Reflexionemos sobre nuestra herencia histórica
La identidad nacional cubana está actualmente desconectada de su herencia aborigen. Esa realidad explica por qué no pocos compatriotas vean el tema de la lucha de los hermanos indígenas en América, como algo muy justo, pero lejano. Así la propuesta del movimiento indígena de conmemorar el 12 de octubre como Día de la Resistencia, Dignidad, Rebeldía y Lucha, no se ha generalizado en el país, a lo que se suma que aún hay espacios donde persiste el mito colonialista eurocéntrico “ del descubrimiento realizado por el valeroso y tenaz Almirante Cristóbal Colón , el 12 de octubre de 1492”.
Es cierto que la ausencia de un núcleo poblacional
indígena fuerte en Cuba y el Caribe de hoy, limita una acción cultural y
política sólida, encaminada a rescatar los aportes a la historia de los
primeros descubridores de nuestro archipiélago, pero la dificultad
principal está en que la memoria histórica en lo fundamental, se basa en
la construcción desde la época colonial, de una falsa conciencia que
sustenta la extinción y desvalorización de la población indígena. Así la
mayoría de los cubanos y cubanas no asumen sus antepasados indígenas, y
perdemos la riqueza de incorporar toda la herencia cultural y
cosmovisiva de no menos de siete mil años de historia.
Debemos
explicarnos cómo y porqué, lo mejor del pensamiento y liderazgo
intelectual y revolucionario cubano, siempre se sintió parte del
movimiento de resistencia de los pueblos originarios. Hora es de
rescatar los valores del indigenismo revolucionario de José Martí, Julio
Antonio Mella, y Fidel Castro.
La presencia indígena
Las culturas indoamericanas, fueron severamente diezmadas por la
criminalidad que acompañó la conquista y colonización española. Según
afirmaciones del padre Bartolomé de las Casas, el costo mortal de la
conquista para los habitantes de Cuba , Jamaica , Borinquén y las Antillas Menores fue de 3 millones de vidas, y solo para Quisqueya , consideraba una pérdida similar 1 .
Independientemente de errores en una u otra apreciación de cálculo, el
balance es brutal: De veinte a treinta millones de muertos en toda la
región!”. En lugar del “encuentro de culturas y civilizaciones” que se
ha intentado sustentar, la conquista y colonización fue, como señala Steven Katz el, el peor desastre civilizatorio y demográfico conocido en la historia de la humanidad 2 .
Pero a diferencia de lo que comúnmente se ha repetido, la población
aborigen en Cuba no desapareció ni fue completamente exterminada.
La
sociedad excluyente y legalidad pigmentocrática y racista del
colonialismo, que imponía como condición de movilidad y ascenso social
la “limpieza de sangre”, determinó el “blanqueamiento” de numerosas
familias de colonos, que tenían en su base materna lo indígena y, sus
descendientes ya mestizados y transculturados, acompañaron la
constitución de la sociedad criolla primero, y la formación de la
nacionalidad después, para estar presentes en nuestro actual mosaico
etno-sociológico.
No to do fue asimilación. Núcleos
significativos de la población aborigen sobrevivieron hasta el siglo
XIX, para constituirse en el grueso del primer campesinado cubano. Sus
descendientes arribaron al siglo XX, con una presencia que fue
documentada por cientistas del calibre de Manuel Rivero de la Calle y
Antonio Núñez Jiménez. Hoy están entre nosotros, abriendo como cubanos y
cubanas el nuevo milenio de retos y confirmaciones. Los he visto y
disfrutado en pueblos de leyenda y heroicidad como Jiguaní, Yateras o El
Caney, están en el honrado hacer del campo, en los seres emancipados y
cultos de la Revolución, entre maestros y médicos, constructores e
ingenieros, en la sonrisa alegre de niños y niñas, trigueños, de cuerpos
robustos y bellos, vivaces, felices, en cualquier pueblo o ciudad.
Los
genuinos descubridores del archipiélago cubano, nos legaron saberes,
conocimientos sobre plantas y modos de cultivarlas y utilizarlas, con
distintas funciones de alimentación y salud, así como una rica mitología
conservada en la memoria colectiva, en costumbres y hábitos de la vida
cotidiana. Está la presencia aborigen en la toponimia, comida,
artesanías, arquitectura, creencias, música, fiestas, y espiritualidad
popular. Muchos cubanos y cubanas, independientemente del color de su
piel, no saben que también tienen lo indígena incorporado en su
idiosincrasia, gestualidad y genes.
Hombres y mujeres de combate
El nervio emancipador que rescata el Día de la Resistencia Indígena,
nos compulsa a repensar y precisar nuestra comú n historia. El tema
adquiere una connotación sumamente actual, cuando hemos comenzado a
celebrar en Cuba los 500 años de fundación de las primeras siete villas.
No se puede olvidar que estas poblaciones nacieron en medio de la
operación militar de la conquista, sobre la ruina de los cacicatos
aborígenes, diezmados por el secuestro de sus pobladores para el trabajo
forzado en las llamadas encomiendas, sometidos a extensas jornadas
–“mientras había luz”- en los lavaderos de oro, apaleados y torturados,
vejados con la esclavización sexual de sus mujeres, flagelados por
enfermedades mortales portadas por sus verdugos 3 .
Los indígenas que habitaban Cuba, no fueron mansos ni se dejaron
victimizar impunemente. En las encomiendas, en acto de rebeldía, no
pocos optaron por el suicidio, se ahorcaban en grupos y con ellos a sus
hijos. Muchos más optaron por enfrenar y combatir a aquellos demonios
que habían asaltado sus vidas y sociedad. Estos hombres y mujeres
iniciaron la tradición combativa de nuestro pueblo.
Cr istóbal
Colón arriba a nuestras costas al día 27 de octubre de 1492. Al mes de
estar explorando la isla de Cuba - el 27 de Noviembre-, el Almirante
invasor recoge en su diario el primer encontronazo con los habitantes,
que intentaron empuñando sus armas, impedir un desembarco por la hoy
costa guantanamera. Como certeramente anotó Hortensia Pichardo este es
el primer amago de resistencia de los indígenas en la Isla, y el primero
que reporta Colón como cronista a su llegada a América 4
. Colón vuelve a encontrarse con indígenas en son de guerra el 3 de
diciembre, pero en esta ocasión actúa con más inteligencia “ por manera
que todos se apaciguaron” 5 .
En 1510, la primera batalla victoriosa de nuestros indígenas contra una
tropa de invasores, dará desde entonces, el nombre de la bahía y
provincia de Matanzas. El cacique Yaguacayex (o Guayucayex) , con la
cooperación del cacique Habaguanex, trazó y ejecutó el plan de ataque
contra los invasores 6 . Estos fueron nuestros primeros rebeldes.
La guerra de conquista
Cuando
en 1510, el teniente Diego Velázquez invadió Cuba, encontró la fuerte
resistencia de cacique Hatuey. De Maisí y Baracoa a Bayamo, se
extendieron los combates. El 2 de febrero 1512, el cacique quisqueyano
fue juzgado como sacrílego y rebelde, y quemado vivo 7 ,
tal como hacía la Iglesia Católica en la época, con los revolucionarios
y hombres de ciencia y cultura europeos. Con Hatuey llegó a Cuba el
concepto de cimarrón, de insubordinación y resistencia activa frente a
los colonialistas. Desde entonces, los invasores nunca disfrutaron de
paz 8 .
Los indígenas afrontaron con espíritu rebelde la represión y el
asesinato de la conquista y ocupación territorial, que sucedió al
asesinato de Hatuey. Matanzas como la realizada en Caonao (probablemente
en las inmedia ciones de las actuales provincias de Camagüey y Ciego de
Ávila), donde fueron acuchillados más de 2 mil hombres, mujeres y
niños, con el único y bárbaro propósito de sembrar el terror, y
paralizar la resistencia a los invasores, dejaron una memoria que
mantuvo la constante hostilidad de los aborígenes. Luego de su fundación
en 1515, Puerto Príncipe, la villa más cercana al trágico
acontecimiento, fue objeto de sistemática hostilidad, ataca e
incendiada.
El conocimiento sobre sus enemigos, costumbres y
armamento, el saberlos hombres y mortales en lugar de demonios, hizo de
la resistencia un hecho mucho más efectivo. A partir de 1520 en Cuba –y
también en Quisqueya-, los documentos demuestran que los ataques de los
aborígenes ganan en efectividad.
Entre 1522 y 1532 el cacique
Guamá también en el oriente cubano, dio una dura pelea contra los
encomenderos que explotaban y asesinaban a sus hermanos. Los vecinos de
las villas y los hacendados vivieron en constante sobresalto. Ya entre
los combatientes de Guamá estaban los cimarrones negros, los primeros
esclavos africanos emancipados por rebelión 9 La resistencia a la conquista como subraya el arqueólogo cubano José Jiménez Santander , fue la primera guerra que los habitantes de nuestro archipiélago enfrentaron contra la dominación colonial 10 .
Diez años después de decretarse por el gobierno colonial en 1542, el
fin de las encomiendas, aún los encomenderos en complicidad con la
jerarquía de la Iglesia Católica en Cuba, se resistían a reconocer la
libertad a los aborígenes. Entonces se les compulsó a vivir en pueblos
de indios, con el incentivo de otorgarles algunas tierras realengas.
Pero esta “paz” no impidió que en 1661 ante la escasez de esclavos, los
vecinos de Santiago de Cuba, Bayamo y Puerto Príncipe, solicitaran al
Rey hacer la guerra y esclavizar a los indígenas que se negaban a
aproximarse a sus villas y se mantenían aislados en palenques,
acompañados de negros esclavos fugitivos, petición que es satisfecha por
el monarca.
Paradoja y reencuentro
Los terratenientes
que dominaban los cabildos y la impartición de justicia, tratarían una y
otra vez de arrebatar las tierras realengas otorgadas a los indígenas.
El robo y la injusticia, pueden hallarse en los archivos que guardan los
documentos más antiguos de la jurisdicción habanera de Guanabacoa. Esta
situación se hizo crítica para los avecinados en San Luis de Los
Caneyes, lo que los llevó a protagonizar en 1758 una rebelión 11
. La continua situación explosiva, hizo que el Rey Carlos IV
interviniera en 1796 a favor de los indígenas de San Luis, en momentos
en que se censuraba al protector de indios, por ser ese funcionario
cómplice de los hacendados santiagueros.
Los conflictos con los terratenientes continúan 12
y la paradoja de ser el Rey, quien “protegiera” a los indígenas del
acoso de los terratenientes criollos, sin dudas estuvo en la base de las
relaciones clientelares que se establecen entre los indígenas, algunos
campesinos peninsulares – como el líder oriental realista Pedro
Garrido-, y la Corona española, y que explica la alineación de los
“indios” en el bando colonialista al iniciarse la contienda
independentista. Este por demás, fue un fenómeno que también se produce
en otras regiones de América Latina.
Recién, en la excelente
entrega del seri al histórico Duaba: La Odisea del Honor , muchos
compatriotas conocieron de las unidades militares irregulares de
indígenas, organizadas por el mando español recién reiniciada la guerra
de independencia en 1895, y la oposición que realizaron estos
combatientes al General Antonio Maceo y a los expedicionarios que
desembarcaron por Duaba. Pienso que merita un esfuerzo de divulgación
histórica, de libros y artículos, de seguro que una obra audiovisual tan
apasionante como la que nos han hecho llegar el MINCULT, las FAR y la
Televisión Cubana, para que también se aprecie la continuidad de aquella
historia.
Fue precisamente Antonio Maceo, con su certero
sentido de la unidad nacional, quién se propuso recolocar a los
indígenas frente a su propia historia. Consciente de la trascendencia
más que militar, política, de la alineación junto a los españoles de los
descendientes de los pueblos aborígenes, el jefe mambí pidió a varios
de los insurgentes que mantenían relaciones con familias indígenas,
trabajar en la incorporación de estos a las filas independentistas. Fue
Cristina Pérez, una criolla casada con Ramón Ramírez, un cacique menor,
la que logró convencer a quienes estaban luchando en el bando
equivocado. El éxito de tan brillante operación política, de profundo
contenido ético, se concretó en la formación del Regimiento Hatuey. Ya
el 31 de agosto de 1895, un centenar de indígenas estaba incorporado al
regimiento, y el valor y destreza militar de sus integrantes decide la
batalla de Sao del Indio. Estos combatientes terminaron la contienda
insurrecta y legaron la leyenda que hasta hoy habla de los "guapos de
Yateras" 13 .
Lo hispano
Conmemorar el Día de la Resistencia Indígena el 12 de octubre, no es un
acto anti-español. Con la raíz étnica que se reconoce hispana, para
identificar a los pueblos del actual Estado español, nos sentimos los
cubanos y latinoamericanos íntimamente vinculados.
En medio
milenio de colonia, de la Europa ibérica no solo llegaron los genocidas
soldados de fortuna que masacraron y robaron a los pueblos originarios, y
la plaga de comerciantes, jerarcas eclesiásticos, funcionarios
monárquicos y burócratas ladrones que se enriquecieron con las
relaciones colonialistas de explotación. También arribaron sujetos
portadores de todo lo progresivo y laborioso que latía en los pueblos
del Viejo Continente: campesinos y artesanos, intelectuales, maestros y
artistas, hombres y mujeres de bien —no pocos sacerdotes y religiosas
que como el padre Bartolomé de La Casas, dieron su aporte de entrega
humanista y sabiduría—, campesinos y artesanos humildes, que hicieron de
estas tierras su nuevo hogar, y con ello las convirtieron en el
escenario de sus amores, pasiones, resistencias y luchas 14 .
El encuentro de culturas se dio definitivamente en la sociedad colonial
de los siglos XVI y XVII, en la relación profunda con la España
humilde, trabajadora, culta y popular, con las civilizaciones, culturas y
naturaleza indoamericanas, con los negros esclavos y demás migrantes.
La latinoamericanidad vista desde lo indoamericano, lo afroamericano y
lo hispano, integra las principales raíces que fundamentan nuestra
identidad nacional y regional.
Frente a la España feudalizante,
del egoísmo monárquico, frente al anti héroe del pillaje; siempre
estuvo –latente una veces, explícita otras- la España antifeudal y
antimonárquica, junto al héroe del trabajo honrado y la cultura, no
faltaron los que sin titubear, se incorporaron en el siglo XIX, a la
causa de la independencia nacional.
Desde la ética y la ideología de la Revolución
La decodificación en clave de emancipación y dignificación humana, nos
califica y cualifica el hacer y lo por hacer de la historiografía
revolucionaria. De la mano de Martí procuremos privilegiar la historia
real, y en vez de “descubrimiento” precisemos que se trató de una
invasión. Que renunciemos a la neutralidad genérica del concepto viaje, y
puntualicemos sobre las expediciones militares que organizó el
Almirante invasor Cristóbal Colón. Así mismo debemos decodificar el mito
fundador, y ratificar que no existió un “encuentro de civilizaciones y
culturas”, sino un hecho de guerra de rapiña, de apropiación forzada y
depredatoria del territorio y sus recursos naturales y humanos, que
devino en genocidio y etnocidio.
Precisamente la afirmación
sobre la extinción y/o desaparición de los aborígenes cubanos, y los
apasionantes debates que sobre esta problemática se pueden sostener,
tienen como incuestionable realidad histórica, la criminalidad genocida
de los conquistadores europeos. También somos herederos de ese mundo
colonial de injusticias y explotación que forjaron los hombres que
simboliza el Almirante Cristóbal Colón. De lo que se trata es de saber a
qué herencia renunciamos y cual reivindicamos.
Es necesario
reconocer la impronta de las personalidades en la Historia, y para
quienes trabajamos por un mundo mejor, resulta de particular interés
estudiar el universo ético de los sujetos de y en la historia. Cristóbal
Colón, sus capitanes y continuadores, fueron audaces e inteligentes
soldados, líderes con la capacidad de fundar un nuevo orden de
explotación colonialista en esta parte del planeta, que a su vez impactó
y reconfiguró el mundo de entonces. En interés de ese orden desataron
nuevas fuerzas productivas, fundaron villas, construyeron iglesias y
conventos, importaron bienes y tecnología. Jugó un papel fundamental la
ambición de victoria y riquezas que movía a aquellos hombres: Son los
héroes de la acumulación originaria del capital, anti-héroes frente al
humanismo y la dignificación humana.
Nuestros caciques e
indígenas rebeldes, también fueron audaces e inteligentes soldados,
líderes con capacidad de resistencia, que además de aprestarse a
derrotar la tecnología y la experiencia militar de los invasores,
tuvieron que vencer sus propios temores y limitaciones cosmovisivas, que
si fueron malévolamente utilizadas por los europeos para aumentar su
ventaja. Estos primeros rebeldes de América fueron héroes de los
derechos humanos, de la emancipación.
Las interesantes
polémicas acerca de la llegada por uno u otro puerto oriental, del
Almirante invasor Cristóbal Colón, no puede dejar de significar para
todos los implicados, que el 28 de octubre de 1492, marcó el acto
militar de la ocupación del territorio poblado por nuestros antepasados
aborígenes, y en tanto, de la imposición de la lógica egoísta del
sistema de dominación del colonialismo europeo.
Con criterio político
El estado de la problemática historiográfica repercute directamente en
decisiones concretas en política cultural, comunicacional y educacional.
Los padres de la patria, se fueron a la manigua en 1868,
enarbolando el recuerdo rebelde de Hatuey, y desde entonces en Granma es
tradición el recuerdo de honor, que ha quedado tangible en hermoso
monumento. Hay que felicitar a los matanceros en su certeza de fijar en
monumento y sobre todo en la memoria histórica local, la batalla de la
bahía que recuerda la estirpe rebelde de sus antepasados indígenas.
¿Cuánto más nos falta? ¿Ahora en vísperas de la fundación de las
primeras villas, hemos pensado en el nuevo monumento que merecen las
víctimas del exterminio masivo del cacicato de Caonabo? ¿Dónde hacer el
obelisco que recuerde esa primera resistencia del 27 de noviembre de
1492? ¿Nuestros primeros rebeldes atacaron con éxito Baracoa, Puerto
Príncipe, y otras villas españolas, merecen estas acciones una tarja
antes o durante los actos oficiales por los 500 años de fundación? ¿Se
ha estudiado esta necesidad de expresión patria a escala de país?
¿Qué efeméride realmente merece que se destaque y honre, el día de
protesta armada de noviembre, hasta ahora irrelevante en el universo
comunicacional cubano, o el que se celebra generalmente para glorificar
la llegada del conquistador? ¿Hasta cuándo el 2 de febrero 1512 y el
recuerdo hermoso de Hatuey, va a ser solo un acto de historia local de
los granmenses, que apenas merece unas pocas líneas de cobertura
periodística?
Aún permanece en Cuba, dando su pelea de
conservadurismo, el espíritu del Día de la Raza. Julio Antonio Mella
hace 85 años, batió lanzas contra este espectro del colonialismo 15
. Ahora “la Raza” aparece metamorfoseada como “fiesta Iberoamericana”,
pero la esencialidad de antaño se mantiene, con blasones y honores de
conquista, y teatralidades que “reconstruyen”, el momento primigenio del
desembarco del Almirante invasor “de rodillas” en la tierra que acaba
de posesionar como propiedad europea! ¿Por qué no celebrar en Cuba, con
mucha alegría, la sobrevivencia y el renacer comprometido de nuestros
pueblos originarios, y también la presencia irredenta de Afroamérica, de
los cimarrones indígenas y negros, que se unieron en la resistencia y
el amor a la libertad?
La actual realidad educativa cubana es
de sostenida recuperación y avances, y la enseñanza de la Historia
constituye uno de los carriles por donde afortunadamente transita el
perfeccionamiento. Pero sobre el tema aborigen y el legado combativo de
los indígenas, aún es muy débil la propuesta historiográfica escolar. Un
hecho sumamente significativo, es que ningún programa de estudios,
desde la enseñanza general hasta la universitaria, presenta a los
estudiantes y al púbico cubano, una sistematización histórica de la
resistencia indígena a la conquista y ocupación.
La primera
guerra colonial que se emprendió contra las comunidades aborígenes que
poblaban Cuba, no se referencia como tal en nuestras escuelas y
universidades. El sujeto de la historia es, en todos los casos, el
conquistador español, y los hechos de armas de nuestros primeros
rebeldes, a lo sumo se tratan minimizados y con una significativa
inconexión.
Los estudios que sobre este tema se han realizado
en el país, permanecen fuera del circuito masivo de distribución de la
información científico-docente, y hoy solo constituyen rarezas
bibliográficas en algunas bibliotecas. Hay propuestas muy serias del
Instituto Cubano de Antropología, incluso premiadas como resultados de
ciencia por la Academia de Ciencias de Cuba, que aún no se introducen.
La patria Nuestroamericana
Cuando reconstruimos el pasado, aprendemos de sus saberes, y no s
autodefinimos como lo que somos, actuales herederos en este archipiélago
de siete mil años de historia, realizamos un acto de universalidad,
respeto e integración solidaria a esa parte-raíz de nuestro tiempo. Nos
auto reconocemos en los esfuerzos revolucionarios que lideran los
gobiernos de Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, por recuperar la
historia y el espacio, la dignidad, los derechos y recursos, que les
fueron arrebatados a los pueblos originarios que conforman y enriquecen
la vida de estas naciones.
El conocimiento de la historia de
los pueblos indoamericanos que poblaron nuestro archipiélago, también
nos sitúa en condiciones para interactuar en la complejidad del momento
que vivimos, libres de visiones edulcoradas y facilismos. Entendemos por
qué con frecuencia, la imagen que muchos indígenas tienen de sí mismos
es de impotencia, miseria y abandono, lo que produce marginalidad,
deterioro social y hostilidad. Comprendemos cómo tras quinientos años de
opresión económica y enajenación ideológico-cultural, no está libre el
mundo indoamericano actual, de peligros de mayor desestructuración, de
arcaísmo y fundamentalismos, de las relaciones clientelares y el acecho
de la demagogia y la manipulación política, de la presión del mercado y
la ideología burguesa y egoísta hegemónica.
Veamos el Día de la
Resistencia implicados en el cambio progresivo de los pueblos y sus
circunstancias, en la historia que forjaron nuestros maestros
internacionalistas junto a los misquitos, afines del pasado siglo, en ép
oca de la asediada Revolución Sandinista, epopeya de alfabetización,
ciencia, cultura y salud, recuperada hoy con nuevos educadores y médicos
que trabajan junto a los hermanos nicaragüenses, que se ha multiplicado
con la Alianza Bolivariana para las Américas-Tratado de Comercio de los
Pueblos (ALBA-TCP), en las selvas y sabanas de la República Bolivariana
de Venezuela, y los andes ecuatorianos y bolivianos, que llega a otros
muchas comunidades aborígenes de centro y sur américa, y recién se abre a
la Amazonía brasileña.
1 Hidefuji Someda: Apología e historia: estudios sobre fray Bartolomé de las Casas . Fondo Editorial PUCP , Lima, 2005, p 61-62. 2 Ver: Steven Katz : The Holocaust in Historical Context , (2 vols.), Nueva York, Oxford Universtity Press, 2003.
3 Así lo describe el padre Bartolomé de las Casas, un testigo excepcional. Ver: Bartolomé de las Casas: Historia de las Indias , Fondo de Cultura Económica. México. 1951, tomo III, p. 326
4 Hortensia Pichardo: El descubrimiento de Cuba. Relación del primer viaje de Cristóbal Colón, Documentos para la Historia de Cuba , Tomo I, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1971, p 23.
5 Iden Ant., p 27.
6 Bartolomé de las Casas: Historia de las Indias , Fondo de Cultura Económica. México. 1951, Tomo. IV, p. 31
7 Ver: César Rodríguez Expósito: Hatuey. El primer libertador de Cuba , Editorial Cubanicen, La Habana, 1944.
8 Ver: Osvaldo Morales Patiño: La rebeldía de los indocubanos , La Habana, 1946; Jorge Ibarra: “Las grandes sublevaciones Indias dese 1520 hasta 1540 y la abolición de las encomiendas”, en Aproximaciones a Clío , Editorial de Ciencias Sociales, Ciudad de La Habana, 1979; Felipe de J. Pérez Cruz: Los primeros rebeldes de América , La Habana, 1988
9 Ver: Juan Jiménez Pastrana: Guamá , Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1985
10 Ver: José Jiménez Santander: La guerra omitida. La guerra digna , Instituto Cubano de Antropología, La Habana, 2012 (inédito)
11 Olga Portuondo: “Una sublevación de indios en 1758”, en revista de la Biblioteca Nacional José Martí. La Habana, No 1, enero-abril, 1981, p. 199-204.
12 Juan Manuel Reyes Cardero: “La inserción del aborigen en la sociedad colonial santiaguera: el caso del pueblo indio de San Luis de los Caneyes”, en Ciencia en su PC, Revista electrónica editada por MEGACEN, Centro de Información y Gestión Tecnológica de Santiago de Cuba. Cuba, Santiago de Cuba, No 1, 2009, http://cienciapc.idict.cu/
14 Rosario Márquez Macías: La emigración española a América, 1765-1824 . Universidad de Oviedo, Oviedo, 1995.
15 Julio Antonio Mella: La fiesta de la raza, en Mella. Documentos y artículos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, p 459-460.
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