La comandanta Dalia continúa la narración del trabajo de las mujeres con el EZLN, de las pláticas en cada pueblo, de los problemas que enfrentan cuando todavía hoy algunos se ponen cabroncitos, de cómo pasaron por todos los trabajos de responsabilidad hasta llegar a ser Comité Clandestino Revolucionario Indígena. Afirma que van a seguir organizándose “porque hay todavía tristeza, dolor, encarcelamiento, violación, así como las madres de 43 desaparecidos… Debemos luchar al 100 por ciento hombres y mujeres. Tener una nueva sociedad, que el pueblo sea el que manda”.
La joven base de apoyo Lizbeth y la escucha Selena sostienen que ellas no conocieron la vida de las haciendas y ahora tienen la libertad y el derecho como mujeres de opinar, discutir, participar en las múltiples tareas de la resistencia y la autonomía, resistiendo la guerra de contrainsurgencia y los espejismos del capitalismo que se muestran en la televisión, tratando de usar celulares y la propia televisión para su lucha. Se distingue de los pobres-pobres, los partidistas, pobres materiales y de pensamiento, de los zapatistas, que son también pobres pero ricos por sus trabajos para el bien del pueblo y para que no haya mandones ni explotadores.
Por su parte, el sub Galeano, en su
Visión de los vencidos, señala cómo esas generaciones de mujeres indígenas ya dicen su palabra en la genealogía de su lucha. “Tres generaciones de rebeldes zapatistas –destaca–, no sólo contra el sistema, también contra nosotros… varones zapatistas”. Se declara derrotado por esa lucha, aunque como la hidra capitalista, sostiene que los varones siempre tratan de reganar los privilegios perdidos. Se remonta al origen de esa lucha y describe que todo empezó con las insurgentes. Reitera que en el EZLN también participan mujeres no indígenas, y en la mayor parte de su singular relato-testimonio se transcriben varias de las opiniones de estas compañeras, que se refieren al ámbito un tanto intimista de las relaciones hombre-mujer y a la caracterización del macho dominante, violento, cazador esquizofrénico que por más sensible y receptivo que se autoconsidere, no puede ser feminista, porque representa el mismo sistema contra el cual supuestamente lucha.
Las tres partes de los apuntes en torno a las resistencias y rebeldías, expuestas por el subcomandante insurgente Moisés, constituyen textos claves para comprender la lucha zapatista. Inicia recordando que los zapatistas conforman una organización armada, pero contrariamente a la tradición militarista de algunas guerrillas latinoamericanas, en este caso no se hace del arma un fetiche, se observa como un instrumento más, como el machete, el hacha, la pala, aunque se es consciente de que cada herramienta tiene su función, y la del arma es matar.
Después del repliegue del 94, se entendió que la lucha podía involucrar muchas formas, que la resistencia y la rebeldía podían ser en varios sentidos. “La resistencia es ponerse fuerte, duro, para dar respuesta a todo, a cualquiera de los ataques del enemigo, del sistema; y rebelde es ser bravos y bravas para hacer las acciones, o lo que necesitamos hacer… Hay que resistir las provocaciones del Ejército y la policía, las informaciones de los medios, los bombardeos sicológicos”. Descubrieron que con resistencia y rebeldía es posible gobernar y desarrollar iniciativas propias. De hecho, los zapatistas no han realizado un solo ataque armado desde enero de 1994.
No quiere decir, compañeros y compañeras, hermanos y hermanas, no quiere decir que estamos renunciando a nuestras armas, sino que es ese entendimiento político, ideológico, rebelde, que nos da la forma de ver cómo hay que convertir realmente en arma de lucha esta resistencia. Para todo esto, se requiere el trabajo político, la explicación, que para gobernar no se manejan órdenes, sino acuerdos.
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