Desde Irlanda hasta Bolivia
Red Pepper
Traducido del inglés para Rebelión por Sara Plaza. |
Durante meses y por
toda Irlanda se han sucedido las protestas en contra de la aplicación de
tasas al agua de uso doméstico, que, hasta que llegó la primera oleada
de facturas el pasado mes de abril, se había financiado con los
impuestos generales. La oposición a las tasas alcanzó su punto
culminante el 1 de noviembre, cuando más de 150.000 personas
participaron en más de 90 manifestaciones diferentes a lo largo y ancho
del país, después de meses de campaña a nivel local. De manera
igualmente espectacular, y solo unas pocas semanas antes, casi 100.000
personas se manifestaron por las calles de Dublín para expresar su enojo
ante una reforma que fue acordada como parte del rescate de 2010 que
negoció el Gobierno irlandés con la Unión Europea y el Fondo Monetario
Internacional (FMI). La campaña sigue teniendo bastante fuerza y podría
recibir un nuevo aliento a medida que el pago se convierta en una
cuestión acuciante.
Los hechos en Irlanda recuerdan a lo ocurrido
en Bolivia 15 años atrás, durante la famosa "guerra del agua" en
Cochabamba. En abril de 2000 los habitantes de esta ciudad de medio
millón de personas –más o menos del tamaño de Dublín– se unieron por
encima de las divisiones de clase y etnia y, literalmente, paralizaron
la ciudad con tres huelgas generales cuyo objetivo común era recuperar
el servicio de suministro de agua de las manos de una multinacional
extranjera.
La victoria de las organizaciones de base sobre
la multinacional Bechtel en una lucha que recordaba a David contra
Goliat, hasta el punto de que en las calles se emplearon tirachinas, se
volvió una historia conocida en todo el mundo. Sin embargo, lo que se ha
entendido menos es cómo esa lucha por el agua transformó radicalmente
la política del país de manera profunda y duradera.
Los ecos de
Bolivia en el actual conflicto del agua en Irlanda son claros. Uno es
el hecho de que la lucha ha despertado a un gigante dormido, movilizando
a la gente de un modo que hasta hace poco parecía imposible. Y el otro
es que, dependiendo de cómo se desarrolle esa lucha, también puede tener
efectos profundos y duraderos en la cultura política irlandesa.
Algo pasa con el agua –ya sea en Cochabamba o en Coolock– que consigue
tocar a la gente, tanto a nivel racional como instintivo, como no lo
hacen otras cuestiones. Dependemos de ella para cubrir la mayoría de
nuestras necesidades. Y cuando las elites empiezan a meterse por medio,
ya sea contaminando nuestros recursos hídricos, utilizándolos para la
minería o el proceso de fractura hidráulica, o bien impidiendo
potencialmente que las personas puedan acceder a ella convirtiéndola en
un "producto" del mercado, la gente se enfada. El equivalente español de
la expresión "the straw that broke the camel's back" [literalmente, "la brizna de paja que rompió el lomo del camello"] es, muy apropiadamente, "la gota que colmó el vaso"
Prácticas económicas abusivas
En Bolivia entonces y ahora en Irlanda, las personas han sido las
víctimas de las políticas económicas abusivas. Lo que en Irlanda se está
llamando austeridad, en Bolivia se conoció como "ajuste estructural":
recortes sobre los recortes y tendencia inexorable hacia la
privatización de las infraestructuras y los servicios públicos. De
manera obsesiva se fueron vendiendo las joyas de la familia para
equilibrar los asientos, un proceso que a menudo se llevó a cabo sin
consenso democrático y sin cuestionar las condiciones bajo las cuales
había aumentado la deuda pública. Mientras que en Irlanda son el Banco
Central Europeo (BCE) y el FMI quienes dictan las reglas, en Bolivia fue
el Banco Mundial quien insistió en la privatización del agua.
Los activistas bolivianos no denunciaron inmediatamente el ajuste
estructural al comenzar la guerra del agua, lo mismo que los activistas
irlandeses no empezaron hablando de las injusticias de la austeridad
cuando se inició el conflicto del agua en su país. Sin embargo, ambas
luchas sacaron a la superficie la punta de un iceberg que permanecía
oculto y lo mantuvieron a la vista el tiempo suficiente para que la
gente que nunca se hubiera considerado a sí misma activista pudiera ver
claramente que el sistema económico funcionaba en contra de sus
intereses.
La mayor parte del tiempo ese sistema opera por
debajo de la superficie, de manera que la corrupción y la intrusión de
las empresas en nuestros espacios democráticos solo son visibles para
los activistas y los investigadores especializados. Y bajo la superficie
el sistema está seguro. Pero cuando el barco choca contra el iceberg,
súbitamente salen a la luz sus mecanismos y las personas que normalmente
no son activistas pueden ver las cosas como realmente son.
La opinión pública
Hay algo en las luchas como éstas sobre el agua que despierta el
interés de la opinión pública de un modo que la mayor parte de las veces
solo imaginamos. Como señalaba Óscar Olivera, líder sindical de la
Coordinadora del Agua en Cochabamba durante las revueltas del agua:
"Siempre repetíamos aquellas consignas de 'Muerte al Banco Mundial',
'Muerte al FMI', 'Abajo con el imperialismo yankee', pero creo que [la guerra del agua fue] la primera vez que la gente lo entendió de manera directa".
La lección de Cochabamba hace 15 años y de Irlanda en estos momentos es
que, partiendo de situaciones cuidadosamente planificadas, solo
raramente acumulamos poder popular suficiente para desafiar el sistema.
Por lo común, esa acumulación de poder resulta de reconocer el momento
preciso –normalmente provocado por nuestros adversarios– en el que el
sistema se muestra como es y permite ver y entender claramente cómo
afecta negativamente la vida de las personas. Es en esos momentos cuando
entre las sombras de un público generalmente al margen surgen nuevos
activistas.
Según María Eugenia Flores, una joven activista que
alcanzó la mayoría de edad durante las revueltas del agua: "Ese momento
histórico en Cochabamba me permitió ver claramente lo que estaba
sucediendo en mi país, entender la política del agua, la privatización,
la lucha para defender este recurso y, sobre todo, conocer a otras
personas como yo que estaban despertando y abriendo los ojos ante las
injusticias que estaban viviendo".
Cuando estos espacios se
abren, la posibilidad de que se produzca el cambio parece alcanzable.
Puede que mucho de lo que se daba por sentado en una cultura política
resulte bastante menos seguro de lo que se pensaba.
Perder el miedo
En Bolivia, después de las revueltas del agua y en menos de cinco años,
los partidos que habían gobernado el país durante décadas
desaparecieron del mapa político junto con sus políticas económicas. Tan
pronto como se vio claro que podían ser desafiados y vencidos, la gente
perdió el miedo y las estructuras de poder político tradicionales se
derrumbaron.
En Irlanda muchos de los acuerdos políticos que
parecen inmutables podrían resultar tan débiles y frágiles como lo
fueron en Bolivia, y como están demostrando ser en lugares como Grecia y
España.
Como ha expresado el sindicalista y portavoz de la campaña Right2Water,
Brendan Ogle, a propósito de los logros de ese movimiento en Irlanda:
"Hasta ahora la gente se sentía sola; sentían que el Gobierno hace lo
que quiere la Troika, lo que quiere el FMI, lo que quiere el BCE, no lo
que quieren los ciudadanos. Ahora saben que no están solos".
Hay algo en el agua y en la manera como une a la gente en torno a una
causa común que puede ensanchar nuestros horizontes ante la posibilidad
de un cambio social más amplio. Y aunque –al desmoronarse las
estructuras– los momentos de victoria son impredecibles, huidizos y
raros, cuando ocurren a veces sentimos que todo ha cambiado.
En palabras de María Eugenia Flores: "Ante tanta injusticia nos pusimos de pie y perdimos el miedo".
Thomas McDonagh es investigador y coordinador de proyectos del Centro
de Democracia con sede en Cochabamba, Bolivia. Como autor ha colaborado
en Unfair, Unsustainable and Under the Radar: How Corporations Use
Global Investment Rules to Undermine a Sustainable Future y en Corporate
Conquistadors: The Many Ways Multinationals Both Drive and Profit from
Climate Destruction.
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