al estatismo que muchas veces deriva en parasitismo burocrático y engendra corrupción. El Estado, a veces, termina convirtiéndose en fetiche y algunos compañeros, cuando se sientan en el escritorio, se olvidan que vienen de la lucha y que la lucha sigue, que no está todo fantástico y que si el pueblo no está movilizado, organizado, las cosas tienden a degradar… porque el Estado es una relación social, es la caja de resonancia de los conflictos que existen en esta sociedad fragmentada y dividida en clases por un régimen perverso de propiedad y distribución, no es un ente neutral, sin historia, a la espera de que el próximo gobernante lo maneje a su antojo…
Por eso, la soberanía popular hoy supone radicalizar la democracia. Hacerla participativa y protagónica. No hay que olvidarse que estos procesos los parimos en la calle, en el barrio, en la organización, en la lucha, no fueron meras contiendas electorales, no fueron los partidos políticos, fueron los pueblos que pusieron el cuerpo en defensa de su dignidad. Nosotros decimos: sin poder popular no hay justicia social… y agrego, sin poder popular no hay justicia ambiental. Francisco nos señala que el destino de la humanidad no está en manos de la élites sino de los pequeños, de los pobres de la Tierra y sus organizaciones… para terminar con la pobreza hay que darle poder a los pobres, decía Chávez, y para terminar con la crisis ambiental, también.
Qué lección nos ha dado Bolivia en este sentido. No una sino dos lecciones: protagonismo popular e interculturalidad. Dos temas estratégicos para defender la vida.
Qué emocionante para un militante ver el parlamento pintado de indígena, de campesino, de trabajador, de minero, de joven, de mujer… Que importante que la coordinación con los movimientos sociales tenga rango ministerial y que el presidente del Estado plurinacional sea el principal dirigente de la CONALCAM.
Quiero recordar, veo muchos argentinos, que para Perón, el rol de las Organizaciones Libres del Pueblo (OLP), con el movimiento obrero organizado como columna vertebral, es indisociable de la doctrina justicialista. Claro, la historiografía liberal, aún en sus vertientes de izquierda, quiso presentarlo como un autócrata, demonizarlo…. Pero Perón fue un fiel defensor del proceso de autoorganización social, un modelo que él llamada “la comunidad organizada”. Fijense cómo quedó impregnado en la conciencia del pueblo que a pesar de las dictaduras, bombardeos, y desaparecidos, no pudieron borrar de la memoria colectiva no solo al general Perón y a Evita sino la férrea conciencia de que “dónde hay una necesidad nace un derecho”, la persistente conciencia de la dignidad inherente al trabajo, y la esperanza de vivir con justicia social.
En el mismo sentido, la soberanía popular implica el reconocimiento y la reafirmación de los derechos de los Pueblos originarios. En esta etapa histórica esto es indispensable para la defensa de la vida frente a la ofensiva guerrerista del Imperio sobre los recursos naturales que azuza conflictos étnicos para saquear. Bolivia dio un ejemplo, un ejemplo extraordinario y tal vez sea lo que más le duele al imperio, porque logró superar faccionalismos y consolidar un Estado Plurinacional, un modelo de PAZ que puede aplicarse en distintos puntos del planeta contra la hoja de ruta imperial que es segregacionista, balcanizante, violatoria de la integridad territorial de los Estados.
Y eso me lleva a otro tema: liderazgos fuertes no se oponen, para nada, complementan el desarrollo de la organización y la soberanía popular. El diseño de la democracia burguesa no es para afianzar la libertad de los pueblos sino, fundamentalmente, la de los propietarios… yo también quiero elegir al presidente de Chevrón, del City Bank, de Apple, o de Google pero no puedo y ellos afectan nuestra vida tanto como un presidente….
3.- A la cultura del descarte opongamos la alegría del buen vivir: El Capital no domina únicamente por coerción. El Capital ofrece una ilusión. En el campo de las ideas, de la cultura, de la espiritualidad… en ese terreno pierden. Es el consumismo, esos son los espejitos de colores modernos. El consumismo es el opio de los pueblos en el siglo XXI.
Desde luego, no podemos negarle a los pueblos, sobre todo a los humildes que tanto han luchado, su legítima aspiración a consumir, una vez que la lucha social permite la redistribución del ingreso… pero tampoco podemos naturalizar como proyecto de vida, como meta cultural, que todos vivamos como en los videoclips reguetón con cinco mansiones, ocho autos, relojes de oro y la mujer cosificada. Primero porque ese proyecto de vida no está a la altura de la dignidad humana y segundo porque no está al alcance de todos… y la frustración genera violencia.
¿Qué es “calidad de vida”? Lo dijo Fidel Castro en la Universidad de Buenos Aires en 2003 nos dio una lección al respecto cuando, aún desde la filosofía marxista, reafirmó que los valores morales en sí son constitutivos de la calidad de vida, aún por sobre los materiales… “la calidad de vida es otra cosa, calidad de vida es patriotismo, calidad de vida es dignidad, calidad de vida es honor; calidad de vida es la autoestima a la que tienen derecho a disfrutar todos los seres humanos”[iii]. Son las 3T como base para desarrollar un proyecto de vida plena… no es la ansiedad enfermiza del compre y tire que nos propone el Capital.
Debemos oponernos al consumismo colectivo, al egoísmo colectivo y se trata de una verdadera batalla contracultural que tenemos la obligación de dar… Es la “revolución cultural” de la que habla Francisco, la “revolución mental” de la que hablaba Perón. Y nosotros tenemos un modelo alternativo para ofrecer…. Es el buen vivir, la economía popular, la organización comunitaria o si se quiere, la comunidad orgnaizada… vivir bien, que como dijo Francisco, no es lo mismo que pasarla bien y como dijo el canciller David tampoco es lo mismo que “vivir mejor”.
En ese sentido, los militantes populares tenemos una doble responsabilidad…. Predicar con el ejemplo. Lo que se dice con el pico se defiende con el cuero, con la propia vida. La ostentación consumista de algunos compañeros es verdaderamente escandalosa. Debemos purgar nuestros procesos populares del cáncer de la corrupción que deriva del inconsciente deseo de asimilarse a la burguesía, hay compañeros que indudablemente dieron mucho de sí para lograr las victorias de hoy pero se han desviado y desde abajo o los enderezamos o los echamos… No es un tema menor, es una batalla estratégica, porque esta debilidad nuestra la está instrumentando el enemigo para debilitar los procesos populares. Y con eso voy al último punto:
4.- Al programa de exterminio opongamos el proceso de cambio: Detrás del culto idolátrico al Dios dinero hay un proyecto de dominación y exterminio. El diablo existe y reaparece en cada dólar manchado con la sangre de un niño bombardeado, del niño ahogado porque la desertificación y la guerra lo han hecho emigrar, en los barrios arrasados por las inundaciones evitables, en las víctimas del narcotráfico y la trata de personas…. Como dijo Perón en 1972: “La Humanidad debe ponerse en pie de guerra en defensa de sí misma”
La defensa de la vida requiere unidad y que no nos roben las banderas… los guerreros del arcoíris son nuestros indígenas, nuestros campesinos, nuestros cartoneros… es Chico Mendez defendiendo la Amazonía desde el sindicato del caucho, y es cada militante que sin más armas que el profundo sentimiento de amor al prójimo (motivación de todo revolucionario) enfrenta el plan de exterminio…. No es Greenpeace, no son las ONGs, no son los “verdes” de Europa… es la señora de pollera con el rostro curtido de sol que por ahí no sabe leer español pero defiende el territorio porque sebe que no le pertenece a nadie, ni siquiera a ella misma… que la tierra no nos pertenece, sino que nosotros pertenecemos a la tierra… que somos “gente de la tierra” como dicen los Mapuche; son las manos de esta señora de pollera las que sostienen la esperanza de este mundo;
,… entonces unidad, unidad y más unidad, unidad de los pueblos, unidad de los campesinos, unidad de los trabajadores, por las 3-T, por la PAZ, por la MADRE TIERRA… Con el PUEBLO como vanguardia, con los POBRES DE LA TIERRA A LA CABEZA, transitemos el PROCESO DE CAMBIO EN DEFENSA DE LA VIDA HACIA UNA NUEVA SOCIEDAD.
- Juan Grabois, abogado argentino, es miembro de la coordinación nacional de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP).
Fragmento de ponencia en Tiquipaya II
http://www.alainet.org/es/articulo/173072
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