jueves, 19 de febrero de 2015

Rubén Villalba y el largo camino del campesinado

PARAGUAY- CASO CURUGUATY

(APL) Desde la Masacre de Curuguaty, perpetrada en junio de 2012, el dirigente campesino Rubén Villalba es una de las personas de las que más se habló y escribió en la prensa paraguaya. Demonizado por los medios adictos a los sectores de poder, es considerado en los ámbitos de los “empresarios de la soja” como un bandido. Contrariamente, es el destinatario de un ferviente apoyo por parte de sectores ligados a la lucha por la tierra y la defensa de los derechos humanos. Una persona en la que se resume la lucha silenciosa a veces, explícita otras veces, entre dos Paraguay: el de los sectores terratenientes agroexportadores y el del campesinado pobre que se aferra a la tierra y a sus modos de vida tradicionales. A la vez, sigue el desarrollo de la Campaña Internacional anunciada Valentín Pacheco, titular de la Federación Sindical Mundial. No estamos todos: Falta Rubén.


Hasta el 15 de junio de 2012, muy poca gente sabía en Paraguay quién era Rubén Villalba. Campesino como muchos, dirigente de su comunidad, como muchos también, Rubén pertenecía a una organización campesina pequeña con base en la zona de Curuguaty. No hacía muchos años se había asentado en ese lugar. Nacido en un pequeño pueblo del departamento de Paraguarí, la historia de Rubén es similar a la de muchos campesinos sin tierra que migran en busca de un lote en alguna parte.
Pero en la historia de Rubén hay algo más que marcó su militancia campesina: el servicio militar obligatorio, que le tocó cumplir siendo un adolescente. La tarea que le asignaron fue la de participar de desalojos a campesinos. Después de dos años de ser parte forzada de la violencia contra su propia gente, desertó. Transcurrían los tiempos tenebrosos del gobierno de Stroessner.
Imposibilitado de volver a su pueblo, migró como tantos campesinos desplazados a la capital. En esa vida de vendedor callejero se convenció de la necesidad de regresar a la tierra.
Luchar por la tierra
No se puede saber hasta qué punto Rubén era consciente en ese momento de las implicancias de su decisión, que siempre tradujo en acción colectiva. Pero sin dudas que Rubén tomaba uno de los caminos posibles que tiene el campesinado paraguayo: luchar por la tierra. El otro camino es el de la migración y la dispersión, el asentamiento en los cordones marginales del Gran Asunción o alguna otra ciudad.
La expulsión del campesinado paraguayo hunde sus raíces en la expropiación de las tierras públicas a favor de unas pocas empresas y familias emparentadas con el poder político, que tuvo su primer capítulo con el fin de la Guerra de la Triple Alianza (1870), con el que se desmontó el sistema de propiedad pública de la tierra construido en el gobierno de Gaspar Rodríguez de Francia. El presidente de la posguerra, Bernardino Caballero, decretó la venta de millones de hectáreas a los fines de compensar los gastos bélicos y de incentivar el desarrollo económico a través de la acción privada. El campesinado que no había sido exterminado en la guerra fue obligado a dejar las tierras en las que habían vivido por generaciones, a proletarizarse en la capital o pasar a ser peones rurales de los nuevos dueños.
Sin embargo, la concepción campesina de su natural pertenencia a la tierra no es fácil de erradicar y alimentó una larga y continuada lucha del campesinado. A tal punto esta cuestión es central en la historia paraguaya, que el derecho a la tierra debió ser consagrado en su Constitución y el Estado Nacional está formalmente obligado a asignar lotes a los campesinos sin tierra.
Concentración en pocas manos
A pesar de ello la concentración de la tenencia de la tierra en pocas manos caracteriza a Paraguay y el Estado es un actor principal en esa situación, ya que todos los gobiernos favorecieron esa concentración.
La dictadura stronista repartió entre sus principales sostenedores unas 8 millones de hectáreas de tierras públicas que debían ser destinadas a la reforma agraria. Estas tierras son las llamadas “malhabidas” y son objeto de luchas por su recuperación por las organizaciones campesinas, propósito difícil dado que los titulares son parte de la estructura política dominante.
Hasta el día de la masacre, Rubén había organizado en forma exitosa 16 ocupaciones colectivas de tierras. La ocupación es la forma en que el campesinado paraguayo empuja la asignación de tierras a las familias campesinas, que muchas veces permanecen largos años antes de que se les adjudique el derecho de ocupación. La posibilidad de éxito de las ocupaciones tienen que ver con muchos factores y la represión y el desalojo son casi siempre una posibilidad. La masacre de Curuguaty fue una muestra clarísima de los poderosos que son los terratenientes y de hasta qué punto tienen el Estado a su servicio.
Como dirigente campesino, Rubén se propuso no solamente la recuperación de tierras a favor del campesinado, sino la lucha implacable en contra del avance del monocultivo. Paraguay es el cuarto exportador mundial de soja y eso es visible en su paisaje actual: mares de soja transgénica inundan lo que antes fueron bosques nativos, mechados con cultivos de maiz transgénico y trigo.
Rubén siempre predicó la incompatibilidad de los agronegocios con la existencia del pequeño campesinado. Las fumigaciones con agrotóxicos que les envenenan el agua, matan sus animales y enferma a las personas, provoca tarde o temprano la migración campesina. Defender a sus comunidades de esa amenaza fue siempre una línea de acción seguida por Rubén. La confrontación con los empresarios sojeros, en su mayoría brasileros, le ganó el odio de estos sectores.
Orgullo de su militancia campesina
Rubén cuenta con inocultable orgullo su militancia campesina, la organización de las ocupaciones, la lucha contra las fumigaciones y por la recuperación de tierras. Pero advierte: “Todo eso está ahora sobre nosotros, todo pesa para que nos condenen…”
Luego de ser apresado en octubre de 2012, Rubén fue recluido en el Penal de Tacumbú. Desde su lugar de prisión demostraría en poco tiempo que solamente lo habían colocado en otro lugar de lucha: en abril de 2013 inició su primera huelga de hambre. Luego de 56 dias de huelga, a la que se sumó su compañero de causa Néstor Castro y más tarde los demás detenidos del caso, conseguirían la prisión domiciliaria para 9 de los presos de la causa Curuguaty, entre ellos dos mujeres embarazadas.
A lo largo de varios meses de 2013 se realizaron las sesiones de la Audiencia Preliminar de la causa Curuguaty. En todas ellas los detenidos fueron aclamados por los presentes en la sala de audiencias, aplaudidos a rabiar y saludados con expresivas muestras de cariño y adhesión. Rubén arengó en todas las ocasiones en medio de la sala a favor de la lucha por la reforma agraria, por el esclarecimiento de la masacre de sus compañeros y por el regreso a Marina Kue. Siempre acudió a la sala con remeras escritas con el nombre de los caídos en la masacre o con pañuelos con inscripciones de “Libertad”, “Perseguido”, “Justicia”, “Tierra”.
En febrero de 2014 inició junto a sus compañeros de causa su segunda huelga de hambre: con ella lograron la prisión domiciliaria de todos los que quedaban presos esta causa. Sin embargo, la Justicia encontró la manera de mantenerlo en prisión, sacando del archivo una vieja causa judicial, lo mandó de vuelta al penal de Tacumbú.
De regreso a su prisión, Rubén sigue exhortando a la lucha. “Volveremos a Marina Kue, vamos a luchar por liberar al Paraguay del capitalismo”
Fuente:
http://agenciaparalalibertad.org/article/ruben-villalba-y-el-largo-camino-del-campesinado/

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