A propósito del “festejo” de la
cúpula de la ANR:
José Carlos Lezcano
ALAI AMLATINA
José Carlos Lezcano
ALAI AMLATINA
El nuevo rumbo ejerce el gobierno sin consenso de
las masas, es decir, sin construir ni ejercer su hegemonía. Lo mantiene
en el poder el uso de la fuerza y la sumisión a los intereses extranjeros. En
este artículo analizamos algunos elementos recientes de la coyuntura política
nacional relativos a la correlación de fuerzas internas.
Hegemonía, según Gramsci, significa dirección intelectual y moral del conjunto social, es decir de una nación. Esta capacidad de dirección se construye y se ejerce en función a un proyecto determinado, y está siempre basada en un principio de consenso y de adhesión voluntaria.
El gobierno de Cartes carece de autoridad frente a la sociedad nacional. Incluso ciertos sectores de la burguesía que lo apoyan, lo hacen con una evidente vergüenza, suavizada con alguna esperanza en las migajas que pudieran recibir de parte de las transnacionales, y asumida ante el miedo que les causa la movilización popular.
¿Cómo podemos identificar este rasgo del gobierno de facto de Cartes?
Una primera muestra fue la manifestación pública de las seccionales coloradas (tradicionales órganos de base del Partido Colorado) contra la conformación del gabinete y algunas medidas del cartismo. Hasta hoy, el malestar en las bases coloradas sigue profundizándose.
El segundo síntoma salió a luz en una encuesta reciente del CIRD, una ONG vinculada a los intereses de Estados Unidos, que muestra una amplia desaprobación ciudadana al gobierno de facto de Horacio Cartes. Según dicha encuesta un 78% está entre “nada satisfecho” y “poco” satisfecho con la gestión del presidente.
Una muestra más de esta crisis de autoridad, ha sido el desabrido acto de “festejo” organizado por el aparato de gobierno con motivo de conmemorar el “regreso” de la ANR al poder.
El pueblo colorado, sus dirigentes de base, no tienen qué festejar, como nada tiene que celebrar la gran mayoría de paraguayos y paraguayas. El país está sumido en una situación económica cercana al estancamiento, mientras un grupo reducido de familias acumulan cifras multimillonarias.
Las bases en el olvido
Más allá de los grandes esfuerzos de marketing político que hace el gobierno de facto, la masa colorada, no se siente en el poder, y esto ha sido expresado públicamente por los propios dirigentes partidarios.
Los que defienden a Cartes y su gobierno golpista, es el personal dirigente acomodado, la alta burocracia partidaria y los parlamentarios, a quienes mantenerse en el gobierno les significa solventar su red de privilegios y prebendas. Pero las bases están en el olvido.
De hecho el advenimiento del proyecto antinacional y antipopular de Cartes, de la mano del imperialismo norteamericano, significará la destrucción del Partido Colorado tal y como lo conocemos hasta hoy: una estructura de masas, arraigada en las clases populares, pero al servicio de la clase terrateniente y la burguesía comercial.
Cada vez más, la ANR se va convirtiendo en una organización restringida, cerrada en sí misma, sin capacidad de mediación entre las clases populares y la clase dominante. Esto es un proceso en desarrollo, y es difícil predecir cuál será la consecuencia, pero lo que sí podemos tener claro es que esto no conlleva la extinción de la nefasta institución, sino su transformación en un organismo aún más retrógrado.
La crisis de hegemonía es un proceso orgánico, de larga duración y está determinado (no mecánicamente) por una crisis de la estructura económico-social, que en nuestro caso es el sistema latifundista. Esta crisis tiene momentos de agudización y de distensión, y en determinadas circunstancias, se producen rupturas de equilibrio en la correlación de fuerzas.
En este momento la crisis de hegemonía está atravesando por un período de relativo equilibrio, aunque esto se debe más a la dificultad para reorganizar un frente unitario, capaz de pasar de la resistencia a la ofensiva superando los límites del reformismo, que a otra cosa.
Relativo equilibrio, en el sentido de que, como hemos señalado en otros artículos, desde que asumió el gobierno de facto de Cartes, no han cesado, e incluso han aumentado en cantidad y calidad, las luchas contra el sistema de dominación que este régimen pretende reforzar y profundizar.
La reciente obtención de la prisión domiciliaria de cuatro de los cinco presos políticos del caso Curuguaty, conquistada gracias a la Huelga de Hambre de 58 días que éstos realizaron y al apoyo unitario de las organizaciones del campo democrático y popular, así como la histórica Huelga General del 26 de marzo pasado contra las políticas del gobierno de facto, son los dos acontecimientos más importantes en cuanto al proceso de resistencia que se viene llevando desde el Golpe de Estado de 2012.
Sin embargo, aún cuando las luchas persisten y se desarrollan, la clase dominante aún no se encuentra en una situación de pérdida del control del gobierno nacional, como ocurrió en 2008 gracias a la intervención autónoma de los sectores populares, en un momento de agudización de la crisis.
Haciendo una síntesis. Un gobierno que se sostiene por la mera fuerza, que carece de capacidad para despertar la adhesión y el consenso de las masas tiende, o al fracaso, o a una dictadura abierta.
La caída definitiva del gobierno de Cartes y su sustitución por un régimen mejor, está lejos de ser una fatalidad del destino. Ello depende de la acción consciente, unitaria y organizada de la clase obrera, del campesinado y de los sectores democráticos, en torno a un proyecto de cambio real que trascienda la institucionalidad conservadora.
- José Carlos Lezcano es militante del Movimiento 15 de Junio y director del centro de investigaciones Cultura y Participación para el Cambio Social.
URL de este artículo: http://alainet.org/active/ 73708
Hegemonía, según Gramsci, significa dirección intelectual y moral del conjunto social, es decir de una nación. Esta capacidad de dirección se construye y se ejerce en función a un proyecto determinado, y está siempre basada en un principio de consenso y de adhesión voluntaria.
El gobierno de Cartes carece de autoridad frente a la sociedad nacional. Incluso ciertos sectores de la burguesía que lo apoyan, lo hacen con una evidente vergüenza, suavizada con alguna esperanza en las migajas que pudieran recibir de parte de las transnacionales, y asumida ante el miedo que les causa la movilización popular.
¿Cómo podemos identificar este rasgo del gobierno de facto de Cartes?
Una primera muestra fue la manifestación pública de las seccionales coloradas (tradicionales órganos de base del Partido Colorado) contra la conformación del gabinete y algunas medidas del cartismo. Hasta hoy, el malestar en las bases coloradas sigue profundizándose.
El segundo síntoma salió a luz en una encuesta reciente del CIRD, una ONG vinculada a los intereses de Estados Unidos, que muestra una amplia desaprobación ciudadana al gobierno de facto de Horacio Cartes. Según dicha encuesta un 78% está entre “nada satisfecho” y “poco” satisfecho con la gestión del presidente.
Una muestra más de esta crisis de autoridad, ha sido el desabrido acto de “festejo” organizado por el aparato de gobierno con motivo de conmemorar el “regreso” de la ANR al poder.
El pueblo colorado, sus dirigentes de base, no tienen qué festejar, como nada tiene que celebrar la gran mayoría de paraguayos y paraguayas. El país está sumido en una situación económica cercana al estancamiento, mientras un grupo reducido de familias acumulan cifras multimillonarias.
Las bases en el olvido
Más allá de los grandes esfuerzos de marketing político que hace el gobierno de facto, la masa colorada, no se siente en el poder, y esto ha sido expresado públicamente por los propios dirigentes partidarios.
Los que defienden a Cartes y su gobierno golpista, es el personal dirigente acomodado, la alta burocracia partidaria y los parlamentarios, a quienes mantenerse en el gobierno les significa solventar su red de privilegios y prebendas. Pero las bases están en el olvido.
De hecho el advenimiento del proyecto antinacional y antipopular de Cartes, de la mano del imperialismo norteamericano, significará la destrucción del Partido Colorado tal y como lo conocemos hasta hoy: una estructura de masas, arraigada en las clases populares, pero al servicio de la clase terrateniente y la burguesía comercial.
Cada vez más, la ANR se va convirtiendo en una organización restringida, cerrada en sí misma, sin capacidad de mediación entre las clases populares y la clase dominante. Esto es un proceso en desarrollo, y es difícil predecir cuál será la consecuencia, pero lo que sí podemos tener claro es que esto no conlleva la extinción de la nefasta institución, sino su transformación en un organismo aún más retrógrado.
La crisis de hegemonía es un proceso orgánico, de larga duración y está determinado (no mecánicamente) por una crisis de la estructura económico-social, que en nuestro caso es el sistema latifundista. Esta crisis tiene momentos de agudización y de distensión, y en determinadas circunstancias, se producen rupturas de equilibrio en la correlación de fuerzas.
En este momento la crisis de hegemonía está atravesando por un período de relativo equilibrio, aunque esto se debe más a la dificultad para reorganizar un frente unitario, capaz de pasar de la resistencia a la ofensiva superando los límites del reformismo, que a otra cosa.
Relativo equilibrio, en el sentido de que, como hemos señalado en otros artículos, desde que asumió el gobierno de facto de Cartes, no han cesado, e incluso han aumentado en cantidad y calidad, las luchas contra el sistema de dominación que este régimen pretende reforzar y profundizar.
La reciente obtención de la prisión domiciliaria de cuatro de los cinco presos políticos del caso Curuguaty, conquistada gracias a la Huelga de Hambre de 58 días que éstos realizaron y al apoyo unitario de las organizaciones del campo democrático y popular, así como la histórica Huelga General del 26 de marzo pasado contra las políticas del gobierno de facto, son los dos acontecimientos más importantes en cuanto al proceso de resistencia que se viene llevando desde el Golpe de Estado de 2012.
Sin embargo, aún cuando las luchas persisten y se desarrollan, la clase dominante aún no se encuentra en una situación de pérdida del control del gobierno nacional, como ocurrió en 2008 gracias a la intervención autónoma de los sectores populares, en un momento de agudización de la crisis.
Haciendo una síntesis. Un gobierno que se sostiene por la mera fuerza, que carece de capacidad para despertar la adhesión y el consenso de las masas tiende, o al fracaso, o a una dictadura abierta.
La caída definitiva del gobierno de Cartes y su sustitución por un régimen mejor, está lejos de ser una fatalidad del destino. Ello depende de la acción consciente, unitaria y organizada de la clase obrera, del campesinado y de los sectores democráticos, en torno a un proyecto de cambio real que trascienda la institucionalidad conservadora.
- José Carlos Lezcano es militante del Movimiento 15 de Junio y director del centro de investigaciones Cultura y Participación para el Cambio Social.
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