Instituciones atacadas, llamados a asesinar al presidente, decenas de
manifestantes baleados, paramilitares colombianos paseándose por San
Cristóbal, guarimbas y amenazas del Imperio Yanqui, son algunos de los
elementos que estarían configurando un nuevo golpe de Estado en el país,
un “golpe suave” como lo han llamado los propios norteamericanos.
En las siguientes líneas entregaremos algunos elementos para la
comprensión de la situación de violencia contrarrevolucionaria que está
sufriendo el país, de modo de develar a sus ejecutores, sus objetivos,
su estrategia y sus métodos, y poder contar así con herramientas que nos
ayuden a diseñar acciones de defensa activa del proceso
revolucionario.
El golpismo: realidad y objetivos
El imperialismo, el intervencionismo norteamericano, las operaciones
encubiertas, al contrario de lo que dice la derecha, no son
alucinaciones, ni excusas de los chavistas, ni conclusiones de las
teorías conspirativas, son una triste y comprobable realidad.
No hay que mirar a Siria, Libia o Ucrania para darse cuenta de que el
Imperio Norteamericano está dispuesto a usar todas las armas necesarias
para resguardar sus intereses. Sólo miremos nuestra historia
latinoamericana.
Desde 1823, cuando la Doctrina Monroe declara a “América Latina” como
propia, podemos contabilizar al menos las siguientes intervenciones
militares directas:
- la usurpación de la mitad del territorio mexicano en 1846,
- el bombardeo del puerto nicaragüense de San Juan del Norte en 1854 y la invasión a Nicaragua, El Salvador y Honduras en los años siguientes,
- la ocupación de Cuba y Puerto Rico en 1898,
- la toma del Canal de Panamá en 1903,
- la invasión a Republica Dominicana en 1904,
- la intervención en Cuba en 1906,
- la invasión de Panamá en 1908,
- la ocupación de Nicaragua en 1912,
- el bombardeo al puerto mexicano de Veracruz en 1914,
- la intervención en Haití en 1915,
- la ocupación de Republica Dominicana entre 1916 y 1924, la ocupación de la provincia de Chiriquí en Panamá en 1918,
- la invasión a Honduras en 1924,
- la ocupación de Ciudad de Panamá en 1924,
- el bombardeo aéreo a El Tocoral en Nicaragua en 1927,
- la invasión de Bahía de Cochinos en 1961,
- la intervención en Republica Dominicana en 1965
- y en Guatemala en 1966,
- el envió de Boinas Verdes a Bolivia en 1967 para cazar al Che Guevara,
- la invasión a Granada en 1983,
- a Panamá en 1989
- y a Haití en 1994;
esto sólo nombrando las invasiones e intervenciones abiertas, a las que
hay que sumar las operaciones encubiertas para derrocar e imponer
mandatarios a través de diversos métodos, desde el fraude electoral
hasta los golpes militares.
El Golpe de Estado ha sido uno de los métodos más usados por el Imperio
para derrocar gobiernos contrarios a sus intereses. Todos tenemos en la
mente la imagen de los militares saliendo a las calles, tomándose las
instituciones e instalando cruentas dictaduras; el bombardeo al Palacio
de La Moneda y la muerte del Presidente Allende es un ejemplo clásico de
los Golpes Militares que se dieron en el marco de la Doctrina de
Seguridad Nacional en los 60’s y 70’s.
Hoy las formas han cambiado, pero el derrocamiento de mandatarios por
vías ilícitas sigue siendo un latente peligro. Los golpes de Estado no
han cesado. Así lo comprueban nuestras últimas décadas de historia.
Algunas de las modalidades adoptadas han sido las siguientes:
- autogolpe (Fujimori en 1992-exitoso),
- golpe patronal y civil-militar (a Hugo Chávez el 2002-fallidos),
- golpe cívico-separatista (a Evo Morales el 2008 – fallido), golpe parlamentario-militar (a Manuel Zelaya el 2009-exitoso),
- golpe parlamentario (a Fernando Lugo el 2012-exitoso), golpe policial (a Rafael Correa el 2010
- y a Evo Morales el 2012 – ambos fallidos).
El tipo de golpe, las maniobras desestabilizadoras que lo anteceden y
las medidas represivas que le siguen, dependerán de las distintas
variables que presente cada realidad.
En el caso venezolano el Imperio Norteamericano y la oligarquía criolla
subestimaron el grado de conciencia y de movilización del pueblo, que
logró contrarrestar el golpe y restituir a Hugo Chávez como Presidente.
Es una gran lección que sacó la contrarrevolución: en Venezuela no basta
con sacar a un presidente, para reinstalar la hegemonía capitalista se
debe realizar toda una contrarrevolución política, económica, militar,
social, que acabe con la organización y la conciencia del pueblo, y esto
sólo se logra con altos grados de violencia. En este sentido, la
Venezuela Bolivariana presenta una situación similar a la de España en
1936 y a la de Chile en 1973, en donde el pueblo había alcanzado tales
grados de conciencia, organización y capacidad de lucha, que fueron
necesarias cruentas dictaduras de décadas de extensión para volver a
instalar el capitalismo y su modelo de sociedad.
El objetivo final del Imperio Norteamericano y de la oligarquía criolla
es la destrucción del bloque histórico bolivariano (de las
organizaciones revolucionarias, de los beneficios sociales, de la
Constitución Bolivariana, de la identidad chavista, del poder popular,
de la FANB, etc.) y la imposición de un nuevo bloque histórico
neoliberal, es decir, una revolución (política, económica, moral,
cultural, social) en un sentido capitalista. Repetimos, no sólo se trata
de tumbar a un gobierno.
A la hora de definir sus cursos de acción, los enemigos del proceso
tienen en cuenta, al menos, las siguientes particularidades de nuestra
realidad revolucionaria:
- Un pueblo bolivariano organizado y con altos niveles de
conciencia revolucionaria que no entregará el proceso por las buenas
- Una FANB que en su mayoría se mantiene leal al proceso
- Un gobierno que no está dispuesto a renunciar
- El respaldo internacional de los países de la región
De estas importantes particularidades y según como se vaya desarrollando
el día a día, el Imperio irá definiendo los cursos de acción dentro de
una estrategia general que sigue la línea de lo que se ha llamado un
“golpe suave”, pero que hipotéticamente podría escalar a una guerra
civil abierta como en Siria.
El “golpe suave” y la guerra civil abierta
Estados
Unidos, en su intento por imponer la hegemonía mundial, maniobra por el
mundo atacando a los gobiernos que osan levantarse en su contra o que
no sirven directamente a sus intereses.
Entre sus armas están las intervenciones directas, como en Libia, las
invasiones, como en Irak, Afganistán y Somalia, las que implican el uso
de fuerzas militares y un cuestionamiento internacional creciente.
Sin embargo, el Imperio ha encontrado una forma aparentemente menos
evidente y menos violenta para derrocar gobiernos, lo que el politólogo
Gen Sharp ha teorizado y ejecutado bajo la denominación de “golpes
suaves”.
Gene Sharp ha escrito un decálogo de la desestabilización que está
siendo utilizado por movimientos y organizaciones contrarrevolucionarias
en todo el mundo.
El propio Sharp ha dicho que su labor es hacer de forma abierta, a
través de organizaciones de colores, lo que antes la CIA hacia antes de
manera oculta.
La estrategia de Sharp ha sido aplicada en Checoslovaquia, Lituania, en
las “Revoluciones de Colores”, la “Primavera Árabe”, en las actuales
rebeliones en Ucrania y ahora en la Venezuela Bolivariana.
La historia
En 1983, aun en contexto de Guerra fría, Gene Sharp diseña una
estrategia de “resistencia civil” ante una posible invasión soviética a
la Europa Capitalista, que será publicado en 1985 bajo el título de Cómo
Hacer que Europa sea Inconquistable. Este será difundido a través del
Centro de Asuntos Internacionales de la Universidad de Harvard y de una
institución que el propio Sharp crea para estos fines, la Albert
Einstein Institución – AEI. Los planteamientos de Sharp comienzan a
despertar tal atención que el Ejército y la CIA integran al AEI al
aparataje injerencista norteamericano.
En 1989, cuando comienza el declive del bloque comunista, Sharp
interviene apoyando a los anticomunistas en Birmania y Taiwán así como a
la oposición tibetana. Estas acciones le permiten a Sharp ganarse un
apoyo cada vez más creciente de la CIA, la que integra a la Fundación a
un especialista en acciones encubiertas: el coronel Robert Helvey. En
ese mismo año es expulsado de China antes de los sucesos de Tiananmen.
La CIA, financiando a Sharp y a su Fundación a través de la NED,
comienza a preparar la intervención para desmembrar a la Unión
Soviética.
En 1990 reúnen a líderes anticomunistas de 16 países para formarlos y fijar una estrategia.
Cuando los países bálticos proclaman su independencia, Sharp y los suyos
se dedican a preparar a políticos lituanos, entre estos a los del
partido Sajudis (Grupo de Iniciativa por la Perestroika), para
enfrentarse a las fuerzas de Mijail Gorbatchov. Sharp y la Albert
Einstein Institution recibirán posteriormente un reconocimiento oficial
de la Lituania independiente por los servicios prestados.
En 1998 Estados Unidos da inicio a una nueva ofensiva en los países de
la ex órbita soviética, en lo que se conocerá como las “revoluciones de
colores”; en estas, Sharp y la AEI tendrán un rol protagónico. Con
cientos de millones de dólares en financiamiento, formación política y
militar y una asesoría directa, la AEI impulsa a la organización Otpor
(“Resistencia”), un grupo de jóvenes opositores al presidente Slobodan
Milosevic en la ex Yugoslavia, el último presidente comunista que
quedaba en la zona. Con el apoyo norteamericano Otpor logrará, mediante
la desestabilización del país (y con la ayuda de los bombardeos de la
OTAN), que Milosevic dimita en octubre del 2000, en la llamada
“revolución buldócer”, lanzado a Sharp al estrellato.
Como paso previo a la invasión militar norteamericana a Irak, en el 2002
Sharp entrena en La Haya a los miembros del Consejo Nacional Iraquí.
Pero el Imperio tenía para Sharp otras tareas, expandir la experiencia
yugoslava. Así, en el 2003 comienzan con la intervención en Georgia en
la denominada “revolución de las rosas”, sacando del poder a Eduard
Shevardnadze, en el 2004 impulsan la “revolución naranja” en Ucrania, la
“revolución de los tulipanes” en Kirguistán el 2005 y la “revolución
del cedro” en el Líbano ese mismo año, en el 2010 propician la
“revolución de los jazmines” en Túnez logrando la salida del gobierno de
Zine el Abidine Ben Alí, lo que da origen a la denominada “primavera
árabe” en el Norte de África y el Oriente Medio. En estas intervenciones
exitosas Sharp y la AEI no estuvieron solos sino que muy bien
acompañados por la CIA, la Fundación Soros, la USAID y la NED.
Sin embargo, Estados Unidos y la estrategia de Sharp serían derrotados
en Bielorrusia (“revolución blanca”), Birmania (“revolución azafrán”),
Irán (“revolución verde”) y Moldavia (“revolución twitter”).
En Venezuela, cuando fracasa el Golpe de Estado del 2002 y el Paro
Petrolero, la AEI entra con todo y comienza a desarrollar sus
operaciones, impulsando el referéndum revocatorio y las acciones de
organizaciones reaccionarias como JAVU.
La estrategia y la experiencia de Sharp ha sido sistematiza y difundida,
constituyendo un verdadero manual desestabilizador que desde hace algún
tiempo se ha venido aplicando en Venezuela y que ahora hace su
aparición de manera evidente y violenta.
Su método
La metodología de Sharp consiste en la combinación de una serie de
acciones psicológicas, mediáticas, políticas, económicas, legales,
simbólicas, callejeras e insurreccionales, que tienen por fin la
concreción de un golpe de Estado, es decir, el derrocamiento de un
presidente (ya sea por renuncia, secuestro, asesinato, etc.). Estos
métodos, sus ritmos y objetivos se pueden dividir en 5 fases encaminadas
al derrocamiento presidencial:
Primera Fase: se desarrolla una Guerra de Cuarta Generación con
un fuerte protagonismo de los medios de comunicación, los cuales buscan
generalizar (sin importar el uso de mentiras o montajes) el malestar
social sobre situaciones reales o inventadas, como la falta de
alimentos, la delincuencia, la corrupción, etc. Al mismo tiempo, estas
situaciones son concretizadas por una serie de actores que las
convierten en una realidad cotidiana: las empresas acaparan, generalizan
el contrabando de extracción, especulación para generar
desabastecimiento; sicarios y bandas armadas asesinan y generan el temor
para crear la sensación de descontrol delictivo, sobretodo con hechos
de alta connotación publica, como el asesinato de Mónica Spears.
Segunda fase: se promueve la supuesta ilegitimidad del régimen,
usando una serie de argumentos como las violaciones a los derechos
humanos, a la libertad de prensa, la falta de libertades políticas, el
cuestionamiento a la nacionalidad del presidente, etc.
Tercera Fase: movilizaciones callejeras, generalización de la
protesta, toma de instituciones públicas, bloqueo de vías, resistencia a
las fuerzas policiales, aumento de la confrontación para generar la
sensación de ingobernabilidad.
Cuarta Fase: combinación de todas las formas de lucha, guerra
psicológica generalizada, se impulsa la sedición al interior de las
fuerzas armadas, se copan instituciones públicas, se generalizan las
protestas y se desarrollan acciones armadas que justifiquen medidas
represivas y así demostrar una situación de caos social.
Quinta fase: renuncia o derrocamiento del presidente, ya sea por
presión en las calles o por un pronunciamiento de las fuerzas armadas (u
otra modalidad).
Lo que no dice el manual de Sharp es que cuando la estrategia se ve
agotada y la Cuarta Fase no logra los objetivos esperados, se transforma
en una guerra civil abierta encabezada por un ejército mercenario como
en Siria, que puede ser apoyado por fuerzas extranjeras, como en Libia.
Sus actores
Jon Kortazar Billelabeitia, analizando las manifestaciones en Ucrania,
ha sostenido que quienes protestan provienen de dos sectores, por un
lado, jóvenes organizados según el esquema de las “revoluciones de
colores”, fuertemente vinculadas a ONGS norteamericanas que siguen las
líneas de acción de Gene Sharp y cuya ideología no es más que la
repetición de consignas como la “lucha por la libertad y la democracia”.
Y por otro, jóvenes de clase media y clase alta de extrema derecha
envalentonados con la idea de la caída del régimen.
En este sentido, el modelo a seguir es el de Otpor: un grupo juvenil
supuestamente a favor de la democracia, cuyos orígenes se sitúan en la
Universidad de Belgrado, pero que con la ayuda de Estados Unidos se
llegaron a convertir en un poderoso movimiento nacional de combate al
régimen de Milosevic. Planificadas por un equipo experto norteamericano,
las operaciones de Otpor desestabilizaron al país hasta la caída
Milosevic. Con esta experiencia Otpor y Sharp exportaron este modelo
desestabilizador a otros países, dictando seminarios y realizando cursos
de formación y entrenamiento para los jóvenes contrarrevolucionarios,
que dieron vida a Kmara en Georgia, Pora en Ucrania, Zubr en
Bielorrusia, MJAFT! en Albania, Oborona en Rusia, KelKel en
Kirguizistán, Bolga en Uzbekistán, Pulse of Freedom en el Líbano y Gong
en Croacia. En Ucrania, el legado de Proa ha sido tomado por Femen,
quienes junto a los fascistas de Svoda, lideran las protestas que
actualmente desestabilizan a aquel país.
En Venezuela la AEI comenzó en el 2003 su trabajo formando a los jóvenes
de Ofensiva Ciudadana, luego, junto a Robert Alonso, impulsaron las
guarimbas. El propio Coronel Helvey y miembros de Otpor vinieron a
Venezuela a formar a grupos opositores juveniles, entre estos, a la
Juventud Activa Venezuela Unida (Javu), quienes junto a integrantes del
Voluntad han recibido entrenamiento militar por los paramilitares
mercenarios de Miami. Hoy, son los miembros de las JAVU, junto a otros
grupos violentistas y paramilitares los que han desatado la violencia en
el país, llamando derechamente a matar chavistas y al propio Presidente
Nicolás Maduro.
El golpe suave es una de las líneas estratégicas del Imperio, no es la
única, se combina con otras, incluso dentro del golpe suave la AEI es
uno de los agentes del imperio, mas no el único. Aquí podemos encontrar
también a la National Endowment for Democracy – NED, dirigida por la
CIA, que ha venido financiando a los grupos de oposición para sus
maniobras desestabilizadoras, entregando millones de dólares a
organizaciones como Súmate, Liderazgo y Visión, Consorcio Justicia y
partidos opositores. El International Center on Nonviolent Conflict
Resources, que trabaja para promover los golpes suaves y que ha sido la
que ha financiado las charlas de Otpor en el país. El Instituto
Republicano Internacional-IRI, del Partido Republicano, que tiene entre
sus lideres a John McCain, el mismo que acaba de pedir al gobierno
norteamericano una intervención militar en Venezuela, financia a
partidos de derecha en todo el mundo y, en el caso venezolano, a Primero
Justicia, Un Nuevo tiempo y Voluntad Popular. El National Democratic
Institute for International Affairs- NDI, ha financiado a grupos
opositores como Súmate, Primero Justicia, Proyecto Venezuela, Alianza
Bravo Pueblo, Un Nuevo Tiempo, Liderazgo y Visión y Voluntad Popular,
operando como un brazo financiero del Imperio en todo el planeta.
Las redes sociales juegan un papel fundamental en la estrategia
desestabilizadora del “golpe suave”, a través de ellas se manipula la
información (incluso de forma grosera como hemos visto en estos días en
Venezuela) y se generan verdaderas redes de sedición. Veamos el caso de
Egipto.
Los jefes de los cyberactivistas del “Movimiento 6 de Abril” son
miembros de la “Academia Egipcia Democrática”, financiada por la NED.
Entre sus integrantes, Isra Abdel Fattah ha sido condecorada por la
Freedom House y Mohamed Adel fue formado en el 2009 por Canvas (sucesor
de Otpor) y Gene Sharp, participando incluso de Otpor durante la
“revolución” del 2000 contra Slobodan Milosevic.
Isra Abdel Fattah es también miembro del Partido El-Ghad ("Mañana"),
financiado por la NED, el IRI y el NDI. Tenemos también al grupo Kifaya
("¡Basta!") apoyado por el Centro Internacional de Conflictos No
Violentos, y el "Foro Fikra" dirigido y financiado por el Instituto
Washington para Política del Cercano Oriente (WINEP) que alberga no sol a
activistas egipcios sino que también a activistas árabes, yemeníes,
jordanos, libaneses, argelinos, marroquíes, sirios y miembros del
Consejo Nacional Sirio como Radwan Ziadeh y Ausama Monajed, este último
admirador y cercano a Gene Sharp.
Todas estas organizaciones son fachadas de la CIA y el Departamento de
Estado para financiar a grupos opositores, realizar maniobras
encubiertas de carácter desestabilizador, promover divisiones en las
Fuerzas Armadas y el chavismo y preparar el terreno para un golpe de
Estado. Junto a estas, nos encontramos a los grupos armados de la
derecha, aquellos que operan en las sombras, entrenados en Miami o en
Colombia, paramilitares que asesinan dirigentes sociales, que atentan
contra la industria petrolera y el sistema eléctrico y que esperan el
momento preciso para actuar, como hoy lo hacen abiertamente en Táchira y
que constituyen el germen de un ejército contrarrevolucionario como el
que azota al pueblo sirio.
El “golpe suave” en Venezuela
El bloque dominante no es un bloque homogéneo, está integrado en su
interior por diversas fuerzas sociales con intereses particulares que
convergen en base a objetivos generales comunes: la destrucción de
proceso revolucionario bolivariano y la instauración del capitalismo.
Estas fuerzas están articuladas bajo un mando común, el de los Estados
Unidos.
Es una guerra que se desarrolla en múltiples campos de batalla y donde
cada fuerza aporta su sedicioso granito de arena. Hoy el eje de la
confrontación es el económico, la Guerra Económica que ha desatado el
gran capital criollo y trasnacional, y que hoy se expresa políticamente
en las calles con la única fuerza social que es capaz de movilizar este
conglomerado: un sector de los estudiantes.
La trama del “golpe suave” en Venezuela se ha desatado con gran
intensidad desde la muerte del Comandante y Presidente Hugo Chávez.
Siguiendo el guión golpista, la derecha comenzó, primero, un
cuestionamiento a la legitimidad de Nicolás Maduro como jefe de Gobierno
designado cuando Hugo Chávez aun estaba vivo. Se criticó no sólo su
legitimidad, sino también la del Tribunal Supremo de Justicia y la del
Consejo Nacional Electoral, tanto fue así que incluso se habló de un
“golpe democrático”. Fallecido el Comandante, se comenzó a dudar de la
nacionalidad de Nicolás Maduro, generándose así una matriz de opinión de
un mandatario que por todos lados sería ilegitimo. Con esos
cuestionamientos, que por cierto fueron replicados por la prensa
internacional de países como Chile, Colombia, México, España y Estados
Unidos, llegó Nicolás Maduro a las elecciones en donde derrotó no sólo a
Capriles sino que a todas las esperanzas de la derecha de acceder al
poder de forma democrática.
La reacción inmediata fue desatar la violencia contrarrevolucionaria en
el país, con el saldo de varios muertos y varias instalaciones públicas
atacadas, con el argumento del fraude electoral. Esta fue la matriz de
opinión que se trató de instalar, con los medios internacionales
hablando de crisis en Venezuela y los dirigentes de la oposición
viajando por el mundo reclamando la ilegalidad del régimen. Ya con esto,
se paso a otra etapa: crear un malestar social generalizado. Para ello
comenzaron los ataques al sistema eléctrico, desataron la violencia de
las bandas generando hechos de impacto público, atacaron a la base
chavista asesinando y hostigando dirigentes y, la vela que adornó la
torta, desataron la más cruenta Guerra Económica contra el pueblo con
las armas del acaparamiento, la especulación, el contrabando de
extracción, los sobreprecios, la fuga de divisas, la producción a media
máquina.
Se pretendía así generar un malestar que llegase a la propia base
chavista. Los medios nacionales e internacionales ayudaron a generar la
visión de un país en crisis económica, donde no hay para comer, donde
reina la delincuencia, con un gobierno que no hace nada. Con este cuadro
creado, y aun con el argumento del fraude electoral, quisieron hacer de
las elecciones municipales un plebiscito, en donde quedaría demostrado
que en verdad ellos ganaron las presidenciales y así convocar a la
rebelión del pueblo. Sin embargo, las medidas acertadas en materia
económica tomadas por el Presidente Nicolás Maduro permitieron cambiar
la situación y propiciarle una “derrota” electoral a la derecha en
diciembre pasado. Colocamos derrota entre comillas debido a que la
oposición sí logro un triunfo estratégico al conquistar una gran
cantidad de municipios en la frontera, que es donde hoy de viven los
hechos de violencia mas violentos.
Derrotada electoralmente, la vía democrática de la derecha debía dar
paso a acciones más radicales, que son las que hemos visto en estos
días. Instituciones atacadas, carros incendiados, manifestantes
asesinados, hordas de paramilitares colombianos que se pasean por
Táchira, son parte del duro panorama que estamos enfrentando.
¿Qué es lo que sigue en el guión? Es difícil jugar a la futurología,
pero es seguro que la violencia seguirá expandiéndose como parte de una
guerra de desgaste en contra del Gobierno Revolucionario.
La situación a recrear es la de Ucrania, generar tal caos y tal violencia que se obligue al gobierno a renunciar.
No debemos descartar, por cierto, un magnicidio o la creación de un
conflicto internacional con Colombia. Tampoco debemos descartar que el
guion a seguir sea el de Siria.
En este sentido, la situación de Táchira es más que preocupante. San Cristóbal puede convertirse en el Homs Venezolano.
La presencia de grupos armados de derecha provenientes de Colombia es
innegable y cuentan ya con todo un escenario creado y con las
condiciones necesarias para proclamar una lucha armada directa contra el
Gobierno Revolucionario con un ejército mercenario en la frontera.
La contrarrevolución armada podría extender su violencia y control,
aislando al Táchira, proclamándolo como un “territorio liberado” y así
instalar una “cabeza de playa”. O bien, todos esos grupos armados puedes
desconcentrarse y desperdigarse por el territorio nacional hacia
ciudades y puntos estratégicos y así seguir expandiendo la violencia.
Esto como hipótesis.
De igual manera, podemos plantear como hipótesis que esta es una
estrategia de golpe a mediano plazo, no de un par de semanas, que busca
una desestabilización y un desgaste mantenido en el tiempo, que puede
darse por oleadas. Hay que considerar, eso si, que intervienen factores
subjetivos y objetivos relevantes para el pueblo venezolano: se nos
vienen los carnavales, el aniversario de la muerte del Comandante
Chávez, Semana Santa, varios feriados, etc. Que pueden descomprimir el
conflicto o provocar cambios tácticos.
De la misma manera podría preverse que el mantenimiento de las acciones
desestabilizadoras y de la Guerra Económica, podría provocar un difícil
cuadro para agosto y septiembre época donde los bolsillos familiares se
ven golpeados por los gastos del retorno a clases. Factores como estos
son necesarios de considerar a la hora de realizar proyecciones de como
se seguirá desarrollando este violento escenario.
Como nota al pie, debemos decir que al hablar de paramilitarismo,
contrarrevolución armada y grupos mercenarios debemos hacer algunas
distinciones importantes.
Aunque el paramilitarismo y la contrarrevolución son dos mecanismos
usados para combatir a las fuerzas revolucionarias, poseen diferencias
entre sí.
El paramilitarismo es la forma extrema que adquiere la acción de un
Estado burgués en contra del Movimiento Popular, cuando éste amenaza con
rebasarlo. Para ello, estructura fuerzas organizadas de carácter
paraestatal que concentran su misión combativa en contener a las fuerzas
populares mediante el terror, aniquilando sus cuadros de vanguardia,
buscando aislar a las fuerzas insurgentes de sus bases de apoyo.
El paramilitarismo se constituye generalmente con integrantes de las fuerzas armadas y civiles de ultraderecha.
A diferencia del paramilitarismo, podríamos definir la contrarrevolución
como la acción desatada por las fuerzas de la reacción en función de
desestabilizar y derrocar a gobiernos revolucionarios ya instalados en
el Poder (por ejemplo, la “Contra” en la Nicaragua Sandinista).
Así, el paramilitarismo se ejerce desde el poder constituido y la
contrarrevolución es en contra de un nuevo poder revolucionario.
Así, hablamos de paramilitares colombianos haciendo referencia a su
origen y funciones en el país vecino, en donde operan como brazo armado
paraestatal de la oligarquía colombiana, pero que al entrar y accionar
en territorio venezolano mutan su carácter y se transforman en grupos
mercenarios dentro de un escenario de contrarrevolución armada. Los
paramilitares colombianos, junto otros grupos que desarrollan acciones
armadas, son la contrarrevolución armada, la que también posee otros
elementos desestabilizadores no armados que forman parte de la
estrategia general contrarrevolucionaria. ¿Qué el “golpe suave”
entonces? Una estrategia contrarrevolucionaria que busca el
derrocamiento gubernamental, ni más ni menos.
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CRBZ
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