jueves, 3 de diciembre de 2015

Clima de emergencia en París entre la estrategia del caos y el cambio climático


De cara a la conferencia de Paris


Jaén Ciudad Habitable


París, en plena declaración de estado de emergencia tras los atentados, acoge durante estos días la Cumbre sobre el Clima que promueve la ONU (COP21). A la actual crisis económica capitalista en fase de estancamiento secular(1), y a los procesos de concentración financiera y especulativa con el actual estado de guerra permanente impulsada por EE.UU y la OTAN, hay que sumar la mayor conciencia científica y social de los efectos devastadores que para la humanidad tiene el aumento de entre 4 y más grados centígrados en la Tierra, previsiones establecidas en el último informe del IPCC, el panel de la ONU creado en 1988 con el objetivo de estudiar las variaciones del clima, evaluar las causas y proponer soluciones. París podría ser, por tanto, la última oportunidad para alcanzar un acuerdo que mantenga el calentamiento global de origen antrópico, causado por la acción humana, por debajo de los dos grados centígrados, un acuerdo que permita un perspectiva de salvación de la humanidad.Parece, por tanto, que la negación de la presente crisis ecológico-social, una verdadera crisis de la civilización capitalista, groseramente ignorada desde la época de Reagan hasta hoy por sectores amplios de las élites burguesas a nivel mundial, empieza a dar paso a su reconocimiento, a la manera que Charles Dickens retratara magistralmente, con doble moral, como la de aquellos sectores más sensibles y filantrópicos benefactores de la naciente burguesía industrial en el Londres de la industrialización y el maquinismo.
Así, por ejemplo, los países del G7, en su encuentro del pasado mes de junio en Alemania, se manifestaron favorables a que en la actual Conferencia de París se apruebe, por primera vez, una norma legal para obligar a los países a respetar sus compromisos en la reducción de las emisiones para conseguir una “descarbonización” de la economía mundial antes de final de siglo. Más específicamente, los líderes del G7 han aceptado las consideraciones de los científicos del IPCC de una reducción de las emisiones entre un 40 y un 70 por ciento entre 2010 y 2050. Para lograr este objetivo, entre otros, se han manifestado dispuestos a desembolsar 100 mil millones de dólares al año para financiar los sistemas de control y ayudar a los países más pobres.
También Obama, el presidente de los EE.UU, la noche del 2 de agosto de 2015, antes del 70º aniversario del bombardeo por EE.UU de la ciudad japonesa de Hiroshima, anunció una serie de decisiones para combatir el cambio climático, destacando que "la actual es la última generación en condiciones de impedir la catástrofe del cambio climático en curso". Obama anunció que la realización del nuevo "Clean Power Plan" permitirá reducir en un 90% los cien mil ataques de asma y los 2100 infartos anuales en EE.UU debidos a las condiciones climáticas(2).
¿Estamos viviendo hoy, por tanto, una conversión de la burguesía internacional asumiendo los límites ecológico-sociales del orden capitalista y su incompatibilidad radical con el metabolismo de la base natural de la vida?
Veamos otra cara de la realidad. 
En junio de este año de 2015 se celebraba en Viena el seminario de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), en ella destacó la unanimidad de los participantes sobre el futuro aumento del uso de combustibles fósiles. El Badri, Secretario general de la OPEC, preveía que en 2040 el consumo de energía será el doble de la actual, mientras que en 2030 sólo el consumo de petróleo y gas aumentará en un 25% hasta el equivalente de 111 millones de barriles de petróleo al día. El Director ejecutivo de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) señaló que aumentará el consumo de energía, en particular de aquellas “no convencionales” como el shale y los hidrocarburos conseguidos con técnicas como el fracking. Rex Tillerson, el jefe de Exxon Mobil, la empresa multinacional energética más grande del mundo (y una de las entidades fuertes que más ha apostado por la guerra contra Siria desde 2012 hasta hoy), afirmó que en 2040 el consumo de energía aumentará en un 30% "debido a la proliferación de la clase media mundial": las ¾ partes de este aumento será satisfecho mediante el uso de combustibles fósiles. El jefe de Total S.A., el cuarto grupo privado de petróleo y gas a nivel mundial y primera empresa del sector en Francia, dijo que habrán de encontrarse 50 millones más de barriles al día de petróleo para compensar el agotamiento de los yacimientos actuales(3).
Todos estos poderosos y famosos señores de la energía y las guerras prevén aumentos en los consumos de hidrocarburos y nuevas perforaciones antes de 2040 y piden a los gobiernos que reduzcan los impuestos para poder realizar las inversiones necesarias. Solicitan estas ayudas a pesar de que el mismo Fondo Monetario Internacional (FMI) ha cuantificado en 5,3 trillones de dólares al año la suma total de los subsidios y las ayudas dadas a los productores de combustibles fósiles en el mundo. ¡Unos 10 millones de dólares al minuto! Una suma enorme, superior a la cantidad destinada al gasto sanitario mundial... Según el FMI esta cifra -que representa el 6,5% del PBI global- es “impactante” y revela el verdadero coste de los combustibles fósiles. El FMI, que es una de las instituciones financieras más respetadas en el mundo, estima, además, que acabando con los subsidios para los combustibles fósiles se podrían reducir las emisiones globales de CO2 en un 20%. Poner fin a estos regalos de dinero público a los productores de muerte podría también reducir drásticamente el número de muertes prematuras debidas a la contaminación atmosférica, aproximadamente el 50%, unos 1,6 millones de vidas al año(4).
¿Tiene el presidente y premio nobel de la paz, Obama otra cara lunar, menos filantrópica y progresista, exhibiéndola al final de mandato? Obama es presidente de un país-imperial, los Estados Unidos de Norteamérica, en el que funcionan 3344 centrales eléctricas, de las que 518 están alimentadas con carbón, 1101 con petróleo y 1725 con gas natural; en conjunto producen el 31% de las emisiones de CO2 a nivel mundial. Por tanto, si EE.UU es responsable de más de la tercera parte de las emisiones mundiales de CO2 y su presidente enfatiza que "la actual es la última generación en condiciones de impedir la catástrofe del cambio climático en curso", debería de ser allí donde habría de iniciarse el giro civilizatorio que salve a la humanidad de la catástrofe ecológico-social que se avecina por el cambio climático y que la periodista y activista canadiense Naomi Klein ha formulado en su último libro “Esto lo cambia todo: el capitalismo contra el clima”, cuyo título original en inglés This change everything - Capitalism VS The Climate hace mayor justicia a la tesis de fondo contenida en el libro: el 97% de los científicos están de acuerdo en considerar que el clima está cambiando de forma rápida e irreversible y que para hacerle frente es necesario reducir las emisiones de CO2 en un 70% antes de 2050.
Una reducción de tal tipo sería posible solamente con un radical y repentino cambio de paradigma económico: una transición energética, una reconversión ecológica y una revolución de los modelos de consumo y de transporte. Todas estas medidas necesitan de un planificación pública y que se detraigan fondos de las inversiones especulativas para llevar a cabo las inversiones necesarias para una política de descarbonización, en colisión con las reglas de funcionamiento del capitalismo desregulado y las desigualdades generadas por las políticas de austeridad, los tratados de comercio y las privatizaciones.
A ningún mortal se le escapan las enormes dificultades que existen para optar por un camino u otro en la disyuntiva actual, incluso por la opción de un tipo de capitalismo embridado o regulado, como la que defiende Klein. Y ello sin pensar ni en el gigantesco gasto militar de EE.UU y su estrategia de caos y guerra global en curso, ni en el hecho de que en el Congreso norteamericano los millonarios, categoría que en el país no supera el 1% de la población, ocupan el 47% de los escaños y que, gracias a altas tasas de corrupción política, muchos de los que no lo son aún lo serán antes de finalizar el mandato(5).
La misma idea de un capitalismo regulado a la norteamericana no sería una garantía de esa transición rápida de paradigma económico. Paul Craig Robets(6), economista, escritor y periodista estadounidense, ex-subsecretario del Tesoro en la administración Reagan, un conservador convertido ahora en crítico punzante del capitalismo imperialista norteamericano, comentaba recientemente el libro de Jeffrey St. Clair, “Bom Under A Bad Sky” (2008), en el que se describe con detalle la corrupción en los Servicios de los Parques Naturales, en los Servicios Forestales en EE.UU y en la Oficina de Gestión del Territorio con las empresas madereras, mineras y las de criadores de ganado, que se enriquecen saqueando los bosques y los terrenos públicos del país. Paul Craig, destacaba el siguiente ejemplo: recientemente 3 millones de galones (11.356.235,4 litros) de residuos tóxicos líquidos provenientes de una minería privada de Colorado han sido vertidos por la Agencia de Protección Ambiental a dos ríos en Utah y en Lake Powel. Los sistemas hídricos de al menos siete ciudades han tenido que ser cerrados, ahorrando así unos costes empresariales que superarían el valor de la producción total de la minería durante toda su existencia, cargándolos sobre las espaldas de la población norteamericana. Además, en noviembre de 2014, el republicano Chris Stewart (de Utah) consiguió que la Casa Blanca (¿no vivía ahí todavía Obama?) aprobara una ley presentada por él. Stewart es un francotirador por cuenta del capitalismo. Su proyecto de ley se establece “para evitar que científicos independientes y cualificados puedan actuar como consejeros de la Agencia de Protección Ambiental (EPA). Serán sustituidos por personas designadas por la industria, tengan o no competencias científicas, cuyo sueldo depende de que se informe a lo que exigen sus mandantes”. El republicano Stewart dice que se trata de contrapesar los datos científicos con los intereses de la industria.
Pensamos que hoy el ¿Qué hacer? requerido para avanzar hacia una perspectiva ecológico-social y emancipatoria ha de volver a plantearse en serio una perspectiva revolucionaria de cambio ecológico-social y de lucha por los bienes necesarios. Un nuevo ensayo de conexión entre movimientos sociales locales, viejos y nuevos, aprendiendo de las posibilidades de la asimetría de fuerzas de las luchas en el marco nacional de los estados. Y ¿por qué no?, una nueva internacionalidad antagonista con el capitalismo-prisión global que una a las masas comprometidas en varias formas de agricultura de subsistencia en el Sur del mundo, con la clase obrera de los países en vía de desarrollo y con los procesos de proletarización a escala global. Procesos hoy conformados por los millones de migrantes que se desplazan huyendo de la miseria o de las guerras locales que ensangrientan el planeta, y por los millones de miserables que se acumulan en las periferias de las megalópolis globales, incluyendo a los “trabajadores pobres” (working poor) que la crisis y el asalto neoliberal del welfare han generado en las ciudades del mundo y que han protagonizado disturbios (riots) de forma periódica, así como a la nueva clase obrera de los países emergentes y la clase obrera tradicional de los países ricos, que aunque encarnan procesos opuestos están estrechamente vinculados. Son todas estas fuerzas y clases sociales, con la decisiva y mayoritaria presencia de las mujeres, las que deberían constituirse en la garantía del mantenimiento de la vida en el planeta, del metabolismo entre la naturaleza y la sociedad, ayudando a despertar una nueva conciencia de clase, de género y de especie articulada con aquellas fuerzas del pensamiento científico y crítico imprescindibles para dotar de fundamento una propuesta de un mundo justo en una Tierra habitable. En resumen una lucha de clases desde abajo frente a los sistemas oligárquicos y sus “lucha de clases desde arriba".
Para asumir con veracidad, que "la actual es la última generación en condiciones de impedir la catástrofe del cambio climático en curso" y actuar con conciencia de ellodebería reconocerse, como anticipaba Pier Paolo Pasolini en los años 70 del siglo pasado -y podemos recordarlo en el 40º aniversario de su asesinato-, que no es verdad y no hay que creer que la historia no es ni puede ser más que la historia burguesa. Proponemos volver a partir de esa constatación para no ser sólo fuerza subalterna de un nuevo proceso de restauración capitalista a nivel mundial, que puede, de nuevo y ante los límites y efectos de la financiarización de la economía mundial, desembocar en otra guerra de Occidente contra Rusia, dibujada interesadamente y que, según señalan los más de 50.000 muertos en la guerra en Ucrania, ya ha comenzado.
Un movimiento por una perspectiva de cambio de naturaleza ecológico-social tiene hoy una tarea urgente: despertar un gran movimiento, como el precedente de 2003 contra la intervención de EE.UU y la OTAN en Irak, para el debilitamiento, obstrucción y desmantelamiento de la OTAN y su estrategia de guerra permanente. Esta es hoy la tarea más urgente de carácter económico, político, ecológico y social: parar la guerra en curso.

Notas:
(1) El economista estadounidense Laurence Summers, habló de “estancamiento secular” (secular stagnation) ya en 2013, en un discurso al Fondo Monetario Internacional, al constatar que tras seis años desde la explosión de las burbujas financieras, la Crisis Global, no ha habido una recuperación económica suficiente y pocas economías avanzadas han vuelto a las tasas de crecimiento pre-crisis, a pesar de años de tipos de interés prácticamente a cero, lo que no permite volver a crear una situación de pleno empleo.
(2) Alberto Castagnola. “Barack Obama y las ocasiones perdidas sobre el clima”.
(3) Stefano Sylos Labini. “¡El calentamiento global: la cosa no cuadra!".
(4) Mirko Busto.
(5) L. Gerard en Huffington Post , 30 de agosto de 2012.
(6) Paul Craig. “El coste social del capitalismo".

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