Hay un proyecto en
curso que pretende introducir por primera vez en el Paraguay una
racionalidad capitalista dependiente en lo que se dio en llamar
neoliberalismo. Un proyecto que parecía avizorarse con la caída de
Stroessner producido en el marco del famoso Consenso de Washington, y
que no pudo concretarse por el escollo enorme que significó y sigue
significando un modelo político aun vigente, basado en el clientelismo
prebendario. Curiosamente desde los presupuestos del modelo neoliberal
al cual se adscribieron con fidelidad los países de la región
principalmente Argentina y Chile en los años 80 y 90, en el Paraguay con
la caída de Stroessner, en lugar de achicarse el Estado, se agrandó
como un reaseguro de sostenibilidad del Partido Colorado en el poder
sobre la base de ese clientelismo prebendario.
Corrupción estatal
y supernumerario fueron los rasgos de un modelo que se había
consolidado con Stroessner y continuó hasta el presente.
Existen a
partir de la asunción de Cartes, claros signos de proponerse la ruptura
de ese modelo, pretendiendo dar curso a una racionalidad que pudiera
garantizar la entrada del gran capital foráneo principalmente de
procedencia brasileña, cuando ya el resto de los países de la región se
abocan a proyectos autonomistas post-neoliberales.
Cartes
conforma su gabinete principalmente con técnicos , generando un rechazo
indisimulado por parte de los mandos medios del Partido Colorado. El día
del traspaso de mando llegó al país como en ninguna ocasión similar,
una cantidad importante de empresarios foráneos.
Cartes además
contrata asesorías con status académico como la del economista argentino
Bernardo Kliksberg y auditoras privadas , a pesar que ello no autoriza
nuestra legislación.
Este modelo sin embargo deja intacto al
sector agroexportador y ganadero, beneficiario histórico del saqueo de
una oligarquía latifundista que sigue siendo el poder fáctico de mayor
peso en nuestra sociedad.
A los efectos de la implementación de
un modelo político económico nuevo en Paraguay de apertura al gran
capital foráneo, Cartes hace lo que corresponde: en tiempo record
promueve la sanción de proyectos de leyes que son necesarias para el
nuevo escenario. Una ley de defensa, facultándole el uso de las Fuerzas
Armadas para el control de un factor perturbador del proyecto, como es
el llamado epp, y de paso ejercer el control social necesario en zonas
conflictivas para allanar el terreno a la inversión extranjera. Otros
dos proyectos avanzan con velocidad meteórica: la ley de
“responsabilidad fiscal”, para reducir el déficit fiscal realmente
existente, sin considerar si quiera mínimamente para ese efecto,
incrementar la tributación principalmente al sector agro-exportador en
un país que se destaca por ser el de menor presión tributaria de la
región (apenas del 12,5%) y finalmente, una ley de “fomento de
infraestructura” , conocido como de alianza público-privada, proyecto
que ya se había planteado en el gobierno liberal de Federico Franco y
que da luz verde para la concesión al gran capital foráneo de obras de
infraestructura y el control de servicios públicos, con el agravante
incluso respecto a las formulas neoliberales conocidas en la región, de
que los emprendimientos en ciernes de infraestructura, ofrecen al sector
privado foráneo la posibilidad de cosechar ingentes ganancias
liberándose de los riesgos, que deberá asumir el Estado paraguayo, es
decir la sociedad paraguaya. Estaremos hipotecando como quizá nunca
nuestra soberanía sometiendo a la ciudadanía al triste papel de
garantizar las ganancias del capital privado foráneo, en detrimento de
sus necesidades vitales.
A los efectos de avanzar en su
proyecto, Cartes debe apurar la aprobación de estos proyectos para echar
a andar su política antes que sea demasiado tarde, entendiendo que
resultaría muy difícil en el presente –aunque no imposible, -sacarlo ni
por juicio político, ni por golpe en un corto plazo, dada la notoria
aceptación que está teniendo en la comunidad de la región, y sobre todo,
después de una muy reciente mala experiencia del Estado paraguayo con
el juicio político del año pasado y la consecuente destitución de Lugo.
Pero antes de llegar a ese difícil extremo sin embargo, se puede
constatar que el camino para Cartes hasta ahora, no está del todo
allanado, cuando vemos que esos urgentes proyectos de leyes encuentran
en el Congreso por parte del espectro político incluyendo a los
colorados, interferencias consecuentes del desencuentro no resuelto
entre la pretendida ruptura y la rémora clientelista prebendaría. En
algún momento del proceso de tratamiento de esos proyectos de leyes,
algún senador Colorado habría hablado incluso de signos de crisis en su
bancada, para después con algunos rezongos aceptar el proyecto venido de
Cartes, pero con la disidencia del liberalismo, resquebrajando el
acuerdo conocido como pacto azulgrana.
Pero el proyecto no está
exento de la consideración del consenso para su legitimación, logrando
esa audaz política “modernizante” la configuración de un escenario
polarizado: un polo con imagen de modernidad encarnado en Cartes, y del
otro lado, un polo del atraso representado por el Partido Colorado.
No se puede dejar de reconocer que el desmesurado supernumerario, la
corrupción y la ineficiencia de un Estado que no ha llegado a ser tal, a
pesar de las buenas intenciones que pudo haber tenido Lugo en su
gobierno, son el caldo de cultivo del consenso de Cartes en un sector de
la ciudadanía, que ve con buenos ojos algunas medidas inmediatas
efectistas que dan la imagen de una racionalidad administrativa estatal
de preservación de recursos públicos, por ejemplo cerrando el despacho
de la primera dama, anunciando a través de su ministro de Hacienda la
intención de cancelar el subsidio al empresariado del transporte y la
cancelación posible de los subsidios a las ongs..
Además de la
urgencia que Cartes debe imprimir a su política, tiene como desafío
ineludible, mitigar las contradicciones sociales consecuentes de los
despidos en la administración pública que se supone lo hará si logra la
concreción de los proyectos de inversión foránea.
Se puede
esperar que la contratación de Kliksberg apunte a ese propósito y la
asignación del 53% en coberturas que se consideran sociales, que se
orientan principalmente hacia infraestructura, que correrá por cuenta
del capital privado foráneo amparado por esa ley de alianza
público-privada. Pero esto sería en el corto plazo, nada más que un
interregno anestésico en una sociedad de gran carencia para lograr el
consenso de legitimación del proyecto. Pero a la luz de la terrible
experiencia que conocemos de los países de la región principalmente de
la Argentina cuando se adscribió fielmente a los mandatos del Consenso
de Washington y su crisis a principios del presente siglo, al igual que
los demás países que hoy están saliendo del nefasto modelo neoliberal
para intentar trazar políticas autonomistas, lo que se avizora para un
mediano plazo, es el de un destino idéntico con las consabidas terribles
consecuencias. Una película trágica conocida que hoy la vamos a conocer
desde la vivencia.
Mientras tanto, las organizaciones sociales
padecen de debilidad organizacional lo que hace vulnerable a la
implementación de este proyecto de corte claramente neoliberal y
consecuentemente, antipopular.
Un interrogante que surge en este
recorrido de contramano que haría Paraguay si el proyecto se consolida,
es el papel que le depara en el marco del bloque Mercosur, atendiendo a
la actitud que hay por parte de los gobiernos de la región con relación
a Cartes y en particular Brasil, país cuya burguesía probablemente se
beneficie con el tardío neoliberalismo paraguayo en ciernes. Esta es una
cuestión de gran relevancia si se tiene en cuenta que ningún proyecto
de integración puede tener sostenibilidad, si no se superan las
asimetrías al interior del bloque. O si no, véase el destino de la
periferia europea en aquello que hasta hace poco era un paradigma de
integración, llamado Unión Europea.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=174794&
titular=paraguay-y-el-neoliberalismo-tard%EDo-de-cartes-
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