Miradas al Sur
Es época de la celebración de Halloween, nombre nada criollo que no significa más que la Víspera de Todos los Santos, también conocida como Noche de Brujas, una fiesta de origen celta que el consumismo globalizado ha logrado instaurar también en la Argentina, como una demostración más de colonialismo cultural. Pero esta vez no vuelan brujas, ya que fueron desalojadas de sus escobas por unos bichos más de moda, los buitres.
A diez años del NO al ALCA, las presiones por la restauración conservadora en Sudamérica se intensifican. Esta ola progresista-popular que tuvo a Hugo Chávez, Néstor Kirchner y Lula da Silva entre sus líderes y constructores de una nueva identidad integracionista, a los que se sumaron Rafael Correa y Evo Morales, es eje de una feroz ofensiva del capital transnacional aliado a los sectores más reaccionarios de las sociedades nacionales.
Estos gobiernos progresistas, nacionalistas, con inclinaciones populares, surgieron de las crisis y las movilizaciones de los movimientos populares en sus respectivos países y movilizaron a millones de personas en apoyo a profundas transformaciones sociales, lo que significó la pérdida de privilegios y poder de los poderes fácticos, provocando embates de los grupos financieros y políticos conservadores, nacionales y transnacionales y de sus medios de comunicación, hegemónicos y cartelizados, junto a los sectores internos más poderosos que buscaban y buscan desestabilizarlos y derrocarlos.
Los embates –incluyendo la modalidad de golpes blandos– no lograron voltear a los gobiernos con fuerte arraigo popular, aunque sí consiguieron expulsar del poder a Fernando Lugo en Paraguay y a Manuel Zelaya en Honduras. Las derechas latinoamericanas siguen agazapadas, y hoy rezando por un triunfo de Macri que tomarían como propio. Desde hace una década esos sectores vaticinan derrotas electorales de los gobiernos progresistas y, a partir del primer presidente que no lograse imponerse, la caída de uno tras otro, como fichas de dominó.
El desgaste de varios años en el poder, el cambio de las condiciones internacionales, los escándalos o las denuncias de corrupción, magnificadas por los medios, los cambios de rumbo que llevaron incluso a la aplicación de políticas alejadas de las propuestas iniciales y, la desmovilización y desarticulación de los movimientos sociales que marcaban los tiempos desde las calles y los caminos, debilitaron a los gobiernos.
Hay quienes hablan de flujos y reflujos, de fin de ciclos… Lo cierto es que hasta ahora ninguno de ellos dejó el gobierno por voluntad popular, por el voto de los ciudadanos, aún cuando en sus últimos elecciones Nicolás Maduro y Dilma Rousseff ganaran por escaso margen.
En la Argentina se juega mucho más que un recambio presidencial. La trascendencia de estas elecciones sobrepasa el territorio nacional e influirá, de uno u otro modo, sobre el imaginario colectivo de la región. En lo nacional, el Gobierno ya logró el triunfo de llegar a esa circunstancia en absoluta normalidad institucional, con la economía bajo control a pesar de las amenazas y los intentos de generar huracanes financieros, y con la presidenta Cristina Kirchner gobernando hasta el último día de su mandato. Después de 12 años de kirchnerismo, la posibilidad de lograr un nuevo período para las políticas de redistribución con inclusión constituyen la posibilidad de que los avances logrados ya no tengan retroceso, algo que parece poco probable si cambiara el signo político del próximo habitante de la Casa Rosada.
Augurios de entrometidos
La agenda regional marca que después de esta segunda vuelta sigue la renovación de la unicameral Asamblea Nacional en Venezuela (6 de diciembre, a 17 años del primer triunfo electoral de Hugo Chávez) y, el 21 de febrero del año próximo, un referendo en Bolivia, donde la ciudadanía definirá si apoya una nueva postulación de Evo Morales a la Presidencia.
En Venezuela, el oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) tratará de mantener la mayoría parlamentaria –hoy muy amplia– ante un nuevo intento opositor conjugado en la Mesa de Unidad Democrática (MUD). Un triunfo opositor en el país con las mayores reservas de petróleo del mundo, podría abrir la puerta a un referendo revocatorio del presidente Nicolás Maduro en 2017, su derrota mantendrá la opción permanente del golpe. Apenas conocida la automática convocatoria a una segunda vuelta en Argentina, Henrique Capriles, dos veces candidato presidencial de la oposición venezolana y hoy gobernador del estado Miranda, señaló que “el gran reto que tiene Mauricio Macri si quiere ganar el balotaje es ser el líder del cambio”. Especula con que un triunfo de Macri apuntalará un triunfo opositor en Venezuela.
En este concierto de desconcertados, Samuel Doria Medina, magnate cementero y excandidato ultraconservador a la Presidencia de Bolivia, anunció que “llega un nuevo tiempo” y saludó “la unidad liderada por Macri, unidad que será victoria el 22N”. Doria también quiere pescar en este río y sueña con vientos que sirvan de estímulo para que los bolivianos rechacen la repostulación de Evo en febrero.
En Ecuador, mientras el Movimiento País del presidente Rafael Correa manifestaba su apoyo a Daniel Sioli, el banquero, líder de la oposición y exc andidato presidencial Guillermo Lasso, señalaba que “la lucha de Mauricio Macri nos inspira y llena de ánimo para alcanzar mejores días en Ecuador”.
El líder de Cambiemos no habló de la integración regional, pero la Cancillería paraguaya especula con que la derecha argentina logre cambiar todo el andamiaje institucional del Mercosur, tal como lo exigieran Aécio Neves en Brasil y Lacalle Pou, candidatos presidenciales perdedores en Brasil y Uruguay, para permitir que los países miembro firmen individualmente tratados de libre comercio con Estados Unidos y la Unión Europea. En abril, el “Grupo Consenso”, que integran referentes del PRO y del radicalismo macrista, pidió “fortalecer nuestras relaciones con Europa y Estados Unidos” y avanzar en una “rápida, amplia y franca discusión con nuestros socios del Mercosur”, buscando una apertura hacia la Alianza del Pacífico.
Los buitres están agazapados; son gorilas nacionales y extranjeros, travestidos en estas conmemoraciones suyas de Halloween, una festividad tan argentina, tan latinoamericana como sus patrones.
A diez años del NO al ALCA, las presiones por la restauración conservadora en Sudamérica se intensifican. Esta ola progresista-popular que tuvo a Hugo Chávez, Néstor Kirchner y Lula da Silva entre sus líderes y constructores de una nueva identidad integracionista, a los que se sumaron Rafael Correa y Evo Morales, es eje de una feroz ofensiva del capital transnacional aliado a los sectores más reaccionarios de las sociedades nacionales.
Estos gobiernos progresistas, nacionalistas, con inclinaciones populares, surgieron de las crisis y las movilizaciones de los movimientos populares en sus respectivos países y movilizaron a millones de personas en apoyo a profundas transformaciones sociales, lo que significó la pérdida de privilegios y poder de los poderes fácticos, provocando embates de los grupos financieros y políticos conservadores, nacionales y transnacionales y de sus medios de comunicación, hegemónicos y cartelizados, junto a los sectores internos más poderosos que buscaban y buscan desestabilizarlos y derrocarlos.
Los embates –incluyendo la modalidad de golpes blandos– no lograron voltear a los gobiernos con fuerte arraigo popular, aunque sí consiguieron expulsar del poder a Fernando Lugo en Paraguay y a Manuel Zelaya en Honduras. Las derechas latinoamericanas siguen agazapadas, y hoy rezando por un triunfo de Macri que tomarían como propio. Desde hace una década esos sectores vaticinan derrotas electorales de los gobiernos progresistas y, a partir del primer presidente que no lograse imponerse, la caída de uno tras otro, como fichas de dominó.
El desgaste de varios años en el poder, el cambio de las condiciones internacionales, los escándalos o las denuncias de corrupción, magnificadas por los medios, los cambios de rumbo que llevaron incluso a la aplicación de políticas alejadas de las propuestas iniciales y, la desmovilización y desarticulación de los movimientos sociales que marcaban los tiempos desde las calles y los caminos, debilitaron a los gobiernos.
Hay quienes hablan de flujos y reflujos, de fin de ciclos… Lo cierto es que hasta ahora ninguno de ellos dejó el gobierno por voluntad popular, por el voto de los ciudadanos, aún cuando en sus últimos elecciones Nicolás Maduro y Dilma Rousseff ganaran por escaso margen.
En la Argentina se juega mucho más que un recambio presidencial. La trascendencia de estas elecciones sobrepasa el territorio nacional e influirá, de uno u otro modo, sobre el imaginario colectivo de la región. En lo nacional, el Gobierno ya logró el triunfo de llegar a esa circunstancia en absoluta normalidad institucional, con la economía bajo control a pesar de las amenazas y los intentos de generar huracanes financieros, y con la presidenta Cristina Kirchner gobernando hasta el último día de su mandato. Después de 12 años de kirchnerismo, la posibilidad de lograr un nuevo período para las políticas de redistribución con inclusión constituyen la posibilidad de que los avances logrados ya no tengan retroceso, algo que parece poco probable si cambiara el signo político del próximo habitante de la Casa Rosada.
Augurios de entrometidos
La agenda regional marca que después de esta segunda vuelta sigue la renovación de la unicameral Asamblea Nacional en Venezuela (6 de diciembre, a 17 años del primer triunfo electoral de Hugo Chávez) y, el 21 de febrero del año próximo, un referendo en Bolivia, donde la ciudadanía definirá si apoya una nueva postulación de Evo Morales a la Presidencia.
En Venezuela, el oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) tratará de mantener la mayoría parlamentaria –hoy muy amplia– ante un nuevo intento opositor conjugado en la Mesa de Unidad Democrática (MUD). Un triunfo opositor en el país con las mayores reservas de petróleo del mundo, podría abrir la puerta a un referendo revocatorio del presidente Nicolás Maduro en 2017, su derrota mantendrá la opción permanente del golpe. Apenas conocida la automática convocatoria a una segunda vuelta en Argentina, Henrique Capriles, dos veces candidato presidencial de la oposición venezolana y hoy gobernador del estado Miranda, señaló que “el gran reto que tiene Mauricio Macri si quiere ganar el balotaje es ser el líder del cambio”. Especula con que un triunfo de Macri apuntalará un triunfo opositor en Venezuela.
En este concierto de desconcertados, Samuel Doria Medina, magnate cementero y excandidato ultraconservador a la Presidencia de Bolivia, anunció que “llega un nuevo tiempo” y saludó “la unidad liderada por Macri, unidad que será victoria el 22N”. Doria también quiere pescar en este río y sueña con vientos que sirvan de estímulo para que los bolivianos rechacen la repostulación de Evo en febrero.
En Ecuador, mientras el Movimiento País del presidente Rafael Correa manifestaba su apoyo a Daniel Sioli, el banquero, líder de la oposición y exc andidato presidencial Guillermo Lasso, señalaba que “la lucha de Mauricio Macri nos inspira y llena de ánimo para alcanzar mejores días en Ecuador”.
El líder de Cambiemos no habló de la integración regional, pero la Cancillería paraguaya especula con que la derecha argentina logre cambiar todo el andamiaje institucional del Mercosur, tal como lo exigieran Aécio Neves en Brasil y Lacalle Pou, candidatos presidenciales perdedores en Brasil y Uruguay, para permitir que los países miembro firmen individualmente tratados de libre comercio con Estados Unidos y la Unión Europea. En abril, el “Grupo Consenso”, que integran referentes del PRO y del radicalismo macrista, pidió “fortalecer nuestras relaciones con Europa y Estados Unidos” y avanzar en una “rápida, amplia y franca discusión con nuestros socios del Mercosur”, buscando una apertura hacia la Alianza del Pacífico.
Los buitres están agazapados; son gorilas nacionales y extranjeros, travestidos en estas conmemoraciones suyas de Halloween, una festividad tan argentina, tan latinoamericana como sus patrones.
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