Alainet
Cuando aún faltan tres semanas para que se inicie la VII Cumbre de las Américas que EE.UU. auspicia en Panamá, las inamistosas y beligerantes acciones emprendidas por Washington contra Latinoamérica conducirían a que la cita termine siendo un notorio fracaso político y profundice todavía más el aislamiento de EE.UU. en el continente (1).
Peor aún, cuando existe la sospecha que las insensateces apuradas por Washington contra países de Latinoamérica, tendrían como propósito crear “las condiciones favorables” para que Barack Obama proponga una agenda oculta establecida para esa cita.
Ella pretendería imponer al continente un nuevo y avasallante “Consenso de Washington versión 2.0”, que EE.UU. considera condición “sine qua non” para poder hegemonizar al resto del mundo (dominar primero los países ubicados al sur de sus fronteras).
De allí que el 10 de abril –inicio de la Cumbre- sea la fecha tope que Obama se habría trazado para anunciar que finalmente ha terminado de “torcer los brazos” a gobiernos latinoamericanos “rebeldes”, a la vez que continuaría amenazando a otros gobiernos con emplear su “poder duro” desestabilizador, caso no sujetarse a sus intereses (2).
Lo que en conclusión pretendería el gobierno estadounidense es que los presidentes de la “Comunidad de Estados de Latino América y el Caribe” (CELAC) lleguen a esa Cumbre “rendidos” ante “su indispensabilidad”, para permitir con ello que su agenda oculta sea aprobada “por consenso” en dicha reunión.
Es por esa razón que el Premio Nobel de la Paz –Barack Obama- no ha dudado un momento en decretar contra Venezuela una declaratoria de guerra plagada de pretextos baladíes, propia del “proceso de ensoñación imperial” que viene afectando a la política exterior de EE.UU. (3).
La finalidad de la insólita declaratoria de guerra es la misma que EE.UU se planteó antes de agredir militarmente a otros países del mundo (4).
Y el objetivo propuesto es derrocar mediante acciones compulsivas al gobierno democrático constitucional de Venezuela –de Nicolás Maduro-, para apoderarse de los anhelados recursos energéticos de ese país –emulando a los antiguos corsarios-.
Es así que las primeras acciones de la agresión estadounidense se vienen dando ya a través del Departamento de Estado, el cual viene intentando bloquear internacionalmente a la empresa petrolera estatal “PDVSA”, para así poder suprimir recursos económicos a la población de Venezuela y facilitar de este modo la intervención militar del país (5).
Por otro lado se anuncia que en Puerto Rico, EE.UU. ya apresta tropas de República Dominicana y Honduras para realizar el “trabajo sucio” de la agresión, deduciéndose de ello que serían latinoamericanos los que se inmolarían en aras del imperio de EE.UU. (6).
Entonces, nos preguntamos inicialmente, ¿es propio que Latinoamérica asista a una Cumbre propiciada por el gobierno del país que va a ser su inminente agresor?
Para la misma Cumbre de las Américas el gobierno de Obama, aún se niega a satisfacer los petitorios soberanos de Cuba para un real restablecimiento de relaciones diplomáticas.
Sin embargo, voceros estadounidenses ya anuncian propagandísticamente -cual ficticio logro-, que “antes del 15 de abril” estaría funcionando la nueva embajada de EE.UU. en Cuba –su ansiado objetivo en estas tratativas-.
Para dicha sede, EE.UU. adicionalmente viene exigiendo se le otorguen “amplias facultades” en territorio cubano, que como ya es de suponer, las emplearía en subvertir a Cuba para “cambiar su régimen político” desde el interior –como lo hizo en otros países-.
A estas acciones del gobierno de Barack Obama se suma la guerra política que viene aplicando contra Argentina y Brasil, a fin de desestabilizar políticamente a ambos países y derrocar a sus presidentas Cristina Fernández y Dilma Rousseaff –respectivamente-.
A estos actos inamistosos se adiciona el incremento de sus bases militares en el Perú con la pérfida ayuda del presidente Humala, desde las que pretendería agredir a otros gobiernos “hostiles” a los intereses estadounidenses –Bolivia y Ecuador-.
También son reprobables los desfachatados y céleres esfuerzos que realiza en Centroamérica el vicepresidente de EE.UU. Joe Biden, para intentar desmembrar y desarticular a la “CELAC” antes de la fecha inicio de la Cumbre de las Américas.
Para ese fin Obama se propone adquirir por 5 mil millones de dólares los territorios de Guatemala, Honduras y El Salvador, y convertir a esos países en un área neoliberal bajo dominio estadounidense, a la que anuncia denominaría “La Alianza Para la Prosperidad”.
Pero Latinoamérica ya conoció del doblez y la demagogia de Obama desde la Cumbre de las Américas del 2009, en la cual manifestó: “durante mi gobierno EE.UU. se relacionará con América Latina a través de la cooperación y el respeto, pero para ello, es necesario pasar las páginas de la historia a fin de poder avanzar hacia un futuro de prosperidad”.
Audazmente, con ese eufemismo proponía en aquél año a los presidentes de la región, “olvidar el historial de décadas de agresiones de EE.UU. contra países del continente”.
Y en esa fecha los presidentes latinoamericanos decidieron ser anuentes con la petición del flamante presidente Barack Obama, en el criterio que su diferente etnia –negra- introduciría “cambios” importantes en la política exterior de los EE.UU. hacia Latinoamérica.
Pero la efímera esperanza tuvo que ser enterrada prontamente, cuando el Nobel Obama comenzó a superar en genocidios a su antecesor presidencial –George Bush-.
Hechos posteriores demostrarían que el presidente de EE.UU. sólo se burló de los mandatarios de Latinoamérica, al evidenciarse que sus propósitos eran tan iguales a los de presidentes blancos del imperio norteamericano que aplicaron “la política del garrote”.
En ese orden de cosas, entonces surgen las interrogantes siguientes:
¿Qué lazos debe estrechar Latinoamérica en la Cumbre de las Américas con EE.UU., el “Estado canalla” que se burla del derecho internacional y ha decretado que agredirá militarmente a Venezuela con el único fin de apropiarse de sus recursos naturales?
¿Deben asistir los presidentes de Latinoamérica a una Cumbre en la que nuevamente serían utilizados como “platea” para oír más engaños e imposiciones de parte del presidente de EE.UU. que se presume “nuevo e indispensable emperador de América Latina”?
Los niveles de agresión impulsados por Barack Obama contra Latinoamérica dificultan ahora, incluso para la diplomacia continental, retrotraer las cosas a su normalidad.
Medidas que ayudarían a Barack Obama a encontrar la sindéresis, serían que Latinoamérica suspenda por 48 horas sus relaciones diplomáticas con EE.UU. a fin que ese gobierno reflexione, y que la VII Cumbre de las Américas de Panamá, sea postergada hasta que se confirme que los actos beligerantes de la potencia hayan cesado totalmente en el continente.
Peor aún, cuando existe la sospecha que las insensateces apuradas por Washington contra países de Latinoamérica, tendrían como propósito crear “las condiciones favorables” para que Barack Obama proponga una agenda oculta establecida para esa cita.
Ella pretendería imponer al continente un nuevo y avasallante “Consenso de Washington versión 2.0”, que EE.UU. considera condición “sine qua non” para poder hegemonizar al resto del mundo (dominar primero los países ubicados al sur de sus fronteras).
De allí que el 10 de abril –inicio de la Cumbre- sea la fecha tope que Obama se habría trazado para anunciar que finalmente ha terminado de “torcer los brazos” a gobiernos latinoamericanos “rebeldes”, a la vez que continuaría amenazando a otros gobiernos con emplear su “poder duro” desestabilizador, caso no sujetarse a sus intereses (2).
Lo que en conclusión pretendería el gobierno estadounidense es que los presidentes de la “Comunidad de Estados de Latino América y el Caribe” (CELAC) lleguen a esa Cumbre “rendidos” ante “su indispensabilidad”, para permitir con ello que su agenda oculta sea aprobada “por consenso” en dicha reunión.
Es por esa razón que el Premio Nobel de la Paz –Barack Obama- no ha dudado un momento en decretar contra Venezuela una declaratoria de guerra plagada de pretextos baladíes, propia del “proceso de ensoñación imperial” que viene afectando a la política exterior de EE.UU. (3).
La finalidad de la insólita declaratoria de guerra es la misma que EE.UU se planteó antes de agredir militarmente a otros países del mundo (4).
Y el objetivo propuesto es derrocar mediante acciones compulsivas al gobierno democrático constitucional de Venezuela –de Nicolás Maduro-, para apoderarse de los anhelados recursos energéticos de ese país –emulando a los antiguos corsarios-.
Es así que las primeras acciones de la agresión estadounidense se vienen dando ya a través del Departamento de Estado, el cual viene intentando bloquear internacionalmente a la empresa petrolera estatal “PDVSA”, para así poder suprimir recursos económicos a la población de Venezuela y facilitar de este modo la intervención militar del país (5).
Por otro lado se anuncia que en Puerto Rico, EE.UU. ya apresta tropas de República Dominicana y Honduras para realizar el “trabajo sucio” de la agresión, deduciéndose de ello que serían latinoamericanos los que se inmolarían en aras del imperio de EE.UU. (6).
Entonces, nos preguntamos inicialmente, ¿es propio que Latinoamérica asista a una Cumbre propiciada por el gobierno del país que va a ser su inminente agresor?
Para la misma Cumbre de las Américas el gobierno de Obama, aún se niega a satisfacer los petitorios soberanos de Cuba para un real restablecimiento de relaciones diplomáticas.
Sin embargo, voceros estadounidenses ya anuncian propagandísticamente -cual ficticio logro-, que “antes del 15 de abril” estaría funcionando la nueva embajada de EE.UU. en Cuba –su ansiado objetivo en estas tratativas-.
Para dicha sede, EE.UU. adicionalmente viene exigiendo se le otorguen “amplias facultades” en territorio cubano, que como ya es de suponer, las emplearía en subvertir a Cuba para “cambiar su régimen político” desde el interior –como lo hizo en otros países-.
A estas acciones del gobierno de Barack Obama se suma la guerra política que viene aplicando contra Argentina y Brasil, a fin de desestabilizar políticamente a ambos países y derrocar a sus presidentas Cristina Fernández y Dilma Rousseaff –respectivamente-.
A estos actos inamistosos se adiciona el incremento de sus bases militares en el Perú con la pérfida ayuda del presidente Humala, desde las que pretendería agredir a otros gobiernos “hostiles” a los intereses estadounidenses –Bolivia y Ecuador-.
También son reprobables los desfachatados y céleres esfuerzos que realiza en Centroamérica el vicepresidente de EE.UU. Joe Biden, para intentar desmembrar y desarticular a la “CELAC” antes de la fecha inicio de la Cumbre de las Américas.
Para ese fin Obama se propone adquirir por 5 mil millones de dólares los territorios de Guatemala, Honduras y El Salvador, y convertir a esos países en un área neoliberal bajo dominio estadounidense, a la que anuncia denominaría “La Alianza Para la Prosperidad”.
Pero Latinoamérica ya conoció del doblez y la demagogia de Obama desde la Cumbre de las Américas del 2009, en la cual manifestó: “durante mi gobierno EE.UU. se relacionará con América Latina a través de la cooperación y el respeto, pero para ello, es necesario pasar las páginas de la historia a fin de poder avanzar hacia un futuro de prosperidad”.
Audazmente, con ese eufemismo proponía en aquél año a los presidentes de la región, “olvidar el historial de décadas de agresiones de EE.UU. contra países del continente”.
Y en esa fecha los presidentes latinoamericanos decidieron ser anuentes con la petición del flamante presidente Barack Obama, en el criterio que su diferente etnia –negra- introduciría “cambios” importantes en la política exterior de los EE.UU. hacia Latinoamérica.
Pero la efímera esperanza tuvo que ser enterrada prontamente, cuando el Nobel Obama comenzó a superar en genocidios a su antecesor presidencial –George Bush-.
Hechos posteriores demostrarían que el presidente de EE.UU. sólo se burló de los mandatarios de Latinoamérica, al evidenciarse que sus propósitos eran tan iguales a los de presidentes blancos del imperio norteamericano que aplicaron “la política del garrote”.
En ese orden de cosas, entonces surgen las interrogantes siguientes:
¿Qué lazos debe estrechar Latinoamérica en la Cumbre de las Américas con EE.UU., el “Estado canalla” que se burla del derecho internacional y ha decretado que agredirá militarmente a Venezuela con el único fin de apropiarse de sus recursos naturales?
¿Deben asistir los presidentes de Latinoamérica a una Cumbre en la que nuevamente serían utilizados como “platea” para oír más engaños e imposiciones de parte del presidente de EE.UU. que se presume “nuevo e indispensable emperador de América Latina”?
Los niveles de agresión impulsados por Barack Obama contra Latinoamérica dificultan ahora, incluso para la diplomacia continental, retrotraer las cosas a su normalidad.
Medidas que ayudarían a Barack Obama a encontrar la sindéresis, serían que Latinoamérica suspenda por 48 horas sus relaciones diplomáticas con EE.UU. a fin que ese gobierno reflexione, y que la VII Cumbre de las Américas de Panamá, sea postergada hasta que se confirme que los actos beligerantes de la potencia hayan cesado totalmente en el continente.
Notas:
(5) http://www.teinteresa.es/mundo/Kerry-advierte-Petrocaribe-Venezuela-humanitaria_0_1319269629.html
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