TomDispatch
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens |
HONG KONG.- Un
fantasma persigue a Washington, la inquietante visión de una alianza
china-rusa combinada con una expansiva simbiosis de comercio e
intercambio de bienes a través de gran parte de la masa continental
eurasiática a costa de EE.UU.
Y no es ninguna sorpresa que
Washington esté ansioso. Esa alianza ya es un hecho en una variedad de
maneras: mediante el grupo BRICS de potencias emergentes (Brasil, Rusia,
India, China y Sudáfrica); en la Organización de Cooperación de
Shanghái, el contrapeso asiático a la OTAN; dentro del G20 y a través
del Movimiento de No Alineados (NAM) de 120 naciones. El comercio y el
intercambio de bienes son solo parte del futuro pacto. Las sinergias en
el desarrollo de nuevas tecnologías militares también son de interés. Es
seguro que Pekín quiere tener una versión del ultrasofisticado sistema
de defensa aérea antimisiles ruso al estilo de La guerra de las galaxias
después de que se introduzca en 2018. Mientras tanto, Rusia está a
punto de vender docenas de cazas jet Sukhoi Su-35 de última generación a
los chinos cuando Pekín y Moscú procedan a sellar una cooperación en el
terreno de aviación e industria.
Esta semana debería deparar los
primeros verdaderos fuegos artificiales en la celebración de un nuevo
siglo eurasiático en gestación cuando el presidente ruso Vladimir Putin
visite al presidente chino Xi Jinping en Pekín. Recordareis el
“Ductistán”: todos esos oleoductos y gasoductos claves que cruzan de un
lado a otro Eurasia para formar el verdadero sistema circulatorio de la
vida de la región. Ahora parece que también se firmará lo último en
acuerdos de Ductistán por valor de 1 billón [millón de millones] de
dólares que se ha preparado durante 10 años. En ese acuerdo el gigante
energético ruso controlado por el Estado, Gazprom, aceptará suministrar a
la gigantesca Corporación Nacional de Petróleo de China (CNPC),
controlada por el Estado, 3.750 millones de pies cúbicos de gas natural
licuado diarios al menos por 30 años, a partir de 2018. Es el
equivalente de un cuarto de las masivas exportaciones de gas de Rusia a
toda Europa. La actual demanda diaria de gas de China es de cerca de
16.000 millones de pies cúbicos diarios y las importaciones cubren el
31,6% del consumo total.
Es posible que Gazprom todavía reciba la
parte principal de sus beneficios de Europa, pero Asia podría ser su
Everest. La compañía utilizará este meganegocio para aumentar las
inversiones en Siberia oriental y toda la región será también
reconfigurada como centro privilegiado de gas para Japón y Corea del
Sur. Si queréis saber por qué ningún país clave de Asia ha estado
dispuesto a “aislar” a Rusia en medio de la crisis ucraniana –y desafía
al gobierno de Obama– no hay que buscar más allá del Ductistán.
Sale el petrodólar, llega el "gas-o-yuan"
Y
luego, hablando de ansiedad en Washington, hay que considerar la suerte
del petrodólar, o más bien la posibilidad “termonuclear” de que Moscú y
Pekín se pongan de acuerdo en el pago del acuerdo Gazprom-CNPC no en
petrodólares sino en yuanes chinos. Apenas se puede imaginar un
desplazamiento más tectónico, en el cual el Ductistán se cruza con una
creciente cooperación política-económica-energética china-rusa. Junto a
ella aparece la futura posibilidad de un impulso, dirigido de nuevo por
China y Rusia, hacia una nueva moneda de reserva internacional –en
realidad un canasto de monedas– que reemplace el dólar (por lo menos en
los sueños optimistas de miembros de los BRICS).
Directamente
después de la decisiva cumbre china-rusa vendrá una cumbre de los BRICS
en Brasil en julio. Es cuando un banco de desarrollo de los BRICS de
100.000 millones de dólares, anunciado en 2012, nazca oficialmente como
potencial alternativa al Fondo Monetario Internacional (FMI) y al Banco
Mundial como fuente de financiamiento de proyectos para el mundo en
desarrollo.
El “gas-o-yuan” refleja más cooperación de los BRICS a
fin de soslayar el dólar, como en el caso de gas natural comprado y
pagado en la divisa china. Gazprom incluso considera mercadear bonos en
yuan como parte de la planificación financiera de su expansión. Bonos
respaldados en yuanes ya se comercializan en Hong Kong, Singapur,
Londres y más recientemente en Frankfurt.
Nada podría ser más
sensato que el nuevo pacto de Ductistán se pague en yuanes. Pekín
pagaría a Gazprom en esa moneda (convertible en rublos); Gazprom
acumularía los yuanes y Rusia entonces compraría la miríada de bienes y
servicios hechos en China en yuanes convertibles en rublos.
Es de
conocimiento común que los bancos de Hong Kong, de Standard Chartered a
HSBC –así como otros estrechamente vinculados a China por tratos
comerciales– han estado diversificando en yuanes, lo que implica que se
convertiría en una de las monedas de reserva de facto incluso antes de
que sea totalmente convertible (Pekín trabaja extraoficialmente en un
yuan totalmente convertible en 2018).
El trato ruso-chino del gas
está inextricablemente vinculado a la relación energética entre la
Unión Europea (UE) y Rusia. Después de todo, la parte principal del PIB
ruso proviene de ventas de petróleo y gas, así como su influencia en la
crisis de Ucrania. Por su parte, Alemania depende de Rusia en un
importante 30% de sus suministros de gas natural. Sin embargo, los
imperativos geopolíticos de Washington –nutridos con la histeria polaca–
han llevado a empujar Bruselas a encontrar maneras de “castigar” a
Moscú en la futura esfera energética (pero sin poner en peligro las
actuales relaciones en el terreno de la energía).
Hay
consistentes rumores en Bruselas estos días sobre la posible cancelación
del proyectado gasoducto South Stream, de 16.000 millones de euros,
cuya construcción debería comenzar en junio. Una vez terminado bombearía
todavía más gas natural ruso a Europa, en este caso bajo el mar Negro
(evitando Ucrania) a Bulgaria, Hungría, Eslovenia, Serbia, Croacia,
Grecia, Italia y Austria.
Bulgaria, Hungría y la República Checa
ya han dejado claro que están firmemente opuestos a cualquier
cancelación. Y probablemente no tenga lugar una cancelación. Después de
todo, la única alternativa obvia es gas del mar Caspio de Azerbaiyán, y
no es probable que esto pase a menos que la UE pueda repentinamente
reunir la voluntad y los fondos para un programa urgente a fin de
construir el legendario oleoducto Bakú-Tiflis-Ceyhan (BTC), concebido
durante los años de Clinton expresamente para soslayar Rusia e Irán.
En
todo caso, Azerbaiyán no tiene capacidad para proveer los niveles de
gas natural necesarios y otros actores como Kazajistán, plagados de
problemas de infraestructura, o el poco fiable Turkmenistán, que
prefiere vender su gas a China, ya están fuera del cuadro. Y no hay que
olvidar que South Stream, combinado con proyectos energéticos
subsidiarios, creará numerosos puestos de trabajo e inversiones en
muchas de las naciones de la UE más devastadas económicamente.
A
pesar de todo, semejantes amenazas de la UE, por poco realistas que
sean, solo sirven para acelerar la creciente simbiosis de Rusia con los
mercados asiáticos. Para Pekín especialmente, es una situación en la que
ambas partes solo pueden ganar. Después de todo, no hay comparación
entre energía suministrada a través de mares vigilados y controlados por
la armada de EE.UU. y permanentes y estables rutas terrestres desde
Siberia.
Escoge tu propia Ruta de la Seda
Por
cierto, el dólar estadounidense sigue siendo la máxima moneda de reserva
global, involucrando un 33% de los valores en divisas extranjeras
globales a finales de 2013, según el FMI. Era, sin embargo, un 55% en el
año 2000. Nadie conoce el porcentaje en yuanes (y Pekín no habla), pero
el FMI señala que las reservas en “otras monedas” en los mercados
emergentes han aumentado un 400% desde 2003.
Se puede decir que
la Fed está "monetizando" un 70% de la deuda del Gobierno de EE.UU. en
un intento de impedir que las tasas de interés suban al cielo. El
consejero del Pentágono Jim Rickards, así como todo banquero basado en
Hong Kong, tiende a creer que la Fed está en quiebra (aunque no lo dirán
oficialmente). Nadie puede llegar a imaginar la dimensión del posible
futuro diluvio que el dólar de EE.UU. podría sufrir en medio de un monte
Ararat de 1,4 trillones de derivados financieros. No hay que pensar,
sin embargo, que se trataría del final del capitalismo occidental, es
solo la decadencia de la fe económica reinante, el neoliberalismo, que
todavía es la ideología oficial de EE.UU., de la abrumadora mayoría de
la Unión Europea y de partes de Asia y de Suramérica.
En cuanto a
lo que se podría llamar el “neoliberalismo autoritario” del Imperio del
Medio, ¿qué es lo que puede no gustar por el momento? China ha
demostrado que es una alternativa orientada a los resultados del modelo
capitalista “democrático” occidental para naciones que quieren tener
éxito. Es construir no una, sino una miríada de nuevas Rutas de la Seda,
masivas conexiones de ferrocarriles de alta velocidad, conductos,
puertos, y redes de fibras ópticas por inmensas partes de Eurasia. Estas
incluyen una carretera del Sudeste Asiático, una carretera de Asia
Central, una “carretera marítima” del océano Índico e incluso un
ferrocarril a través de Irán y Turquía que llega hasta Alemania.
En
abril, cuando el presidente Xi Jinping visitó la ciudad de Duisburg
sobre el río Rin, con el mayor puerto tierra adentro del mundo y
directamente en el corazón de la industria del acero del Ruhr en
Alemania, hizo una audaz propuesta: debería construirse una nueva “Ruta
de la Seda económica” entre China y Europa, sobre la base del
ferrocarril Chongqing-Xinjiang-Europa que ya va de China a Kazajistán,
luego a través de Rusia, Bielorrusia, Polonia, y finalmente Alemania.
Son 15 días en tren, 20 días menos que barcos de carga navegando desde
el litoral oriental de China. Eso representaría el decisivo terremoto
geopolítico en términos de integrar el crecimiento económico a través de
Eurasia.
Hay que recordar que, si no hay cambios radicales,
China está a punto de convertirse, y mantenerse, en la potencia
económica global número uno, una posición que mantuvo durante 18 de los
últimos 20 siglos. Pero no lo contéis a los hagiógrafos de Londres,
todavía creen que la hegemonía de EE.UU. durará, bueno, eternamente.
Camino a la Guerra Fría 2.0
A
pesar de serios problemas financieros recientes, los BRICS han estado
trabajando conscientemente para convertirse en una antítesis del
original G8 y –después de expulsar a Rusia en marzo– de nuevo un Grupo
de 7 o G7. Están ansiosos de crear una nueva arquitectura global para
reemplazar la que fue impuesta después de la Segunda Guerra Mundial y se
consideran un potencial desafío al mundo excepcionalista y unipolar que
Washington imagina para nuestro futuro (con su país como robocop global
y la OTAN como su fuerza de robo-policía). El historiador y animador
imperialista Ian Morris en su libro War! What is it Good For?,
definió a EE.UU. como el decisivo “globocop” y “la última esperanza de
la Tierra”. Si ese globocop “se cansa de su rol”, escribe, “no existe un
plan B”.
Bueno, existe un plan BRICS, o por lo menos es lo que
quieren creer los BRICS. Y cuando los BRICS actúan en este espíritu en
la escena global, conjuran rápidamente una curiosa mezcla de temor,
histeria y pugnacidad en el establishment de Washington. Tomemos a
Christopher Hill como ejemplo. El exsecretario de Estado adjunto para el
este de Asia y embajador de EE.UU. en Irak es ahora asesor del Albright
Stonebridge Group, una firma consultora muy bien conectada con la Casa
Blanca y el Departamento de Estado. Cuando Rusia estaba “derrotada”,
Hill solía soñar con un “nuevo orden mundial” hegemónico estadounidense.
Ahora, cuando los mal agradecidos rusos han despreciado lo que
“Occidente ha estado ofreciendo” –es decir “un estatus especial con la
OTAN, una relación privilegiada con la Unión Europea y cooperación
internacional en esfuerzos diplomáticos– están, a su juicio, tratando
activamente de resucitar el imperio soviético. Traducción: si no sois
nuestros vasallos, estáis contra nosotros. Bienvenidos a la Guerra Fría
2.0.
El Pentágono tiene su propia versión de esto dirigida no tanto contra Rusia como contra China que, afirma su think-tank
sobre futuras guerras, ya está en guerra con Washington de numerosas
formas. Por lo tanto si no es el Apocalipsis ahora, será el Armagedón
mañana. Y sobra decir que cualquier cosa que vaya mal, mientras el
gobierno de Obama “gira” descaradamente hacia Asia y los medios
estadounidenses se llenan la boca sobre un renacimiento de la “política
de contención” de la era de la Guerra Fría en el Pacífico, todo es culpa
de China.
Empotrados en el demencial arranque hacia la Guerra
Fría 2.0 están algunos risibles hechos en el terreno: el gobierno de
EE.UU., con 17,5 billones de dólares de deuda nacional, y suma y sigue,
considera un enfrentamiento financiero con Rusia, el mayor productor
global de energía e importante potencia nuclear, tal como también
promueve un cerco militar económicamente insostenible alrededor de su
mayor acreedor: China.
Rusia tiene actualmente un considerable
superávit comercial. Los gigantescos bancos chinos no tendrán problema
alguno para ayudar a los bancos rusos si los fondos occidentales se
agotan. En términos de cooperación inter-BRICS, pocos proyectos superan
un oleoducto de 30.000 millones de dólares que se está planificando y
que se extenderá de Rusia a India a través del noroeste de China. Las
compañías chinas ya discuten ávidamente la posibilidad de participar en
la creación de un corredor de transporte de Rusia hacia Crimea, así como
un aeropuerto, astillero, y terminal de gas natural líquido en el
lugar. Y se prepara otro gambito “termonuclear”: el nacimiento de un
equivalente del gas natural a la Organización de Países Exportadores de
Petróleo que incluiría a Rusia, Irán, y según se informa al descontento
aliado de EE.UU. Catar.
El (no definido) plan a largo plazo de
los BRICS involucra la creación de un sistema económico alternativo que
incluye un canasto de monedas respaldadas en oro que dejaría de lado el
actual sistema financiero global centrado en EE.UU. (No sorprende que
Rusia y China estén acumulando todo el oro posible.) El euro –una moneda
sana respaldada por grandes mercados líquidos de bonos e inmensas
reservas de oro– también sería bienvenido.
No es ningún secreto
en Hong Kong que el Bank of China ha estado utilizando una red SWIFT
paralela para realizar todo tipo de comercio con Teherán, que sufre un
duro régimen de sanciones estadounidenses. Como Washington esgrime Visa y
Mastercard como armas en una creciente campaña al estilo de la Guerra
Fría contra ella, Rusia se propone implementar un sistema alternativo de
tarjetas de pago y crédito que no esté controlado por la industria
financiera occidental. Un camino incluso más fácil sería adoptar un
sistema de Unión de Pagos chino cuyas operaciones ya han superado a
American Express en volumen global.
Solo giro sobre mí mismo
Es
probable que ninguna cantidad de “giros” del gobierno de Obama hacia
Asia para contener China (y amenazarla con el control de las vías
energéticas marinas de ese país por la Armada de EE.UU.) logre que Pekín
se aleje de su estrategia autodenominada de “desarrollo pacífico”,
inspirada en Deng Xiaoping, con el propósito de convertirse en una
potencia comercial global. El despliegue avanzado de tropas de EE.UU. o
de la OTAN en Europa Oriental y otros actos al estilo de la Guerra Fría
tampoco disuadirán a Moscú de un cuidadoso juego de malabarismo:
asegurar que la esfera de influencia rusa en Ucrania se mantenga fuerte
sin comprometer el comercio y el intercambio de bienes, así como los
vínculos políticos con la Unión Europea, sobre todo, con el socio
estratégico Alemania. Es el Santo Grial de Moscú: una zona de libre
comercio de Lisboa a Vladivostok que (no por casualidad) se refleja en
el sueño chino de una nueva Ruta de la Seda a Alemania.
Por su
parte Berlín, cada vez más alerta respecto a Washington, detesta la
noción de que Europa se vea atrapada en las garras de una Guerra Fría
2.0. Los dirigentes alemanes tienen problemas más importantes,
incluyendo el intento de estabilizar una bamboleante UE mientras evita
un colapso económico en la Europa meridional y central y el avance de
los partidos de derecha cada vez más extremistas.
Al otro lado
del Atlántico, el presidente Obama y sus altos funcionarios dan toda la
impresión de hallarse atrapados en sus propios giros, hacia Irán, hacia
China, hacia las zonas fronterizas orientales de Rusia, y (pasando
desapercibidos) hacia África. La ironía de todas esas maniobras
–militares para comenzar– es que en realidad ayudan a que Moscú, Teherán
y Pekín refuercen su propia profundidad estratégica en Eurasia y otros
sitios, como se refleja en Siria o, crucialmente, cada vez en más pactos
energéticos. También ayudan a reforzar la creciente cooperación
estratégica entre China e Irán. La incesante narrativa del "ministerio
de la verdad" de Washington sobre todos estos eventos ignora ahora
cuidadosamente el hecho de que sin Moscú “Occidente” nunca se habría
sentado a discutir un acuerdo nuclear definitivo con Irán o habría
conseguido un acuerdo de desarme químico de Damasco.
Cuando las
disputas entre China y sus vecinos del Mar del Sur de China y entre ese
país y Japón por la islas Senkaku/Diaoyou se sumen a la crisis de
Ucrania, la inevitable conclusión será que tanto Rusia como China
consideran que sus zonas fronterizas y vías marítimas son de propiedad
privada y no van a aceptar tranquilamente los desafíos –sean mediante
expansión de la OTAN, cerco militar de EE.UU., o escudos de misiles-. Ni
Pekín ni Moscú tienden a la forma usual de expansión imperialista, a
pesar de la versión de los eventos que se suministra actualmente a los
públicos occidentales. Sus “líneas rojas” siguen siendo de naturaleza
esencialmente defensiva, no importa las bravatas que a veces se urlizan
en su protección.
Sea lo que sea lo que Washington quiera, tema o
intente impedir, los hechos en el terreno sugieren que en los próximos
años Pekín, Moscú, y Teherán se acercarán, lenta pero seguramente,
creando un nuevo eje geopolítico en Eurasia. Mientras tanto, EE.UU.
perplejo parece cómplice en la deconstrucción de su propio orden mundial
unipolar mientras ofrece a los BRICS una auténtica oportunidad para
tratar de cambiar las reglas del juego.
Rusia y China en modo de giro
En el mundo de los think-tanks
de Washington se ha reforzado la convicción de que el Gobierno de Obama
debería concentrarse en una reedición de la Guerra Fría mediante una
nueva versión de la política de contención para “limitar el desarrollo
de Rusia como potencia hegemónica”. La receta: armar a los vecinos de
los Estados del Báltico para “contener” a Rusia. La Guerra Fría 2.0
existe porque desde el punto de vista de las elites de Washington la
primera nunca ha terminado realmente.
Sin embargo, por mucho que
EE.UU. pueda luchar contra la emergencia de un mundo multipolar, con
múltiples potencias, los hechos económicos en el terreno apuntan
regularmente a semejantes tendencias. Sigue existiendo la pregunta:
¿Será lenta y razonablemente digna la decadencia del "hegemón" o
arrastrará consigo a todo el mundo en lo que ha sido llamada “la opción
Sansón”?
Mientras contemplamos el desarrollo del espectáculo, sin
que haya a la vista una jugada final, hay que recordar que una nueva
fuerza crece en Eurasia y que la alianza estratégica china-rusa amenaza
con dominar su región vital junto con grandes trechos de su parte
interior. Ahora eso es una pesadilla de proporciones "mackinderescas"
desde el punto de vista de Washington. Hay que pensar, por ejemplo, en
cómo lo vería Zbigniew Brzezinski, el exconsejero nacional de seguridad
que se convirtió en mentor en política global del presidente Obama.
En su libro de 1997 El gran tablero de ajedrez,
Brzezinski argumentó que “la lucha por la primacía global seguirá
jugándose” en el “tablero de ajedrez” eurasiático del cual “Ucrania era
un eje geopolítico”. “Si Moscú recupera el control de Ucrania”,
escribió entonces, Rusia “recuperará automáticamente los medios para
convertirse en un poderoso Estado imperial, abarcando Europa y Asia”.
Esta
sigue siendo la mayor parte de la justificación tras la política
imperial de contención estadounidense del “exterior cercano” europeo, de
Rusia al Mar del Sur de China. Sin embargo, sin una jugada final en el
horizonte, no hay que perder de vista un giro de Rusia hacia Asia, China
girando por el mundo y los BRICS trabajando intensamente en el intento
de realizar un nuevo Siglo Eurasiático.
Pepe Escobar es corresponsal itinerante de Asia Times/Hong Kong, analista de RT, y colaborador regular de TomDispatch. Con un capítulo sobre Irán, es editor colaborador deThe Global Obama: Crossroads of Leadership in the 21st Century . Copyright 2014 Pepe Escobar
Fuente: http://www.tomdispatch.com/post/175845/tomgram%3A_pepe_escobar%2C_who%27s_pivoting_where_in_eurasia/
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