Consortiumnews
| Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens | 
 Lo que no dice el Times en ese
 contexto es que el Frente Nusra es el afiliado de al-Qaida en Siria, 
una omisión que tal vez se explica porque esa información adicional 
afectaría el tono justiciero del artículo, acusando a Rusia de mala fe 
al atacar a grupos rebeldes diferentes del Estado Islámico. 
 
Pero los rusos han dejado claro que su intención era realizar ataques 
aéreos contra la mezcla de grupos rebeldes en los cuales al-Qaida así 
como el Estado Islámico ocupan papeles destacados. El Times y el resto de los medios dominantes de comunicación de EE.UU. solo juegan cuando pretenden otra cosa. 
 Además, la realidad sobre la fragmentada coalición rebelde de Siria es 
que es virtualmente imposible distinguir entre los pocos rebeldes 
“moderados” y los numerosos extremistas suníes. Por cierto, muchos 
“moderados”, incluyendo algunos entrenados y armados por la CIA y el 
Pentágono, se han unido al Frente Nusra de al-Qaida, llegando a entregar
 armas y equipamientos estadounidenses a ese afiliado de la organización
 terrorista que atacó Nueva York y Washington el 11 de septiembre de 
2001. A menos que olvidemos que fue ese evento el que condujo a la 
intervención militar directa de EE.UU. en Oriente Próximo. 
 No 
obstante, en los últimos meses, el Gobierno israelí y sus aliados 
neoconservadores estadounidenses han estado lanzando globos sonda 
preguntando si al-Qaida podría ser reetiquetado como “suní moderado” y 
convertirse en un aliado de facto de EE.UU. para lograr un “cambio de 
régimen” en Siria, deponiendo al presidente Bashar al-Asad quien ha 
estado durante años casi a la cabeza de la lista negra 
israelí/neoconservadora. 
 Un tema clave de la propaganda 
neoconservadora ha sido propagar la teoría conspirativa de que Asad y el
 Estado Islámico están de alguna manera coludidos y que por lo tanto 
al-Qaida es el mal menor. Aunque no existen pruebas que apoyen esta 
teoría conspirativa, incluso fue mencionada por Charlie Rose en su 
entrevista “60 Minutes” del domingo pasado con el presidente ruso 
Vladimir Putin. La realidad es que el Estado Islámico y al-Qaida dirigen
 ambos la lucha para destruir el Gobierno secular de Asad, que 
contraataca a ambos grupos. 
 Y si esos dos principales grupos 
terroristas vieran una posibilidad de izar sus banderas negras sobre 
Damasco, podrían reparar sus desavenencias tácticas. Tendrían mucho que 
ganar mediante el derrocamiento del régimen de Asad, que es el principal
 protector de cristianos, alauíes, chiíes y otros “herejes” de Siria. 
 La disputa primordial entre al-Qaida y el Estado Islámico, que comenzó 
como “al-Qaida en Irak”, es cuándo iniciar un califato fundamentalista. 
El Estado Islámico cree que el califato puede comenzar ahora mientas que
 al-Qaida dice que la prioridad debe ser la realización de más ataques 
terroristas contra Occidente. 
 Sin embargo, si Damasco cae, los 
dos grupos podrían obtener una cierta satisfacción: El Estado Islámico 
podría ocuparse de decapitar a los “herejes” mientras al-Qaida podría 
conspirar para realizar nuevos ataques drásticos a objetivos 
occidentales, una siniestra situación de provecho mutuo. 
 Se 
podría pensar que el Gobierno de EE.UU. debería concentrarse en evitar 
una eventualidad semejante, pero el histérico prejuicio antirruso de The New York Times
 y el resto de los medios de comunicación dominantes significa que todo 
lo que haga Putin debe presentarse de la forma más negativa. 
 El frenesí contra Putin 
 El jueves, un presentador de CNN
 se lanzó a hablar de ataques de la fuerza aérea de Putin contra 
“nuestros muchachos”, es decir, los rebeldes entrenados por la CIA, y 
exigió saber qué se podría hacer para detener los ataques rusos. Ese 
frenesí fue nutrido por el artículo del Times, escrito por el 
corresponsal neoconservador de seguridad nacional Michael R. Gordon, un 
destacado promotor del fraude de las armas de destrucción masiva de Irak
 en 2002. 
 El artículo de The Times insistió en que los 
rusos estaban atacando a los inocentes rebeldes “moderados” violando el 
supuesto compromiso de Rusia de combatir solo contra el Estado Islámico.
 Pero Putin nunca restringió su apoyo militar al gobierno de Asad a 
ataques contra el Estado Islámico. 
 Por cierto, incluso el Times
 comenzó esa parte del artículo mencionando la cita de Putin de que 
Rusia estaba actuando “preventivamente para combatir y destruir a 
combatientes y terroristas en los territorios que ya ocupaban”. Putin no
 limitó las acciones de Rusia al Estado Islámico. 
 Pero el artículo del Times
 argumenta como si la frase “combatientes y terroristas” pudiera 
aplicarse solo al Estado Islámico, escribiendo: “Pero funcionarios 
estadounidenses dijeron que el ataque no se dirigía contra el Estado 
Islámico sino contra otros grupos opositores que combatían al Gobierno 
[sirio]”. 
 A menos que The New York Times ya no crea que 
al-Qaida sea un grupo terrorista su texto no tiene sentido. Por cierto, 
el Frente Nusra de al-Qaida ha emergido como el elemento dirigente del 
denominado Ejército de la Conquista, una coalición de fuerzas rebeldes 
que ha estado utilizando sofisticado armamento estadounidense incluyendo
 misiles TOW para lograr importantes progresos contra el ejército sirio 
alrededor de la ciudad de Idlib. 
 Es muy probable que el 
armamento provenga de aliados regionales de EE.UU. ya que Arabia Saudí, 
Turquía, Catar y otros estados del Golfo gobernados por suníes han 
estado apoyando a al-Qaida, al Estado Islámico y a otros grupos rebeldes
 suníes en Siria. Esta realidad fue revelada en un informe de la Agencia
 de Inteligencia de la Defensa y fue mencionada sorpresivamente por el 
vicepresidente Joe Biden. 
 El 2 de octubre de 2014, Biden dijo 
en una conferencia en la Escuela Kennedy de Harvard: “nuestros aliados 
en la región fueron nuestro mayor problema en Siria… los saudíes, los 
emiratos, etc., ¿Qué estaban haciendo? Enviaron cientos de millones de 
dólares y decenas de miles de toneladas de armas militares a cualquiera 
que estuviera dispuesto a luchar contra Asad, excepto que la gente 
suministrada eran Al Nusra y al-Qaida y los elementos extremistas de 
yihadistas provenientes de otras partes del mundo”. 
 El Frente 
Nusra de al-Qaida también se benefició de una alianza de facto con 
Israel, que ha aceptado a combatientes heridos de Nusra para darles 
tratamiento médico y luego devolverlos al campo de batalla en torno a 
los Altos del Golán. Israel también ha realizado ataques aéreos dentro 
de Siria en apoyo a los progresos de Nusra, incluyendo la muerte de 
asesores de Hizbulá y de Irán que ayudaban al Gobierno sirio. 
 
Los ataques israelíes dentro de Siria, como los realizados por EE.UU. y 
sus aliados, violan el derecho internacional porque no cuentan con el 
permiso del Gobierno sirio, pero esos ataques israelíes y de la 
coalición de EE.UU. son tratados como correctos por los medios de 
comunicación dominantes de EE.UU. en contraste con los ataques aéreos 
rusos, que se tratan de ilícitos a pesar de que son realizados por 
invitación del Gobierno reconocido de Siria. 
 La decisión de Obama 
 En última instancia, el presidente Barack Obama tendrá que decidir si 
quiere cooperar con Rusia e Irán en el rechazo de al-Qaida, el Estado 
Islámico y otros yihadistas o reajusta la política de EE.UU. de acuerdo 
con la obsesión de Israel por el “cambio de régimen” en Siria, incluso 
si eso significa una victoria de al-Qaida. En otras palabras, ¿debería 
EE.UU. dar un giro total en Oriente Próximo y ayudar a la victoria de 
al-Qaida? 
 Preferir al-Qaida a Asad es la posición israelí, 
compartida también por muchos neoconservadores. La prioridad para la 
estrategia israelí/neoconservadora ha sido buscar un “cambio de régimen”
 en Siria como una manera de contrarrestar a Irán y su apoyo a Hizbulá 
en el Líbano, ambos partes del islam chií. 
 Según este modo de 
pensar si Asad, un alauí, parte del islam chií, puede ser derrocado, un 
nuevo régimen dominado por suníes en Siria destruiría las líneas de 
suministro de Hizbulá desde Irán y así facilitaría una actuación más 
agresiva de Israel contra los palestinos e Irán. 
 Por ejemplo, 
si Israel decide volver a reprimir a los palestinos o bombardear las 
instalaciones nucleares de Irán, actualmente tiene preocuparse de la 
posibilidad de que Hizbulá en el sur del Líbano lance misiles sobre 
importantes ciudades israelíes. Sin embargo, si la fuente de misiles 
iraníes de Hizbulá es bloqueada por un nuevo régimen suní en Damasco, la
 preocupación por los ataques de Hizbulá disminuiría. 
 La 
preferencia de Israel por al-Qaida en lugar de Asad ha sido reconocida 
por altos funcionarios israelíes durante los últimos dos años aunque 
nunca se ha mencionado en los medios dominantes de EE.UU. En septiembre 
de 2013, el embajador de Israel en EE.UU., Michael Oren, entonces un 
asesor cercano del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, dijo al Jerusalem Post que Israel prefería a los extremistas suníes en lugar de Asad. 
 “El mayor peligro para Israel es el arco estratégico que se extiende 
desde Teherán a Damasco y Beirut. Y nosotros vimos al régimen de Asad 
como el pilar principal en ese arco,” dijo Oren al Jerusalem Post
 en una entrevista. “Siempre hemos querido que Bashar Asad se vaya, 
siempre preferimos a los muchachos malos que no eran apoyados por Irán a
 los muchachos malos que eran apoyados por Irán”. Dijo que era así 
incluso si los “muchachos malos” estaban afiliados a al-Qaida. 
 Y
 en junio de 2014, hablando entonces como exembajador en una conferencia
 del Instituto Aspen, Oren entró en más detalles en su posición diciendo
 que Israel incluso preferiría una victoria del brutal Estado Islámico a
 la continuación de Asad respaldado por Irán en Siria. “Desde la 
perspectiva de Israel, si tiene que haber un mal que llegue a 
prevalecer, que prevalezca el mal suní”, dijo Oren. 
 Esa, por lo
 tanto, es la alternativa que enfrentan el presidente Obama y el pueblo 
de EE.UU. A pesar de la engañosa información de The New York Times, CNN
 y otros importantes medios noticiosos estadounidenses, las opciones 
realistas son bastante claras: trabajar con Rusia, Irán y el ejército 
sirio para rechazar a los yihadistas suníes en Siria (mientras se busca 
un acuerdo para compartir el poder en Damasco que incluya a Asad y 
algunos de sus rivales políticos respaldados por EE.UU.) o tomar partido
 por al-Qaida y otros extremistas, incluyendo al Estado Islámico, con el
 objetivo de derrocar a Asad y esperar que los míticos rebeldes 
“moderados” lleguen a materializarse y lograr de alguna manera el 
control de Damasco. 
 Aunque me dicen que Obama ha preferido en 
privado la primera alternativa, siente tanto temor de la reacción 
política de los neoconservadores y sus compinches “liberales 
intervencionistas” que piensa que debe actuar como un tipo duro 
ridiculizando a Putin y denunciando a Asad. 
 El peligro de esa 
actitud artera es que la tendencia de Obama de decir una cosa y la 
contraria podría acabar provocando una confrontación entre EE.UU. con 
armas nucleares y Rusia con armas nucleares, una crisis que sus trucos 
verbales no lograrían controlar. 
El periodista de investigación Robert Parry reveló muchas de las historias de Irán-Contra para The Associated Press y Newsweek en los años ochenta. Su nuevo libro es America’s Stolen Narrative.
Fuente: https://consortiumnews.com/2015/10/01/should-us-ally-with-al-qaeda-in-syria/
 
 
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