Televisión y medios
“No hay discurso (análisis científico, manifiesto político, etcétera) ni acción (manifestación, huelga, etc.) que, para tener acceso al debate público, no deba someterse a esta prueba de selección periodística, es decir, a esta colosal censura que los periodistas ejercen, sin darse cuenta, al no retener más que lo que es capaz de interesarlos, de “captar su atención”, es decir, de entrar en sus categorías, en sus esquemas mentales, y condenar a la insignificancia o a la indiferencia a expresiones simbólicas merecedoras de llegar al conjunto de los ciudadanos” subraya Pierre Bourdieu en su libro “Sobre la Televisión”. * El último 11 de Octubre se realizó un encuentro de muchas organizaciones de diferentes países, en La Tabacalera, que tenía por objeto denunciar de manera testimonial, -porque las penas y las lágrimas ya se han gastado-, la ignorancia socializada de festejar los 12 de Octubre, en un acto de patrioterismo y engalanamiento de un país, por, - en otro momento de su historia haber invadido naciones, culturas, haber robado y asesinado, - y, aun hoy día seguir celebrándolo. Sería algo así como celebrar el día del Esclavo en Cataluña, que tantos beneficios económicos generó a ilustres apellidos de esa comunidad en los tiempos del esclavismo. Se entiende que ciertos análisis hay que realizarlos desde el propio marco histórico, pero ya han pasado 500 años para seguir, -sin atisbo de culpabilidad ni reflexión social por nuestra parte, ya sea como potencia invasora en otro marco histórico o como país del primer mundo, porque el concepto de clasismo, también lo hacen extensibles a países, no solo a clases sociales.
Revuelta de ideas
Si estos dos temas, la reflexión de Pierre Bourdieu acerca de la invisibilidad que practica el periodismo y la denuncia de “No hay nada que Celebrar” por parte de muchos españoles y muchos latinoamericanos que se dieron cita allí, en Tabacalera, - el 11 de Octubre-, los ponemos en un cuenco y revolvemos, el resultado es la ausencia de los medios generalistas en esa fiesta. Y, con tristeza, entendemos porque ningún medio de los generalistas se ocupó de cubrir esa queja simbólica, de hacer mención de ello, de mostrar la otra cara de la realidad, de proponer otro punto de vista, que denuncia la arrogancia, la ignorancia institucionalizada de celebrar algo que en su momento supuso claramente la invasión y un crimen de lesa humanidad a todo un continente.
Los medios generalistas tienen evidentes lazos visibles y no visibles con el poder, con el estado, con la banca, con los auspiciantes, con los políticos corruptos y los no corruptos, con empresas multinacionales, con capitales sórdidos, con capitales enmarañados de accionistas que en ocasiones no se sabe claramente de donde proceden. Y todo se hace en un imaginario sistema de armonía democrática, de libertades occidentales y cristianas, libertades teatralizadas, libertades amordazadas. Un oligopolio mediático de cuatro amigos que dirigen todos los medios con la anuencia cómplice de los periodistas de relumbrón, de la banca y del estado. Ahí están todos ellos. Escenificando esa obra de ficción que se llama periodismo libre y comprometido.
Se prioriza al anunciante y se narcotiza a la audiencia, se vomitan las noticias y se serializan las entrevistas, en muchas ocasiones mutiladas por las publicidad, se pactan las conferencias de prensa, las preguntas e incluso el teatro político, alimentando así el aspecto morboso y enfermizo del ser humano. Se vanagloria la importancia de personajes que desfilan por los estudios en condición de representantes, ya no periodistas, sino casi portavoces de una bancada, partido o tendencia partidista, cuando no lobistas de medios de comunicación, disfrazados de periodistas. Produce vergüenza ajena ver cómo los partícipes de los despidos, los desahucios, de una economía capitalista desaforada que alimenta y genera la usura y la avaricia, son los mismos capitales que auspician a estos periodistas de renombre, de esos programas de éxito que llenan nuestras pantallas, radios y medios gráficos.
Cambiar todo para que nada cambie
El cambio en los medios generalistas exige que laven sus trapos y su ética, se renueven porque sus programaciones huelen a rancio, o bien investiguen o cambien el actual mediocre estado de eso que mitificamos como periodismo responsable y que todos sabemos que ahí está, pero en los medios alternativos, universidades, en personas que ejercen el periodismo ciudadano y necesitan un canal a través del cual poder canalizar sus trabajos de investigación, sus denuncias. Pero por miedo al ridículo en una sociedad de cobardes y acomodaticia, se hace difícil reconocerlos y darles lugar en Statu Quo mediático. Difícil sino imposible es pedir a los medios comerciales que se retracten de su coparticipación en la sórdida cortina informativa que nos mostraron estos últimos años y que siguen practicando. Disfrazan de primicias lo que todo el mundo ya sabe, entrevistan personajes ya sea corruptos como no corruptos y siempre se hacen preguntas condescendientes sin abordar los temas de lleno. El periodismo de las generalistas es insano, manipulador y busca ampliar audiencias a costa de la integridad ontológica, no piensan en la información, sino solo en la cuenta de resultados. Se auto enaltecen de sus noticias, cuando la realidad es que entre los compromisos comerciales y los favoritismos políticos, solo buscan estacionarse cómodamente en algún costado de arco político para estar cobijados y abrigados baja la estela de la financiación de cualquier tipo.
Apostar por el periodismo ciudadano frente al periodismo supeditado a los capitales, es la salida natural y necesaria para dar cabida a los invisibles, a los que no muestran, a los que no dejan hablar y a una información más sana y directa. Por eso, el proyecto de televisiones, radios y medios comunitarios y alternativas es la opción al actual oscurantismo mediático.
Revuelta de ideas
Si estos dos temas, la reflexión de Pierre Bourdieu acerca de la invisibilidad que practica el periodismo y la denuncia de “No hay nada que Celebrar” por parte de muchos españoles y muchos latinoamericanos que se dieron cita allí, en Tabacalera, - el 11 de Octubre-, los ponemos en un cuenco y revolvemos, el resultado es la ausencia de los medios generalistas en esa fiesta. Y, con tristeza, entendemos porque ningún medio de los generalistas se ocupó de cubrir esa queja simbólica, de hacer mención de ello, de mostrar la otra cara de la realidad, de proponer otro punto de vista, que denuncia la arrogancia, la ignorancia institucionalizada de celebrar algo que en su momento supuso claramente la invasión y un crimen de lesa humanidad a todo un continente.
Los medios generalistas tienen evidentes lazos visibles y no visibles con el poder, con el estado, con la banca, con los auspiciantes, con los políticos corruptos y los no corruptos, con empresas multinacionales, con capitales sórdidos, con capitales enmarañados de accionistas que en ocasiones no se sabe claramente de donde proceden. Y todo se hace en un imaginario sistema de armonía democrática, de libertades occidentales y cristianas, libertades teatralizadas, libertades amordazadas. Un oligopolio mediático de cuatro amigos que dirigen todos los medios con la anuencia cómplice de los periodistas de relumbrón, de la banca y del estado. Ahí están todos ellos. Escenificando esa obra de ficción que se llama periodismo libre y comprometido.
Se prioriza al anunciante y se narcotiza a la audiencia, se vomitan las noticias y se serializan las entrevistas, en muchas ocasiones mutiladas por las publicidad, se pactan las conferencias de prensa, las preguntas e incluso el teatro político, alimentando así el aspecto morboso y enfermizo del ser humano. Se vanagloria la importancia de personajes que desfilan por los estudios en condición de representantes, ya no periodistas, sino casi portavoces de una bancada, partido o tendencia partidista, cuando no lobistas de medios de comunicación, disfrazados de periodistas. Produce vergüenza ajena ver cómo los partícipes de los despidos, los desahucios, de una economía capitalista desaforada que alimenta y genera la usura y la avaricia, son los mismos capitales que auspician a estos periodistas de renombre, de esos programas de éxito que llenan nuestras pantallas, radios y medios gráficos.
Cambiar todo para que nada cambie
El cambio en los medios generalistas exige que laven sus trapos y su ética, se renueven porque sus programaciones huelen a rancio, o bien investiguen o cambien el actual mediocre estado de eso que mitificamos como periodismo responsable y que todos sabemos que ahí está, pero en los medios alternativos, universidades, en personas que ejercen el periodismo ciudadano y necesitan un canal a través del cual poder canalizar sus trabajos de investigación, sus denuncias. Pero por miedo al ridículo en una sociedad de cobardes y acomodaticia, se hace difícil reconocerlos y darles lugar en Statu Quo mediático. Difícil sino imposible es pedir a los medios comerciales que se retracten de su coparticipación en la sórdida cortina informativa que nos mostraron estos últimos años y que siguen practicando. Disfrazan de primicias lo que todo el mundo ya sabe, entrevistan personajes ya sea corruptos como no corruptos y siempre se hacen preguntas condescendientes sin abordar los temas de lleno. El periodismo de las generalistas es insano, manipulador y busca ampliar audiencias a costa de la integridad ontológica, no piensan en la información, sino solo en la cuenta de resultados. Se auto enaltecen de sus noticias, cuando la realidad es que entre los compromisos comerciales y los favoritismos políticos, solo buscan estacionarse cómodamente en algún costado de arco político para estar cobijados y abrigados baja la estela de la financiación de cualquier tipo.
Apostar por el periodismo ciudadano frente al periodismo supeditado a los capitales, es la salida natural y necesaria para dar cabida a los invisibles, a los que no muestran, a los que no dejan hablar y a una información más sana y directa. Por eso, el proyecto de televisiones, radios y medios comunitarios y alternativas es la opción al actual oscurantismo mediático.
Nota
*“Sobre la Televisión” – Pierre Bourdieu - Editorial Anagrama-Colección Argumentos - Barcelona
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