Com-partir, es la única solución para evitar las gravísimas desigualdades sociales y asimetrías a que ha conducido el neoliberalismo globalizador.
Es éticamente inaceptable que cada día mueran de hambre más de 20.000 personas al tiempo que se invierten 3.000 millones de dólares en gastos militares y armamento. Bastaría con una reducción razonable de estas ingentes y desproporcionadas cifras para que pudieran incrementarse rápida y sustancialmente las ayudas al desarrollo endógeno, sostenible y humano en todo el mundo; se atendiera el legado intergeneracional del medio ambiente, asegurando que se impida el deterioro irreversible de la habitabilidad de la Tierra; la cooperación internacional permitiría la realización de las grandes prioridades de la ONU: alimentación, agua, salud, ecología, educación, paz; y se haría posible el “nuevo comienzo” que preconiza la Carta de la Tierra.
Todos los seres humanos iguales en dignidad. Cada ser humano único capaz de crear, de diseñar su propio futuro en un proceso de educación permanente, de tal modo que todos sean “libres y responsables”, como define la UNESCO a los “educados”, actuando en virtud de las propias reflexiones y nunca al dictado de nadie. Con el fanatismo y dogmatismo, tolerancia cero.
Frente a la “profunda crisis del ultraliberalismo”, el Forum de Crans Montana propone “situar de nuevo al ser humano en el centro de toda política y estrategia”.
Es tiempo de acción, porque pueden alcanzarse puntos de no retorno. Es preciso aplicar tratamientos adecuados. Así como la refundación del Sistema de Naciones Unidas después de los ineficientes grupos plutocráticos (G-7, G-8, G-20), que el neoliberalismo estableció en la década de los ochenta. ¿Cómo pudo aceptarse que 6, 7, 8… 20 países guíen los destinos de 193? Y, sobre todo, deben re-ponerse los “principios democráticos”, que con tanta precisión establece la Constitución de la UNESCO, en donde el Partido Republicano de los Estados Unidos, en sus ambiciones hegemónicas y la Primer Ministro Margaret Thatcher como obediente acólito, situó las leyes mercantiles.
Ahora ya es posible que “Nosotros, los pueblos…”, silentes y obedientes desde tiempo inmemorial, puedan levantar la voz y participar activamente. Ahora, con la mujer progresivamente incorporada al proceso de toma de decisiones, ya es posible el imposible sueño, hasta hace bien pocos años, de emancipación de la humanidad.
Ahora ya podemos imaginar en el ciberespacio clamores populares para los cambios radicales que se requieren sin demora. No tendrá lugar la guerra de las galaxias en el espacio sideral sino en el espacio “digital” se originará la nueva paz, la formidable transición desde la fuerza a la palabra, desde una cultura de imposición, dominio y violencia a una cultura de encuentro, diálogo, conciliación y paz.
¿Cómo puede Europa, la gran emigrante, rechazar ahora a los inmigrantes? ¿Cómo puede poner obstáculos a su acceso en lugar de intensificar la ayuda al desarrollo para una vida digna en sus lugares de origen? ¿Por qué no completa rápidamente su edificio institucional con una unión política y económica? ¿Cómo puede aceptarse que la pretendida Europa-faro se haya detenido y circunscrito a una unión monetaria? ¿Por qué Europa sigue las pautas dictadas por el Partido Republicano norteamericano, cuando el propio Presidente Obama, para el bien de su país, las apartó cómo correspondía?
Convincentes voces se alzaron en los foros para reclamar con urgencia la solidaridad, la reposición de los valores éticos en el lugar en que han situado los bursátiles.
Si no hay evolución habrá revolución y que la diferencia entre estas dos palabras es la “r” de responsabilidad. Dejemos de seguir a los irresponsables y urjamos la transición de una economía basada en la especulación, la deslocalización productiva y la guerra a una economía de desarrollo sostenible y humano. De una cultura de guerra a una cultura de paz, liderada por un multilateralismo democrático y eficiente.
La mejor solución es el desarme aplicando una parte razonable de los colosales medios dedicados a la seguridad para el desarrollo de todos los pueblos, de tal modo que se haga realidad la igual dignidad y calidad de vida.
Desarme para el desarrollo: así de sencillo. Para ello son necesarias unas Naciones Unidas refundadas con urgencia. La solución existe. Falta el coraje y liderazgo para aplicarla. Antes la voz del pueblo no podía alzarse. Ahora sí. El clamor popular logrará los cambios que la humanidad reclama con urgencia.
*Catedrático de Farmacia, ex director de la UNESCO
Ecoportal.net
CCS
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