martes, 11 de marzo de 2014

La carta de Aveledo: La MUD desesperada por UNASUR







Por: Del Rosario Ignacio Denis

La llamada Mesa de la Unidad Democrática MUD envió una carta firmada por Ramón Guillermo Aveledo secretario ejecutivo de la alianza de partidos de la oposición, dirigiéndose al ministro de Asuntos Exteriores de Surinam, en especial al señor Winston Lakin, ministro de Asuntos Exteriores de Surinam y quien ejerce la presidencia Pro Tempore de Unasur, en la comunicación piden que no sea utilizado ese espacio como un instrumento de propaganda de lo que estas sucediendo en Venezuela, en la carta por su puesto se lo olvido que los 20 muertos en su gran mayoría fueron por franco tiradores o emboscada de guayas de alambre, aceite quemados, colocadas en las vías públicas por los guarimberos para accidentar a personas inocente, su único fin, sumar los muerto y culpar al gobierno de violación de los derechos humanos, no existe ningún duda que el señor  Aveledo es el primer conocedor e impulsor de todos estos hecho de violencia y criminalidad y es el primer contario a cualquier diálogo de paz y estabilidad en el país.

Esta realidad ya muy sentida por la mayoría de la población venezolana y conocido en todas parte del mundo, la MUD de forma desesperada adelanta un comunicado al presidente Pro Tempore de la UNASUR: "No es el momento para oír discursos ante los ojos de un país que se debate entre la angustia y la ira", señalan en su comunicado. Para este grupo minoritario de la sociedad Venezolana el debate político, dialogo franco de la realidad no es una alternativa en su ansia y deseo de mas violencia y criminalidad, para ellos es fortaleza otro tipo de propaganda, la mentira, manipulaciones pero a través de los grandes medios de comunicación privado encabezado por  CNN, son las armas principal de su estrategia de guerra de IV generación, la operación encubierta de los EE.UU es la de seguir incentivando guarimbas en las  calle, empujando a mas conflictividad social, mas disociación entre los Venezolano para convertirla en un vector de la acumulación de fuerza en lo militar, la guerra civil anhelada equivocadamente por este grupo de lumpen fascista es la esencia de este plan golpista en Venezuela, los rechazo y repudio de estas acciones intervencionistas, cualquier organismo multilaterales existente como bien hiso la OEA, es por un acto de coherencia para preservar la democracia, estabilidad y paz en el continente.

Este sector de la ultra derecha Venezolana optaron por la violencia y criminalidad como un fin intervencionistas, porque igual que su asesor Álvaro Uribe Vélez ya están en la basura de la historia como bien lo califico el comandante Hugo Chávez, ellos están seguro que después de la derrota en su propio espacio como  la Organización de estados Americano OEA, donde el concejo permanente rechazo con amplia mayoría la propuesta intervencionista propiciada desde el gobierno Panameño, en la UNASUR será más difícil apoyar una propuestas guerrerista, en esta oportunidad es necesario enterrar las basura que siguen oliendo a azufre.

Esta vez la convocatoria para la reunión de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), que se desarrollará el miércoles en Santiago para abordar precisamente la crisis de Venezuela, preocupan profundamente a este grupos de la extrema derecha Venezolana porque nuevamente va salir la verdad de lo que estas sucediendo, además se debatirán el alcance de lo que se pretenden llevar a la región desde una intervención militar en Venezuela, no hay duda que va a alcanzar a todos los países vecinos y  tiene un impacto para toda la región Latino Americana y Caribeña, esto referente a la última declaración y amenaza del vicepresidente de los EE UU Joe Biden por la derrota en la OEA.

Esta vez los países del sur y los pueblos del mundo hay una necesidad histórica de unión y solidaridad autentica con la Revolución Bolivariana para neutralizar esta nueva pretensiones guerrerista en el continente.

Por la democracia verdadera, con derecho y de justicia social y contra el capitalismo decadente y su locura imperial.

¡No a la guerra, si a la paz!



Del Rosario Ignacio Denis. Ingeniero Agroecologico graduado en

Instituto Latinoamericano de Agroecologia Paulo Freire (IALA)

Twitter: @yiyoparaguay

Nuestra lucha por la Paz






Rebelión/Universidad de la Filosofía


No podemos aceptar la Paz obligados por las bayonetas


Lo fácil es hablar de Paz si se quiere, como tanto se ha hecho, maquillar con lentejuelas filantrópicas la hipocresía de las maquinarias burguesas para la violencia y la muerte. Es fácil desgarrarse las vestiduras y sacar a pasear frases plañideras, con desplantes de ocasión mediática y “políticamente correctas”. Todos sabemos que el capitalismo es un sistema absolutamente antagónico a la Paz. Todos sabemos que bajo el capitalismo la Paz verdadera es imposible. No es lo mismo conquistar “treguas” que conquistar la Paz. Desde sus púlpitos mediáticos el capitalismo nos relata, a voz en cuello, su amor por la muerte, su pasión por la destrucción y su romance eterno con el belicismo serial. Y lo han convertido en un gran negocio.
Es el capitalismo quien financia millones de películas de guerra, millones de series televisivas empapadas en sangre y crueldad. Es el capitalismo quien “crea” avalanchas de asesinatos y canalladas televisadas con toda impudicia. La Paz no tiene lugar en la mentalidad burguesa porque el capitalismo es la violencia por definición. La andanada criminal que el capitalismo también pone en sus pantallas, disfrazada de películas de “ficción” o de “noticieros”, es tributaria del estereotipo ideológico que tiene su base concreta en una realidad ensangrentada y que supera a toda ficción. Nada tienen de “pacíficos”.
Como ha sido muy “jugoso” el discurso de la Paz a lo largo de la Historia humana, lo han ensayado los poderes hegemónicos con silogismos de todo género, sin faltar los extraterrestres ni los reconciliatorios. Es enorme la lista de los “tratadistas” sobre la Paz y, visto lo visto, el primer paso hacia la Paz debería ser desarmar a quienes atacan a los pueblos con todo tipo de armas, es decir, las armas convencionales, las no convencionales… y las armas de guerra ideológica (universidades, monopolios mass media, iglesias y antivalores burgueses).
Los revolucionarios deben se expertos en definir y construir la Paz socialista, sin entelequias y sin cursilerías. La paz no se merece las traiciones de los hipócritas que, incluso en mesas de negociación, mientras hablan de Paz, siguen saqueando a los pueblos, siguen explotando a los trabajadores, siguen depredando los recursos naturales y siguen financiando operaciones mediáticas golpistas. Los conocemos muy bien porque “por el engaño nos han dominado más que por a fuerza”. Ya basta.
No toda lucha anti-guerra es sinónimo de Paz. Si la Paz implica desarmar a los pueblos o negarles su derecho a “la crítica de las armas” estamos condenándonos a repetir errores terribles. Lo que necesitamos es una lucha verdadera contra la guerra imperialista. La paz por la paz misma es un callejón sin salidas en el que los pueblos avanzan hacia un encierro ideológico con consecuencias objetivas monstruosas.
Toda lucha contra la guerra (sea del tipo que sea) exige entender su naturaleza y sus características. Se trata de una lucha que requiere análisis dialéctico permanente. Nadie debe ignorar que el capitalismo es un serio peligro para la clase trabajadora y, por lo tanto, los trabajadores no pueden bajar la guardia ante ninguna de las ofensivas, objetivas y subjetivas, que padecen diariamente. Caracterizar la guerra como una ofensiva del capitalismo, apenas sirve para ver uno de sus aspectos que siempre son usados por los charlatanes de la Paz burguesa como naipes trucados contra los pueblos.
La construcción del socialismo no es, solamente, “una lucha por la paz”
No son pocos los señores, los señorones y los señoritos de la burguesía que se exhiben como luchadores por “la paz” mientras prosperan los grandes negociados de la guerra que es, ella misma, un gran negociado para sus negocios. Las guerras son el comercio por otros medios. El pacifismo burgués es un tóxico ideológico que se propaga con “facilidad” entre los pueblos gracias a la urgencia que en ellos habita por frenar el agobio, con todo género de violencias, que se despliegan en su contra. Es fundamental el análisis y la acción del proletariado con un programa socialista de paz que sólo tiene sentido si aporta tiempo, espacio y condiciones concretas para profundizar el socialismo.
Todo programa de paz que se desvincule de la lucha de la clase trabajadora, puede ser sólo fraseología burguesa muy perniciosa y sentimentalista para engañar a los pueblos con artimañas cursis útiles para dejar que la burguesía gane tiempo y posiciones. Es necesario protegernos de los juegos de palabras y los espejismos que les encantan a los reformistas y en los que, en apariencia, se abordan temas de “Estado” para justificar “programas de paz” que sólo enmascaran negocios subterráneos y reconciliaciones de ocasión en las luchas inter-burguesas. Nada debe distraernos de la lucha y de nuestro programa socialista científico. Toda palabrería de esperanza de “paz” burguesa es un engaño... la paz verdadera sólo existe cuando cesa la propiedad privada y las relaciones de producción capitalistas.
El gran circo del sentimentalismo pacifista que la burguesía despliega en sus escenarios mediáticos no debe silenciar a los pueblos ni debe anestesiar su capacidad crítica. La única verdadera garantía de Paz es la derrota del capitalismo. No son los pueblos, que construyen el socialismo, quienes ejercen la violencia. El capitalismo es la violencia en sí mismo. Es el proyecto socialista y científico una de las acciones más certeras y contundentes para inquietar la Paz que la humanidad anhela y ese anhelo de paz de debe ser realizado por los pueblos y no por sus enemigos. Los revolucionarios debemos integrarnos a toda iniciativa de Paz, ir a todo movimiento de masas a favor de la paz para defender un programa socialista y señalar el camino hacia su solución con acciones revolucionarias. Porque el problema no es la Paz, el problema sigue siendo la necesidad de terminar con el capitalismo y todas las guerras que despliega para seguir adueñándose de los recursos naturales, la mano de obra y la conciencia de los pueblos. El colmo es que el burocratismo, aliado con la burguesía, trata de engañar a los trabajadores haciendo pasar como “programa de social pacifismo” sus “acuerdos” de negocios. Hay que desarmar al capitalismo, principalmente de su arma suprema que es la “propiedad privada” y todo lo que usa para defenderla.
La defensa de la Paz en abstracto es siempre una manera de engañar a la clase trabajadora. La propaganda burguesa por la Paz que carece de contenido revolucionario, sólo sirve para inocular ilusiones, desmoralizar al proletariado y abonar confianza en la filantropía burguesa que no es más que saliva ornamental para cócteles diplomáticos de los intereses más beligerantes. La idea de la Paz es posible, sin contenido socialista y de espaldas a los pueblos, es una monumental mentira histórica que nos ha costado muchísimo.
No se trata sólo de ideas. Un programa por la Paz socialista debe ser dictado por el curso de la historia y de la lucha de clases; debe reflejar y expresar las necesidades históricas de la clase trabajadora. Debe proporcionar respuestas vivas y concretas. La Paz socialista no se opone, únicamente, a la guerra, no se limita a luchar contra los ataques burgueses y todas las locuras depredadoras de la barbarie imperialista en sus campos mercantiles de guerra. La lucha contra el pacifismo burgués es inseparable de la Batalla de las Ideas que, también debe derrotar a la ideología de la clase dominante y a todas las variedades del engaño con el que nos han derrotado, incluso, más que por la fuerza. Hasta no derrotarlos no estaremos en Paz.
Fuente: Rebelion.Org

SILVIO RODRIGUEZ LE RESPONDE Al cantor BLADES

 
"Las verdaderas revoluciones son siempre difíciles. Che Guevara sabía algo de eso y decía que, en las verdaderas, se vence o se muere, porque una revolución no es una tranquila, pacífica obra de beneficencia, como cuando las encopetadas damas de la alta sociedad salen a hacerle caridad a los que no tienen justicia.

Una revolución es un vuelco, una ruptura, un abrupto cambio de perspectiva. Es cuando los oprimidos dejan de creer en que los que mandan –los que los oprimen– tienen la verdad de su lado, y piensan que el mundo puede ser diferente de como ha sido hasta entonces.

Pero claro que los opresores no se resignan a abandonar sus posiciones de dominio y luchan a vida o muerte por ellas, aunque aparentemente, los “otros” sean sus connacionales: enseguida se enajenan de la mayoría del pueblo, porque las revoluciones –no los golpes de estado– siempre son obra de la mayoría.

En un respetuoso diálogo con el presidente venezolano aunque no tanto con sí mismo, el cantautor Rubén Blades, hace años uno de los abanderados de la canción social en América Latina, expone su concepto de revolución:

Para mí, la verdadera revolución social
es la que entrega mejor calidad de vida a
todos, la que satisface las necesidades
de la especie humana, incluida la necesidad
de ser reconocidos y de llegar al estadio
de auto-realización, la que entrega oportunidad
sin esperar servidumbre en cambio.
Eso, desafortunadamente, no ha ocurrido
todavía con ninguna revolución[1].

Ni va a ocurrir en ninguna revolución verdadera, Rubén. No era sino la voluntad de mejorar la calidad de vida de la gente lo que inspiró la Reforma Agraria cubana, que entregó parcelas a miles de campesinos sin tierra y, esencial para procurar mejor calidad de vida, fue la alfabetización cubana de 1961, –porque no hay autorrealización sin saber leer– pero enseguida llegaron la invasión de Bahía de Cochinos y el bloqueo económico que es repudiado cada año en la ONU, aunque acaba de cumplir 52.

Me fascina esa idea de que una revolución social “satisface las necesidades de la especie humana”, y claro que eso solo lo hace una revolución cuando se la ve históricamente: no habría democracia ni derechos humanos sin la prédica de los iluministas: sin Voltaire, Montesquieu, Rousseau, pero los que llevaron adelante esas ideas en la práctica social, los que las impusieron como “necesidades de la especie humana” –Danton, Marat, Robespierre , porque las monarquías gobernaban por derecho divino– guillotinaron a la aristocracia francesa que se rebeló contra ellas, la aristocracia que ahogaba en sufrimientos, en miseria los derechos de los sans culottes, acaso los que Evita Perón llamó en su momento “los descamisados” y Martí “los pobres de la tierra”. 

El tiempo ha pasado, nos recuerda Blades, pero los derechistas venezolanos llaman “los tierrúos” a esos pobres sin zapatos que ellos explotan en el siglo XXI. Es imposible que una revolución haga felices a los dos grupos, porque la revolución va a dar justicia, y hacer justicia no es una fiesta de cumpleaños.

Es decir que nunca ha habido una revolución social como entiende Blades que debe ser. ¿Será que él no sabe lo que es una revolución social? Según se deduce de lo que escribe, no lo ha sido ni la inglesa, ni la francesa, ni la rusa, ni la mexicana, ni mucho menos la cubana que lideró Fidel Castro. Presumo que tampoco la venezolana de hace doscientos años, pese a que Blades escribe de esa Venezuela que ama como “el pueblo de Bolívar”. Y ¿qué hizo el Libertador? ¿Una tranquila y plácida obra de bienestar social? No gritó Patria o Muerte, sino que firmó un decreto de guerra a muerte para los enemigos de la patria, que eran los de la revolución.

Blades no sólo lo proclama ahora en esa respuesta a Maduro, sino que lo cantaba en sus canciones latinoamericanistas: “de una raza unida, la que Bolívar soñó”. Entonces, ¿el intento de realizar el sueño de Bolívar no es el proceso integrador que emprendió Chávez, y que enfrenta a un imperio que nos quiere divididos, sino que únicamente servirá para mover el culo bailando salsa? Y cantar a voz en cuello: “A to’a la gente allá en los Cerritos que hay en Caracas protégela”. A “to’a esa gente” la protegen, además de María Lionza, los médicos de Barrio Adentro, porque esos que gritan y agreden en las calles no se ocuparon jamás de la salud de los venezolanos humildes.

Tal vez fue María Lionza la que los mandó a bajar de los Cerritos, cuando el golpe de estado de abril de 2002, para sitiar el ocupado palacio de Miraflores y exigir el regreso del presidente que habían elegido. No te dejes confundir, Blades, “busca el fondo y su razón”, y trata de entender las revoluciones de la historia, no las que soñamos para tranquilizarnos.

Para Blades, el programa político del chavismo “obviamente no es aceptado por la mayoría de la población”. Lo que quiere decir que la mayoría que eligió a Maduro, no lo es. Blades ignora las 18 elecciones ganadas por el chavismo y el casi 60% de votantes que el PSUV obtuvo en las elecciones de diciembre –que la derecha dijo que sería un plebiscito– y declara mayoría a los representantes de la vieja derecha derrocada por Pablo Pueblo, porque ese hombre –nos recordó Neruda– despierta cada doscientos años, con Bolívar.

Me recuerdo a mí mismo, en los años setenta, en el antiguo apartamento de Silvio Rodríguez, con su puerta negra en la que había golpeado el mundo, descubriendo los primeros trabajos de Rubén Blades con la orquesta de Willy Colón. Nos encantábamos de encontrar una salsa patriótica, “La maleta”, aunque sabíamos que no eran ideas unánimes entre los latinoamericanos. Ninguna idea hondamente renovadora consigue apoyo unánime, al menos cuando aparece: el poder establecido –eso que los norteamericanos llaman stablishment– tiene muchos resortes, muchas maneras de “convencer”, de imponer sus intereses, y sabe que son pocos los que no ceden ante ellos.

Una cosa es cantar y otra vivir lo que se canta, y cantarlo en todas partes. Tengo vivo el recuerdo de ese extraordinario salsero que es Oscar D’Leòn, cantándole, en los años ochenta, a un público cubano que lo adoraba, que llenaba un coliseo de 15 mil localidades para escucharlo y cantar con él. Lo recuerdo feliz, arrojándose al suelo del aeropuerto de La Habana para besar la tierra de la isla al partir y, a las semanas, lo vi abjurando de su viaje a Cuba, cuando los magnates del disco en el Miami contrarrevolucionario, lo acusaron de comunista por cantar en La Habana, y amenazaron con cerrarle todas sus puertas, que eran también las más lucrativas de su realización como artista.

Oscar sabía que esa derecha, esa burguesía –y mucho menos el poder imperial que tenían detrás– no bromeaban: a Benny Moré, que era el mejor cantante de América Latina, la RCA Víctor no le grabó un disco más cuando decidió quedarse a vivir y a cantar en la Cuba revolucionaria.

Todo me lo explico, pero tengo la tristeza de que ya no podré escuchar a Rubén Blades como ese cantor de nuestra América que quiso ser.
Silvio Rodriguez