lunes, 1 de febrero de 2016

Yemen, una guerra muy británica



Russia Today

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.


Gran Bretaña es uno de los principales causantes del desastre humanitario de proporciones épicas desatado sobre Yemen.Desde que en marzo de 2015 empezó la campaña de bombardeos saudíes contra Yemen han muerto al menos 10.000 personas, incluidos más de 630 niños. Según UNICEF, las violaciones de derechos humanos se han disparado hasta llegar a un nivel de unas 43 personas y más de 10 niños asesinados al día. La ONU afirma que el 73% de las muertes de niños son consecuencia directa de los ataques aéreos.

Se ha atacado una y otra vez a objetivos civiles. A los pocos días de empezar los ataques aéreos se bombardeó un campo de refugiados, lo que provocó la muerte de 40 personas y más de 200 quedaron mutiladas, y en octubre fue atacado un hospital de Medecins sans frontieres. Se ha atacado a escuelas, mercados, depósitos de grano, puertos y una fábrica de cerámica. Sobra decir que según el derecho internacional todo ello supone crímenes de guerra, como lo es toda la campaña de bombardeos que carezca, como esta, de un mandato de la ONU.
Más allá de sus víctimas inmediatas, los ataque aéreos y el bloqueo que les acompaña (un crimen atroz contra un población que importa el 90% de sus necesidades básicas) están creando una tragedia de dimensiones épicas. En agosto de 2015 Oxfam advirtió de que aproximadamente 13 millones de personas luchaban por encontrar lo suficiente para comer, lo que supone la mayor cantidad de personas que padece hambre registrada nunca. “Después de cinco meses Yemen parece Siria al cabo de cinco años”, comentó en octubre el presidente de la Cruz Roja Internacional. Al mes siguiente la ONU informó de que 14 millones de personas carecían ahora de acceso a la atención médica y que el 80% de la población de 21 millones de personas del país depende de la ayuda humanitaria. “Calculamos que más de 19 millones de personas no tiene acceso a agua segura ni a servicios sanitarios, más de 14 millones de personas carecen de seguridad alimentaria, entre los que se incluyen 7.6 millones de personas en unas graves condiciones de inseguridad alimentaria y casi 320.000 niños está extremadamente desnutridos”, declaró a los periodistas en noviembre el Coordinador Humanitario de la ONU. Calculó que unos 2.5 millones de personas se han convertido en refugiados a causa de la guerra. El diciembre la ONU advirtió que el país estaba al borde de la hambruna y millones de personas corrían peligro de morir de hambre.
Las declaraciones de los ministros del gobierno británico se preparan para dar la impresión de simpatía por las víctimas de esta guerra y oprobio por sus responsables. “Tenemos que ser claros, el uso de la violencia para obtener logros políticos y la pérdida vana de vidas que ello implica son completamente inaceptables. La reciente violencia no solo daña el proceso de transición política de Yemen, sino que podría alimentar nuevas tensiones y fortalecer la posición de al-Qaeda en la península Arábiga, lo que supone una amenaza para todos nosotros.[…] Quienes amenazan la paz, la seguridad y la estabilidad de Yemen o violan los derechos humanos tienen que pagar un precio por sus acciones”, afirmó en septiembre de 2014 el secretario de Estado de Asuntos Exteriores Philip Hammond.
Desde luego. Por lo tanto, se podía haber pensado que cuando los saudíes empezaron su escalada generalizada de la guerra seis meses después de que Hammond hiciera estas declaraciones lo lógico era que el gobierno británico se hubiera indignado.
Pero no. El día después de que los saudíes empezaran la “Operación Tormenta Decisiva” David Cameron llamó personalmente por teléfono al rey saudí para insistir en el “firme apoyo político de Gran Bretaña a la acción saudí en Yemen”.
A lo largo de los meses siguientes Gran Bretaña, suministrador desde hace tiempo de armas a la monarquía saudí, aumentó su suministro de material de guerra hasta lograr el dudoso honor de superar a Estados Unidos y convertirse en su principal suministrador de armas. Desde que empezaron los bombardeos el gobierno británico ha concedido más de cien nuevas licencias de exportación de armas y solo en los seis primeros meses de 2015 Gran Bretaña vendió por valor de más de 1.750 millones de libras a los saudíes, más del triple de la media bianual normal, casi obscena, de Cameron. La inmensa mayoría de este equipamiento parece ser para aviones de combate y misiles lanzados desde el aire, incluidas más de 1.000 bombas. Actualmente los aviones de fabricación británica suponen más de la mitad de la fuerza aérea saudí. Como señaló The Independent, “los aviones suministrados por Gran Bretaña y los misiles de fabricación británica han participado en los ataques aéreos casi diarios contra Yemen llevados a cabo por la coalición de nueve países dirigida por Arabia Saudí”.
Las organizaciones benéficas y los grupos de defensa de los derechos humanos son unánimes en considerar que sin lugar a dudas el patrocinio británico ha facilitado enormemente la carnicería en Yemen. “El gobierno [británico] está alimentando el conflicto que causa un sufrimiento humano insoportable. Es el momento de que el gobierno deje de apoyar esta guerra”, afirmó el director ejecutivo de Oxfam Gran Bretaña, Mark Goldring. La directora de Amnistía Internacional Gran Bretaña UK, Kate Allen, afirmó: “Reino Unido  ha alimentado este conflicto atroz a través de temerarias ventas de armas que violan sus propias leyes y el tratado mundial de comercio de armas que en su momento defendió [...] la opinión legal confirma lo que afirmamos desde hace mucho tiempo, que la venta continuada de armas por parte de Reino Unido a Arabia Saudita es ilegal, inmoral e indefendible”.
En opinión de Edward Santiago, director de Save the Children en Yemen, “la renuencia de Reino Unido a condenar públicamente el coste humano del conflicto de Yemen da la impresión de que las relaciones diplomáticas y las ventas de armas acaban con las vidas de los niños de Yemen”, mientras que Andrew Smith de la Campaign Against the Arms Trade [Campaña contra el Comercio de Armas] ha escrito que “los aviones de combate y las bombas de Reino Unido han desempeñado un papel fundamental en la catástrofe humanitaria que se está desatando sobre el pueblo de Yemen”. Destacados juristas, incluido Philippe Sands, han afirmado que Gran Bretaña viola claramente el derecho internacional por vender armas que sabe que se utilizan para cometer crímenes de guerra.
Ahora se ha sabido que en esta guerra no solo se están utilizando armas británicas sino también personal británico. Según Sky News, seis asesores militares británicos están integrados en las fuerzas aéreas saudíes para ayudar con la selección de objetivos. Además, 94 miembros de las fuerzas armadas de Reino Unido sirven en el extranjero “desempeñando tareas para fuerzas desconocidas que se cree que es la coalición dirigida por Arabia Saudí”, según The Week, aunque el gobierno se niega a decir dónde están exactamente.
De hecho, puede que incluso los ataques aéreos británicos en Siria estén en parte motivados por el deseo de apuntalar la cada vez menor guerra en Yemen. Al ser preguntado recientemente en el parlamento Philip Hammond tuvo que admitir que ha habido una “disminución de las misiones de combate aéreas de los aliados árabes” en Siria desde que Gran Bretaña entró en la campaña aérea ahí debido a los “retos” del conflicto de Yemen.
Para el parlamentario nacionalista escocés Stephen Gethins, esto sugiere que “al intensificar los bombardeos en Siria, los países occidentales estaban disculpando [a los Estados árabes] de hacerlo para permitirles centrarse en el conflicto Yemen”, lo cual era especialmente necesario dado que ha ido disminuyendo el apoyo de Estados como Jordania, Marruecos y Egipto a la campaña de Yemen. Resulta particularmente irónico que el supuesto compromiso de los parlamentarios británicos de destruir al ISIS en Siria en realidad esté facilitando una guerra en Yemen cuyo beneficiario directo es el ISIS.
Por último, vale la pena examinar el apoyo británico a la candidatura saudí a ser miembro del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Los informes del Consejo pueden ser muy influyentes. De hecho, fue la condena incriminatoria (y ahora sabemos que fraudulenta) este Consejo a Gadafi lo que proporcionó el pretexto “humanitario” para la la guerra de la OTAN en 2011 contra la Jamahiriya libia. Y la reciente expulsión por parte del gobierno de Yemen del enviado de Derechos Humanos de la ONU muestra lo sensibles que son a las críticas los fiscales de la guerra yemení. Por lo tanto, sería particularmente útil para quienes están desencadenando el infierno en Yemen tener el Consejo de la ONU lleno de simpatizantes para ahogar cualquier crítica este trimestre.
Así pues, Gran Bretaña es la principal fuerza externa que facilita la guerra contra el pueblo de Yemen encabezada por Arabia Saudí. Al igual que los saudíes Gran Bretaña está deseando aislar a Irán y trata de destruir a los hutis como el medio principal para lograrlo. Al mismo tiempo Gran Bretaña parece encantada de ver que al-Qaeda y el ISIS sustituyen a los rebeldes hutis a los que están bombardeando, se supone que al considerar que nueva base para operaciones de desestabilización terrorista en toda la región sirve a los intereses británicos.

Dan Glazebrook es un escritor político independiente que escribe para RT, Counterpunch, Z magazine, The Morning Star, The Guardian, The New Statesman, The Independent and Middle East Eye, entre otros. Su primer libro, Divide and Ruin: The West’s Imperial Strategy in an Age of Crisis, fue publicado por Liberation Media en octubre de 2013. Consta de varios artículos escritos desde 2009 en los que examina las relaciones entre el colapso económico, el auge de los BRICS, la guerra contra Libia y Siria y la “austeridad”. Actualmente investiga para un libro sobre el uso por parte de Estados Unidos y Gran Bretaña de los escuadrones de la muerte sectarios contra Estados y movimientos independientes desde Irlanda del Norte y América Central en las décadas de 1970 y 1980 hasta Oriente Medio y África hoy en día.
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y a Rebelión como fuente de la traducción.

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