martes, 10 de febrero de 2015

Basura tecnológica que inunda África


Los deshechos tecnológicos de los países occidentales son enviados a  países de África subsahariana. Aunque el reciclaje de estos productos supone  una fuente de riqueza para la población local, también acaban por contaminar y enfermar a sus habitantes”.
¿A donde van los móviles, ordenadores, microondas o frigoríficos viejos?
¿Quépasa con estos aparatos una vez que los hemos tirado a la basura, o inclusoa ‘reciclar’?
El camino que recorren no está del todo claro, pero de lo queno cabe duda es de que hay varios lugares en el mundo en los que toda estabasura tecnológica se acumula desde hace años haciendo de estos sitioslugares tan contaminados o más que las mismísimas zonas de extracción ilegalde productos como petróleo, uranio y otros recursos altamente contaminantes.

El más claro ejemplo es el llamado basurero tecnológico de Agbogbloshie, enAccra (Ghana) donde existe una contaminación por plomo, cadmio y otroscontaminantes perjudiciales para la salud que supera en más de 50 veces losniveles libres de riesgo.
Lo decía claramente un informe de 2013 realizadopor la ‘Green Cross Switzerland’ y el ‘Blacksmith Institute’ en el querecogían las 10 mayores amenazas tóxicas del Planeta.
Es decir, los 10lugares más contaminados del mundo.Uno de ellos es este basurero, que comparte este triste honor con lugarescomo Chernobyl. Oficialmente, se trata de un ‘área de procesamiento debasura tecnológica’. Un eufemismo para definir a este área al que van aparar miles de toneladas de residuos tóxicos para ser ‘procesados’.
Larealidad es que hasta allí llegan, mezclados, materiales de todo tipo –entrelos que se encuentran frigoríficos, microondas y televisiones-, tan diversosy contaminantes que, “para reciclarlos de manera segura requeriría un altonivel de competencias y protección entre los trabajadores”.
Algo queclaramente no se da en Agbogbloshie. Y lo peor es que esta zona no es sólounbasurero. Es un asentamiento informal en el cual conviven zonasindustriales, comerciales y residenciales. Una zona en la que los metalespesados que se expulsan de estos procesos de quema llegan a casas ymercados.Según este mismo informe, Ghana importa cada año unas 215.000 toneladas deresiduos tecnológicos, principalmente desde Europa del Este (…).
De ellas,la mitad puede ser reutilizada inmediatamente, o reparada y vendida, pero elresto del material es ‘reciclado’ de forma incorrecta, a costa de contaminarla tierra que los recibe y perjudicar la salud de quienes trabajan conellos. Un ejemplo es el de los buscadores de cobre, que queman las fundasque recubren los cables para conseguir el cobre del interior.
Para quemarlosutilizan un tipo de espuma, altamente contaminante, expulsando al aire libretodos sus contaminantes.
Chatarra, fogatas y humo son el día a día en algunas zonas del basurero,donde trabajan sobre todo jóvenes sin recursos provenientes de familiaspobres, que dependen de lo que obtengan en este basurero. Personas que sabenque el trabajo allí es basurero, pero que no se quejan porque lo que allíconsiguen es mejor que nada. Porque con el material que allí obtienen puedenvenderlo luego por las calles de Accra y conseguir así lo necesario parasobrevivir. A otros también les interesa: el centro de Accra está repleto depuestos que venden a bajo precio todo tipo de aparatos eléctricos, buenaparte de ellos de segunda mano.
Esta situación no se circunscribe sólo aGhana, que es uno de los países más desarrollados del continente.
La misma realidad afecta a Zimbabwe, donde hace poco se ha advertido de unaposiblecrisis medioambiental porque no dispone de sistemas adecuados paraeliminar este tipo de residuos.
Todo ello a pesar de la existencia detratados internacionales, como la Convención de Basilea, que restringe losmovimientos transfronterizos de desechos, y el acuerdo que se suma alfirmado ya en 1993, en Bamako , sobre el mismo tema.
Acuerdos que establecencondiciones, cantidades y criterios para verificar si la ‘exportación’ debasuras se hace bien.
Sin embargo, para los países más desarrollados salemucho más barato deshacerse de ellos en algún puerto remoto de África queseguir las estrictas normas de reciclaje que ellos mismos se hanautoimpuesto pero que casi nadie quiere cumplir. Para los receptores ésta esuna supuesta fuente de ‘riqueza’ de la que viven muchos de susconciudadanos, a pesar de los riesgos que conlleva para su salud. Unaaparente solución que conviene a muchos y que no termina de regularse.

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