sábado, 22 de marzo de 2014

¿Cómo combatir la ofensiva fascista en Venezuela?




Por Atilio A. Boron

 ¿Qué hay que hacer para poner fin a la escalada violenta en Venezuela? Es obvio que el imperio tiene un libreto, como lo advirtiera Chávez en la conferencia que brindara la noche del 10 de Diciembre del 2007 en el Centro Cultural de la Cooperación de Buenos Aires.[1] Un libreto que fue ensayado en otros países desde hace mucho tiempo: el caso más notable que de alguna manera fijó los parámetros de este inducido proceso de fascistización fue el Chile de Allende. Luego de esa pionera experiencia criminal el libreto se ha ido perfeccionando con numerosos ensayos perpetrados en otros países y tentativas de sistematización teórica, la más importante de la mano de Eugene Sharp y su equipo del Albert Einstein Institute, un nombre mentiroso como pocos para una institución dedicada a diseñar nuevas estrategias de “cambio de régimen” que apelan a supuestas vías “no violentas” para derribar a gobiernos insumisos ante los dictados de Washington. Los casos de Libia, Siria, Ucrania y ahora Venezuela ilustran didácticamente lo que quiere decir la expresión “no violentas” para los estrategas e intelectuales del imperio.

Es inocultable el hecho de que el sistema internacional está atravesando por una turbulenta fase de transición geopolítica global. En poco más de una década surgieron nuevos centros de poder económico y político al paso que el poderío global de Estados Unidos se ha debilitado. Sigue siendo, sin duda, la potencia militar más importante del planeta pero eso no le alcanza para ganar guerras, como sobradamente lo prueban los casos de Vietnam, Irak y Afganistán. Sus aliados son cada vez más vacilantes e inciertos; sus vasallos menos obedientes y sus adversarios y rivales cada vez más poderosos e influyentes. Washington pierde posiciones en Oriente Medio: fracasó en su intento de atacar a Siria, sus chantajes a Irán terminaron siendo inocuas bravuconadas y sus aliados históricos en la región, las reaccionarias teocracias del Golfo son amenazadas por el avance del jihadismo e Israel despliega, en algunos temas, un juego propio que paradojalmente transforma a Washington en su reluctante subordinado. En Asia Central el sentimiento antinorteamericano llega a alturas sin precedentes y en el Extremo Oriente la creciente gravitación de China aparece como irresistible y destinada a mover las placas tectónicas del sistema internacional.

Es en este cuadro de declinación imperial que hay que comprender la cruenta ofensiva sediciosa lanzada contra la Venezuela Bolivariana, sede de la mayor reserva de petróleo del planeta y, por eso mismo, un incontenible imán para un país que construyó un modo de vida y cimentó su supremacía planetaria sobre la base del irresponsable derroche de ese recurso. Tal como ocurriera en la década de los setentas del siglo pasado, cuando las derrotas en Indochina (Vietnam, Laos, Cambodia) desataron una contraofensiva que culminó con la instalación de dictaduras militares en casi todos los países de América Latina y el Caribe, el retroceso global de Estados Unidos en el mundo actual lo impulsa nuevamente a buscar refugio en su “patio trasero”, como hace poco dijera John Kerry en su visita a la OEA. O en su tradicional “retaguardia estratégica”, como la definieran Fidel y el Che. Y para eso hay que barrer con regímenes políticos y gobiernos indeseables.

De ahí la enorme dificultad de poner fin al ataque de los fascistas en Venezuela, por más llamamientos al diálogo y a la paz que efectúe el presidente Nicolás Maduro y que son groseramente desoídos por la oposición.  Venezuela es la cabeza de playa de una estrategia de desestabilización integral de las democracias latinoamericanas que comenzando por la tierra de Chávez, intentará proseguir su marcha por Ecuador y Bolivia y, finalmente hacer pie en Argentina, Brasil y Uruguay. El resultado que se busca con esta operación es regresar América Latina y el Caribe a la situación prevaleciente en vísperas de la Revolución Cubana e instaurar en toda la región “gobiernos amigos”, neocoloniales y serviles en relación a los intereses económicos y geopolíticos de Washington. Esto es lo que convierte a la actual batalla de Venezuela en el equivalente de lo que fuera Stalingrado en la Segunda Guerra Mundial: una batalla decisiva, que no se puede perder porque el “efecto dominó” de una derrota sería demoledor para las luchas emancipatorias de nuestros pueblos y el imperio lo sabe. Pero detener esta escalada de violencia que hoy llena de luto y dolor a la República Bolivariana de Venezuela requiere lo siguiente:

a) en primer lugar, una sostenida presión internacional y doméstica, al interior de Estados Unidos, para que la Casa Blanca deje de alentar, organizar y financiar a la derecha venezolana embarcada en un proyecto irreversible de fascistización. Para eso Barack Obama debe reconocer el legítimo triunfo de Nicolás Maduro en las elecciones del 14 de Abril del 2013, ratificado por la contundente victoria del chavismo en las municipales del 8 de Diciembre de ese mismo año. La contumacia de Washington es una clarísima señal a los sediciosos de que sus crímenes cuentan con el incondicional aval del imperio. Sin este apoyo del gobierno norteamericana la ofensiva sería derrotada en cuestión de días. Obama debería ser denunciado ante el Tribunal Penal internacional como el principal instigador de la violencia que tantas muertes ha provocado en Venezuela.
b) segundo, descargar todo el rigor de la ley sobre los sediciosos y los manifestantes que apelan a todas las formas imaginables de la violencia. De lo contrario se produciría la metástasis de la fascistización englobando -como parece evidente en estos días- a sectores cada vez más amplios de la oposición atraídos a la estrategia del derrocamiento por la vía de la violencia del gobierno bolivariano por dos factores. Por un lado, la impunidad con que se espera contar del acosado gobierno bolivariano que ha sido excesivamente tolerante con los revoltosos (hablamos de gente que destruye bienes públicos y privados; tiende “guayas” para degollar motorizados; ataca con “bombas molotov”, etcétera); por el otro, por el “ejemplo exitoso” de Ucrania, en donde una banda de neonazis se montó sobre una protesta originalmente pacífica y perpetrando toda clase de crímenes y desmanes se hizo del gobierno, mismo que fue inmediatamente reconocido por la Casa Blanca y sus compinches de la Unión Europea. La blandura en el tratamiento de los sediciosos y los violentos precipitará la desmoralización de las filas chavistas, la disgregación de sus estructuras organizativas y una muy negativa modificación de la correlación de fuerzas en desmedro de la revolución y a favor de la contrarrevolución, porque de esto se trata cuando en Washington se habla de “cambio de régimen”. En momentos como este, la benignidad en el tratamiento de quienes quieren lograr a sangre y fuego borrar de la faz de la tierra a la Revolución Bolivariana es el camino seguro para la autodestrucción del proceso. Primero habrá que aplastar la contrarrevolución en marcha, y luego se verá quienes serán los que merezcan beneficiarse de la generosidad e hidalguía de la revolución ratificada en el poder.

c) Tercero, potenciar y mejorar la organización popular y sus mecanismos de movilización. La derecha intentará combinar sus acciones violentas y destituyentes con el control “pacífico” de las calles con guarimbas, marchas y toda clase de manifestaciones callejeras. El chavismo deberá recuperar rápidamente su memoria y dejar bien sentado que su predominio en este terreno ha sido y deberá seguir siendo incontrastable, más allá de cualquier acuerdo al que pueda llegarse en las mesas de diálogos. Porque sin el respaldo de “la calle” y el pueblo organizado tales acuerdos cupulares carecerán por completo de eficacia. Y además habrá que hacer consciente a la base chavista y al pueblo en general que lo que está en juego es el futuro de la Revolución Bolivariana y las conquistas históricas de quince años, y que su efectiva defensa requiere inexorablemente la inmediata profundización del socialismo y el inmediato cumplimiento de las orientaciones establecidas por el Comandante Hugo Chávez Frías en el “Golpe de Timón” dado a conocer en la reunión del Consejo de Ministros del 20 de Octubre del 2012. Cualquier gobierno que surja como producto de esta contraofensiva imperial procederá de la misma manera que lo hizo el 11 de Abril del 2002 el gobierno de Pedro Carmona Estanga, cuando en su primer decreto derogó de un plumazo la Constitución de 1999 y todos los derechos establecidos en la misma, disolvió todos los poderes del estado, declaró ilegal el marco jurídico existente, removió todas las autoridades surgidas del voto popular en los niveles nacional, estatal y municipal y puso fin al convenio de cooperación con Cuba.

d) Por último, será preciso extremar todos los recursos para librar con la máxima eficacia el combate en el crucial terreno de los medios de comunicación de masas, que al decir del Pentágono es el ámbito primordial en el que hoy se libra la guerra que enfrenta la revolución con la contrarrevolución, y en el cual los gobiernos progresistas y de izquierda de la región siempre han demostrado peligrosas debilidades ante enemigos que desde hace mucho tiempo desplegaron una estrategia de dominación y manipulación mediática que ha tenido profundas repercusiones en el imaginario popular. Mentiras sistemáticamente propaladas terminan siendo percibidas como verdades indiscutibles, y ante esto es preciso responder en forma adecuada utilizando creativamente todos los medios tradicionales de comunicación (prensa, radio, televisión) pero también las grandes posibilidades que ofrecen las redes sociales. 
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[1] Un resumen de la misma se encuentra disponible en https://www.youtube.com/watch?v=bUd5lY9vV0w#t=58

La verdad sobre Venezuela Una revuelta de ricos, no una "campaña de terror"




The Guardian / AVN


Las imágenes forjan la realidad, lo que da a la televisión, los videos y hasta a las fotografías un poder con el que pueden cavar profundo en la mente de las personas, incluso sin que ellas se den cuenta. Pensé que también yo era inmune a los repetitivos retratos de Venezuela como Estado fallido en medio de una rebelión popular. Pero no estaba preparado para lo que vi en Caracas este mes: qué poco de la vida cotidiana parecía estar afectado por las protestas, la normalidad que reina en la gran mayoría de la ciudad. También yo había sido engañado por la imaginería mediática.Grandes medios han reportado que los pobres en Venezuela no se han unido a las protestas de la oposición de derecha, pero esto es un eufemismo: no es solamente que los pobres se abstienen – en Caracas, son casi todos excepto pocas áreas como Altamira, donde pequeños grupos de manifestantes se meten en batallas nocturnas con las fuerzas de seguridad, lanzan piedras y bombas incendiarias y corren del gas lacrimógeno.
Caminando desde el barrio de clase trabajadora Sabana Grande hasta el centro de la ciudad, no hay señales de que Venezuela esté al borde de una "crisis" que requiera la intervención de la Organización de Estados Americanos (OEA), a pesar de lo que John Kerry diga. El Metro también trabajaba muy bien, aunque no pude bajarme en la estación Altamira, donde los rebeldes habían puesto su base de operaciones hasta que los sacaron esta semana.
Logré ver las barricadas por primera vez en Los Palos Grandes, área de clase alta donde los manifestantes sí tienen apoyo popular y los vecinos gritarán a cualquiera que trate de remover las barricadas – algo arriesgado de intentar (al menos cuatro personas aparentemente han sido asesinadas a tiros por hacerlo). Pero incluso aquí en las barricadas, la vida era bastante normal, excepto por algún tráfico fuerte. El fin de semana, Parque del Este estaba lleno de familias y corredores sudando en un calor de 32 grados – antes de Chávez, había que pagar para entrar y los habitantes, según me dijeron, estaban decepcionados porque a los menos acomodados se les permitía entrar de gratis. Los restaurantes siguen llenos en la noche.
Viajar ayuda a verificar la realidad un poco más, por supuesto, y yo visité Caracas principalmente para obtener información en el área económica. Pero vine escéptico respecto al cuento, reportado a diario en los medios, de que el desabastecimiento de productos básicos era la razón para las protestas. La gente a la que la escasez le crea más molestias es, por supuesto, los pobres y las clases trabajadoras. Pero los habitantes de Los Palos Grandes y Altamira, donde vi verdaderas protestas, tienen sirvientes que hacen cola para lo que necesitan y tienen el ingreso y el espacio para acumular algo de existencias.
Esta gente no está sufriendo – les está yendo muy bien. Sus ingresos han aumentado a buen paso desde que el gobierno de Chávez tomó control de la industria petrolera hace una década. Incluso tienen un gran apoyo del gobierno: cualquiera con una tarjeta de crédito (excepto pobres y millones de la clase trabajadora) tiene derecho a $3.000 por año, a una tasa de cambio subsidiada. Después, pueden vender los dólares seis veces más caros de lo que pagaron, en lo que suma un subsidio anual multimillonario en dólares para los privilegiados – y todavía estos son los que abastecen la base y a las tropas de la sedición.
La naturaleza de clase de esta lucha siempre ha sido cruda e irrefutable, ahora más que nunca. Caminando entre las masas que fueron a las ceremonias por el aniversario de la muerte de Chávez, el 5 de marzo, se veía un mar de venezolanos de la clase trabajadora, decenas de miles de ellos. No había ropas caras o zapatos de $ 300. Qué contraste con las masas descontentas de Los Palos Grandes, que tenían camionetas todoterreno Grand Cherokee de $ 40.000 portando el eslogan del momento: SOS VENEZUELA.
En lo que se refiere a Venezuela, John Kerry sabe de que lado de la guerra de clases está. La semana pasada, justo cuando me iba, el Secretario de Estado de Estados Unidos duplicó su descarga de retórica contra el gobierno, acusando al presidente Nicolás Maduro de fomentar una "campaña de terror contra su propio pueblo". Kerry también amenazó con invocar la Carta Democrática Interamericana de la OEA contra Venezuela, así como de aplicar sanciones.
Alardear sobre la Carta Democrática contra Venezuela es casi como amenazar a Vladimir Putin con un voto de la ONU sobre la secesión en Crimea. Quizás Kerry no se dio cuenta, pero apenas unos días antes de sus amenazas, la OEA votó una resolución que Washington introdujo contra Venezuela y le dio la vuelta, declarando la "solidaridad" del organismo regional con el gobierno de Maduro. Veintinueve países la aprobaron y sólo los gobiernos de derecha de Panamá y Canadá se aliaron con Estados Unidos contra ella.
El artículo 21 de la Carta Democrática de la OEA aplica ante la "interrupción inconstitucional del orden democrático de un Estado miembro" (como el golpe militar de 2009 en Honduras, al cual Washington ayudó a legitimar, o el golpe militar de 2002 en Venezuela, que tuvo aún más colaboración del gobierno estadounidense). Debido a este voto reciente, la OEA podría invocar la Carta Democrática más en contra del gobierno de Estados Unidos, por las muertes que causan sus drones a ciudadanos estadounidenses sin juicio, de lo que podría hacerlo contra Venezuela.
La retórica de "campaña de terror" de Kerry está igualmente divorciada de la realidad y como era de esperarse provocó una respuesta equivalente del canciller de Venezuela, que llamó "asesino" a Kerry. Esta es la verdad sobre las acusaciones de Kerry: desde que comenzaron las protestas en Venezuela, resulta que más personas han muerto de la mano de los manifestantes que de las fuerzas de seguridad. De acuerdo a las muertes reportadas por el CEPR (Centro de Investigación en Economía y Política) durante el último mes, además de los asesinados por tratar de remover las barricadas puestas por los manifestantes, por lo menos siete aparentemente han muerto debido a las obstrucciones creadas por los manifestantes – incluyendo un motorizado que se degolló con una guaya colocada en la carretera – y cinco oficiales de la Guardia Nacional han sido asesinados.
Respecto a la violencia por parte de cuerpos de seguridad, presuntamente tres personas podrían haber sido asesinadas por la Guardia Nacional u otras fuerzas de seguridad – incluyendo dos manifestantes y un activista que apoyaba al gobierno. Algunas personas acusan al gobierno de otras tres muertes por civiles armados; en un país con un promedio de más de 65 homicidios por día, es completamente posible que esta gente actuara por su cuenta.
Un total de 21 miembros de las fuerzas de seguridad están bajo arresto por supuestos abusos, incluyendo por algunos de los asesinatos. Esto no es una "campaña de terror".
Al mismo tiempo, es difícil encontrar una denuncia seria sobre la violencia opositora entre los más importantes líderes de la oposición. Según datos de encuestas, las protestas son rechazadas en gran medida en Venezuela, aunque se ven mejor afuera cuando son promovidas como "protestas pacíficas" por gente como Kerry. Las encuestas también sugieren que la mayoría de los venezolanos ven estos disturbios como lo que son: un intento de derrocar un gobierno elegido.
La política interna de la postura de Kerry es bastante simple. Por un lado, tienes el lobby cubano-americano de la derecha de la Florida y sus aliados neoconservadores gritando a favor del derrocamiento. A la izquierda de la extrema derecha, bueno, no hay nada. A esta Casa Blanca le importa muy poco América Latina y no hay consecuencias electorales por hacer que la mayoría de los gobiernos del hemisferio se molesten con Washington.
Quizás Kerry piensa que la economía de Venezuela colapsará y que eso llevará a algunos de los venezolanos no ricos a las calles contra el gobierno. Pero la situación económica en realidad se está estabilizando – la inflación mensual bajó en febrero y el dolar del mercado paralelo ha bajado drásticamente ante las noticias de que el gobierno está introduciendo una nueva tasa de cambio basada en el mercado. Los bonos soberanos de Venezuela tuvieron un rendimiento de 11,5% desde el 11 de febrero (el día que comenzaron las protestas) al 13 de marzo, el más alto rendimiento según el índice de bonos de mercados emergentes de Bloomberg. La escasez probablemente bajará en las próximas semanas y meses.
Por supuesto, esto es exactamente el principal problema de la oposición: la próxima elección será dentro de un año y medio y para esa fecha, la escasez económica y la inflación que han aumentado tanto en los últimos 15 meses se habrán aliviado. En este sentido, la oposición posiblemente perderá las elecciones legislativas, así como ha perdido cada elección en los últimos 15 años. Pero su actual estrategia insurreccional no está ayudando a su propia causa: parece que han dividido a la oposición y unido a los chavistas.
El único lugar donde la oposición parece estar ganando amplio apoyo es en Washington.
* Publicado en The Guardian, el jueves 20 de marzo de 2014.
* Traducido por AVN.
Fuente: http://www.avn.info.ve/contenido/verdad-sobre-venezuela-una-revuelta-ricos-no-una-quotcampa%C3%B1a-terrorquot