Traducido
del portugués al español por Rafael Enciso, Economista Investigador.
Nota
de presentación:
En
el mes de mayo de este año el Presidente del Comité Bolivariano de Sao Paulo,
en Brasil, José Filhio Safrany, me envío el artículo escrito en portugués: La
montaña que debemos conquistar: Reflexiones acerca del Estado, de Istvan
Mészaros, quien ha estado en varias oportunidades en Venezuela, quien fue gran
amigo e inspirador de muchas de las ideas de Chávez y gran amigo de la
Revolución Bolivariana.
Teniendo
en cuenta la profunda relación entre este artículo y lo escrito por el
Presidente Chávez en su presentación del Programa de Gobierno para el período
2013-2019, acerca de que: la formación económico social que prevalece en
Venezuela sigue siendo capitalista y rentista, y que el Estado que tenemos
sigue siendo el Estado burgués heredado de la IV República, el cual es
necesario “pulverizar” para lo cual se requiere desarrollar el Poder Popular y
las Comunas…, decidí traducir el artículo al español para ponerlo a disposición
del pueblo venezolano. Este es el artículo que se presenta a continuación y que
espero contribuya a la comprensión de la enorme complejidad de superar el
Estado heredado y de avanzar hacia la formación progresiva del Estado Comunal,
por medio del fortalecimiento de las comunas; del ejercicio real de la
democracia participativa y protagónica en las mismas; y del desarrollo del
sistema económico comunal.
Sigue
el texto de presentación del artículo publicado en Brasil:
En
el contexto de la publicación de su nuevo libro, La montaña que debemos
conquistar: reflexiones acerca del Estado, el filósofo marxista húngaro István
Mészáros concedió una extensa entrevista a Leonardo Cazes para el periódico O
Globo, en la cual se refirió a algunos aspectos centrales de su obra, como su
concepción de Estado, de democracia y de la crisis estructural del capital, a
la luz de algunas de las protestas y movilizaciones políticas que se vienen
produciendo en el mundo ahora. El resultado fue publicado parcialmente en
febrero de este año en el artículo “Filósofo István Mészáros analiza ascenso de
nuevos partidos en Europa como Syriza y Podemos". El material completo,
con todo, supera en más de tres veces el espacio disponible por el diario. A
pedido del autor, el Blog de Boitempo
publica ahora una versión integral de la entrevista, enviada a nosotros
directamente por el periodista y es revisada por el traductor Nélio Schneider.
También a pedido de Mészáros, la entrevista debe incluirse como apéndice de
las próximas ediciones ampliadas de La
montaña que debemos conquistar: reflexiones acerca del Estado.
* * * * *
Pregunta:
¿Por qué usted, en el título de su nuevo libro, comparó al Estado que se
debe conquistar, a una montaña?
Respuesta:
En el sentido más simple y directo, porque el camino que debemos seguir para
garantizar nuestra sobrevivencia y nuestro avance está bloqueado por un
obstáculo gigante – muchos Himalayas, uno encima de otro –, representado por el poder global del
Estado. Y no podemos dar vuelta a esa montaña, ni pasar por encima de ella. El
peligro de hecho consiste en que algunos pocos Estados nacionales tienen el
poder de destruir la humanidad entera, un poder celosamente defendido por ellos
como su “seguridad” y “autodefensa” en
sus confrontaciones, reales y potenciales, de unos con los otros. Y, en cuanto
los Estados y su necesaria rivalidad
sobrevivan, la inmensa mayoría de la humanidad no puede hacer absolutamente
nada contra eso. Nada puede ser más importante.
La
idea de que, en la tentativa de superar las desigualdades estructuralmente
arraigadas y repararlas de una forma duradera, las personas podrían usar la
“sociedad civil” contra el poder del Estado, es extremamente ingenua, para
decir lo menos. Tal como la presunción de llamar ONGs”, esto es,
“Organizaciones No Gubernamentales”, a
esas organizaciones patéticamente limitadas que dependen para su financiamiento
y funcionamiento, de los recursos concedidos por el Estado. Esas mitologías auto-contradictorias
no pueden ofrecer soluciones para nuestros peores problemas. El Estado es una
estructura política global de comando del sistema del capital en cualquiera de
sus formas conocidas o concebibles. En las condiciones actuales no puede ser de
otra manera.
Es
por eso que el orden social reproductor del capital es antagónico en su núcleo
y necesita de una problemática función correctiva del Estado para transformar
en un todo cohesionado, las partes constitutivas en conflicto del sistema, en
su incurable centrifugalidad. Hubo un tiempo en que ese tipo de corrección no
era solo defensivo, sino que traía consigo un avance histórico que conquistaba
todo. Hoy, entretanto, la otrora bien-sucedida función correctiva del Estado
falla en funcionar de forma duradera, en
la medida en que la profunda crisis
estructural del sistema del capital queda cada vez más clara. El
resultado es una destrucción aún mayor, no sólo en incontables guerras, sino
también de la naturaleza. Es por ello que la famosa frase de Rosa Luxemburgo,
“socialismo o barbarie”, necesita ser reformulada para nuestro tiempo en:
“barbarie, si tuviéramos suerte”. La aniquilación de la humanidad es nuestro
destino si fallamos en la conquista de esa montaña que es el poder destructivo
y autodestructivo de las formaciones estatales del sistema del capital.
Pregunta:
En el mundo actual, los Estados nacionales parecen tener cada vez menos poder ante los
organismos financieros internacionales al igual que ante las organizaciones
políticas interestatales, como la Unión Europea. Así pues, ¿cuál es ese Estado
que se debe conquistar?
Respuesta:
La difundida reducción del poder de los Estados-nacionales es una gran
exageración alardeada por diversos gobiernos
con el objetivo de justificar sus fracasos en promover las limitadísimas
reformas sociales solemnemente prometidas por ellos. Los hechos muestran lo
contrario. Cito apenas algunos ejemplos: El Syriza, respaldado por amplio
margen de votos, está intentando hoy afirmar los intereses griegos contra el
FMI y la Unión Europea. En el Reino Unido, en las elecciones generales de mayo
próximo, el partido que debe tener el mayor crecimiento porcentual en número de
votos es el Partido Independiente del Reino Unido (UKIP, por su sigla en
inglés). Además de eso, el Partido Conservador (del primer-ministro David
Cameron) está amenazando dejar la Unión Europea en el caso que no ocurran
cambios que atiendan los intereses del país en el bloque. A propósito, no se
puede excluir la posibilidad de que la propia Unión Europea se acabe.
Aún
más representativo fue el plebiscito, realizado meses atrás, sobre la
independencia de Escocia. El porcentaje de electores que apoyaron la
independencia llegó a la impresionante suma de 45%, lo que probablemente
llevará a su realización cuando ellos puedan votar sobre ese asunto nuevamente.
Al mismo tiempo, la Cataluña, en España, está intentando afirmar sus intereses en el mismo sentido, como mostraron
las votaciones recientes. En Bélgica, tenemos contradicciones parecidas, en
algunos casos con manifestaciones
violentas, y también en Italia, en la región del Alto Adige, hay un
fuerte movimiento presionando por
independencia. Y no debemos olvidar que, en Europa Central, no hace mucho
tiempo, Eslováquia se separó de la actual República Checa.
Así,
en realidad no hay una eliminación de las aspiraciones de los Estados
nacionales, sino, el supercalentamiento de un caldero de peligrosos
antagonismos y contradicciones en varios niveles, todos situados entre los
actuales Estados nacionales y aquellos que aspiran a volverse Estados nacionales, e inclusive en las
estructuras creadas para solucionar los antagonismos interestatales como la
Unión Europea – que está muy lejos de ser unificada. La crónica falta de
solución para esos problemas ofrece grandes peligros para la sobrevivencia de
la humanidad. ¿O acaso, debemos olvidar el hecho de que los Estados Unidos
están amenazando armar a Ucrania contra
Rusia, con consecuencias potencialmente serias e incalculables? ¿A dónde fueron
a parar los días de gloria en que los líderes políticos mundiales alardeaban en
voz alta y buena música “el fin de la guerra fría”? Y, además de la confrontación
entre EUA y Rusia, ¿qué pensar del
antagonismo, en el horizonte no muy distante, entre EUA y China – los
más poderosos Estados nacionales – en disputa cerrada por los recursos
naturales del planeta? Se trata de un antagonismo aún limitado, pero con una
innegable tendencia a intensificarse. Estados nacionales rivales son totalmente
incapaces de ofrecer una solución a esos antagonismos. Ninguna organización
financiera internacional, ni las
bien-intencionadas organizaciones políticas interestatales consiguen siquiera
arañar la superficie de problemas tan graves.
La
gigantesca falla histórica del capital fue – y continúa siendo – su incapacidad
de constituir el sistema del capital como un todo, en cuanto
irresistiblemente proclama los
imperativos de su sistema como las determinaciones materiales directas del
orden reproductivo del capital en escala
global. Esa es una enorme contradicción. Antagonismos interestatales en una
escala potencialmente autodestructiva – un presagio fueron las dos guerras
mundiales del siglo pasado cuando aún no habían sido completamente desarrolladas
las actuales armas de autodestrucción total – son la consecuencia necesaria de
esa contradicción. Por tanto, El Estado que debemos conquistar para la
sobrevivencia de la humanidad es el
Estado tal como nosotros lo conocemos, llamado Estado en general en su realidad
existente, como fue articulado en el largo curso de la historia, y capaz de
afirmarse apenas en su modalidad antagónica, tanto internamente como en sus relaciones
internacionales.
Pregunta:
Usted anota que el Estado tal como lo conocemos está fundado en un determinado
orden socio metabólico capitalista. Es preciso conquistar el Estado para
transformar ese orden? ¿O solo la transformación de la sociedad creará las
condiciones para la transformación del Estado?
Respuesta:
El Estado en sí no puede rehacer el orden social reproductivo del capital
porque es una parte integrante de él. El gran desafío de nuestra época es la
necesaria erradicación del capital de nuestro orden socio metabólico. Y eso es
inconcebible sin erradicar, al mismo tiempo, las formaciones estatales del
capital históricamente constituidas en conjunción con la dimensión de
reproducción material del sistema e inseparable de ella.
El
hecho de que el Estado, como una corrección necesaria para la centrifugalidad
incurable del capital, se puede imponer a las partes constitutivas, siempre en
nocivo conflicto, de determinado orden social, no significa que el Estado pueda
imponer arbitrariamente cualquier cosa imaginada por las personificaciones del
capital. Por el contrario, la imposición correctiva del Estado, es
objetivamente orientada por el imperativo auto expansionista del orden
reproductivo material del capital. Un orden completamente incapaz de reconocer
algún límite a su auto expansión, generando entonces una contradicción fatal.
La insustentabilidad final de esa
contradicción es revelada por el hecho de que, lo que es internamente en el
ámbito nacional – un requisito, y una conquista auto expansionista de tendencia
internacional se vuelve problemática y potencialmente autodestructiva. La
realidad represiva del imperialismo monopolista y de sus guerras no es
comprensible sin esa perversa dinámica auto expansionista instituida por los
Estados más poderosos.
Así,
para que la toma de decisiones globales en el proceso socio metabólico sea
radicalmente alterada, es necesaria la eliminación de la ya mencionada
contradicción fatal entre la dinámica interna de la reproducción productiva del
sistema y la tendencia represiva internacional inseparable de ella, como se ha
vivido en el orden social del capital salvaguardada y defendida por el Estado.
Pregunta:
Algunos intelectuales ven la crisis financiera iniciada en 2008 como una crisis
del capitalismo. Para salvar los bancos, hubo un endeudamiento gigantesco de
los Estados. Esta crisis del capitalismo es también una crisis del Estado?
Respuesta:
Sin duda, la crisis de que estamos hablando es también una crisis profunda del
Estado. Los defensores del sistema
pasarán a promover la ilusión y el autoengaño de que el Estado resolvió la
crisis, entregando fondos astronómicos de trillones de dólares en el barril sin
fondo del capital quebrado. Pero, ¿de donde vienen esos trillones astronómicos?
El Estado como inventor de esos fondos
no es productor de ninguno de ellos, aunque finja ser el distribuidor
soberano con sus dispositivos, más o menos abiertamente cínicos, de
“quantitative easing [flexibilización
cuantitativa]” etc. Mientras tanto, la amarga verdad es que la
aplastante mayoría de los Estados está
quebrada – la cuantía llega a 57 trillones de dólares de acuerdo con las cifras
más recientes –, sin importar, cuánto
consigan disimular su magnitud.
Hace
muchos años, en un artículo escrito en 1987 y publicado por primera vez en
Brasil en 1989, en la revista “Ensaio”, cité una entrevista del entonces
Presidente de la Reserva Federal (el Banco Central norte-americano) en
“Financial Times”, Robert Heller, defendiendo que el déficit anual de US$ 188
billones en el balance comercial
norte-americano representaba “la saludable continuación de la expansión
económica actual”. Y yo comenté eso, con estas palabras: “Si US$ 188 billones
de déficit en la balanza comercial, junto con los astronómicos déficits
presupuestarios, pueden ser considerados la continuación saludable de la
expansión económica, es aterrador pensar lo que serán las condiciones no
saludables de la economía cuando nos enfrentemos con ellas”.
Ahora
estamos muy próximos a eso. Así, la respuesta ya está lo suficientemente clara,
indicando el endeudamiento catastrófico y el fracaso velado de las más poderosas economías capitalistas, siendo los
Estados Unidos responsables por 20
trillones de dólares de esa cuenta, que continúa creciendo inexorablemente. Eso
continuará, sin importar cuantas veces los presidentes de los Bancos Centrales
aún vengan con la cantinela de lo que llaman “condiciones saludables de
expansión”.
Pregunta:
En su libro, usted parece creer que la llamada “desaparición del Estado” es
inevitable. ¿Qué lo que lo lleva a creer eso?
Respuesta:
En este caso no se trata de algo inevitable. Decir que la “desaparición del
Estado” es necesaria significa apenas que se trata de una condición vital
exigida para la solución de los problemas en cuestión. Pero eso no significa
que esa exigencia va a realizarse inevitablemente. Por el contrario, aumenta el
peligro de que el Estado, con su gigantesco poder de destrucción, dé un fin
catastrófico a todo el esfuerzo de
transformación y emancipación, lo que contraría toda ilusión de la llamada
“inevitabilidad histórica”.
No puede
haber algo como “inevitabilidad histórica” en dirección al futuro. La historia
es un destino abierto para bien o para o mal. Resaltar la necesidad de la “desaparición” del Estado fue, en primer
lugar, un medio de contestar la ilusión anarquista de que el “derribamiento del
Estado” puede resolver los problemas en
disputa. El Estado en sí no puede ser “derribado”, teniendo en cuenta su
profunda imbricación en el metabolismo social. Las relaciones capitalistas de propiedad privada de determinado Estado pueden ser
derribadas, pero eso por sí solo no es una solución. Todo lo que puede ser
derribado puede también ser restaurado, y así ha sido, como el destino de la
“Perestroika” de Gorbachov lo demostró
ampliamente. Capital, trabajo y Estado están profundamente relacionados
en un todo orgánico de metabolismo social históricamente constituido. Ninguno
de ellos puede ser derribado solo, ni puede ser “reconstituido” separadamente.
El
cambio exigido requiere una transformación radical del metabolismo reproductivo
social en su totalidad y en todas sus partes profundamente interconectadas que
lo constituyen. Y eso solo puede ser hecho en sintonía con las circunstancias
históricas en cambio, dentro de los límites de nuestro planeta. Ese es el
significado de la alternativa socialista al orden socio-metabólico del capital,
ahora peligrosamente sobrecargada de manera perdurable. Esa alternativa no es
una cuestión de “inevitabilidad”. Lo inevitable debe ser dejado para la ley de
la gravedad, según la cual las piedras lanzadas por Galileo desde la torre inclinada de Pisa caerían al suelo con
toda certeza. Es por eso que, en la conclusión de mi libro, escribí que
“aquello es por lo cual esa alternativa socialista clama y es una exigencia
tangible de sustentabilidad histórica. Y eso también es ofrecido con el
criterio de que puede ser un suceso viable. En otras palabras, la prueba de
validez en sí, es definida en términos de su viabilidad histórica y sustentabilidad práctica.” [p. 111-2].
Pregunta:
Una de las principales críticas a la concepción marxista de la historia es que
ella sería muy teleológica. Esta concepción de que el colapso del Estado es
inevitable no sería también un tanto teleológica?
Respuesta:
Solo los marxistas dogmáticos mecanicistas argumentarían en esos términos. Marx
nunca dijo eso. Además, siete décadas antes de “socialismo o barbárie” de Rosa
Luxemburgo, él escribió que la alternativa por él defendida era necesaria a los
seres humanos “para salvar su propia existencia”. En otras palabras, si un pensador claramente afirma, que la acción
humana autodestructiva en curso – que proviene de los antagonismos internos y
de las contradicciones peligrosas de cierto sistema de reproducción social,
establecido por los propios seres humanos – puede poner fin al desarrollo
histórico, eso es negar la creencia en una
misteriosa teleología de la inevitabilidad histórica, y no su defensa.
De
cualquier forma, indicar la creciente probabilidad de colapso o de implosión,
es siempre mucho más fácil que proyectar en términos concretos algo como un
mero esbozo de un resultado positivo viable. Porque este último depende de una gran
multiplicidad de factores que interactúen entre sí, colocados en movimiento por esfuerzos humanos más o menos
conscientes, confrontándose unos a otros en
circunstancias históricas confusamente complicadas y de cambios en las
relaciones de fuerzas. Es por eso que es tan importante el desarrollo de una
consciencia social en el ámbito de sistemas de valores rivales, junto con sus
requisitos educacionales. No pasaría de una ilusión autodestructiva esperar un
resultado positivo que apareciera a través de una agencia supra-humana ficticia
de alguna teleología histórica cuasi mesiánica preexistente.
Pregunta:
Usted es bastante crítico de la “democracia representativa”, pero tampoco
demuestra entusiasmo por la así llamada “democracia directa”. En vez de eso,
propone una “democracia sustantiva”. ¿Cuáles son las bases de esa democracia
sustantiva y cómo ella funcionaría?
Respuesta:
La defensa hecha por Rousseau de algo parecido a la democracia directa,
abrazada en la fase inicial de la Revolución Francesa, tiene una precedencia
histórica sobre la democracia representativa. Esta última fue concebida más
como una reacción que como una forma original sustentable de control político.
Además no debemos olvidar que el gran filósofo liberal/utilitarista Jeremy
Bentham comenzó su carrera intelectual como opositor de la Revolución Americana, al calor de los acontecimientos.
La democracia representativa fue convenientemente adoptada por muchos
parlamentos, pero produjo resultados muy limitados. Se trata de una forma de
control muy problemática, hasta en sus propios términos de referencia y en las conquistas que reivindica para sí.
La crítica hecha por Hegel fue certera cuando él escribió en su “Filosofía de
la historia” que, en esa forma de administración política, “los Pocos suponen
ser los diputados, pero ellos son casi siempre apenas los explotadores de
muchos”. Él podría haber apuntado también, que los Muchos no son simplemente
los “Muchos”, sino simultáneamente también, los “Todos”. Aunque los Muchos
pueden ser verdaderamente representados por el Partido temporalmente dominante,
aun así excluiría una buena cantidad de los “Todos”, lo que hizo a Hegel
reflexionar en la tiranía de la mayoría
sobre la minoría. Pero es claro que él
no pudo ir más allá, dado su propio horizonte de clase y su concepción
económica adaptada de la economía
política de Adam Smith, con su combinación de bendición y maldición, orientada
hacia el capital.
A
pesar de sus méritos relativos en comparación con la democracia representativa,
la idea de la democracia directa es
también muy problemática. Al colocarse como alternativa a la democracia
representativa en el dominio político, ella aún está muy lejos de comenzar a
percibir la gran tarea histórica de la
transformación radical del metabolismo social en su totalidad. Por eso no
sorprende ni un poco que, incluso su contraejemplo institucional extremamente
limitado de los “delegados revocables”, en vez de los “diputados
representativos” ahora electos por el sistema político, se ha comprobado como
totalmente incompatible, en los dos últimos siglos, con el orden de
reproducción social establecido.
Además
de eso, la sugerencia bien intencionada de pagar a esos delegados lo mismo que se paga a los
trabajadores de fábrica no resultó en nada, no obstante haber sido defendida
apasionadamente por Lenin en su libro
“Estado y revolución” y también
después de la victoriosa Revolución de Octubre. En las sociedades capitalistas occidentales, hemos
oído hablar de la virtud de la propuesta de tener trabajadores y hasta consejos
de trabajadores participando directamente del proceso de decisión de las
empresas, como un elemento de democracia directa, esperando así una gran
transformación de la sociedad como un todo, con el tiempo. Eso es como la
raposa de la fábula, al pie del árbol, diciendo al cuervo, -que tiene en el
pico un enorme pedazo de queso-, que su canto es hermoso y pidiendo que cante,
en la esperanza de que abra el pico y
deje caer el queso. Pero el cuervo no es tan estúpido para alimentar a
la raposa y quedar con hambre. La cuestión de la democracia sustantiva es un
caso de procesos decisorios vitales en todos los dominios y en todos los
niveles del proceso de la reproducción social, con base en una igualdad
sustantiva. Y eso exige la
alteración radical en el metabolismo
social como un todo, sustituyendo su
carácter alienado y la super-imposición alienante de todo el proceso de
decisión política del Estado sobre la
sociedad. Ese es el único modo en que la democracia sustantiva puede adquirir y
mantener su significado.
Pregunta:
En Europa, en Asia y en América Latina, las calles fueron ocupadas por
protestas contra el poder establecido, sean dictaduras o democracias. ¿Cómo
evalúa usted esos movimientos? ¿Ellos
pueden ser el motor de un cambio fundamental de la sociedad capitalista?
Respuesta:
Sin duda alguna, estamos asistiendo a las más notables demostraciones de
protesta en todo el mundo en los últimos años. Al mismo tiempo, ya que las
demandas de las personas en estas protestas de masas no fueron atendidas, difícilmente
se podrá dudar que ellas reaparecerán en todo el mundo y hasta más intensamente
si continúan siendo frustradas. Con todo, sería imprudente saltar a una conclusión optimista teniendo en cuenta la
inmensa dimensión de movimientos de protesta mundiales. No obstante, sería muy
prematuro ver en ellas ya, el motor de un cambio fundamental de la sociedad
capitalista. Esos movimientos de protesta son ciertamente preludios de un
necesario cambio fundamental. La magnitud de ese cambio fundamental exigido es
indicada no solamente por las demostraciones de masas que inequívocamente dicen “no” a la perpetuación
de múltiples injusticias, sino también por la subsecuente expresión de simpatía
y solidaridad de las masas que aún no
están en las calles. Una palabra de cautela es necesaria, entretanto, porque es
siempre más fácil decir “no” a lo que existe de perjudicial, que elaborar una
alternativa positiva a ello. Si tomáramos la sustentabilidad histórica como
criterio y medida de la alternativa
exigida, debemos aplicarla también a los
movimientos de protesta de masas emergentes. Ellos aparecerán por todo el mundo
en general de forma espontánea en una gran variedad de formas, relacionadas a
la multiplicidad de las quejas particulares. En algún punto del futuro,
entretanto, ellos deben unirse en una fuerza históricamente sustentable, en el
caso que quieran transformarse en lo que usted describió correctamente como “el
motor de un cambio fundamental de la sociedad capitalista”. Sólo podemos apoyar
para que esa cohesión estratégica se manifieste rápidamente, antes que sea
demasiado tarde.
Pregunta:
En Europa se está dando un ascenso de nuevos partidos de izquierda, muchas
veces calificados como “radicales”. El Syriza venció en las elecciones en
Grecia y Podemos ya es la segunda fuerza
política en España. ¿Usted cómo ve esos nuevos partidos? ¿Qué tipos de cambios
son posibles por dentro de las estructuras actuales?
Respuesta:
Syriza y Podemos son buenos ejemplos de respuesta necesaria a la imposición de
crueles medidas de austeridad a Grecia y España por las autoridades financieras
y estatales e internacionales, agravadas por la sumisión servil de sus
respectivos gobiernos nacionales. Pero además de en esos dos países, las medidas de austeridad deshumanizantes se están
haciendo visibles e intolerables en muchas partes del mundo capitalista,
incluyendo aquellos países que una vez pertenecieron al puñado de privilegiados
del “Estado de bien-estar”. Lo que vuelve a esos partidos particularmente
significativos no es solo que nacieron en
la estera de una izquierda adormecida, sino que también lograron una
gran masa de apoyo en un período muy corto de tiempo. En ese sentido, ellos
claramente subrayan la insustentabilidad del orden de reproducción social
establecido que recurre a crueles medidas de austeridad hasta en la Europa del
capitalismo avanzado, después de prometer por tanto tiempo – y totalmente en
vano – la difusión del bien estar universal en todos los lugares del mundo. La
expectativa de sucesos de movimientos mundiales
de protesta, mencionados en la pregunta anterior, puede ser bastante reforzada
por el desarrollo de esos partidos. Pero también a ese respecto, una concepción
global estratégicamente viable elaborada por ellos, en busca de una alternativa
al orden existente, que sea históricamente sustentable, continúa siendo un
requisito necesario.
Pregunta:
Después de más de 20 años del fin de la Unión Soviética, ¿por qué usted cree
que la alternativa socialista no es solo posible, sino también necesaria?
Respuesta:
En términos históricos, 20 años es un período muy corto. Eso es un hecho,
especialmente cuando la magnitud de la tarea que se presenta es una necesidad
de cambio radical del metabolismo social reproductivo como un todo, de un orden
de desigualdad sustantiva, a otro de igualdad sustantiva. Y el desafío
histórico para garantizar un orden de igualdad sustantiva no es una cuestión de
las últimas décadas. La demanda por ese cambio fue elocuentemente afirmada por
Babeuf y sus camaradas de la “Sociedad
de los Iguales”, no hace 20 años, sino hace exactamente 220 años, cuando ellos
insistieron en que: “No necesitamos solo de
igualdad de derechos inscrita en la Declaración de Derechos del Hombre y
del Ciudadano; necesitamos de ella en nuestro medio, sobre el techo de nuestras
casas”. Su demanda era totalmente incompatible con el orden del capital en
consolidación, y ellos fueron ejecutados por eso. Pero el desafío histórico no
murió con ellos, ya que envuelve a toda la humanidad. Y ninguna solución
parcial o su fracaso, pueden eliminar esa condición.
Los
factores que llevaron a la implosión del sistema soviético tienen raíces
muy profundas. Para citar muy
rápidamente apenas dos: las contradicciones
explosivas, heredadas de los zares, de un imperio multinacional que
reprimió a sus minorías nacionales y la proclamación del “socialismo en un solo
país”, en un contexto en que de hecho prevalecía el sistema del capital
pos-revolucionario. En lo que se refiere a la primera contradicción fatídica –
cuyas reverberaciones peligrosas pueden
ser oídas hasta hoy –, Lenin defendía para las minorías nacionales el “derecho
de autonomía hasta el punto de secesión”, y criticó incisivamente a Stalin como
un “nacional-socialista” arbitrario
“valentón de la Gran Rusia”,
cuando Stalin redujo a las minorías
nacionales al status de “región de fronteras” indispensables para el
mantenimiento del “poderío de Rusia”.
En relación a la segunda deformación
fatídica, Stalin y sus seguidores afirmaron “la completa realización del socialismo
en un solo país”, en total contradicción con la visión de Marx de que un orden
social alternativo “sólo es posible como un acto de los pueblos dominantes de
una sola vez y simultáneamente, lo que presupone el desarrollo universal de las
fuerzas productivas en la inter-relación mundial a él vinculado”.
Babeuf
y sus camaradas trágicamente subieron al palco de la historia antes de la hora,
con su demanda radical. En aquel tiempo, el capital aún tenía el potencial de
expansión a través de la conquista del
mundo, de la misma manera que su modo de operar, nunca había podido superar las
características problemáticas de aquello que hasta sus mejores defensores en el
campo de la economía política describieran como destrucción creativa o
productiva. Pues la destrucción siempre fue parte integrante de eso, teniendo
en cuenta el creciente desperdicio inseparable de la inexorable tendencia
auto-expansionista del capital, en la misma fase de ascenso de su desarrollo
histórico. La mayor y más grande ironía de la historia moderna es que, la
otrora incesante “destrucción
productiva” se convirtió, en la fase descendente del desarrollo
sistémico del capital, en una producción destructiva aún más insustentable,
tanto en el campo de la producción de mercancías, como en el dominio de la naturaleza, complementada por la
amenaza definitiva de destrucción
militar en defensa del orden establecido. Es por eso que la alternativa
socialista no solo es posible –en el sentido ya mencionado de su
sustentabilidad histórica –, sino que también es necesaria, en interés de la
sobrevivencia de la humanidad.
* *
* * *
La
montaña que debemos conquistar: reflexiones acerca del Estado, nuevo libro de István Mészáros, con comentarios en la
contraportada de John Bellamy Foster, presentación de Ivana Jinkings, y texto
de solapa de Alysson Leandro Mascaro. Viene aumentado con dos apéndices: el
capítulo “Cómo podría el Estado desaparecer?”, de Más allá del capital, y una
entrevista concedida por el filósofo a la
periodista Eleonora de Lucena en 2013.
István
Mészáros es autor de una extensa obra, ganador de premios como el Attila
József, en 1951, el Deutscher Memorial Prize, en 1970, y el Premio Libertador
al Pensamiento Crítico, en Venezuela, año 2008. István Mészáros se afirma como
uno de los más importantes pensadores de
la actualidad. Nació en el año de 1930, en Budapest, Hungría, donde se graduó
en filosofía y se convirtió en discípulo de György Lukács en el Instituto de
Estética. Dejó el este de Europa después del levantamiento de octubre de 1956 y
se exilió en Italia. Fue catedrático en
diversas universidades en Europa y en América Latina y recibió el título de
Profesor Emérito de Filosofía por la Universidad de Sussex en 1991. Entre sus
libros se destacan: Más allá del capital – rumbo a una teoría de la transición
(2002), El desafío y la carga del tiempo histórico (2007) y la Crisis
estructural del capital (2009), La obra de Sartre, y El concepto de dialéctica
en Lukács, todos publicados por la
editorial Boitempo.
Fuente: Aporrea.Org
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